Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

LA BIBLIOTECA DE BABEL DE JORGE LUIS BORGES

La Biblioteca de Babel

El universo (que otros llaman la Biblioteca) se componte de un número indefinido, y tal vez infinito, de galerías hexagonales, con vastos pozos de ventilación en el medio, cercados por barandas bajísimas. Desde cualquier hexágono se ven los pisos inferiores y superiores: interminablemente. La distribución de las galerías es invariable. Veinte anaqueles, a cinco largos anaqueles por lado, cubren todos los lados menos dos; su altura, que es la de los pisos, excede apenas la de un bibliotecario normal. Una de las caras libres da a un angosto zaguán, que desemboca en otra galería, idéntica a la primera y a todas. A izquierda y a derecha del zaguán hay dos gabinetes minúsculos. Uno permite dormir de pie; otro, satisfacer las necesidades finales. Por ahí pasa la escalera espiral, que se abisma y se eleva hacia lo remoto. En el zaguán hay un espejo, que fielmente duplica las apariencias. Los hombres suelen inferir de ese espejo que la Biblioteca no es infinita (si lo fuera realmente ¿a qué esa duplicación ilusoria?); yo prefiero soñar que las superficies bruñidas figuran y prometen el infinito... La luz procede de unas frutas esféricas que llevan el nombre de lámparas. Hay dos en cada hexágono: transversales. La luz que emiten es insuficiente, incesante.

Como todos los hombres de la Biblioteca, he viajado en mi juventud; he peregrinado en busca de un libro, acaso del catálogo de catálogos; ahora que mis ojos casi no pueden descifrar lo que escribo, me preparo a morir a unas pocas leguas del hexágono en que nací. Muerto, no faltarán manos piadosas que me tiren por la baranda; mi sepultura será el aire insondable; mi cuerpo se hundirá largamente y se corromperá y disolverá en el viento engendrado por la caída, que es infinita. Yo afirmo que la Biblioteca es interminable. Los idealistas arguyen que las salas hexagonales son una forma necesaria del espacio absoluto o, por lo menos, de nuestra intuición del espacio. Razonan que es inconcebible una sala triangular o pentagonal. (Los místicos pretenden que el éxtasis les revela una cámara circular con un gran libro circular de lomo continuo, que da toda la vuelta de las paredes; pero su testimonio es sospechoso; sus palabras, oscuras. Ese libro cíclico es Dios.) Básteme, por ahora, repetir el dictamen clásico: La Biblioteca es una esfera cuyo centro cabal es cualquier hexágono, cuya circunferencia es inaccesible.

A cada uno de los muros de cada hexágono corresponden cinco anaqueles; cada anaquel encierra treinta y dos libros de formato uniforme; cada libro es de cuatrocientas diez páginas; cada página, de cuarenta renglones; cada renglón, de unas ochenta letras de color negro. También hay letras en el dorso de cada libro; esas letras no indican o prefiguran lo que dirán las páginas. Sé que esa inconexión, alguna vez, pareció misteriosa. Antes de resumir la solución (cuyo descubrimiento, a pesar de sus trágicas proyecciones, es quizá el hecho capital de la historia) quiero rememorar algunos axiomas.

El primero: La Biblioteca existe ab alterno. De esa verdad cuyo colorario inmediato es la eternidad futura del mundo, ninguna mente razonable puede dudar. El hombre, el imperfecto bibliotecario, puede ser obra del azar o de los demiurgos malévolos; el universo, con su elegante dotación de anaqueles, de tomos enigmáticos, de infatigables escaleras para el viajero y de letrinas para el bibliotecario sentado, sólo puede ser obra de un dios. Para percibir la distancia que hay entre lo divino y lo humano, basta comparar estos rudos símbolos trémulos que mi falible mano garabatea en la tapa de un libro, con las letras orgánicas del interior: puntuales, delicadas, negrísimas, inimitablemente simétricas.

