El Sistema, Eduardo Pérez Salmón, p.92
Antes de ingresar en el escalafón
de las Estaciones, el Narrador trabajó para la Boca. De ahí procede no sólo su pasión
por el lenguaje, sino su familiaridad con las técnicas sistémicas. Los miembros
de la Boca son lo más parecido a una casta sacerdotal que el Sistema ha
desarrollado desde la implantación de su actual modelo. Habría que remontarse a
los imperios de la Historia Antigua, como el sumerio, el babilonio o el
egipcio, para descubrir de dónde procede el deseo de triturar cada documento
generado por el cuerpo social, reducirlo a sus componentes últimos y
clasificarlo como peligroso o indiferente.
Esta pasión hermenéutica
evidencia un principio que el Sistema ha hecho suyo sin rubor: toda policía es
policía del discurso. El discurso es el abecé de la singularidad humana, y lo
es en un doble sentido. De un lado, el discurso es el reino de la libertad, el
instrumento que libera las potencias, el lugar efectivo y eficaz donde la
humanidad se plasma, evoluciona, progresa; del otro, todo discurso posee un
aura oscura, pues por puro, alegre o salvador que sea su contenido, siempre
habrá una inteligencia dispuesta a volver del revés su sentido. Todo discurso
es, pues, revelador y a la vez culpable, ofrenda y dolo. La Boca es un gigantesco
aparato de sospecha; la filología, un empeño bélico.
(En la iamgen, Memorial de WB Bou)
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