Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

VIDA

De Lo que sé de los hombrecillos, de JJ Millás, p.25.26


Durante las tres semanas que dura la gestación, el pollo no recibe ningún nutriente de fuera. Él es su propia despensa, crece a costa de sí. En cuanto al oxígeno, lo toma en parte de la cámara de aire formada entre la membrana y la cáscara, en uno de los extremos, y en parte del exterior, a través de los 7.500 poros que posee el huevo. Aquella información, leída antes de irme a la cama en una revista, había actuado sin duda como el resto diurno generador de la materia onírica. En el fondo, era un modo más de indagar acerca de las relaciones entre biología y economía. Si continuaba dándole vueltas al asunto, tarde o temprano encontraría un vínculo original entre una cosa y otra. Mi cabeza funcionaba así. Soñaba muchos de mis artículos antes de escribirlos.

INCIPIT 262. LO QUE SE DE LOS HOMBRECILLOS / JUAN JOSE MILLAS

Estaba escribiendo un artículo sobre las últimas fusiones empresariales, cuando noté un temblor en el bolsillo derecho de la bata, de donde saqué, mezclados con varios mendrugos de pan, cuatro o cinco hombrecillos que arrojé sobre la mesa, por cuya superficie corrieron en busca de huecos en los que refugiarse. En esto, entró mi mujer, que ese día no había ido a trabajar, para preguntarme si me apetecía un café. Cuando llegó a mi lado o y ya no quedaba ningún hombrecillo a la vista, sólo los pedazos de pan y algunas migas.


—jQué manía! —dijo refiriéndose a mi hábito de guardar en los bolsillos mendrugos de pan cuya corteza roía con los mismos efectos relajantes con los que otros fuman o toman una copa.

Le disgustaba esta costumbre, aunque mis mendrugos no hacían daño a nadie y a mí me proporcionaban placer. Por lo general, tras escribir un párrafo del que me sentía satisfecho, sacaba uno del bolsillo y le daba

OPTIMISMO

De El abanico de Lady W, de Oscar Wilde
LADY W. ¡No dejó usted de galantearme exageradamente durante toda la noche!


LORD D. [Sonriendo.] ¡Ah!, estamos todos tan apurados hoy en día, que lo único agradable que nos queda es hacer cumplidos. Es lo único que podemos permitirnos.

LADY W. [Moviendo la cabeza.] No lo tome usted a broma. No debe reírse, pues estoy hablando muy en serio. No me gustan los cumplidos y no veo la razón de que un hombre crea agradar a una mujer por el mero hecho de decirle un sinfín de cosas que ni él mismo cree.

LORD D. ¡Oh, pero es que yo las creo! [Toma la taza de té que ella le entrega.]

LADY W. Espero que no sea así. Sentiría tener que pelearme con usted, lord Darlington. Siento gran simpatía por usted, ¿sabe?, pero no me gustaría nada si creyera que es usted como los demás. Sinceramente, es usted mejor que la mayoría, y a veces me parece como si quisiera hacerse pasar por mala persona.

LORD D. Todos tenemos nuestras pequeñas debilidades, lady Windermere.

LADY W. ¿Ypor qué ha elegido precisamente ésa?

LORD D. ¡Bah! Actualmente, una serie de tipos engreídos se mueven en sociedad presumiendo de buenos; así que yo creo que si pretendo ser malo demostraré cierta humildad y buena disposición. Además, hay algo en favor de mi teoría. Si se presume de bueno, el mundo en general le toma en serio. Si se presume de malo, no lo hace. Tal es la asombrosa estupidez del optimismo.

INCIPIT 261. LA PENINSULA / JULIEN GRACQ

A través de la vidriera de la sala de espera, Simon vislumbraba a su derecha, proyectada sobre el andén y contra los cristales, la sombra de la marquesina calada, de cuyas polvorientas alas color chocolate se divisaba el comienzo; pero a su izquierda el manto de sol caía a plomo sobre el yermo de los raíles, de donde ascendía la reverberación un tanto temblorosa de las vías ardientes. Una hilera irregular de vagones de mercancías, en la que el mismo y discontinuo tono chocolate se impregnaba del marrón de la herrumbre, cerraba la visión por aquel lado —entre los raíles y sobre las traviesas, bajo la cocción del sol, el cacao calcinado y granuloso del balasto mudaba a un marrón más oscuro, virando al matiz que las cajitas de betún denominan marrón parisién; y asentados sobre aquel lecho torrefacto, los raíles, con su luz cegadora, evocaban en el ojo herido el calor de un principio de

HISTORIAS DEL FRANQUISMO

De Correspondencia, de JB y CMG, p. 191


Vassar, 20 de noviembre de 1985

Querido Juan:

Aunque me tengo prohibido mirar para atrás por miedo a convertirme en estatua de sal, hoy, con motivo del décimo aniversario de aquello,’38 viene a mi memoria una frase que, según creo, dijo tu hermano Paco: «Si vuelvo a ver un perrito retratado en el ABC con una hucha petitoria en la boca en recaudación de fondos para la Cruz Roja, me voy al extranjero».

INCIPIT 260. LAS TRIBULACIONES DE UNJOVEN INDOLENTE / RL STEVENSON

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En el que Juan siembra vientos

Juan Varey Nicholson era estúpido; sin embargo, otros más estúpidos que él se pavonean en el Parlamento y sejactan de ser los autores de la posición elevada que alcanzan. Desde la infancia, Juan tuvo propensiones a la obesidad, y desde la infancia vio la vida humana con ojos alegres, sin detenerse a examinar el fondo de las cosas. Acaso esta actitud encierre la causa original de sus desdichas. Fuera de ello, la filosofía nada nos dice acerca de la vida de Juanito Nicholson: pero la superstición aventura una explicación más afirmativa, asegurando que Juanito Nicholson era detestado por los dioses.

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