Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

INCIPIT 395. LA INVENCION DE MOREL / BIOY CASARES


Hoy, en esta isla, ha ocurrido un milagro. El verano se adelantó. Puse la cama cerca de la pileta de natación y estuve bañándome, hasta muy tarde. Era imposible dormir. Dos o tres minutos afuera bastaban para convertir en sudor el agua que debía protegerme de la espantosa calma. A la madrugada me despertó un fonógrafo. No pude volver al museo, a buscar las cosas. Huí por las barrancas. Estoy en los bajíos del sur, entre plantas acuáticas, indignado por los mosquitos, con el mar o sucios arroyos hasta la cintura, viendo que anticipé absurdamente mi huida. Creo que esa gente no vino a buscarme; tal vez no me hayan visto. Pero sigo mi destino; estoy desprovisto de todo, confinado al lugar más escaso, menos habitable de la isla; a pantanos que el mar suprime una vez por semana

LA ACRACIA

Del Informe sobre ciegos de Ernesto Sabato, p.312 (Seix-Barral)
(En la foto el entierro de Durruti)
[…] siempre albergaba en su piecita a uno de esos vividores que suelen encontrarse en el ambiente anarquista, y aunque era incapaz de matar a una mosca había pasado la mayor parte de su existencia en las cárceles de España y de la Argentina. Iglesias, un poco como Norma Pugliese, imaginaba que todos los males de la humanidad iban a resolverse con una mezcla de Ciencia y de Mutuo Conocimiento. Había que luchar contra las Fuerzas Oscuras que se  ponían, desde siglos, al triunfo de la Verdad. Pero el Progreso de las Ideas era incesante y tarde o  temprano el Amanecer era inevitable. Mientras tanto,  había que luchar contra las fuerzas organizadas del Estado, había que denunciar la Impostura Clerical, había que mirar el Ejército y promover la Educación Popular. Se fundaban bibliotecas en que no sólo se encontraban las obras de Bakunin o Kropotkin sino las novelas de Zola y volúmenes de Spcncer y Darwin, ya que hasta la teoría de la evolución les parecía subversiva, y un extraño vínculo unía la historia de los Peces y Marsupiales con d Triunfo de las Nuevas Ideas. Tampoco faltaba la Energitica, de Ostwald, esa especie de biblia termodinámica en que Dios aparecía sustituido por un ente  laico, pero también inexplicable, llamado Energía, que, como su predecesor, lo explicaba y podía todo, con la ventaja de estar relacionado con el Progreso y la Locomotora. Hombres y  mujeres que se encontraban en estas bibliotecas se unían luego en libre matrimonio y engendraban hijos a los que llamaban Luz, Libertad, Nueva Era o Giordano Bruno. Hijos que la mayor parte de las veces, en virtud de ese mecanismo que lanzan los hijos contra los padres, o, en otras, simplemente, merced a la complicada y generalmente dialéctica Marcha del  Tiempo, se convertían en meros burgueses, en rompehuelgas y hasta en feroces persecutores del  movimiento, como en el caso del renombrado comisario Giordano Bruno Trenti.

DEL RINOCERONTISMO

De Una vida absolutamente maravillosa de E Vila-Matas, p.336-337
De niño, solía confundir los rinocerontes con los hipopótamos, lo que sacaba de quicio a mi padre, que no se cansaba de decirme que los rinocerontes eran más interesantes, aunque ya sólo fuera porque en el siglo XVI habían tenido el honor de ser dibujados por Durero.
¿Quién era Durero? Este misterio cruzó mi infancia y lo atravesó junto a otro enigma, no menos grande: la extraña actitud de mi padre, cuya obstinación por lograr que distinguiera entre rinocerontes e hipopótamos --como si eso fuera a ayudarme de forma fundamental en la vida-le empujó en el invierno de 1961 a llevarme no sé cuantas veces a ver Al oeste de Zanzíbar, película con muchos rinocerontes, aunque también con hipopótamos. Pero mi padre no sé cómo lograba que yo viera sólo rinocerontes. Hoy sospecho que su obstinación -aparte de buscar que, tarde o temprano, como un niño digamos normal, terminara enloqueciendo con esos paquidermos de aterrador cuerno--pudo estar relacionada con el viaje mítico y liberador que por esas mismas fechas él hizo a París. En esa ciudad, alejado por unos días del sórdido clima moral de la dictadura, vio El rinoceronte, una obra de teatro de Ionesco en la que en el programa de mano --que no por nada heredé recientemente por decisión explícita suya-se advertía que, al convertirse las ideologías en idolatrías, se perjudica siempre la  convivencia, pues "Un rinoceronte no puede entenderse con aquel que no lo es, un sectario con aquel que no pertenece a su secta ..." .

Ni que decir tiiene que, desde que heredara aquel sabio programa de mano, sigo a rajatabla las silenciosas lecciones que entiendo quiso darme mi padre al ponerme en guardia contra e! riocerontismo, el mal de la barbarie moderna que denunciara Ionesco y que hoy está de tanta o más actualidad que entonces

LA REALIDAD

De  En cuerpo y en lo otro de DFWallace, p.81

LA PLENITUD VACÍA: LA AMANTE DE WITTGENSTEIN, DE DAVID MARKSON
Pero ¿qué otro filósofo ha encontrado el antídoto a la ilusión en esa humildad particular y repetida que entraña recordar y rastrear los usos de palabras humildes, buscando  filosóficamente, por así decirlo, debajo de nuestros pies en lugar de por encima de nuestra cabeza? ( Stanley Cavell)

En la ventana de la casa del cuadro no hay nadie, por cierto.
Acabo de llegar a la conclusión de que lo que yo creía que era una persona es una sombra.
Si no es una sombra, tal vez sea una cortina.
De hecho, en realidad puede que no sea nada más que un intento de sugerir profundidad dentro de la sala.
Aunque en cierto sentido lo único que hay en la ventana es pigmento de color siena tostado. Y un poco de amarillo ocre.
De hecho, tampoco hay ventana, en ese mismo sentido, sino únicamente una forma.
De manera que el puñado de especulaciones que yo he podido hacer sobre la persona de la ventana parecen perder todo su sentido, como es obvio.
A menos, por supuesto, que en adelante yo me convenza una vez más de que hay alguien en la ventana.
No lo he explicado bien.

