Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

LA ACRACIA

Del Informe sobre ciegos de Ernesto Sabato, p.312 (Seix-Barral)
(En la foto el entierro de Durruti)
[…] siempre albergaba en su piecita a uno de esos vividores que suelen encontrarse en el ambiente anarquista, y aunque era incapaz de matar a una mosca había pasado la mayor parte de su existencia en las cárceles de España y de la Argentina. Iglesias, un poco como Norma Pugliese, imaginaba que todos los males de la humanidad iban a resolverse con una mezcla de Ciencia y de Mutuo Conocimiento. Había que luchar contra las Fuerzas Oscuras que se  ponían, desde siglos, al triunfo de la Verdad. Pero el Progreso de las Ideas era incesante y tarde o  temprano el Amanecer era inevitable. Mientras tanto,  había que luchar contra las fuerzas organizadas del Estado, había que denunciar la Impostura Clerical, había que mirar el Ejército y promover la Educación Popular. Se fundaban bibliotecas en que no sólo se encontraban las obras de Bakunin o Kropotkin sino las novelas de Zola y volúmenes de Spcncer y Darwin, ya que hasta la teoría de la evolución les parecía subversiva, y un extraño vínculo unía la historia de los Peces y Marsupiales con d Triunfo de las Nuevas Ideas. Tampoco faltaba la Energitica, de Ostwald, esa especie de biblia termodinámica en que Dios aparecía sustituido por un ente  laico, pero también inexplicable, llamado Energía, que, como su predecesor, lo explicaba y podía todo, con la ventaja de estar relacionado con el Progreso y la Locomotora. Hombres y  mujeres que se encontraban en estas bibliotecas se unían luego en libre matrimonio y engendraban hijos a los que llamaban Luz, Libertad, Nueva Era o Giordano Bruno. Hijos que la mayor parte de las veces, en virtud de ese mecanismo que lanzan los hijos contra los padres, o, en otras, simplemente, merced a la complicada y generalmente dialéctica Marcha del  Tiempo, se convertían en meros burgueses, en rompehuelgas y hasta en feroces persecutores del  movimiento, como en el caso del renombrado comisario Giordano Bruno Trenti.

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