Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

EL AMOR


De la señora Bovary de Flubert
Pero, al verse en el espejo, su cara la asombró. Nunca había tenido los ojos tan grandes, ni tan negros, ni tan hondos. Algo sutil, repartido por toda su persona, la transfiguraba.
Se repetía: «¡Tengo un amante! ¡Tengo un amante!», recreándose en esa idea, como si le hubiese sobrevenido otra pubertad. Por fin iban a ser suyas esas alegrías del amor, esa fiebre de la felicidad con las que ya no contaba.
Estaba entrando en algo maravilloso donde todo sería pasión, éxtasis, delirio; la rodeaba una inmensidad azulada; las cumbres del sentimiento le resplandecían en la  imaginación, y la vida corriente no se le aparecía sino muy abajo, en la sombra, entre los intervalos de esas alturas.
Se acordó entonces de las heroínas de los libros que había leído, y La legión lírica de esas mujeres adúlteras le empezó a cantar en la memoria con deleitosas voces de  hermanas. Se estaba convirtiendo casi en una parte verdadera de esas ficciones y cumplía con la larga ensoñación de su juventud al-verse incluida en esa clase de enamoradas a las que  tanto había envidiado. Por lo demás, Emma notaba una  satisfacción vengativa. ¡Bastante había sufrido! Ahora triunfaba y el amor, tanto tempo reprimido, brotaba entero en unos burbujeos jubilosos.

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