La amante de Wittgenstein, pp. 54-55

EN LA GUERRA SE APRENDE

De Catalanes todos de Javier Pérez Andújar, p.215
La diada del millón
Aquel domingo 11 de septiembre de 1977 el antiguo gerifalte carlita Felip Huget i Almuall, que siempre que podía explicaba como sobrevivió al terremoto de San Francisco de 1905, salió con sus nietos a dar una vuelta entre los libros antiguos y usados del mercado de Sant Antoni. Como a las doce de la mañana los corredores estaban tan concurridos que no se podía dar un paso, Felip y  los chicos se escaparon para tomar el aperitivo en el bar de enfrente. Ese día Felip Huguet había encontrado un ejemplar de Corona de sonetos en honor de José Antonio Primo de Rivera. Estaba impecable. Parecía que el tiempo no hubiera pasado, pero nunca es el mismo el tiempo de la palabra que el de la vida. Lo hojeó mucho rato antes de comprarlo y cuando lo hizo pidió una bolsa de plástlco para que nadie lo viera.
-Avi, ¿qué libro es ese? -le preguntó uno de sus nietos con granujería.
-Una estupidez. Recuerdos de juventud. Pero para que se lo lleve un indeseable o se lo coma el polvo en ese puesto, prefiero tenerlo yo en casa .
-¿Me lo dejas ver?
-No,  aquí en la calle no, que se estropea.
-Avi...
-¿Qué te ocurre ahora? Un terremoto teníais que haber pasado. Dime ...
-¿Qué aprendiste en la guerra?

-Ay, hijo mío. En la guerra se aprende a olvidar.

FAULKNERIANA

De Cartas escogidas de William Faulkner, p. 468

Estoy trabajando en el libro grande ... Ahora sé –créame ahora- que esta puede ser mi última obra importante, ambiciosa; habrá cosas cortas, naturalmente. Ahora sé que estoy llegando al final, al fondo del barril. El material todavía es bueno, ahora sé que ya no queda mucho más, ahora un pequeño  poso emerge constantemente y hay que filtrarlo. Y ahora, por fin, tengo cierta perspectiva sobre todo lo que he hecho. Quiero decir, el trabajo independientemente de mí, el trabajo que hice, separado de lo que soy ... Y ahora me doy cuenta por primera vez del maravilloso don que se me concedió: sin educación en el sentido formal, sin ni siquiera ser muy literato, solo, haber hecho las cosas que hice. No sé de dónde vino. No sé por qué Dios o los dioses o quienquiera que sea me eligió a mí para ser el receptáculo. Créame, este no es humildad, falsa modestia: es simplemente asombro. Me pregunto si ha reflexionado usted alguna vez sobre la obra y el aldeano que conoció como Bill Faulkner; qué pequeña conexión parece haber entre ellos ...

INCIPIT 394. LAS TRAGEDIAS GROTESCAS / PIO BAROJA

PAISAJES DE OTOÑO
El otoño fue dulce,  templado, de una temperatura suave. Era una verdadera delicia sentarse en los bancos del Luxemburgo durante aquellos días tibios. El sol pálido iluminaba los macizos de geranios, dalias, crisantemos y margaritas.
Algunos días, lluvias ligeras refrescaban el follaje y avivaban el color de las flores: Los árboles amarilleaban lentamente; el aire fresco murmuraba entre las ramas y robaba al pasar alguna hoja grande y cobriza, hoja alegre y juguetona al correr por la avenida enarenada ; triste y mustia luego, aplastada sobre el tronco de un árbol o caída en e] agua inmóvil de un estanque.
Don Fausto Bengoa llevaba en su nueva casa una vida cómoda y tranquila, propia de un filósofo. El paseo, la conversación amena, el recogimiento del hogar. Nada le faltaba.

Había enviado definitivamente a Madrid a Mudarra; sabía que la calle Plumet, tan buscada por él, tan importante en Los miserables

INCIPIT 393. EN ESTA MISMA TIERRA / ERSKINE CALDWELL

Se ponía el sol y en el aire se notaba el fresco de finales de octubre. Liz, Rocky y Margie, tres sabuesos con manchas marrones y blancas, estaban tumbados en la esquina del porche. Margie, con sus largas orejas sedosas cayéndole por la quijada, fue el primero en levantar la cabeza y olisquear con curiosidad. Al mismo tiempo, Rocky empezó a golpear con su delgada cola el suelo de madera. Chism Crockett arrojó un puñado de panecillos secos hacia el jardín trasero y comenzó entonces una carrera precipitada con los tres perros de caza saltando por encima de la barandilla al jardín. Chism se sentó en los escalones y observó pensativamente a los hambrientos perros mientras devoraban el pan. Cuando hubieron lamido hasta la última  miga del arenoso suelo, los perros se sentaron sobre sus ancas y se dieron el gusto de rascarse hasta que, totalmente satisfechos, se levantaron, se sacudieron y pasearon tranquilamente por el jardín bostezando y estirando sus patas traseras, o husmeando olores familiares.
Si no me doy prisa y hago correr a estos perros -se dijo Chism en voz alta-, acabarán siendo los mejores comedores de pan y los peores perros de caza del mundo. Se quedó mirando durante un buen rato las casas de techos bajos