El segundo: El número de símbolos ortográficos es veinticinco. Esa comprobación permitió, hace trescientos años, formular una teoría general de la Biblioteca y resolver satisfactoriamente el problema que ninguna conjetura había descifrado: la naturaleza informe y caótica de casi todos los libros. Uno, que mi padre vio en un hexágono del circuito quince noventa y cuatro, constaba de las letras MCV perversamente repetidas desde el renglón primero hasta el último. Otro (muy consultado en esta zona) es un mero laberinto de letras, pero la página penúltima dice «Oh tiempo tus pirámides». Ya se sabe: por una línea razonable o una recta noticia hay leguas de insensatas cacofonías, de fárragos verbales y de incoherencias. (Yo sé de una región cerril cuyos bibliotecarios repudian la supersticiosa y vana costumbre de buscar sentido en los libros y la equiparan a la de buscarlo en los sueños o en las líneas caóticas de la mano... Admiten que los inventores de la escritura imitaron los veinticinco símbolos naturales, pero sostienen que esa aplicación es casual y que los libros nada significan en sí. Ese dictamen, ya veremos no es del todo falaz.)

Durante mucho tiempo se creyó que esos libros impenetrables correspondían a lenguas pretéritas o remotas. Es verdad que los hombres más antiguos, los primeros bibliotecarios, usaban un lenguaje asaz diferente del que hablamos ahora; es verdad que unas millas a la derecha la lengua es dialectal y que noventa pisos más arriba, es incomprensible. Todo eso, lo repito, es verdad, pero cuatrocientas diez páginas de inalterables MCV no pueden corresponder a ningún idioma, por dialectal o rudimentario que sea. Algunos insinuaron que cada letra podía influir en la subsiguiente y que el valor de MCV en la tercera línea de la página 71 no era el que puede tener la misma serie en otra posición de otra página, pero esa vaga tesis no prosperó. Otros pensaron en criptografías; universalmente esa conjetura ha sido aceptada, aunque no en el sentido en que la formularon sus inventores.

Hace quinientos años, el jefe de un hexágono superior dio con un libro tan confuso como los otros, pero que tenía casi dos hojas de líneas homogéneas. Mostró su hallazgo a un descifrador ambulante, que le dijo que estaban redactadas en portugués; otros le dijeron que en yiddish. Antes de un siglo pudo establecerse el idioma: un dialecto samoyedo-lituano del guaraní, con inflexiones de árabe clásico. También se descifró el contenido: nociones de análisis combinatorio, ilustradas por ejemplos de variaciones con repetición ilimitada. Esos ejemplos permitieron que un bibliotecario de genio descubriera la ley fundamental de la Biblioteca. Este pensador observó que todos los libros, por diversos que sean, constan de elementos iguales: el espacio, el punto, la coma, las veintidós letras del alfabeto. También alegó un hecho que todos los viajeros han confirmado: No hay en la vasta Biblioteca, dos libros idénticos. De esas premisas incontrovertibles dedujo que la Biblioteca es total y que sus anaqueles registran todas las posibles combinaciones de los veintitantos símbolos ortográficos (número, aunque vastísimo, no infinito) o sea todo lo que es dable expresar: en todos los idiomas. Todo: la historia minuciosa del porvenir, las autobiografías de los arcángeles, el catálogo fiel de la Biblioteca, miles y miles de catálogos falsos, la demostración de la falacia de esos catálogos, la demostración de la falacia del catálogo verdadero, el evangelio gnóstico de Basilides, el comentario de ese evangelio, el comentario del comentario de ese evangelio, la relación verídica de tu muerte, la versión de cada libro a todas las lenguas, las interpolaciones de cada libro en todos los libros, el tratado que Beda pudo escribir (y no escribió) sobre la mitología de los sajones, los libros perdidos de Tácito.

