Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

INCIPIT 293. EL AMOR DEL ULTIMO MAGNATE / FS FITZGERALD


   Nunca he salido en películas, pero crecí con el cine. Rodolfo Valentino estuvo en la  fiesta de mi quinto cumpleaños, o porlo menos eso me contaron. Digo esto solo para explicar que, antes incluso de tener uso de razón, estaba en una posición que me permitía ver cómo funcionaba la industria del cine. 
   Pensé escribir mis memorias, «La hija del productor», pero a los dieciocho años este tipo de proyectos nunca se realizan. Mejor, pues habría resultado algo tan soso como las antiguas columnas periodísticas de Lolly Parsons. Mi padre estaba en el negocio del cine como cualquier otro podía estar en el del algodón o en el del acero, y yo me lo tomaba con tranquilidad. En el peor de los casos, aceptaba Hollywood con la resignación que un fantasma acepta su casa  embrujada. Sabía lo que debía pensar al respecto, pero me obstinaba en no  horrorizarme. 
   Esto es fácil de decir, pero otra cosa es hacérselo comprender a la gente. Cuando estaba en Bennington, algunos de mis profesores fingían indiferencia hacia Hollywood y sus cosas, pero en realidad lo odiaban. Y lo odiaban en lo más profundo de su ser, como una amenaza contra su propia existencia. Tiempo atrás, cuando estuve en un colegio religioso, una dulce monjita me pidió que le facilitara un guión para  «enseñar a su clase cómo escribir para el cine», como ya lo había hecho con el ensayo y el cuento. Le conseguí uno y supongo que, con perplejidad, lo estudió y lo volvió a estudiar; pero nunca lo mencionó en clase. Luego me lo devolvió como sorprendida y ofendida, sin hacer ningún comentario. Eso es, más o menos, lo que espero que suceda con esta historia.

ITALIA Y BCN


De Cartas de Italia de Josep Pla, p.134-135 (Destino, 2011)
Nápoles
En Nápoles uno piensa en seguida: “Si Barcelona estuviese toda de cara al mar,  ¡menuda ciudad sería!”. Porque Barcelona es una ciudad puesta de cara a la pared del TIbidabo. Barcelona es una ciudad interior. Nápoles, en cambio, destapa todos los sentidos y las formas, y los defectos, ante el mar. Nápoles no tiene fondo ni  profundidad. Tiene longitud ante el azul. Y este mar, este azul de Nápoles. no tiene fin.
Todos saben lo que es esto: una de las cosas más finas y más sensuales del mundo. Las ciudades del tipo de Nápoles yo las considero completas. Nada más llegar a ellas os  invade una especie de deseo de perderos por sus calles, de fundiros con la vida popular, de tomar un baño de humanidad espesa. Echáis de menos no saber comer los  macarrones con los dedos; las supersticiones, el juego de la morra y la miseria os enternecen; hasta en la suciedad encontráis encanto. Toda la vida está en la calle. Y os fascina, os atrae esa vida de la calle. Ir a Pompeya es como ir al cementerio. Subir al Vesubio con funicular es algo ridículo y una verdadera provocación a la importancia  que tienen los volcanes en ciertas universidades alemanas. Ir al museo teniendo al lado una vida picante y sabrosa es como cambalachear lo seguro por lo inseguro. No hay lugar a dudas: en Nápoles, la tarea del turista consciente y organizado es perderse
por las calles.

SOBRE LA MORTALIDAD DEL ALMA


De El olvido que seremos, de Héctor Abad Faciolince, p. 93
   Los hombres sentimos una honda pasión natural que nos atrae hacia el misterio, y es una labor dura, y cotidiana, evitar esa trampa y esa tentación permanente de creer en una indemostrable dimensión metafísica, en el sentido de seres sin principio ni final, que son el origen de todo, y de impalpables sustancias espirituales o almas que  sobreviven a la muerte física. Porque si el alma equivale a la mente, o a la inteligencia, es fácil de demostrar (basta un accidente cerebral, o los abismos oscuros del mal de Alzheimer) que el alma, como dijo un filósofo, no sólo no es inmortal, sino que es mucho más mortal que el cuerpo.

