Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

ITALIA Y BCN


De Cartas de Italia de Josep Pla, p.134-135 (Destino, 2011)
Nápoles
En Nápoles uno piensa en seguida: “Si Barcelona estuviese toda de cara al mar,  ¡menuda ciudad sería!”. Porque Barcelona es una ciudad puesta de cara a la pared del TIbidabo. Barcelona es una ciudad interior. Nápoles, en cambio, destapa todos los sentidos y las formas, y los defectos, ante el mar. Nápoles no tiene fondo ni  profundidad. Tiene longitud ante el azul. Y este mar, este azul de Nápoles. no tiene fin.
Todos saben lo que es esto: una de las cosas más finas y más sensuales del mundo. Las ciudades del tipo de Nápoles yo las considero completas. Nada más llegar a ellas os  invade una especie de deseo de perderos por sus calles, de fundiros con la vida popular, de tomar un baño de humanidad espesa. Echáis de menos no saber comer los  macarrones con los dedos; las supersticiones, el juego de la morra y la miseria os enternecen; hasta en la suciedad encontráis encanto. Toda la vida está en la calle. Y os fascina, os atrae esa vida de la calle. Ir a Pompeya es como ir al cementerio. Subir al Vesubio con funicular es algo ridículo y una verdadera provocación a la importancia  que tienen los volcanes en ciertas universidades alemanas. Ir al museo teniendo al lado una vida picante y sabrosa es como cambalachear lo seguro por lo inseguro. No hay lugar a dudas: en Nápoles, la tarea del turista consciente y organizado es perderse
por las calles.

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