El amanecer podrido, Juan Benet
Salomé
Elí, Elí, lamma sabacthani. Mateo
15, 4 5-49, XII
Tenía un dolor de muelas atroz.
Se puso un paño caliente en la
mejilla y se miraba al espejo con cara demacrada. Abrió la boca tristemente y
salió un olor negro, interno, de algo que se pudría allí dentro, y la encía
hinchada y negra. Acercó más la cara y vio el paladar movedizo lleno de
agüillas. Luego dijo:
-Aaaah ... -Y le dolieron mucho
todos los huesos de la cara.
Pero de repente, acercándose más,
ya casi con la boca metida en el espejo, vio allá abajo, en el fondo negro de
su estómago, dos ojos que le miraban consternados como dos almejas húmedas.
-¿Qué es esto? -se preguntó
doliéndole mucho.
Los ojos se asustaron, cambiaron
de expresión y cerraron sus párpados lentamente, como avergonzados.
-¿Qué haces ahí? ¿Eres un bicho?
No se atrevía a tocarse la tripa
porque temía hacer daño a aquello, fuese lo que fuese. Era una situación muy
dolorosa. Los ojos miraban y retrocedían acobardados. Parecían pedir perdón por
haber sido descubiertos.
-¿Qué bicho eres tú? ¿Eres la
solitaria?
Porque realmente su mirada desde
el fondo era la imagen de su soledad perdida entre jugos y gases y paredes
húmedas y flácidas.
-Pero di: ¿qué haces ahí? ¿Qué
clase de bicho eres?
El de los ojos hizo un esfuerzo
hacia lo alto mientras su vergüenza iluminaba de rojo la carne de allá abajo.
Y dijo:
-Soy Jesucristo Bendito.
No hay comentarios:
Publicar un comentario