LAS VENTAJAS DEL MATRIMONIO

De Doble pareja de John Irving, p.91 (Contraseñas)
-Claro que yo tengo la impresión -dijo- de que Severin siempre está en erección.
Eso desató una ligera tensión que se instaló, como un campo eléctrico, en el pequeño espacio de la cama que nos separaba. Me eché a reír y dije algo que me pareció divertido.
-Bueno, supongo que entre medias se le bajará o se le reblandecerá un poco, y tú no te habrás dado cuenta, Utch.
-No.
-¡Por amor de Dios, Utchl --exclamé, completamente despabilado-. Si no se le baja, es que no se corre.
-Y tú dices que Severin hace muchas preguntas. Dices que a Edith le hace demasiadas.
Es cierto, lo sabía, no deben· hacerse demasiadas preguntas . Pero insistí.
-¿Se corre, Utch? ·
-Sí -contestó al cabo de un largo silencio.
-Contigo, en cualquier caso -me vi obligado a decir por alguna razón.

Utch se movió y me cogió con la mano. En el contexto de su conversación, me sentí avergonzado de no estar particularmente en erección en aquel momento. Me retuvo un poco y luego me soltó. Era su manera de decirme buenas noches. Y juntos logramos ese silencio práctico, la especie de sabiduría que sólo se adquiere al cabo de varios años de un buen matrimonio. Fingimos estar dormidos hasta que lo estuvimos de verdad.

ALTA Y BAJA POLITICA


De Monseñor Quijote de Graham Greene, p.24

- Aquí  hay un pasaje muy apropiado, padre, que estaba  leyendo cuando usted ha entrado. Qué escritor más moral era Cervantes, diga lo que diga el obispo de usted. «Que de los vasallos leales es decir la verdad a sus señores en su ser y figura propia, sin que la adulación la acreciente u otro vano respeto la disminuya; y quiero que sepas, Sancho, que si a los oídos de los príncipes llegase la verdad desnuda, sin los vestidos de la lisonja, otros siglos correrían.» ¿Cómo ha encontrado el Mercedes? ¿Ha sido encantado por algún encantador en esta peligrosa región de La Mancha?

EDEN




De Todo lo que hay, de James Salter, p. 81
Edén

En la pequeña casa blanca de Piermont, en compañía de su mujer y de Lean, Eddins llevaba la vida de un rey filósofo. La casa seguía amueblada de forma muy austera. Había dos viejas sillas de enea con cojines cerca del sofá y una raída alfombra oriental. Había libros, dos mesillas de noche de bambú y una atmósfera de armonía. No les faltaba nada. En la cocina, que también era el comedor, estaba la mesa donde Eddins solía sentarse a leer con un cigarrillo humeante en una boquilla de ámbar y la grata sensación de que la casa descansaba en cierto modo sobre sus hombros, mientras su mujer y Lean dormían en el piso de arriba. El, como Atlas, la sostenía.

SOBRE LA BUGANVILLA

De La rubia de ojos negros, de Benjamin Black, p. 80
-La buganvilla tiene una historia muy interesante.¿La conoce?
-Si la conocía, la he olvidado.
-Es originaria de Sudamérica. Fue descrita por primera vez por Philibert Commerçon, un botánico que acompañaba al almirante francés Louis-Anroine de Bougainville en una expedición alrededor del mundo. Sin embargo, se piensa que el primer europeo que la vio fue una mujer, la amante de Commerçon, Jeanne Baret. Él la había ayudado a subir a bordo, disfrazada de hombre.
-Creía que eso solo ocurría en las novelas de capa y espada.
-No, era bastante frecuente en aquel tiempo, cuando marineros y pasajeros llegaban a permanecer años lejos de sus casas.
-Así que la tal Jeanne ... ¿Cómo dijo que se apellidaba?
-Baret. Con una te.
-Muy bien -no podía igualar su pronunciación francesa, así que no repetí el apellido-. La joven descubre la planta, el novio la describe y, sin embargo, la bautizan con el nombre del almirante. No parece justo.

-Supongo que tiene razón. El mundo suele ser bastante injusto, ¿no cree?

UN AMOR DE SWAN



Marcelo Proust nació en 1871 en un barrio de París y murió en 1922 - el año de edición del UlisesEl CastilloEl cuarto de Jacob y muchas otras grandes obras, como Siddhartha, La tierra baldía o Hemrosos y malditos- en su cama del Faubourg Saint Germaine. En 1905, con el cuerpo muy mal, después de una gran vida social, se encerró en su casa de para escribir su obra, encamado en una habitación cubierta de corcho. Se puso a escribir sus 5.000 páginas, 1917 fue el año de salida del primer volumen y 1922 del séptimo y último; su primer trabajo fue la escritura del primer volumen –con el inicio de su obra- , pero también del último –con el final de su saga-. La leyenda cuenta que en su lecho de muerte le dictaba a Celeste, su asistenta, los últimos párrafos de La fugitiva, o Albertine desaparecida, el penúltimo libro. Por eso de este título hay varias versiones.
Un amor de Swan es una novela en la gran novela; y puede ser una buena introducción a esas miles de páginas rotundas, espesas y magníficas.

HACE DOS MIL AÑOS, EN UNA ROMA MUY LEJANA...

De Las tabilllas de boj de Apronenia Avitia de Pascal Quignard, p.52
XXXVII. Controversia teológica
-Desde Juliano, los dioses nos han abandonado -dijo C. Baso.
-Dios nos ha abandonado desde Augusto –dijo M. Polio.
-Los dioses nos abandonaron después de Numa -dijo Ti. Sosibiano.