INCIPIT 292. CONVERSACIONES CON BILLY WILDER / CAMERON CROWE

Uno

Jack Lemmon y George Cukor - La última escena de Con faldas J' a lo loco - «Cary Grant se me escapaba siempre» - Sobre Spielberg y Kubrick - «Goldwyn sabía lo que funcionaba" - Charles Boyer y la cucaracha - De baile en Berlín - «Laughton era todo lo que uno puede soñar, multiplicado por diez” – El «toque Lubitsch» - Marilyn Monroe - La colaboración con Charles Brackett y con L A. L. Diamond.

CAMERON CROWE A lo largo de los años, usted ha creado grandes personajes femeninos. No tiene hermanas. ¿Algún personaje de sus películas se parece a su madre?
BILLY WILDER No. Mi madre era distinta. Nosotros no éramos una familia de lectores, coleccionistas ni aficionados al teatro. Mi padre era un hombre que se dedicó superficialmente a muchas cosas. Poseía una cadena de restaurantes de ferrocarril. En aquellos días -estoy hablando de la monarquía austrohúngara- no había cafeterías, y él tenía restaurantes en varias estaciones. Al parar el tren, el revisor llamaba con la campana: «¡Parada de cuarenta y cinco minutos!» La gente tenía que esperar allí, veían los menús ya impresos y comían.
C.C. ¿Alguna vez tuvo el deseo de hacer una película autobiográfica sobre su infancia?
B.W. No. Estudié en el peor instituto de Viena. Los estudiantes eran, todos, o retrasados o genios chiflados.

BENETIANA

Prólogo de Francisco Rico al Don Juan de Zoriila (Galaxia Gutemberg)
El JUEGO DEL TENORIO" DE FRANCISCO RICO


A pocas personas he querido más que a Juan Benet y con ninguna he practicado un juego tan divertido como uno de los muchos que él y yo nos lIevabámos: saludarnos siempre con ceño irritado y apariencias de odio. Si me plantaba en su casa, claro está que sin avisar, según habitualmente lo hacía (y según me desespera pensar que no volveré a hacer), Juan podía recibirme con algo así como «¿Qué, otra vez por aquí a dar la pimporrada?”; a lo que yo, pongamos, contestaba: "Vengo solo a que me devuelvas la cartera y el reloj”. O bien, si nos encontrábamos en un local público, primero fingíamos pasar de largo, mientras el uno musitaba “Que desagradable encuentro” y el otro, también audiblemente, instruía a su acompañante: "Tú haz como que no lo has visto”. Una noche, al llegar a Pisuerga, 7, y abrirme él la puerta, se me ocurrió espetarle:

Vengo a mataros, don Juan;

y Benet, como una flecha, replicó:

Según eso, sois don Luis.

Juan Benet era hombre de inmensas lecturas, pero no frecuentaba demasiado ni la poesía ni el teatro del romanticismo, con la excepción de un par de octosílaos del Don Álvaro que nunca se cansaba de decir y de mimar:

¡¡Sevilla!! ¡¡Guadalquivir!!

¡Cuál atormentáis mi mente!. ..

Con todo, no dudó ni un segundo en responderme con el preciso verso de Don Juan Tenorio que sigue al que yo acababa de asestarle, porque el drama de Zorrilla no pertenece tanto a la poesía ni al teatro románticos, ni aun a la historia de la literatura, cuanto al caudal mismo de la lengua española.

