Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

INCIPIT 340. OBRAS COMPLETAS / FRANZ KAFKA

El fogonero
Cuando Karl Rossmann, un joven de dieciséis años al que sus pobres padres habían enviado a América porque una criada lo había seducido y había tenido un hijo de él, entró en el puerto de Nueva York a bordo del barco, que ya había aminorado la marcha, vio la estatua de la diosa de la Libertad, que venía observando hacía raro, como inmersa en un resplandor solar más intenso de pronto. El brazo con la espada parecía haberse alzado hacía un momento, y en torno a la figura soplaba libre la brisa.
¡Qué alta!», se dijo y, como no había pensado en absoluto en bajar a tierra, fue poco a poco empujado hacia la barandilla por una multitud de mozos de cuerda que, cada vez más   numerosos, pasaban por su lado.

Un joven al que había conocido fugazmente durante la travesía le dijo al pasar: «¿Qué? ¿No tiene ganas de bajar?” "Estoy dispuesto», dijo Karl sonriéndole y, por orgullo y porque era un muchacho fuerte, se echó la maleta al hombro. Sin embargo, al mirar por encima de su amigo, que se alejaba ya con los otros agitando levemente su bastón,  se dio cuenta de que había olvidado el paraguas abajo, en el barco. De inmediato pidió al amigo, que no pareció alegrarse mucho, que tuviera la amabilidad de esperar junto a la maleta, echó una ojeada  alrededor para poder orientarse a la vuelta, y se fue a toda prisa. Al llegar abajo se llevó la  desagradable sorpresa de encontrar cerrado  por primera vez un pasillo que le había servido de  atajo, lo que estaba relacionado probablemente con el desembarco de los pasajeros, y tuvo que buscar con dificultad su camino a través de un sin número de pequeños espacios, corredores que  zigzagueaban continuamente,  escaleras cortas que se sucedían sin cesar

SOBRE LA BELLEZA

De Compañeros de viaje de HJ, p.16-17
Desde aquel día, he visto todos los grandes tesoros artísticos de Italia: Tintoretto en Venecia, Miguel Ángel en Florencia y Roma,  Correggio en Parma; pero nunca he observado ningún cuadro con una emoción igual a aquella que se despertó en mí cuando esta gran creación de Leonardo se adueñó lentamente de mi inteligencia desde el trágico crepúsculo de su ruina.  Una obra de arte tan noblemente concebida nunca muere completamente, al menos mientras perduren media docena de los trazos principales de su diseño. El descuido y la malevolencia son menos astutos que el genio de un gran pintor. El fresco ha sabido preservar con habilidad maestra una abundancia de belleza que sólo el amor perfecto y la compasión pueden llegar a percibir plenamente. De esta forma, bajo mis ojos, el inquieto fantasma del fresco muerto  regresó a su morada mortal. Percibía la radiación de la bella imagen central de Cristo, que se propagaba a derecha e izquierda a lo largo de la lamentablemente quebrada línea de los discípulos. Una por una las figuras cobraban vida y significado desde las profundidades de su triste desmembramiento, poniéndose así de manifiesto la vasta y seria belleza de la pintura. ¿Cuál es la fuerza dominante de este magnífico diseño? ¿Es el arte? ¿Tal vez la ciencia? ¿Es el sentimiento o el conocimiento? No puedo decirlo con certeza, pero en momentos de duda y depresión me es de gran ayuda recordar con toda la claridad posible este gran cuadro. De todas las obras de arte llevadas a cabo por el hombre, esta es la menos superficial.