-Dios nos ha tenido abandonados desde siempre -dijo P. Saufeyo.

INCIPIT 392. MONSEÑOR QUIJOTE / GRAHAM GREENE

DE CÓMO EL PADRE QUIJOTE SE CONVIRTIÓ EN MONSEÑOR
Ocurrió de este modo. El padre Quijote había ordenado su almuerzo solitario a su ama de llaves y se puso en camino para comprar vino en una cooperativa del lugar, a ocho  kilómetros de EL Toboso, en la carretera general de Valencia. Era un día en que el calor gravitaba. trémulo, sobre los campos  secos, y no había aire acondicionado en el Seat 850 que había comprado,  siendo ya de segunda mano, ocho años antes. Mientras conducía, pensaba con tristeza en el día en que tendría que m1scar un coche nuevo. Hay que multiplicar por siete la edad de un perro para que equivalga a la de un hombre y, según este cálculo, su coche estaría aún entrando en la edad mediana, pero notaba que sus feligreses empezaban ya a considerar casi senil a su Seat 850. “No puede fiarse de él. Don Quijote”,  le advertirían. y él sólo podría responder: «Hemos pasado juntos muchos malos ratos, y pido a Dios que pueda sobrevivirme . .. Tantas plegarias suyas habían quedado sin respuesta, que sustentaba esperanzas de que ésta se hubiese incrustado como cera permanente en el oído Eterno.

Distinguía el trazado de la carretera general gracias a las nubecillas de humo levantadas por los coches en tránsito. Al volante del Seat, le inquietaba la suerte del vehículo al que, en memoria de su antepasado, llamaba mi  Rocinante. No soportaba la idea de que su 

ICIPIT 391. AÑOS LUZ / JAMES SALTER

Surcamos el río negro, sus bancos lisos como piedras. Ni un barco, ni un bote, ni una mota de blanco. El viento ha roto, agrietado la superficie del agua. Es ancho, interminable este gran estuario. El río es salobre, lívido de frío. Discurre borroso por debajo de nosotros. Las aves marinas que lo sobrevuelan giran y desaparecen. Surcamos velozmente el ancho río, un sueño del pasado. Rebasadas sus aguas profundas, el fondo empalidece la superficie, traspasamos los bajíos, las embarcaciones varadas en la playa para pasar el invierno, los embarcaderos desolados. Y, alados como gaviotas, nos elevamos, viramos, miramos atrás.
El día es blanco como papel. Las ventanas están congeladas. Las canteras están vacías, la mina de plata inundada. El Hudson es aquí vasto, vasto e inmóvil. Una región oscura, un paraje de esturiones y de carpas. En otoño plateaba de sábalos. Los gansos dibujaban en el cielo su larga y cambiante V. La marea sube desde el mar.
Dicen que los indios buscaban un río que «discurriera en  los dos sentidos». Lo encontraron aquí. La cuña de sal penetra no menos de cincuenta millas; a veces llega hasta Poughkeepsie. Aquí había lechos enormes de ostras, focas en el  puerto, caza inagotable en los bosques. Este gran tajo glacial, con sus bahías nupciales, las calas de apio silvestre y arroz, el río majestuoso. Los pájaros, como signos de puntuación, cruzan en vuelo uniforme. 

FAULKNERIANA

De Una vida absolutamente maravillosa de Enrique Vila-Matas, p. 342
Una de las más brillantes, pero también más famosas e imitadas entrevistas de The Paris Review, es sin duda la de William Faulkner. Entre otras, hizo fortuna su famosa respuesta a la correspondiente pregunta sobre el horario y el lugar de trabajo: «El arte tampoco tiene nada que ver con el entorno; no le preocupa el lugar. El mejor empleo que me ofrecieron jamás fue el de patrón de un burdel. En mi opinión, es el ambiente perfecto para que un artista trabaje ( ... ). El lugar está tranquilo por la mañana, que son las mejores horas del día para trabajar. Por la noche hay suficiente vida social».

NJ NOTORIAMENTE JOVENES

De En cuerpo y en lo otro, de DFWallace, p.60-61
Ahora, sin embargo, intenten recordar la última vez que vieron morir al «héroe» dentro del marco narrativo de uno de esos dramas. Prácticamente ya no sucede nunca. Y es que al parecer los profesionales del espectáculo han estado investigando: al público le da mal rollo que se mueran aquellos con quienes se identifica, y tiene menos tendencia a ver dramas en los que el peligro se vea conectado de forma creativa con la muerte que se encuentra en la base de ese peligro. La consecuencia natural es que los héroes dramáticos de hoy día suelen ser «inmortales» dentro del marco que los convierte en héroes y en objetos de identificación (los  reproductores de vídeo y la tecnología afín le confieren a esta ilusión una realidad magnética para el público). Yo afirmo que el hecho de que se nos anime encarecidamente a identificarnos con unos personajes para los que la muerte no es una posibilidad creativa significativa presenta una serie de costes reales. Los que conformamos el público, y ustedes como individuos al igual que yo como individuo, perdemos toda sensación de escatología, y por ende de teleología, y vivimos en un momento que, paradójicamente, se encuentra vacío de  significado o de fin intrínseco y al mismo tiempo es, de forma bastante literal, eterno. Si somos los únicos animales que saben por adelantado que van a morir, probablemente también  seamos los únicos animales dispuestos a someternos con mucho gusto a la negación continuada de esa verdad innegable y tan importante. El peligro es que, a medida que las negaciones de la verdad que lleva a cabo el entretenimiento se vuelven más eficaces y  dominantes y seductoras, cada vez olvidaremos más de qué son denegaciones. Y eso da miedo. Porque a mí me parece diáfano que, si nos olvidamos de cómo morir, también nos olvidaremos de cómo vivir.