INCIPIT 291. LA TENTACION DE SAN ANTONIO / GUSTAVE FLAUBERT

1


En Tebaida, en lo alto de una montaña, sobre una plataforma que parece una media luna, rodeada de grandes piedras.
La cabaña del Ermitaño ocupa el fondo. Es de barro y cañas, con el techo bajo, sin puerta. Se distingue en el interior un pan negro sobre un cántaro; en medio, sobre una estela de madera, un gran libro; en el suelo, aquí y allá, hilos de esparto, dos o tres esteras, una cesta, un cuchillo.
A diez pasos de la cabaña, hay una gran cruz plantada en la tierra; y, al otro extremo de la plataforma, una vieja palmera torcida se inclina sobre el abismo, porque la montaña está cortada a pico, y el Nilo parece formar un lago en el fondo del acantilado.
El paisaje se ve limitado a derecha e izquierda por un cerco de rocas. Pero del lado del desierto, como si se tratara de playas que se sucedieran, aparecen unas tras otras, subiendo siempre, inmensas ondulaciones paralelas de un amarillo ceniciento; más allá de la arena, a lo lejos, la cadena líbica forma un muro color yeso, ligeramente difuminado por vapores violetas.

LA VIDA DE FAULKNER

De Cartas escogidas de William Faulkner, p. 388


Pero estoy más convencido que nunca de que esto no es para mí. Insistiré hasta el final: nada de fotografías, nada de documentos grabados. Mi ambición, como individuo privado, es ser abolido y anulado de la historia, dejándola sin huella, nada de basura, salvo los libros impresos; quisiera haber tenido suficientes facultades hace treinta años para ver el futuro y, como algunos de los isabelinos, no firmarlos. Mi deseo, al que se dirigen todos mis esfuerzos, es que el resumen y la historia de mi vida, y a la vez mi obituario y mi epitafio, sea: Escribió los libros y murió.
Pero todavía te debo una borrachera

INCIPIT 291. INTEMPERIE / JESUS CARRASCO

Desde su agujero de arcilla escuchó el eco de las voces que lo llamaban y, como si de grillos se tratara, intentó ubicar a cada hombre dentro de los límites del olivar. Berreos como jaras calcinadas. Tumbado sobre un costado, su cuerpo en forma de zeta se encajaba en el hoyo sin dejarle apenas espacio para moverse. Los brazos envolviendo las rodillas o sirviendo de almohada, y tan sólo una mínima hornacina para el morral de las provisiones. Había dispuesto una tapadera de varas de poda sobre dos ramas gruesas que hacían las veces de vigas. Tensó el cuello y dejó suspendida la cabeza para poder  escuchar con mayor claridad y, entrecerrando los ojos, aguzó el oído en busca de la voz que le había obligado a huir. No la encontró, ni tampoco distinguió ladridos yeso le  alivió porque sabía que sólo un perro bien adiestrado podría descubrir su guarida. Un perdiguero o un buen trufero cojo.

LOS OTROS




De Cita en Samarra, de John O'Hara
Pero el problema de pensar en las cosas que han hecho los demás para consolarte de lo que tú has hecho es que eres el único que se dedica a recapitular todas esas cosas

INCIPIT 290. CARTAS ESCOGIDAS / WILLIAM FAULKNER


El 19 de julio de 1918,  llegó William Faulkner a la RoyalAir Force-Ganada Recruits' Dep., en Taranta, con el rango de soldado II para iniciar la instrucción como cadete aspirante a piloto aviador. Tras la instrucción básica preliminar, fue destinado, el 26 de julio, a la sección de cadetes, en Long Branch, para proseguir su entrenamiento y hacer los estudios específicos de los temas de las fuerzas aéreas. Más tarde iría a la Escuela de Aeronáutica de Taranta. Escribió a su casa en la papelería, con timbre de la RAF. Han sobrevivido algunos fragmentos de una carta.

A Mrs. Murry C. Falkner
Viernes [probablemente 6 septiembre 1918]
Me llegó el papel, así como la toalla de baño y los pitillos y calcetines. Es maravilloso, ver el viejo Commercial Appeal de nuevo. Todavía tengo frío, yeso que me he puesto todos los suéteres y camisas. Tengo que llevaro todo debajo de mi camisa, y este es mi aspecto. Alguien comentó hoy que esta vida sin duda me va, he mejorado tanto ...

