Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

INCIPIT 566. HOMBRE LENTO / JM COETZEE

El impacto le alcanza por la derecha, brusco y sorprendente y doloroso, como una descarga eléctrica, y le hace salir disparado de la bicicleta. “¡Tranquilo!”, se dice a sí mismo mientras vuela por los aires (¡vuela por los aires sin ninguna dificultad!) y, en efecto, nota que los miembros se le relajan obedientemente. «Como un gato -se dice a sí mismo-: rueda por el suelo y luego ponte de pie de un salto, Listo para lo que pase a continuación.”
La palabra «raudo», poco habitual, también asoma en el horizonte. Sin embargo, no es así como van las cosas. Ya sea porque las piernas no le obedecen o porque está  momentáneamente aturdido (no siente tanto como oye el  impacto de su cráneo contra el asfalto, lejano, con un sonido como de madera, como un golpe propinado con un mazo), no sólo no se pone en pie de un salto, sino que, al contrario, sigue resbalando metro tras metro, más y más, hasta que el deslizamiento lo acaba arrullando.

Se queda tendido en el suelo, en paz. Hace una mañana espléndida. La caricia del sol es agradable. Hay cosas peores que relajarse por completo y esperar a recuperar las energías. De hecho, puede que haya cosas peores que echarse un sueñecito. Cierra los ojos. El mundo se inclina bajo él y da vueltas. Pierde el conocimiento.

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