Y si creen ustedes que los artistas literarios contemporáneos, de la estatura que sea, están por encima de ignorar una realidad que a todos nos resulta desagradable, piensen en cuántos proyectos narrativos serios americanos de la última década han tratado la que está considerada la amenaza organizada más importante a nuestras personas y a nuestra sociedad. Intenten nombrar, por ejemplo, dos. Tal vez la verdadera pregunta sea: en los tiempos que corren, ¿cómo de seria permite que sea la narrativa “seria” una gente que tiene derecho a ser entretenida? Porque si yo he afirmado antes que los padres intelectuales de los escritores NJ defendían una mezcla contradictoria de política de vanguardia y estética de la vieja guardia, también estoy seguro de que la mayoría de nosotros cambiaría con gusto esa mezcla por las nuevas contradicciones que han venido a reemplazarla. El narrador competente de hoy día se encuentra con que es al mismo tiempo un amante de la narrativa seria y un integrante melud1blemente condicionado de una cultura dominada por lo pop en la que los valores sociales de su propio proyecto están decayendo. La cosa en cuyo seno estamos -que nos comprende- está matando lo que amamos.

DE LA VEJEZ

De Todo lo que hay de James Salter, p.219-220
Permanecieron un rato en silencio. -Todo es muy complicado -dijo Beatrice-. Me cuesta mucho hacer las cosas. No sé por qué. Cuando morimos -añadió-, ¿qué crees que pasa?
-No vas a morir.
-Ya lo sé, pero ¿qué crees que pasa?
-Algo maravilloso.
-Oh, Philip, sólo tú podrías decir una cosa así. ¿Sabes lo que creo?
-¿Qué?
-Que al final ocurre lo que piensas que va a ocurrir .
Bowman admitió que eso era cierto.
-Sí, tienes razón. ¿Y qué piensas que va a ocurrir?
-Me gustaría creer que voy a estar en un sitio muy hermoso.
-¿Como cuál?
Beatrice vaciló.
-Como Rochester -dijo, y se echó a reír.

Su capacidad de atención se redujo cuando le dieron el alta, sólo se hallaba en la realidad durante breves períodos. También empezó a sentir miedo. A Dorothy le costaba mucho hacerse cargo de su hermana y todo indicaba que las cosas iban a empeorar. La idea de internar a su madre en una residencia repugnaba a Bowman, equivalía al abandono. En las residencias acababan los ancianos a quienes nadie quería cuidar. Una vez allí no tenían nada, tan sólo esperaban o arrastraban los pies por los pasillos o cabeceaban inertes transportados en silla de ruedas. Y así pasaban los años. Beatrice podía estar exhausta, deprimida, pero no era como ellos. Se había hecho mayor, pero nunca acabaría de esa manera. Eso era peor que la muerte. Como ella le había dicho, ocurre lo que piensas que va a ocurrir. Y eres tú mismo hasta el final, hasta el último instante. En una residencia, todo lo que uno cree queda atrás.

VIDAS RUSAS

De Años de James Salter, p. 75 (Muchnik)
Su vida de pareja era dos cosas: era una vida, más o menos --como mínimo era la preparación para una vida-, y era una ilustración de la vida para sus hijas. Nunca se lo habían expresado mutuamente, pero estaban de acuerdo a este respecto, y las dos versiones de la vida se entreveraban de tal forma que cuando una de ellas estaba escondida la otra se  manifestaba. Querían que sus hijas, en aquellos años, tuvieran lo imposible, no en el sentido de lo inalcanzable, sino en el sentido de lo puro.
Los hijos son nuestra cosecha, nuestro cultivo, nuestra tierra. Son pájaros a los que se da suelta en la oscuridad. Son errores renovados. Pero son la única fuente de la que puede extraerse una vida más cumplida, más lúcida que la nuestra. De un modo u otro harán una cosa, irán un paso más lejos, verán la cima. Creemos en ello, en el resplandor que despide el futuro, los días que no veremos. Los hijos deben vivir, deben triunfar. Los hijos tienen que morir; es una idea que no podemos aceptar.

No hay felicidad como esta dicha: mañanas apacibles, la luz del río, el fin de semana por delante. Vivían una vida rusa, una vida fecunda, entrelazada, en la que un infortunio de  uno de los miembros, un fracaso, una enfermedad, rompería el equilibrio de todos. Aquella vida era como una prenda de vestir. Su belleza estaba fuera, su calor dentro. 

INCIPIT 390. CATALANES TODOS / JAVIER PEREZ ANDUJAR

Cuando ruge la marabunta
 Primero oyó la detonación. Luego vio salir el humo de la pistola. Y al final le cegó el resplandor. Pero si el jefe de los tradicionalistas de Badalona, Luis Humet, hubiese sobrevivido a ese disparo, habría dicho que fue al revés de como lo contaba el patrullero. Luis Humet hubiera asegurado que antes de todo vio un resplandor, que luego se quedó envuelto en un humo blanco y que finalmente oyó el estruendo. A Luis Humet ya   habían  querido matarlo en otra ocasión, cuando las elecciones del 16 de febrero, pero entonces le salvaron el pellejo la Guardia Civil y unos militantes de la Lliga Regionalista.

A quien pasearon fue al industrial Salvador Ribó Arabia. Lo llevaron engañado desde su casa de veraneo del Masnou hasta la misma puerta de su fábrica. Y allí, al bajar del coche, se le   echaron encima como lobos y se lo cargaron a tiros. La patrulla revolucionaria que lo asesinó estaba formada por el comité de empresa de la fábrica. De José Doménech Silvestre nunca encontraron el cadáver, y por eso se cree que lo incineraron en el horno crematorio de la checa de Sant Elies, en la parte alta de Barcelona. Algunos piensan que lo echaron vivo. Lo que sí apareció, sin embargo, fue el cuerpo de su hermano Santiago. Y también el del capellán del cementerio, José Riera Codina. Este tenía un disparo en cada ojo. A los curas les echaban unas monedas en las ingles: si cruzaban las piernas es que eran hombres, si las abrían eran mujeres. Esa era la broma. Al marqués de Barberá le saquearon la torre y luego le metieron fuego al edificio. Pero a él no le pillaron.

