Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

CAYO CALIGULA


SPQR , Mary Beard, p. 42

¿Fue Cayo en realidad tan monstruoso como normalmente se le ha descrito? ¿Acaso la gente corriente, como sugiere Josefo, se había dejado engañar por un emperador conocido por llevar a cabo gestos extravagantemente generosos con las masas? Se decía que en una ocasión se había subido a la parte más alta de un edificio del foro y que desde allí había lanzado dinero a los transeúntes. Quizá sí. No obstante, hay poderosas razones para sospechar de muchos de los relatos tradicionales sobre la maldad de Cayo, que hemos heredado. Algunas de estas historias son sencillamente inverosímiles. Dejando de lado su histrionismo de la bahía de Nápoles, ¿pudo en realidad haber construido en Roma un inmenso puente desde la colina Palatina hasta la colina Capitalina del que no quedan restos concluyentes? Casi todas estas historias se escribieron años después de la muerte del emperador, y las más extravagantes se debilitan cuanto más las examinamos. La de las conchas bien puede remontarse a una confusión en torno a la palabra latina musculi, que puede significar tanto «conchas» como «cabañas militares». ¿Desmantelaban los soldados un campamento provisional y no buscaban conchas? Y la primera referencia que existe al incesto no la encontramos hasta finales del siglo 1 d. C., mientras que la evidencia más clara de ello parece ser su profunda aflicción por la muerte de su hermana Drusila, que difícilmente puede ser considerada una prueba irrefutable de que mantuvieran relaciones sexuales. La idea de algunos escritores modernos de que sus cenas se parecían mucho a las orgías, con sus hermanas «debajo de él» y su esposa «encima», descansa en una mala traducción de las palabras de Suetonio, que alude a la ubicación, “arriba» y «abajo», en la mesa romana.

Sería ingenuo pensar que Cayo era un gobernante inocente y benévolo, terriblemente incomprendido o sistemáticamente malinterpretado. No obstante, es difícil resistirse a la conclusión de que, por más que hubiera un atisbo de verdad en ellas, las historias que se narran sobre él son una mezcla inextricable de hechos, exageración, deliberada malinterpretación y descarada invención. Urdidas en gran medida después de su muerte, y en buena parte en beneficio del nuevo emperador Claudia, cuya legitimidad en el trono dependía en parte de la idea de que su predecesor había sido justamente eliminado. El mismo interés que tenía Augusto en vilipendiar a Marco Antonio lo tenía también el régimen de Claudia y aquellos que se encontraban al servicio del nuevo emperador y querían distanciarse del viejo sumando abusos en el haber de Cayo, fuera cual fuese la verdad. Dicho de otro modo, puede que Cayo fuera asesinado porque era un monstruo, pero también es posible que se le convirtiera en un monstruo porque fue asesinado.


INCIPIT. 1.113. LUZ DE AGOSTO / FAULKNER


Sentada en la orilla de la carretera, con los ojos clavados en la carreta que sube haciaella, Lena piensa: «He venido desde Alabama: un buen trecho de camino. A pie desde Alabama hasta aquí. Un buen trecho de camino». Mientras piensa todavía ano hace un mes que me puse en camino y heme aquí ya, en Mississippi. Nunca me había encontrado tan lejos de casa. Nunca, desde que tenía doce años, me había encontrado tan del aserradero de Doane

Hasta la muerte de su padre y de su madre, ni siquiera había estado en el aserradero de Doane. Sin embargo, los sábados, siete u ocho veces al año, iba a la ciudad en la carreta. Vestida con un trajecito de confección, colocaba de plano sus pies descalzos en el fondo de la carreta y sus botas en el pescante, junto a ella, envueltas en un pedazo de papel. Se ponía sus botas justo en el momento de llegar a la ciudad. Cuando ya era algo mayor, le pedía a su padre que detuviera la carreta en las cercanías de la ciudad para que ella pudiese descender y continuar a pie. No le decía a su padre por qué quería caminaren lugar de ir en la carreta. El padre creía que era por el empedrado bien unido de las calles, por las aceras lisas. Pero Lena lo hacía con la idea de que, al verla ir a pie, las personas que se cruzaban con ella pudiesen creer que vivía también en la ciudad.