Cuando se proclamó que la Biblioteca abarcaba todos los libros, la primera impresión fue de extravagante felicidad. Todos los hombres se sintieron señores de un tesoro intacto y secreto. No había problema personal o mundial cuya elocuente solución no existiera: en algún hexágono. El universo estaba justificado, el universo bruscamente usurpó las dimensiones ilimitadas de la esperanza. En aquel tiempo se habló mucho de las Vindicaciones: libros de apología y de profecía, que para siempre vindicaban los actos de cada hombre del universo y guardaban arcanos prodigiosos para su porvenir. Miles de codiciosos abandonaron el dulce hexágono natal y se lanzaron escaleras arriba, urgidos por el vano propósito de encontrar su Vindicación. Esos peregrinos disputaban en los corredores estrechos, proferían oscuras maldiciones, se estrangulaban en las escaleras divinas, arrojaban los libros engañosos al fondo de los túneles, morían despeñados por los hombres de regiones remotas. Otros se enloquecieron... Las Vindicaciones existen (yo he visto dos que se refieren a personas del porvenir, a personas acaso no imaginarias) pero los buscadores no recordaban que la posibilidad de que un hombre encuentre la suya, o alguna pérfida variación de la suya, es computable en cero.

También se esperó entonces la aclaración de los misterios básicos de la humanidad: el origen de la Biblioteca y del tiempo. Es verosímil que esos graves misterios puedan explicarse en palabras: si no basta el lenguaje de los filósofos, la multiforme Biblioteca habrá producido el idioma inaudito que se requiere y los vocabularios y gramáticas de ese idioma. Hace ya cuatro siglos que los hombres fatigan los hexágonos... Hay buscadores oficiales, inquisidores. Yo los he visto en el desempeño de su función: llegan siempre rendidos; hablan de una escalera sin peldaños que casi los mató; hablan de galerías y de escaleras con el bibliotecario; alguna vez, toman el libro más cercano y lo hojean, en busca de palabras infames. Visiblemente, nadie espera descubrir nada.

A la desaforada esperanza, sucedió, como es natural, una depresión excesiva. La certidumbre de que algún anaquel en algún hexágono encerraba libros preciosos y de que esos libros preciosos eran inaccesibles, pareció casi intolerable. Una secta blasfema sugirió que cesaran las buscas y que todos los hombres barajaran letras y símbolos, hasta construir, mediante un improbable don del azar, esos libros canónicos. Las autoridades se vieron obligadas a promulgar órdenes severas. La secta desapareció, pero en mi niñez he visto hombres viejos que largamente se ocultaban en las letrinas, con unos discos de metal en un cubilete prohibido, y débilmente remedaban el divino desorden.

Otros, inversamente, creyeron que lo primordial era eliminar las obras inútiles. Invadían los hexágonos, exhibían credenciales no siempre falsas, hojeaban con fastidio un volumen y condenaban anaqueles enteros: a su furor higiénico, ascético, se debe la insensata perdición de millones de libros. Su nombre es execrado, pero quienes deploran los «tesoros» que su frenesí destruyó, negligen dos hechos notorios. Uno: la Biblioteca es tan enorme que toda reducción de origen humano resulta infinitesimal. Otro: cada ejemplar es único, irreemplazable, pero (como la Biblioteca es total) hay siempre varios centenares de miles de facsímiles imperfectos: de obras que no difieren sino por una letra o por una coma. Contra la opinión general, me atrevo a suponer que las consecuencias de las depredaciones cometidas por los Purificadores, han sido exageradas por el horror que esos fanáticos provocaron. Los urgía el delirio de conquistar los libros del Hexágono Carmesí: libros de formato menor que los naturales; omnipotentes, ilustrados y mágicos.