CARTA DE UNA DESCONOCIDA

CARTA DE UNA DESCONOCIDA
Stefan Zweig nació en Viena en 1881 y se suicidó junto a su esposa en 1944 en la ciudad de Persépolis. Lo hizo asqueado por lo que estaba ocurriendo en Europa y sintiendo que el mundo de ayer, el que él representaba se había acabado.

Escribió Carta de una desconocida en 1922, con su estilo habitual, conciso, claro, sin oropeles, para una historia delicada, triste y muy detallada. En 1948 se rodó una película,  Letter from an Unknown Woman,  con Rebeca y Louis Jourdan, dirigida por  Max Ophüls, de quien  Truffaut, en palabras que parecen versar sobre Zweig- dijo que era sutil, cuando le suponían torpe; profundo, cuando le creían superficial, y puro, cuando le motejaban de obsceno.

LIBROS DE 1922

LIBROS DE 1922
Hoy comienzan los Encuentros literarios, que este año se dedica a los libros editados en 1922. Nos reuniremos cada dos semanas y el principal tema será la lectura de los libros señalados. Pero se estudiará algo más que los libros, pues por ejemplo el próximo lunes 12 de mayo analizaremos el mapa de Europa en 1922 para enmarcar ese prolífico año para la escritura. Y el día 26 podremos ver a la guapísima Ornella Muti en su papel de Odette de Swan.
Los libros elegidos son: Carta a una desconocida de Stefan Zweig para el 12 de mayo, Un amor de Swan de Marcel Proust el 26 de mayo, Cara de plata de Ramón María del Valle-Inclán, 9 de junio, El Castillo de F Kafka para el 23 de junio, El cuarto de Jacob de Virginia Woolf, 7 de julio y el Ulises de James Joyce, probablemente ya en septiembre
La selección creo que resume no sólo la historia de la literatura en esos años sino también las tendencias culturales de la época. Comenzamos con Zweig porque es la luz que se apaga, la imagen de un mundo que se ha extinguido; y terminamos con Joyce porque ha sido el anuncio de la literatura del XX y del XXI y también del hombre contemporáneo. Como lo han sido Proust y Kafka; los tres nos han mostrado al hombre moderno, a la sombra de Freud, Einstein y Darwin. También tendremos al mayor escritor gallego de la historia, con una obra de teatro en la que, sin abandonar lo clásico de su modernismo ya nos anuncia el esperpento.  Y al final una tendencia del siglo XIX que ha arrasado en la política del XX y se renueva en el siglo XXI:  el feminismo con la honda tristeza de Virginia.
Las reuniones serán quincenales y la lectura es preceptiva pero no vinculante: Para facilitar el acceso a los textos y al material relacionado, pondremos en el blog una entrada con el enlace a los libros –no tienen derechos de autor- , a sus posibles versiones en el mundo de la imagen y otras informaciones intersantes
Y ¿por qué el 22? No hay años más interesantes, como 1975 con todos los libros que publicó Juan Benet –JB juró no publicar hasta que muriese Franco, tardó un poco en hacerlo, pero al final murió; JB editó entonces la obra pendiente y los empleados de correos protestaron (¿Maldición dijo el cartero? Otro libro de Benet y estamos a 10 de enero)-, o como 1939 con Plá, Cunqueiro, Baroja o Ridruejo contándonos las delis de la época.

INCIPIT 389. LA RUBIA DE OJOS NEGROS / BENJAMIN BLACK

Era martes, una de esas tardes de verano en que la Tierra parece haberse detenido. El teléfono, sobre la mesa de mi despacho, tenía aspecto de sentirse observado. Por la ventana polvorienta de la oficina se veía un lento reguero de coches y a un puñado de buenos ciudadanos de nuestra encantadora ciudad, la mayoría hombres con sombrero, que deambulaban sin rumbo por la acera. Me fijé en una mujer que, en la esquina de Cahuenga y Hollywood, aguardaba a que cambiara la luz del semáforo. Piernas largas, una ajustada chaqueta color crema con hombreras, una falda azul marino. También luda un sombrero, un accesorio tan diminuto como un pajarito que se hubiera posado en un lateral de su cabello y se hubiera quedado allí alegremente. Miró hacia la izquierda, luego hacia la derecha y de nuevo hacia la izquierda -debía de haber sido una niña muy buena-y entonces cruzó la calle soleada, avanzando con elegancia sobre su propia sombra.

La temporada estaba siendo muy floja. Había trabajado una semana como guardaespaldas de un tipo que acudió desde Nueva York volando en un clipper. Tenía la mandíbula azulada, un reloj de oro en la muñeca y un anillo en el dedo meñique con un rubí tan grande como un garbanzo. Se presentó como un hombre de negocios y yo decidí creerle. Él estaba preocupado y sudaba muchísimo, pero nada sucedió y me pagó lo estipulado. Poco después, Bernie Ohls, de la Oficina del Sheriff, me puso en contacto con una encantadora ancianita cuyo hijo  drogadicto le había birlado la valiosa colección de monedas de su difunto marido. 