Tenía doce años cuando su padre y su madre murieron, el mismo verano, en una casa de troncos compuesta de tres habitaciones y de un zaguán. No había rejas en las ventanas. El cuarto en que murieron estaba alumbrado por una lámpara de petróleo cercada por una nube de insectos revoloteantes; suelo desnudo, pulido como vieja plata por el roce de los pies descalzos. Lena era la menor de los hijos vivos. Su madre murió primero: «Cuida de tu padre», dijo.


INCIPIT 1.112. LOS RECUERDOS DEL PORVENIR / ELENA GARRO


Aquí estoy, sentado sobre esta piedra aparente. Solo mi memoria sabe lo que encierra. La veo y me recuerdo, y como el agua va al agua, así yo, melancólico, vengo a encontrarme en su imagen cubierta por el polvo, rodeada por las hierbas, encerrada en sí misma y condenada a la memoria y a su variado espejo. La veo, me veo y me transfiguro en multitud de colores y de tiempos. Estoy y estuve en muchos ojos. Yo solo soy memoria y la memoria que de mí se tenga.

Desde esta altura me contemplo: grande, tendido en un valle seco. Me rodean unas montañas espinosas y unas llanuras amarillas pobladas de coyotes. Mis casas son bajas, pintadas de blanco, y sus tejados aparecen resecos por el sol o brillantes por el agua, según sea el tiempo de lluvias o de secas. Hay días corno hoy, en los que recordarme me da pena. Quisiera no tener memoria o convertirme en el piadoso polvo para escapar a la condena de mirarme.

Yo supe de otros tiempos: fui fundado, sitiado, conquistado y engalanado para recibir ejércitos. Supe del goce indecible de la guerra, creadora del desorden y la aventura imprevisible. Después me dejaron quieto mucho tiempo. Un día aparecieron nuevos guerreros que me robaron y me cambiaron de sitio. Porque hubo un tiempo en el que  yo también estuve en un valle verde y luminoso, fácil a  la mano. Hasta que otro ejército de tambores y generales jóvenes entró para llevarme de trofeo a una montaña llena de agua, y entonces supe de cascadas y de lluvias en abundancia. Allí estuve algunos años. Cuando la Revolución agonizaba, un último ejército, envuelto en la derrota, me dejó abandonado en este lugar sediento.


INCIPIT 1.111. REQUIEM PARA UNA MUJER / FAULKNER


ACTO PRIMERO

EL TRIBUNAL (UN NOMBRE PARA UNA CiUDAD)

El tribunal es menos viejo que la ciudad, que comenzó en cualquier parte a la vuelta del siglo como una factoría de la Agencia Chickasaw y continuó como tal por cerca de treinta años antes de descubrir, no que careciera-de un archivo púa sus anales y no ciertamente que necesitara uno, sino que solamente creándolo o por lo menos decretándolo, podria dominar una situación que de otra manera le costaría el dinero a alguien.

El poblado tenía los registros; incluso el simple desposeimiento de los indios engendró con el tiempo un rudimento de archivo, dejando de lado la camada normal de la ruinosa confederación de hombres contra el ambiente -aquel tiempo y aquel erial-, en este caso, una mezquina, descolorida, abarquillada, desordenada, y a veces ininteligible colección de adjudicaciones de baldíos y patentes y traspasos y escrituras, y nóminas de contribuyentes y milicianos, y facturas de ventas de esclavos, y listas de oficinas de moneda espuria y cotizaciones de cambios, y embargos e hipotecas, y anuncios de recompensas por negros y otros ganados fugitivos o robados, y anotaciones aparentemente diarias de nacimientos y matrimonios y defunciones y ahorcamientos y subastas públicas de tierras, acumulándose lentamente durante esas tres décadas en una especie de piratesco  cofre de hierro, en el cuarto interior del correo-factoría-almacén, hasta algún día en que, treinta años más tarde, por causa de una evasión de la cárcel, fué traído a  ancas de caballo desde Carolina


AUGUSTO


SPQR, Mary Beard

Augusto ha muerto. ¡Larga vida a Augusto!

