Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

ICIPIT 391. AÑOS LUZ / JAMES SALTER

Surcamos el río negro, sus bancos lisos como piedras. Ni un barco, ni un bote, ni una mota de blanco. El viento ha roto, agrietado la superficie del agua. Es ancho, interminable este gran estuario. El río es salobre, lívido de frío. Discurre borroso por debajo de nosotros. Las aves marinas que lo sobrevuelan giran y desaparecen. Surcamos velozmente el ancho río, un sueño del pasado. Rebasadas sus aguas profundas, el fondo empalidece la superficie, traspasamos los bajíos, las embarcaciones varadas en la playa para pasar el invierno, los embarcaderos desolados. Y, alados como gaviotas, nos elevamos, viramos, miramos atrás.
El día es blanco como papel. Las ventanas están congeladas. Las canteras están vacías, la mina de plata inundada. El Hudson es aquí vasto, vasto e inmóvil. Una región oscura, un paraje de esturiones y de carpas. En otoño plateaba de sábalos. Los gansos dibujaban en el cielo su larga y cambiante V. La marea sube desde el mar.
Dicen que los indios buscaban un río que «discurriera en  los dos sentidos». Lo encontraron aquí. La cuña de sal penetra no menos de cincuenta millas; a veces llega hasta Poughkeepsie. Aquí había lechos enormes de ostras, focas en el  puerto, caza inagotable en los bosques. Este gran tajo glacial, con sus bahías nupciales, las calas de apio silvestre y arroz, el río majestuoso. Los pájaros, como signos de puntuación, cruzan en vuelo uniforme. 

1 comentario:

U-topia dijo...

Qué bien escribe. Que fragmento tan redondo.

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