También sabemos de otra superstición de aquel tiempo: la del Hombre del Libro. En algún anaquel de algún hexágono (razonaron los hombres) debe existir un libro que sea la cifra y el compendio perfecto de todos los demás: algún bibliotecario lo ha recorrido y es análogo a un dios. En el lenguaje de esta zona persisten aún vestigios del culto de ese funcionario remoto. Muchos peregrinaron en busca de Él. Durante un siglo fatigaron en vano los más diversos rumbos. ¿Cómo localizar el venerado hexágono secreto que lo hospedaba? Alguien propuso un método regresivo: Para localizar el libro A, consultar previamente un libro B que indique el sitio de A; para localizar el libro B, consultar previamente un libro C, y así hasta lo infinito... En aventuras de ésas, he prodigado y consumido mis años. No me parece inverosímil que en algún anaquel del universo haya un libro total; ruego a los dioses ignorados que un hombre - ¡uno solo, aunque sea, hace miles de años! - lo haya examinado y leído. Si el honor y la sabiduría y la felicidad no son para mí, que sean para otros. Que el cielo exista, aunque mi lugar sea el infierno. Que yo sea ultrajado y aniquilado, pero que en un instante, en un ser, Tu enorme Biblioteca se justifique.

Afirman los impíos que el disparate es normal en la Biblioteca y que lo razonable (y aun la humilde y pura coherencia) es una casi milagrosa excepción. Hablan (lo sé) de «la Biblioteca febril, cuyos azarosos volúmenes corren el incesante albur de cambiarse en otros y que todo lo afirman, lo niegan y lo confunden como una divinidad que delira». Esas palabras que no sólo denuncian el desorden sino que lo ejemplifican también, notoriamente prueban su gusto pésimo y su desesperada ignorancia. En efecto, la Biblioteca incluye todas las estructuras verbales, todas las variaciones que permiten los veinticinco símbolos ortográficos, pero no un solo disparate absoluto. Inútil observar que el mejor volumen de los muchos hexágonos que administro se titula «Trueno peinado», y otro «El calambre de yeso» y otro «Axaxaxas mlo». Esas proposiciones, a primera vista incoherentes, sin duda son capaces de una justificación criptográfica o alegórica; esa justificación es verbal y, ex hypothesi, ya figura en la Biblioteca. No puedo combinar unos caracteres dhcmrlchtdj que la divina Biblioteca no haya previsto y que en alguna de sus lenguas secretas no encierren un terrible sentido. Nadie puede articular una sílaba que no esté llena de ternuras y de temores; que no sea en alguno de esos lenguajes el nombre poderoso de un dios. Hablar es incurrir en tautologías. Esta epístola inútil y palabrera ya existe en uno de los treinta volúmenes de los cinco anaqueles de uno de los incontables hexágonos, y también su refutación. (Un número n de lenguajes posibles usa el mismo vocabulario; en algunos, el símbolo biblioteca admite la correcta definición ubicuo y perdurable sistema de galerías hexagonales, pero biblioteca es pan o pirámide o cualquier otra cosa, y las siete palabras que la definen tienen otro valor. Tú, que me lees, ¿estás seguro de entender mi lenguaje?).

La escritura metódica me distrae de la presente condición de los hombres. La certidumbre de que todo está escrito nos anula o nos afantasma. Yo conozco distritos en que los jóvenes se prosternan ante los libros y besan con barbarie las páginas, pero no saben descifrar una sola letra. Las epidemias, las discordias heréticas, las peregrinaciones que inevitablemente degeneran en bandolerismo, han diezmado la población. Creo haber mencionado los suicidios, cada año más frecuentes. Quizá me engañen la vejez y el temor, pero sospecho que la especie humana - la única - está por extinguirse y que la Biblioteca perdurará: iluminada, solitaria, infinita, perfectamente inmóvil, armada de volúmenes preciosos, inútil, incorruptible, secreta.

Acabo de escribir infinita. No he interpolado ese adjetivo por una costumbre retórica; digo que no es ilógico pensar que el mundo es infinito. Quienes lo juzgan limitado, postulan que en lugares remotos los corredores y escaleras y hexágonos pueden inconcebiblemente cesar, lo cual es absurdo. Quienes la imaginan sin límites, olvidan que los tiene el número posible de libros. Yo me atrevo a insinuar esta solución del antiguo problema: La biblioteca es ilimitada y periódica. Si un eterno viajero la atravesara en cualquier dirección, comprobaría al cabo de los siglos que los mismos volúmenes se repiten en el mismo desorden (que, repetido, sería un orden: el Orden). Mi soledad se alegra con esa elegante esperanza.

