Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

LA NOCHE DEL SABADO


El amanecer podrido, J Benet, p.288

Pero lo importante era la noche del sábado. No creo que la noche del viernes de hoy sea comparable a la noche del sábado de entonces aunque sólo sea porque la semana inglesa ha duplicado, cuando menos, el número de días para hacer excesos. Entonces sólo había uno a la semana y había que aprovecharlo en su totalidad y para todo: para el alcohol, para las conversaciones literarias, para el sexo, para los amigos, para bailar, para visitar lugares poco recomendables, en fin para gastar la asignación semanal y llenar el domingo con un descanso bien ganado. Cuando tal asignación daba para ello nos tomábamos unas chuletas de cordero en Casa Pedro, La Tienda de los Vinos, Hylogui, las únicas casas de comidas -ni siquiera restaurants- de cierta decencia que estaban al alcance de nuestros bolsillos; incluso en alguna ocasión -y más que nada por no disolvernos- llegamos a cenar en El figón de Santiago, un   comedor social donde se servía rancho en platos de aluminio y los cubiertos -tan sólo repasados por la servilleta del mozo a cada nuevo asiento- se hallaban unidos por una cadenilla a una argolla fija a la cara inferior de la mesa corrida; todo un salón cuyo propietario no había introducido el menor cambio desde los tiempos de La busca.


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