Ante todo no hagas daño, Henry Marsch, p. 155
Como neurocirujano en activo, la
eterna cuestión filosófica del «problema mente-cerebro» siempre me ha parecido confusa
y, en última instancia, una pérdida de tiempo. Nunca he considerado un problema
-sólo una fuente de sobrecogimiento y profundo asombro- que mi conciencia, mi
identidad, el yo que se me antoja libre como el viento, el que trataba de leer
un libro pero que lo que hacía era observar las nubes a través de las altas
ventanas, el yo que escribe ahora estas líneas, consista en realidad en el
parloteo de cien billones de neuronas. El autor del libro parecía igual de asombrado
ante el «problema mente-cerebro», pero cuando empecé a leer su lista de teorías
-funcionalismo, epifenomenalismo, materialismo emergente, interaccionismo dualista
... ¿o era dualismo interaccionista?-, no tardé en quedarme dormido, mientras
esperaba a que la enfermera acudiera a despertarme para decirme que era hora de
volver al quirófano y empezar a operar el cerebro de aquel anciano paciente.
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