L'AMOUR FOU

De Las desventuras del joven  Werther  de Goethe, p. 145 (Cátedra)
24 de noviembre

Ella se da cuenta de lo que sufro. Hoy mismo ha atravesado mi corazón con su mirada. La encontré sola. Yo callaba y ella me miraba fijamente. Y ya no veía en ella la graciosa belleza, ni el fulgor de su talento certero, todo había desaparecido ante mis ojos. Otra mirada mucho más sublime, llena de expresión, del interés mis entrañable y de la más dulce compasión actuaba sobre mi. ¿Por qué no me estaba permitido arrojarme a sus pies? ¿Por qué no podía  contestarle abrazándola y dándole mil besos? Ella buscó refugio en el piano y cantó con voz dulce y suave acompañándose de armónicos acordes. Jamás había visto sus labios tan adorables, parecía que al temblar se abrían para aspirar aquellas dulces notas que salían del instrumento y sólo el eco misterioso resonara en ellos al salir de su pura boca. ¡Si pudiera expresarte lo que sentía! - No pude resistir más tiempo, me incliné y juré: jamás osaré estampar un beso en vosotros, labios, en los que flotan los espíritus celestiales ... y, sin embargo ... quiero ... ¡Ah!, ¿lo ves?, ante mi alma se alza como una muralla ... esta felicidad ... y después morir para expiar este pecado ... ¿Pecado?

CIENTIFICOS Y ARTISTAS

De Ensayos & Discursos de WFaulkner, p. 202 (publicado en Harper's 1955)
Lo que hizo ese poder medieval de caza de brujas llamado Libertad de Prensa, que en cualquier cultura civilizada debe ser aceptado como ese dedicado paladín a través de cuya inflexible rectitud debe prevalecer la justicia y tener lugar la misericordia, no fue exactamente aprobar y amparar que los propios parientes del criminal fuesen eliminados de la faz de la tierra como expiación por su crimen? Y si él era inocente como dijo ser, ¿en qué crimen participó ese mismo campeón del débil y del oprimido?

O (por repetir) no el artista. América todavía no ha encontrado un sitio para aquel que lidia sólo con cosas del espíritu humano excepto para usar su notoriedad para vender jabón o cigarrillos o plumas estilográficas o para anunciar automóviles y cruceros y hoteles en complejos turísticos, o (si se le puede enseñar a contorsionarse lo suficientemente rápido como para alcanzar los estándares) en la radio o en las películas donde puede producir   suficientes tasas de beneficios para merecer atención. Pero el científico y el humanista, sí: el humanista en ciencia y el científico en la humanidad del hombre, quienes aún deberían salvar esa civilización que los profesionales en salvarla -los editores que apoyan su propio engorde sobre la lujuria y la lascivia del hombre, los políticos que apoyan su propio tráfico sobre su estupidez y su codicia, y los hombres de iglesia que apoyan su propio comercio sobre el miedo y la superstición- parecen estar demostrando que no pueden.

¿QUE SE SIENTE AL SER TAN JOVEN?

De La rubia de ojos negros, de Benjamin Black, p.201
Cuando era joven, hará un par de milenios, creía saber lo que hacía. Era consciente del carácter caprichoso del mundo, de cómo se divierte con nuestras esperanzas y nuestros deseos; pero en lo relativo a mis propias acciones, estaba convencido de que era yo, erguido en el asiento del conductor, quien manejaba el volante con las dos manos. Ahora sé que no es así. Ahora sé que las decisiones que creemos tomar solo parecen tal en retrospectiva y que, cuando las cosas suceden, en realidad tan solo nos dejamos llevar. No me inquieta demasiado ser consciente del escaso control que tengo sobre mi vida. En general, me satisface dejarme arrastrar por la corriente, con las manos dentro del agua para pescar los bichos raros. Sin embargo, hay ocasiones en que desearía haber hecho el esfuerzo de pensar a largo plazo para calcular las consecuencias de mis actos. 

NABOKOVIANA

De Una vida absolutamente maravillosa, de E.Vila-Matas, 485
«Estoy en la plataforma de un tranvía y me siento totalmente inseguro con respecto a Ia posición que ocupo en este mundo, en esta ciudad, en el seno de mi familia», escribió en «EJ pasajero», prosa breve de Contemplación. En esos días, Kafka ni siquiera se sentía capaz de justificar que hacia allí en aquella plataforma, sujeto de aquella correa, dejándose llevar por el tranvia. Pero ya también en esos días Kafka era implacable. Con una muchacha, por ejemplo, que se instala junto a la escalerilla, lista para bajar del tranvía. «Se me muestra tan nítida como si Ia hubiera palpado ( ... ) Su orejita está muy pegada a Ia cabeza, pero como estoy cerca, veo toda Ia parte posterior del pabellón derecho y la sombra en la raíz», escribe. Y termina preguntándose cómo es que la muchacha no se asombra de si misma y mantiene Ia boca cerrada sin decir nada.

Todo eso ocurrió en los años de las Iecturas decisivas, en los años de las incertidumbres repartidas par las plataformas de todos los tranvias. Durante un tiempo, el matrimonio Nabokov, en el Berlin de 1922, subió al mismo tranvia que tomaba Kafka, el Berlfn- Litchterfelde. Nunca Ie hablaron porque no sabían que era él, pero Vera Nabokov siempre dijo recordar “aquella cara, su palidez, Ia tirantez de Ia piel, aquellos ojos tan extraordinarios, ojos hipnóticos resplandeciendo en una cueva”. 