LA ASOCIACION GALEGA DE EDITORES MUESTRA SU PLAN DE LECTURA

PLAN DE LECTURA
PREÁMBULO
Segundo unha idea cada vez máis espallada e aceptada, a lectura confórmase como un ben necesario e imprescindible para que a sociedade acade niveis optimos de progreso e modernidade.
Enténdese a lectura como un instrumento vital de inclusión e democratización, canle para acceder ao coñecemento, chave de transformación social e ferramenta para unha participación cidadá libre, consciente e crítica. O hábito lector favorece a reflexión, o pensamento abstracto e o xuízo crítico, ao tempo que fortalece a imaxinación e resulta imprescindible para o acceso ao patrimonio cultural niversal. Ofrécese, pois, como un dereito fundamental do cidadán e, ao mesmo tempo, resulta un apoio de indubitable valor para o desenvolvemento social.
A dinámica da información esixe cidadáns hábiles na selección crítica e na utilización das fontes informativas, cada vez máis abundantes en cantidade e cada vez máis dispares no referente á calidade. Neste contexto de saturación de datos, a lectura comprensiva e o dominio das técnicas informacionais resulta imprescindible para transformar estes datos en coñecemento. A tecnoloxía ameaza o hábito lector, mais, ao tempo, a lectura configúrase como a chave para a sociedade da información. A denominada alfabetización informacional, necesaria para a aprendizaxe regrada e para a aprendizaxe autónoma ao longo de toda a vida, require, en primeiro termo, unha sensibilización en relación á lectura de amplo espectro –lectura de textos diversos en contido, tipoloxía, xénero e complexidade; lectura en soportes diversos– e unha integración dos hábitos lectores na vida cotiá das persoas. A transcendencia destas habilidades para se sentir seguro no persoal e no social converten a lectura nun elemento de carácter estratéxico na sociedade moderna.
A realidade lingüística e cultural de Galicia confírelles un especial carácter ás intervencións no ámbito cultural: se é urxente unha intervención decidida de toda a
sociedade a prol do libro e da lectura, esta non pode entenderse dentro desta comunidade sen lles prestar unha atención prioritaria ao libro e á lectura en galego. En principio, porque o Estatuto de Galicia así o recolle, e, ao mesmo tempo, porque a situación de uso social da lingua galega e da lectura en galego así o requiren, de acordo coa realidade evidenciada nos estudos elaborados ao respecto.
O fortalecemento do sentirse pobo con lingua e cultura propias e o afianzamento da autoestima como grupo social precisan, entre outros factores, da mellora dos niveis culturais da poboación, dun aumento dos índices de lectura en xeral e de lectura en lingua galega en particular.
Os especialistas avogan por involucrar con urxencia as familias na creación de ámbitos cálidos, nos que as nenas e os nenos galegos medren alimentados con palabras e historias, con contos e cantos, con libros e outros soportes para o texto escrito, para que a lingua permaneza viva e os novos desenvolvan e consoliden os seus hábitos de lectura a través da imitación das condutas lectoras dos seus maiores, e un trato grato e íntimo coa palabra escrita, mais inciden tamén na importancia de tecer redes sociais que favorezan un uso público da lectura, igualmente grato e enriquecedor.
Cómpren instrumentos para medir os hábitos de lectura dos galegos e galegas e os condicionantes que están detrás deses hábitos; cómpren programas de intervención decidida naqueles sectores da poboación menos sensibilizados e que teñen, por diversas causas, menor acceso aos bens culturais, e cómpre aunar a capacidade das distintas administracións e dos sectores sociais máis dinámicos para que a lectura acade o papel protagonista que precisamos como sociedade. Promover a participación, a colaboración entre estes axentes sociais no deseño e desenvolvemento de iniciativas imaxinativas e contextualizadas preséntase como un obxectivo básico que o presente nos está a propor.
Este plan de lectura, froito do consenso entre diversos sectores sociais relacionados co libro, a cultura e a educación, preséntase como un decidido paso adiante para poñer a satisfacción e a información a través da palabra escrita en primeiro plano da vida social.