INCIPIT 339. LAS TABLILLAS DE BOJ DE APRONENIA AVITIA / PASCAL QUIGNARD

 1. Cosas que hacer antes del VI de las calendas
Ir al templo de Numa.
Cortinas de litera.
II. Cosas poco frecuentes
A las cosas poco frecuentes, añadiría un libro bien enmendado.
Un hombre que olvida la mirada de los demás hombres.
Una pinza de depilar que depila.
Contraventanas que no dejan pasar la luz.
III. Paseo por la isla

Vi pasar por el TIber barcazas cargadas de avena, ánforas, té, frutas. La luz rasaba el agua

SOBRE LA BUENA VOLUNTAD Y EL DESEO

De La infancia de Jesús, de JM Coetzee, p.64 
Ahí lo tiene, de boca de bebés y niños de teta. De la buena voluntad surge la amistad y la    Felicidad, las meriendas agradables en el parque o los paseos vespertinos y agradables por el bosque. Mientras que del amor, o al menos del anhelo de sus más urgentes manifestaciones, surgen la frustración, las dudas y la amargura. Así de sencillo. y, en cualquier caso, ¿qué es lo que pretende de Elena, una mujer a la que apenas conoce, la madre del nuevo amigo del niño? ¿Tiene la esperanza de seducirla, porque en unos recuerdos que no ha olvidado del todo los hombres y las mujeres se dedican a seducirse unos a otros? ¿Está insistiendo en la primacía de lo personal (el deseo, el amor) sobre lo universal (la buena voluntad, la benevolencia)? ¿Y por qué no deja de hacerse preguntas en lugar de vivir como todo el mundo? ¿Es parte de una transición demasiado tardía de lo viejo y cómodo (lo personal) a lo nuevo y desasosegante (lo universal)? ¿Es ese cuestionamiento solo una fase en el desarrollo de todos los recién llegados, una fase que la gente como Álvaro, Ana y Elena ya ha superado con éxito? Y, en ese caso,  ¿cuánto falta para que emerja convertido en un hombre nuevo y perfeccionado?

INCIPIT 338. LA INFANCIA DE JESUS / JM COETZEE

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El hombre de la puerta les indica un edificio bajo y achaparrado que hay no muy lejos.
-Si se dan prisa -dice-, podrán registrarse antes de que CIerren.
Se apresuran. «Centro de Reubicación Novilla», dice el letrero. «Reubicación», ¿qué significará eso? No es una de las palabras que ha aprendido. La oficina es amplia y sobria. También  calurosa, incluso más que afuera. Al fondo, un mostrador de madera cruza la sala, dividido por paneles separadores de cristal esmerilado. Apoyada en la pared hay una hilera de ficheros de madera barnizada.
Suspendido de uno de los paneles hay un letrero, «Recién llegados», con las palabras impresas en negro en un rectángulo de cartón. La empleada de detrás del mostrador, una mujer joven, le saluda con una sonrisa.
-Buenos días -dice él-o Acabamos de llegar. –Pronuncia las palabras despacio, en el español que tanto le ha costado dominar- Estoy buscando trabajo y un sitio donde vivir. –Sujeta al niño por las axilas y lo levanta para que pueda verlo-. Tengo un niño conmigo.
La joven se inclina para darle la mano al niño.
-¡Hola, muchachito! -dice-. ¿Es su nieto?

-Ni mi nieto, ni mi hijo, pero soy responsable de él.

INCIPIT 337. NOTICIAS DEL EXTRANJERO / ALBERTO MANGUEL

Desde su ventana podía ver la playa que estaba más abajo, pero alcanzarla parecía imposible, como si el mar y la arena y las piedras fueran parte de una postal. Era impensable dejarse caer como un pájaro, como el corazón de una manzana; en cambio, tendría que regresar a la casa, entrar en la fresca oscuridad del vestíbulo. Primero debería pasar al Iado de la habitación  de sus padres; luego caminar ligeramente para evitar el crujido de las tablas de la escalera de madera; después cuidarse de la sala de estar, donde Monsieur Clive se encontraría leyendo; por fin, pasar de largo, corriendo, la cocina y a Rebeca, la mucama.
Pero quizás tendría suerte. Quizás Rebeca estaría hablando con alguien y habría cerrado la puerta de la cocina. Quizás sus padres habrían salido. Quizás Monsieur Clive estaría dormido. La habitación de sus padres parecía vacía. Echó una mirada a la gran mecedora de su madre, con los brazos en jarras, y luego, en un rincón, al vestidor de roble de su padre. Durante un momento se sintió a salvo. Bajó de puntillas la escalera, sujetándose en la fría barandilla.
-Bonjour. Ven a darme el beso de buenos días.

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