DE LA COMPLEJIDAD DEL LENGUAJE

De En cuerpo y en lo otro, de DF Wallace, p.114
Aunque está clara que las motivaciones reales de cualquier escritor están ocultas para siempre y solo pueden, en el mejor de los casos, ser objeto de la imaginación, no hay peligro en señalar que Ia peripecia metafisica postatomista que representan las Investigaciones filosóficas del  ultimo L. Wittgenstein articula unas preocupaciones y unos supuestos metafisicos tan distintos de los del Tractatus de su primera epoca que las IF no constituyen tanto una renuncia como   na especie de infanticidio a porrazos. A efectos marksonianos,los tres objetos contundentes importantes, las diferencias casi pristinas entre el Wittgenstein «primero» y el «ultimo»  tienen que ver con la obsesión persistente que tenia W por las cuestiones del lenguaje y la realidad. Uno. Ahora las IF postulan como paradigma del lenguaje que deberia ocupar a los fil6sofos ya no la abstracción ideal de la lógica matemática, sino el simple lenguaje ordinario del día a día con toda su vaguedad y su encanto generales. Dos. El Wittgenstein de las IF invierte mucha energía y tinta en oponerse a la idea de lo que se ha dado en llamar «lenguaje privado». El término pertenece al pragmatista William James, al que W, a quien no convenía tener de enemigo, acusó de estar buscando siempre “la alcachofa entre sus hojas”. Pero el afán de las IF por mostrar la imposibilidad de un lenguaje privado (algo que consigue, en gran medida) es también una  terrible ansiedad por evitar las consecuencias solipsistas de la lógica matemática entendida como paradigma del lenguaje. Recuérdese que los esquemas de arreglo a la verdad de la lógica matemática, así como los hechos individuales que esos esquemas describen, existen independienternente de quien habla, de quien conoce y sobre todo de quien escucha. La insistencia de las IF -como parte del alejamiento que lleva a cabo el libro de la idea de cómo debe ser el mundo para que sea posible el lenguaje y su acercamiento a la idea de cómo debe ser el lenguaje a la vista de cómo es realmente el mundo, con todo su farfullar y su encanto y su profunda absurdo- en que la existencia, no, la idea misma del lenguaje depende de alguna clase de comunidad comunicativa ... constituye el ataque filosófico más poderoso a la coherencia básica del escepticismo/solipsismo desde aquel Descartes cuyo Cogito el mismo Wittgenstein contribuyó a ensartar. Tres. La gran diferencia final es una atención nueva y clínica a las malas artes casi nixonianas del mismo lenguaje ordinario. Uno de los preceptos de las IF es que las cuestiones filosóficas profundas se pueden resolver averiguando por que las construcciones lingüísticas se usan como se usan.

INCONVENIENTES DE LA EDAD

De La señora Dalloway de Virginia Woolf, p.117 (Lumen)
Teniendo en cuenta los sufrimientos, Ia tortura y la extraordinaria pasión de aquellos tiempos, ¿cabia decir que estuviera ahora enamorado de Daisy? Era una cosa totalmente diferente -mucho mas agradable-, y la verdad consistía, desde luego, en que ahora ella estaba  enamorada de el. Y esto quizá fuera la razón por la que, en el momento en que el barco zarpó, Peter sintió un extraordinario alivio, y deseó sobre todo quedarse solo; le irritó encontrar en la cabina los testimonies de las pequeñas atenciones de Daisy, los cigarros, las notas, la alfombra para el viaje. Si la gente fuera honrada, todos dirían lo mismo; después de los cincuenta, uno no necesita a los demás; uno no tiene ganas de seguir diciendo a las mujeres que son  hermosas; esto es lo que dirían casi todos los hombres de cincuenta años, pensó Peter Walsh, si fueran sinceros.

INCIPIT 388. LA SEÑORA DALLOWAY / VIRGINIA WOOLF

La señora Dalloway dijo que ella misma se encargaría de comprar las flores.  Sí, ya que Lucy tendria trabajo más que suficiente. Habí que desmontar las puertas; acudirían los operarios de Rumpelmayer. Y entonces Clarissa Dalloway pensó: que mañana diáfana, cual regalada a unos niños en Ia playa. jQue fiesta! jQue aventura! Siempre tuvo esta impresión cuando, con un leve gemido de las bisagras, que ahora le parecía, abría de par en par el balcón, en Bourton, y salía al aire libre. i Que fresco, que calma, más silencioso que este, desde  ruego, era el aire a primera hora de la manaña ... ! como el golpe de una ola; como el beso de una ola; fresco y penetrante, y sin embargo (para una muchacha de dieciocho años, que eran los que entonces contaba) solemne, con la sensación que la embargaba, mientras estaba en pie ante el balcón abierto, de que algo horroroso estaba a punta de ocurrir

INCIPIT 387. EL INVITADO AMARGO / V MOLINA FOIX

1. Vicente

En mitad de la noche del 30 de diciembre de 1978 sonó el teléfono en el dormitorio. Yo dormía abrazado a M., sosteniendo su cuerpo sin ropa, y al quitarle mis manos para responder a la llamada M. se despertó. Levanté el supletorio en forma de góndola que estaba sobre la mesilla art déco, aquella noche conectado por si llegaba desde Alicante la llamada que temía. La palabra áspera y poco detallada de Rafael, el marido de mi hermana, me dio a entender, sin decir la palabra muerte, que papá había muerto. Antes de dar fin a la breve conversación telefónica, M., que no me había oído hablar más que de aviones y horarios, se puso a llorar a mi lado. Lloraba con más lágrimas que yo. Pasé la noche de San Silvestre velando el cuerpo de   mi padre, una estructura sólida y grande que a finales de agosto de ese mismo año yo había visto dar largas caminatas por la orilla y nadar vigorosamente en las aguas de la playa de  San Juan, y a primeros de diciembre, cuando regresé de Oxford, encontré postrada en un sillón del mirador de la casa familiar, sosteniendo la cabeza de un anciano absorto, sumido, demacrado. Mientras mamá nos miraba desde la antesala, intentando una sonrisa plácida que no escondía el rictus de su propia agonía, me incliné sobre él, se dejó dar

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