Este plan nace cuns obxectivos claros e contempla unhas medidas que han de desenvolverse coa participación dos diversos axentes sociais e culturais, pero tamén co impulso das administracións que teñen o deber de sustentalos. Co fin de garantir a coordinación axustada de todas as intervencións que se propoñen e a continuidade das accións que se inicien, crearase a Oficina da Lectura, que se encargará de promover o hábito lector en todos os estamentos da sociedade galega, como medio de conseguirmos un medio humano de calidade intelectual acorde coas novas posibilidades que o paso do tempo nos ofrece.
OBXECTIVOS
1. Elevar o índice de lectura da cidadanía, incidindo especialmente nos sectores menos sensibilizados
2. Fomentar en especial a lectura en galego para un maior coñecemento e valoración da nosa lingua, literatura e cultura, así como para un maior achegamento ás súas diferentes expresións e, a través dela, ás diversas culturas do mundo.
3. Favorecer a consideración social do libro e da lectura, facendo fincapé no que
significan en canto ao enriquecemento persoal da cidadanía e ao fortalecemento
dunha sociedade libre e con pleno exercicio dos seus dereitos civís e democráticos e salientando as múltiples opcións e beneficios que reporta a lectura nas súas diferentes vertentes: a información, o coñecemento e mais o ocio e o lecer.
4. Facilitar o acceso ao libro e á lectura a toda a cidadanía de Galicia mediante a
creación de novas bibliotecas públicas, virtuais e escolares, a mellora das xa existentes e o fomento da adquisición de hábitos de lectura desde os primeiros anos.
5. Propiciar a creación de bibliotecas familiares e persoais, dada a importancia que na creación dos hábitos lectores dende os primeiros anos de vida ten a iniciación e o exemplo no seo dunha familia lectora.
6. Motivar, implicar, formar e dotar de medios adecuados ao profesorado como artífice importante da promoción da lectura.
7. Poñer en valor a actividade dos mediadores, en especial dos bibliotecarios, en canto axentes esenciais do fomento da lectura.
8. Favorecer o papel das librerías como puntos especializados de venda de libros, así como axentes culturais activos indispensables para que a industria do libro manteña a súa pluralidade e creatividade, e para a consolidación do tecido cultural da sociedade.
9. Favorecer o papel das bibliotecas, públicas e escolares, como servicio público
básico de promoción da lectura.
10. Propoñer a todas as institucións, públicas e privadas, empresas, medios de comunicación e a sociedade en xeral unha mobilización a favor do libro e mais da
lectura.
11. Facilitar o acceso aos libros e, por conseguinte, á lectura, do lectorado, abaratando o prezo por medio das medidas oportunas (subvencións, axudas, etc.).
12. Propiciar a creación de espazos relacionados co libro galego e a lectura nos medios de comunicación, tendo en conta a consideración social dos mesmos.
MEDIDAS
1. Elaboración de campañas de fomento da lectura, dirixidas á sociedade, con medidas específicas para os colectivos que máis o precisen.
2. Coordinación e impulso dun programa de lectura pública con outras administracións públicas, fundacións e institucións educativas, sociais, culturais e financeiras. Realización de acordos institucionais coas deputacións provinciais e cos concellos. Colaboración coas institucións e centros escolares en actividades de fomento da lectura.
3. Creación dun logotipo que identifique as actuacións do plan.
4. Celebración de eventos significativos: Día mundial do Libro, Día internacional do Libro infantil e xuvenil, Día das Letras Galegas, Día da Biblioteca, Día internacional da Tradución, Día mundial da Poesía...
5. Elaboración de campañas de publicidade institucional nos diversos medios de comunicación e outro tipo de soportes.
6. Fomento da visibilidade do libro e da lectura nos medios de comunicación públicos e privados, tanto impresos coma audiovisuais.
