Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

BENETIANA


El amanecer podrido, Juan Benet

Una tarde de primavera me dijo Luis que quería presentarme a una joven que había conocido en el departamento de Psiquiatría del Hospital General, que dirigía López Ibor, y en el que trabajaba como enfermera. Se llamaba Rocío y mi presencia era requerida para acompañar a su hermana que como todavía estaba en edad colegial se aburría mucho y necesitaba distracción. La primera vez que vi a Solange vestía uno de esos uniformes azul marino con falda plisada y cuello blanco, propio de los colegios de monjas y que -me parece- no tardó una semana en arrojarlo para siempre al cajón de los desechos. En la segunda ocasión, con jersey negro de cuello vuelto, largo hasta las caderas, falda lisa y zapato de medio tacón, era una criatura deslumbrante. Rocío entró en tromba en la vida de Luis y a la vuelta de un verano que él pasó en Heidelberg, para perfeccionar su rudimentario alemán, ya eran novios por lo que las catoblepas poco a poco fueron cambiando de carácter. Dejamos de frecuentar los locales golfos para ser más asiduos de los no-golfos -la Red, Castelló, Prim, la parrilla del Rex- donde las chicas se sentían más a gusto, agradecidas por cierta sensación de seguridad adicional cuando el maitre les conducía a la mesa de costumbre. Casi todos los maitres de Madrid habían militado en la CNT y combatido en un batallón de camareros en la Ciudad Universitaria y cuando a altas horas de la madrugada, ya cerrado el local, despachada la clientela y retirados los camareros, realizado el arqueo y colocadas las sillas sobre las mesas en espera de la llegada de la mujeres de la limpieza, corría una última ronda a cuenta de la casa y se evocaba la epopeya del puente de los Franceses, el maitre –situado detrás de la barra como en sus años mozos- apenas podía retener las lágrimas. «El tiempo es vuestro, hay que aprovechar la juventud», era la frase preferida de los maitres que tanto enternecía a las chicas, recién salidas de la Asunción.


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