“SOY ALVIN PEPLER”
-¿Qué demonios haces en un
autobús, con la pasta que tienes?
Quien quería saberlo era un tipo
bajo, fornido, con el pelo corto y un temo de ir a la oficina; habla estado
perdido en sus sueños, hojeando una revista de automóviles, hasta que se dio
cuenta de quién ocupaba el asiento contiguo. No hizo falta más para lanzarlo.
Sin dejarse perturbar por la nada
complaciente respuesta de Zuckerman -en un autobús, para ser transportado en el
espacio-, tuvo mucho gusto en ofrecer su consejo. En aquellos tiempos, todo el
mundo lo hada, si lograban localizarlo.
«Cómprate un helicóptero. Eso es lo que yo harÍa. Contrata espacio de
aterrizaje en el techo de unas cuantas viviendas y sobrevuela las cacas de
perro. Oye, ¿ves a ése?»
La segunda pregunta se referÍa al
hombre que iba de pie en el pasillo, leyendo el Times.
El autobús recorría la Quinta
Avenida en dirección sur, hacia el centro mirando desde la casa de Zuckerman
del Upper East Side a la que acababa de mudarse Zuckerman. Iba éste a
encontrarse con un especialista en inversiones de la calle 52, una cita concertada
por su agente, André Schevitt, con idea de que diversificara el capital.
PertenecÍian al pasado los dÍas en que Zuckerman sólo tenia que preocuparse de
que Zuckerman hiciera dinero: ahora se trataba de que su dinero hiciese dinero.
-¿Dónde lo tiene usted en este
momento? -le preguntó el especialista cuando Zuckerman, por fin, lo llamó por
teléfono. -En el zapato - le dijo Zuckerman.
El especialista en inversiones se
rió:
-Y ¿piensa dejarlo ahÍ?
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