Estamos demasiado acostumbrados
hoy día a ver en el cine revoluciones, guerras, asaltos y asonadas, todas esas
espectaculares violencias, en fin, donde la bestia humana ruge; pero quien solo
en el cine las haya visto, mal podrá -pienso yo-imaginarse la sencillez
estupenda con que en la realidad se desenvuelven cuando por desgracia le toca a
uno -como a mí, ahora presenciarlas de veras. Transcurrido el tiempo,
acontecimientos tales serán sin duda admiración de las generaciones nuevas; y
el que los ha vivido pasará a sus ojos, sin otro motivo, por un héroe. En
cuanto a mí, desde luego renuncio a semejante gloria, y me aplico a preparar
este relato con el desengaño de la pura verdad. Instalado siempre en mi sillón
de ruedas, testigo de tanto y tan cruel desorden, aquí estoy, en medio del
torbellino, sin que hasta el momento
nadie me haya molestado. Si mi invalidez sigue valiéndome, si acaso no se le
ocurre todavía a algún mala sangre divertirse a costa de este pobre tullido y
meterme de un empujón en la grotesca
danza de la muerte, es muy probable que lleguemos al final, y pueda contarlo
... Porque esto ha de tener un final; y será menester que alguien lo cuente.
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