Augusto murió el 19 de agosto del año 14 d. C., poco antes de su septuagésimo sexto cumpleaños, en una de sus casas en el sur de Italia. Ségún Suetonio, había estado de vacaciones en la isla de Capri, jugando a juegos instruidos con sus invitados; insistía, por ejemplo, en que todos los invitados romanos vistieran como los griegos y hablasen griego, mientras que los invitados griegos tenían que actuar como si fuesen romanos. El final fue todo muy discreto. A su regreso al continente, empezó a sentir molestias en el estómago y al final se vio obligado a guardar cama, donde, sin demasiado revuelo, dado el destino de tantos contemporáneos suyos, murió. Más tarde se rumoreó que Livia había tenido algo que ver en todo aquello con unos higos envenenados para facilitar el acceso de Tiberio al poder, del mismo modo que se dijo que había acelerado el fin de otros miembros de la familia por temor a que estropeasen las oportunidades de Tiberio de subir al trono. No obstante, fue otro caso de muertes inexplicables del mundo romano -dado que la mayoría ocurrían fuera del campo de batalla, en el parto o por accidente- que suscitaban este tipo de rumores, tanto si estaban fundamentados como si no. Además, el envenenamiento siempre se consideró el instrumento preferido de las mujeres. No requería fuerza física, solo astucia, y era una temible inversión de su tradicional rol nutricio. Otros pensaron, de forma más verosímil, que Livia había desempeñado un papel importante allanando la transición de Augusto a Tiberio. En cuanto pareció inminente la muerte de su marido, mandó a por su hijo, que estaba a unos cinco días de viaje al otro lado del Adriático. Entretanto continuó publicando boletines optimistas sobre la salud de Augusto hasta que llegó Tiberio y pudo anunciarse su muerte. El momento exacto de su fallecimiento ha sido siempre tema de disputa. No obstante, con independencia de si aconteció antes o después de la llegada de su heredero, el acceso se produjo con bastante tranquilidad y sin fisuras. El cuerpo fue trasladado más de 160 kilómetros desde Nola, donde murió, hasta Roma, a hombros de los dirigentes de las ciudades situadas a lo largo del camino. No hubo ceremonia de coronación, y a pesar de lo que hiciera Augusto con su triunfo en el año 29 a. C., no había ningún ritual romano concreto para señalar el acceso imperial. No obstante, Tiberio se había hecho con el control como nuevo emperador cuando convocó una reunión del Senado para hacer público el testamento de Augusto, su legado y demás instrucciones para el futuro y para acordar la organización del funeral.


POLICIA JUDIA


Eichmann en Jerusalén, Hannah Arendt, p. 130

Los acontecimientos siguientes a la conferencia, según recordaba Eichmann, se sucedieron sin dificultades, y todo se convirtió prontamente en tarea rutinaria. Rápidamente, Eichmann se  convirtió en un experto en cuestiones de «evacuación forzosa», tal como antes había sido un experto en «emigración forzosa». Uno tras otro, todos los países impusieron a los judíos la obligación de empadronarse, de llevar un distintivo amarillo para su más fácil identificación ... Luego, fueron reunidos y deportados. Y las distintas expediciones iban a uno u otro campo de exterminio del Este, según la capacidad relativa de cada cual en un momento determinado. Cuando un tren atestado de judíos llegaba a un centro de exterminio, se seleccionaba entre ellos a los más fuertes para dedicarlos al trabajo, a menudo al servicio de la maquinaria de exterminio, y los restantes eran inmediatamente asesinados. Había algún que otro problema, pero todos eran de menor importancia. El Ministerio de Asuntos Exteriores estaba en contacto con las autoridades de los países extranjeros ocupados por los nazis o aliados de Alemania, a fin de ejercer presión en ellas para que deportaran a sus judíos, o, como bien podía ocurrir, para evitar que los enviaran al Este sin orden ni concierto, sin tener en cuenta la capacidad de absorción de los centros de exterminio. (Esto era lo que Eichmann recordaba, aunque en realidad la operación no fue tan sencilla.) Los asesores jurídicos redactaron borradores de la legislación necesaria para dejar a las víctimas en estado de apátridas, lo cual tenía gran importancia desde dos puntos de vista. Por una parte, eso impedía que hubiera algún país que solicitara información sobre las víctimas, y, por otra, permitía al Estado en que la víctima residía confiscar sus bienes. El Ministerio de Hacienda y el  Reichsbank hicieron los preparativos precisos para recibir el enorme botín que les mandarían desde todos los rincones de Europa, botín formado por todo género de objetos de valor, incluso relojes y dientes de oro. El Reichsbank efectuaba una selección y mandaba los metales preciosos a la fábrica de la moneda de Prusia. El Ministerio de Transportes proporcionaba los vagones de ferrocarril, por lo general vagones de carga, incluso en los períodos de mayor escasez de material rodante, y procuraba que el horario de los convoyes de deportados no obstaculizara los demás servicios ferroviarios. Eichrnann o sus subordinados informaban a los consejos de decanos judíos del número de judíos que necesitaban para cargar cada convoy, y dichos consejos formaban las listas de deportados. Los judíos se inscribían en los registros, rellenaban infinidad de formularios, contestaban páginas y páginas de cuestionarios referentes a los bienes que poseían para permitir que se los embargaran más fácilmente, luego acudían a los puntos de reunión, y eran embarcados en los trenes. Los pocos que intentaban ocultarse o escapar fueron cazados por una fuerza especial de la policía judía. En tanto en cuanto Eichmann podía comprobar, nadie protestaba, nadie se negaba a cooperar. Immerzu fahren hier die Leute zu ihrem eigenen Begriibnis (Día tras día, los hombres parten camino de su tumba), como dijo un observador judío en Berlín el año 1943.


