Yo no quería escribir este libro.
No sabía exactamente por qué no quería escribirlo, o sí lo sabía pero no quena
reconocerlo o no me atrevía a reconocerlo; o no del todo. El caso es que a lo
largo de más de siete años me resistí a escribir este libro. Durante ese tiempo
escribí otros dos, aunque éste no se me olvidó; al revés: a mi modo, mientras
escribía esos dos libros. también escribía éste. O quizá, era este libro el que
a su modo me escribía a mí.
Los primeros párrafos de un libro
son siempre los últimos que escribo. Este libro está acabado. Este párrafo es
lo último que escribo. Y, como es lo último, ya sé por qué no quería escribir
este libro. No quena escribirlo porque tenía miedo. Eso es lo que yo sabía
desde el principio pero no quería
reconocer o no me atrevía a reconocer; o no del todo. Lo que sólo ahora sé es
que mi miedo estaba justificado.
Conocí a Enric Marco en junio de
2009, cuatro años después de que se convirtiera en el gran impostor y el gran
maldito. Muchos recordarán todavía su historia. Marco era un octogenario barcelonés
que a lo largo de casi tres décadas se había hecho pasar por deportado en la
Alemania de Hitler y superviviente de los campos nazis, había presidido durante
tres años la gran asociación española de los supervivientes, la Amical de
Mauthausen, había pronunciado centenares de conferencias y concedido decenas de
entrevistas
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