Hombre sólo, JM Coetzee, p. 98
Es la sonrisa de Marijana,
persistente en su memoria, la que provoca el esperado cambio, tan necesario desde
hace tiempo. De repente, toda la melancolía, todas las nubes negras
desaparecen. Él es el patrón de Marijana, su jefe, quien le paga para que sus
deseos se conviertan en realidad, y sin embargo todos los días, antes de que
ella llegue, se afana arriba y abajo por el apartamento para intentar poner
orden lo mejor que puede, por ella. Incluso hace traer flores para combatir la monotonía.
La situación es absurda. ¿Qué
quiere él de esa mujer? Quiere que sonría otra vez, está claro, que le sonría a
él. Quiere ganarse un lugar en su corazón, por pequeño que sea. ¿Quiere también
convertirse en su amante? Sí, quiere, en cierto sentido, fervientemente. Quiere
amarla y respetarla a ella y a sus hijos, Drago y Ljuba y la tercera, aquella a
quien todavía no ha visto nunca. En cuanto al marido, no abriga malos deseos hacia
él, eso lo puede jurar. Le desea al marido toda la felicidad y la buena suerte
del mundo. Y, sin embargo, daría lo que fuera por ser padre de esos niños hermosos
y excelentes, y marido de Marijana: co-padre si hace falta, co-marido si hace
falta, platónico si hace falta. Quiere cuidar de ellos, de todos ellos, protegerlos y salvarlos.
¿Salvarlos de qué? No lo sabe
todavía.
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