7. Utilización de espazos de uso ou tránsito habitual da cidadanía (medios de transporte, comercios e mercados, bares ou cafeterías, parques, etc.), con reclamos que propicien un maior achegamento e sensibilización cidadá cara á necesidade e o enriquecemento da lectura.
8. Programa de dotación de fondos bibliotecarios, tendo en conta previamente as valoracións e necesidades que fan os profesionais dos diferentes tipos de bibliotecas, para unha maior adecuación e utilidade dos fondos. Envío ás bibliotecas das obras publicadas pola Xunta e os editores galegos, previamente seleccionadas por unha comisión na que participen os profesionais de bibliotecas e os editores.
9. Fortalecer o achegamento a outros soportes -audiovisuais e multimedia- e outras formas de lectura, ademais da do libro tradicional.
10. Elaboración dun plan de traducións do corpus universal e científico.
11. Formación e sensibilización dos mediadores (profesionais de bibliotecas públicas e escolares, profesorado, animación sociocultural, animación á lectura, etc.) con cursos, campañas e outros medios cara ao fomento da lectura.
12. Elaboración dunha guía de recursos de animación á lectura e dun banco de
proxectos en internet.
13. Publicación dunha colección de obras sobre animación á lectura (experiencias,
etc.).
14. Convocatoria de certames para o fomento da lectura.
15. Creación dun portal de lectura cunha presenza importante de textos dixitalizados, ou de enlaces que conduzan a eles, e onde se contemple a posibilidade de incorporación de novas formas de creación. Nel estarán os contidos da Guía ou Axenda do libro, prevista na Lei do libro e da lectura. Conterá unha base de datos de autores, tradutores e obras e un directorio de bibliotecas, editoriais e librerías.
16. Impulso dos clubs de lectura, mesmo dos virtuais.
17. Dotación ás bibliotecas e centros de ensino de persoal, recursos materiais, técnicos e económicos para levar adiante estas accións.
18. Promoción da biblioteca e da súa imaxe pública como axente cultural activo indispensable.
19. Organización de actividades do tipo “maratón” de lecturas e outras, en datas sinaladas.
20. Promoción da libraría e da súa imaxe pública como punto especializado de venda de libros e como axente cultural activo indispensable.
21. Asegurar a edición de libros e outros soportes en sistemas de lectura accesibles ás persoas con discapacidade e outros colectivos con necesidades especiais.
22. Actuacións noutros espazos públicos ou privados, non específicos do mundo do libro, con implantación de recantos ou salóns de lectura, atendidos por colectivos de voluntarios.
23. Implantación nas bibliotecas do Sistema Bibliotecario de Galicia dun carné de lector, que a través dun sistema de puntos posibilite o acceso a vantaxes e descontos á hora de acceder a produtos de consumo cultural.
24. Favorecer a cooperación entre bibliotecas, librerías e editoriais.
25. Promoción da implicación do voluntariado nas campañas deste plan de lectura.
26 Realizar a proposta a todas as institucións, públicas e privadas, empresas, medios de comunicación e a sociedade dunha mobilización a favor do libro e máis da lectura.
29. O Plan pode apoiarse nas iniciativas xa existentes e que teñen demostrado eficacia no traballo a favor do libro galego e a lectura. Ao tempo, o Plan de lectura debe apoiar estas iniciativas para que poidan ter continuidade.
PERIODIZACIÓN
A Xunta de Galicia elaborará unha periodización das accións a levar a cabo durante o período 2005-2010 para conseguir os obxectivos deste plan de lectura.
ORZAMENTO
Este plan de lectura debe contemplar un orzamento que faga posible desenvolver as accións previstas no seu texto. Con este fin, reservarase o 1% do custo das obras públicas culturais e educativas de todas as administracións públicas. Aplicaranse así mesmo as achegas monetarias doutras entidades públicas e privadas.
AVALIACIÓN
Coa periodicidade que se determine realizaranse avaliacións sobre o cumprimento do Plan de lectura. Estas avaliacións incluirán sondaxes estatísticas de hábitos de lectura e compra de libros, coa correspondente difusión pública dos resultados.

WIKIPEDIA

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