De Ciudad de cristal de Paul Auster, p.87-88
-Sí. Un lenguaje que al fin dirá
lo que tenemos que decir. Porque nuestras palabras ya no se corresponden con el
mundo. Cuando las cosas estaban enteras nos sentíamos seguros de que nuestras
palabras podían expresarlas. Pero poco a poco estas cosas se han partido, se
han hecho pedazos, han caído en el caos. Y sin embargo nuestras palabras siguen
siendo las mismas. No se han adaptado a la nueva realidad. De ahí que cada vez
que intentamos hablar de lo que vemos, hablemos falsamente, distorsionando la
cosa misma que tratamos de representar. Esto ha hecho que todo sea confusión y desorden.
Pero las palabras, como usted comprende, son susceptibles de cambio. El
problema es cómo demostrarlo. Por eso trabajo ahora con los medios más simples,
tan simples que hasta un niño pueda comprender lo que digo. Considere una palabra
que remite a una cosa: «paraguas», por ejemplo. Cuando digo la palabra
«paraguas», usted ve el objeto en su mente. Ve una especie de bastón con radios
metálicos plegables en la parte superior que forman una armadura para una tela
impermeable, la cual, una vez abierta, le protegerá de la lluvia. Este último
detalle es importante. Un paraguas no sólo es una cosa, es una cosa que cumple
una función, en otras palabras, expresa la voluntad del hombre. Cuando uno se
para a pensar en ello, todos los objetos son semejantes al paraguas, en el sentido de que
cumplen una función. Ahora, mi pregunta es la siguiente: ¿qué sucede cuando una
cosa ya no cumple su función? ¿Sigue siendo la misma cosa o se ha convertido en
otra? Cuando arrancas la tela del paraguas, ¿el paraguas sigue siendo un paraguas?
Abres los radios, te los pones sobre la cabeza, caminas bajo la lluvia, y te
empapas. ¿Es posible continuar llamando a ese objeto un paraguas? La palabra,
sin embargo, sigue siendo la misma. Por lo tanto, ya no puede expresar la cosa.
Es imprecisa; es falsa; oculta aquello que debería revelar. Y si ni siquiera
podemos nombrar un objeto corriente que tenemos entre las manos, ¿cómo podemos
esperar hablar de las cosas que verdaderamente nos conciernen? A menos que
podamos comenzar a incorporar la noción de cambio a las palabras que usamos,
continuaremos estando perdidos.
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