HOLOCAUSTO


Eichmann en Jerusalén, Hannah Arendt, p. 130

Bien, en este caso, Eichmann fue afortunado, ya que únicamente vio lo que era una fase previa a las futuras cámaras de monóxido de carbono de Treblinka, uno de los seis campos de exterminio del Este, en el que morirían varios cientos de miles de judíos. Poco después, en el otoño del mismo año, Müller, el superior inmediato de Eichmann, le mandó inspeccionar el centro de exterminio de las zonas occidentales de Polonia incorporadas al Reich, llamadas el Warthegau. Este campo se encontraba en Kulm (en polaco Chelmno), donde, el año 1944, se asesinarían a más de trescientos mil judíos procedentes de toda Europa, que habían sido primeramente “reasentados” en el gueto de Lódz. El campo se hallaba en pleno funcionamiento, pero el sistema era distinto al empleado en el anterior,  ya que en vez de cámaras de gas se utilizaban camiones. He aquí lo que Eichmann vio: los judíos se encontraban en una gran sala; les dijeron que se desnudaran totalmente; entonces llegó un camión que se detuvo ante la puerta de la gran estancia, y se ordenó a los judíos que entrasen, desnudos, en el camión; las puertas se cerraron y el camión se puso en marcha. «No sé cuántos judíos entraron, apenas podía mirar la escena. No, no podía. Ya no podía soportar más aquello. Los gritos ... Estaba muy impresionado, y así se lo dije a Müller cuando le di cuenta de mi viaje. No, no creo que mi informe le sirviera de gran cosa. Después, seguimos al camión en automóvil, y entonces vi la escena más horrible de cuantas recuerdo. El camión se detuvo junto a un gran hoyo, abrieron las puertas, y los cadáveres fueron arrojados al hoyo, en el que cayeron como si los cuerpos estuvieran vivos, tal era la flexibilidad que aún conservaban. Fueron arrojados al hoyo, y me parece ver todavía al hombre vestido de paisano en el acto de extraerles los dientes con unos alicates. Aquello fue demasiado para mí. Volví a entrar en el automóvil y guardé silencio. Después de haber presenciado esto era capaz de permanecer horas y horas sentado al lado del conductor de mi automóvil, sin intercambiar ni una sola palabra con él. Fue demasiado. Me destrozó. Recuerdo que un médico con bata blanca me dijo que si quería podía mirar, a través de un orificio, el interior del camión, cuando los judíos aún estaban allí. Pero rehusé la oferta. No podía. Tan solo me sentía con ánimos para irme de allí.”


LUZ DEL FUEGO

Luz del fuego, Javier Montes, p. 92

El serpentario es lo único que le gusta a Dora de los plúmbeos paseos con sus hermanas. Si se pone lo bastante chinche, si boicotea implacable cada flirteo y cada amartelamiento, consigue que la lleven casi a diario. Los novios pagan con mucho gusto las entradas de la pretendida y su hermanita insoportable para quitársela de encima y verla fascinada, hipnotizada, al entrar en el serpentario al aire libre: no es gran cosa, en realidad, pero no le cansa el pequeño anfiteatro rehundido, rodeado de un foso de verdusca agua somera y de un murete al que se encarama para pasar las horas muertas contemplando los especímenes que vegetan allá dentro. Muchas se esconden en los pequeños refugios de terracota en forma de termiteros, con entradas a ras de tierra que le recuerdan las gateras de las puertas de casa.