EL AMOR


De la señora Bovary de Flubert
Pero, al verse en el espejo, su cara la asombró. Nunca había tenido los ojos tan grandes, ni tan negros, ni tan hondos. Algo sutil, repartido por toda su persona, la transfiguraba.
Se repetía: «¡Tengo un amante! ¡Tengo un amante!», recreándose en esa idea, como si le hubiese sobrevenido otra pubertad. Por fin iban a ser suyas esas alegrías del amor, esa fiebre de la felicidad con las que ya no contaba.
Estaba entrando en algo maravilloso donde todo sería pasión, éxtasis, delirio; la rodeaba una inmensidad azulada; las cumbres del sentimiento le resplandecían en la  imaginación, y la vida corriente no se le aparecía sino muy abajo, en la sombra, entre los intervalos de esas alturas.
Se acordó entonces de las heroínas de los libros que había leído, y La legión lírica de esas mujeres adúlteras le empezó a cantar en la memoria con deleitosas voces de  hermanas. Se estaba convirtiendo casi en una parte verdadera de esas ficciones y cumplía con la larga ensoñación de su juventud al-verse incluida en esa clase de enamoradas a las que  tanto había envidiado. Por lo demás, Emma notaba una  satisfacción vengativa. ¡Bastante había sufrido! Ahora triunfaba y el amor, tanto tempo reprimido, brotaba entero en unos burbujeos jubilosos.

MUERTE Y SUEÑO


De A sangre y fuego, de Chaves Nogales, p.60 
Siguió el auto su camino descubriendo resquicios de ciudad en aquel hondón tenebroso hasta que se lo tragó la distancia. El miliciano Pedro, arrastrando la culata del fusil por el adoquinado, volvió a su portal y a su somnolencia. De la guerra y de la revolución -pensaba- lo peor es el sueño que se tiene siempre. ¡Si se pudiera dormir! La guerra y la revolución serían menos duras y menos crueles si los hombres que las hacen hubieran dormido bien, a gusto, en una cama blanda y grande en la que fuese posible estirar las piernas entre unas sábanas frescas. Cuando se tienen los ojos como si fuesen de cristal y los párpados pesan como el plomo, cuando se siente en la espalda corvada por la fatiga una punzada sutil, no cabe andarse con contemplaciones. Había que ganar la guerra aunque no fuese más que para poder dormir. Luego haríamos todo lo demás. Pero hay que hacerlo todo ahora, sin quitarse nunca el correaje, sin dormir, sin pararse a pensar lo que se hace. ¡Tantas cosas hay que hacer!

INCIPIT 289. LA ESCOBA DEL SISTEMA / DF WALLACE

1
1981
La mayoría de las chicas guapas de verdad tiene unos pies bastante feos, y así son los de Mindy Metalman, advierte Lenore de repente. Son largos y finos y con los dedos separados, con pequeños callos amarillos como botones en los dedos chicos y uno grueso encima del talón, y unos pocos pelos negros largos y encrespados sobre la piel del empeine, y el esmalte rojo está resquebrajado y descascarillado en volutas y deteriorado con estrías. Lenore repara en ello porque Mindy está inclinada sobre la silla junto a la nevera tocándose el esmalte de las uñas; su albornoz está un poco abierto y se le ve parte del escote y de todo lo demás, bastante más de lo que tiene Lenore, y la gruesa toalla blanca enrollada alrededor de la cabeza húmeda y recién lavada de Mindy se está deshaciendo y un mechón de pelo negro brillante se ha deslizado por los pliegues de una abertura y se ha ensortijado recatadamente a un lado de la cara de Mindy y bajo su barbilla. En la habitación huele a champú F1ex, y también a marihuana, pues Clarice y Sue Shaw se están fumando un petardo grande y gordo que Lenore consiguió de Ed Creamer al volver del Instituto Shaker y que se trajo a la universidad junto con otras cosas más para Clarice. Lo que sucede es que Lenore Beadsman, que tiene quince años, acaba de hacer el trayecto desde su casa en Shaker Heights, Ohio, justo al lado de Cleveland, para visitar a su hermana mayor, Cladce Beadsman, estudiante de primer año en esta universidad

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