El Sistema, Ricardo Menéndez Salmón, p. 53-53
Las diecisiete Sustancias de
Realidad mantienen entre sí una cohesión forzada, aunque felizmente funcional.
Hace décadas, tras la muerte del Rector (términos corno Tirano o Conductor han
sido borrados de la historiografía realista), sus hombres de confianza,
herederos de cuarenta años de oligarquía, realizaron una pirueta de riesgo,
pero que ha merecido las alabanzas de los Ideólogos.
Fue voluntad del Rector que un
Rey heredara la dirección de la isla, pero que afrontara dicha dirección como un
figurante, vale decir corno un hombre de paja, un estafermo de prestigio, un
factótum edulcorado. Los logros de esa operación quedarían en la contabilidad
del Rey, en su haber innegociable, prestigiarían su figura. A cambio, y al
amparo de las nuevas formas, los hombres del Rector disfrutarían de una vejez
tranquila y subterráneamente, que es corno se consolida el Sistema, sus ideas
pervivirían. El efecto de esta reelaboración es tan polémico como eficaz.
Por un lado, Realidad conserva,
como genotipo indestructible, las cualidades que el Rector quiso para la isla; por
otro, las Sustancias, articuladas en torno a una disciplina plural, han podido
organizar un atisbo de independencia. Todos han salido ganando con la operación
salvo la Verdad Histórica, flor expuesta a multitud de vientos e inexistente
más que como símbolo.
Los conflictos se han resuelto
sin excesivo encono, aunque las peculiaridades de algunas de las Sustancias de Realidad
han creado fracturas que durante décadas han conmovido sus cimientos. Se ha
pagado con sangre en ocasiones; en otras, con el sometimiento a una casta de poderosos.
No en vano, el mandarinato es la profesión de fe más enraizada en suelo
realista. Escapar a su sombra a estas alturas de la Historia Nueva (o de la
Poshistoria: el Narrador no acaba de acostumbrarse a la nueva nomenclatura) se
antoja una operación, si no imposible, complejísima.
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