La senda de Aristóteles, Edith Hall, p. 30
Tradicionalmente, la escuela de
pensamiento aristotélica se ha denominado «peripatética», un término que
procede del verbo peripateo, que en griego antiguo, y en griego moderno también,
significa «salgo a caminar, a dar un paseo». Igual que Platón, su maestro, y
que Sócrates, el maestro de Platón, a Aristóteles le gustaba reflexionar
mientras andaba, y así lo hicieron después de él muchos filósofos importantes,
incluido Nietzsche, que en El ocaso de los ídolos insistía en que «solo tienen
valor los pensamientos que nos vienen mientras caminamos». Sin embargo, a los
griegos antiguos les habría intrigado la figura romántica del sabio celebrada
por primera vez en Las ensoñaciones del paseante solitario, de Rousseau (1778).
Los griegos preferían andar en compañía, aprovechando el impulso hacia delante
que generaban sus enérgicos pasos para unirlo a la causa del progreso
intelectual y sincronizando el diálogo con el ritmo de sus pasos. A juzgar por
la magnitud de su contribución al pensamiento humano, y la cantidad de
influyentes libros que nos legó, Aristóteles debió de andar miles de kilómetros
con sus discípulos a través de los escabrosos paisajes griegos durante los
sesenta y dos años que vivió en esa tierra.
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