Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

K.


La guerra contra el cliché, Martin Amis, p. 383

La edición de The Complete Short Stories, publicada por Penguin, se inicia, ingeniosamente, con «Dos parábolas a modo de introducción”, ambas de una extensión que apenas supera una página. En la primera, «Ante la Ley», un campesino se acerca a las puertas de la Ley y le pide al formidable portero que le deje entrar. «Ahora no es posible, es la respuesta que reciben sus reiteradas peticiones. Si cruzara la puerta, tendría que enfrentarse a otros porteros, cada uno de ellos más formidable que el anterior. «El tercero es tan terrible”, le dice el primero, «que incluso yo tengo miedo de mirarlo a los ojos.» El campesino se sienta y espera. Pasan los meses. Pasan los años. A punto de morir de viejo, el campesino le pregunta al portero, con su último aliento, cómo es que nadie más se ha presentado ante las puertas de la Ley a pedir que le dejaran entrar. El portero grita a la oreja del moribundo: «Nadie más podía entrar por estas puertas, pues fueron construidas exclusivamente para ti. Ahora voy a cerrarlas.»

En la segunda parábola, «Un mensaje imperial», un emperador a punto de morir te envía un mensaje, «a ti, el más humilde de sus súbditos, esa sombra insignificante que tiembla en la más remota lejanía ante el sol imperial». El mensaje es tan importante, que el emperador ha hecho que se lo repitan al oído, con un susurro, mientras yace en su lecho de muerte. El mensajero, «un hombre fuerte, infatigable», emprende inmediatamente el viaje, para lo cual tiene que cruzar primero las antesalas, abarrotadas de gente. Pero la multitud no para de aumentar y las cámaras parecen inacabables; pasará toda una vida antes de que consiga salir de las habitaciones más retiradas del palacio. «Y si al final alcanzara el portalón exterior -cosa que nunca, nunca, ocurrirá-, encontraría ante sí la capital imperial, el centro del mundo, congestionada hasta reventar...» Así que nunca recibirás ese mensaje. «Pero siéntate junto a la ventana al atardecer y suéñalo para ti.»


No hay comentarios:

WIKIPEDIA

Todo el saber universal a tu alcance en mi enciclopedia mundial: Pinciopedia