Como espectáculo para adultos deja que desear. A veces las cairacas, las mussuranas, las jibóias que más adelante usará en sus bailes desnuda ni se asoman: si hace algo de frío o humedad (en los días de invierno, en Belo Horizonte, a veces de buena mañana cae un relente muy elegante que sustenta el esnobismo climático del estado de Minas), se esconden en los termiteros de barro o dormitan enrolladas como montones de sogas. Se las ve aburridas y aburren rápido a cualquier niña que no esté llamada a ser Luz del Fuego y no adivine en su inmovilidad temporal una estrategia, una acumulación de fuerzas secretas para el momento en que sea necesario tensarse y desencadenarlas en un ataque repentino y mortal. A veces reptan despacio, y entonces fascina su fuerza contenida, el peligro latente en sus ondulaciones lentas, el desdén con que declinan hacer alarde de su poder. A veces (y ya eso merece largas esperas) nadan a ras de agua, sin hundirse, por el foso oval que rodea el terrario: más bien reptan sobre el agua como si el agua fuese tan sólida y tan capaz de sostener su peso como la tierra.

Lo mejor, el momento que la hace gritar de terror y delicia, es cuando el guardián, con botas de caucho, mandil de cuero y guantes hasta el codo, llega con unas pinzas especiales y ¡lrende alguna por la cabeza: entonces ese animal un poco gatuno, que se desliza con pereza felina y ni se digna a darse por enterado de sus espectadores, se arquea como un tigre, emite un siseo que también parece un bufido, se retuerce con furia y da la medida exacta de la fuerza contenida en sus músculos, en su cuerpo-músculo.

Lagartea, se sacude como un cable de alta tensión suelto por el suelo, con la misma capacidad de fulminar. Abre unas fauces que podrían cercenar, intuye la niña, sus bracitos y sus piernecitas. Lanza tijeretazos que muerden el puro aire o se clavan y aferran con fuerza viciosa al antebrazo del vigilante, precavido pero impasible en sus gestos y en la mirada que se adivina tras la máscara de cuero que le protege el rostro.


CARLOS DRUMMOND DE ANDRADE

Luz del fuego, Javier Montes, p. 68

Los poetastros y los muchachitos con inquietudes traían el futurismo, el surrealismo y otros “ismos” variados prendidos con alfileres gracias a las revistas locales y los periódicos atrasados de la capital. Nadie los tomaría muy en serio en una ciudad conservadora cuando no cazurra, y se plantarían en el salón de los Vivacqua atraidos por la presencia de tantas hermanas guapas y ricas, por la abundancia de tantos postres también muy ricos y sobre todo quizá por el confortante poquito de caso por parte de una familia con fama de respetabilidad y casa de orden.

A la larga el más brillante de los abonados al Salón Vivacqua resultó ser un oscuro estudiante de Farmacia llegado desde lo más profundo del interior de Minas: Carlos Drummond de Andrade acabó siendo el más grande poeta moderno de Brasil y uno de los mayores del siglo en cualquier lengua y lugar. Solo la barrera extrañamente infranqueable de un idioma tan parecido al nuestro como es el portugués ha impedido que ocupe también en nuestros manuales de literatura su lugar justo junto a Paz, Parra o Vallejo. Cualquier bachiller allá se sabe alguno de sus versos, reconoce a la primera su perfil paradójicamente icónico a fuerza de común y corriente, con su calva y sus gafotas y su rostro afilado, y recuerda que se negó a aceptar premios bien remunerados y candidaturas al Nobel por parte de los gobiernos de la larga dictadura militar.

Drummond sentía quizá más que ninguno de aquellos muchachitos ambiciosos el agobio de la ciudad provinciana. Era lo de siempre o casi siempre: se veían héroes de la Modernidad, vanguardistas rompedores, anunciaban eh sus tertulias el fin de las convenciones, el advenimiento de la Revolución. Pero no se privaban de la asignación semanal de los padres, la visita más o menos vergonzante a los burdeles, las ladillas y las purgaciones curadas con permanganato, el flirteo con señoritas bien en el paseo que acabase en un buen matrimonio y enlazase fortunas familiares. Muchos años más tarde, aún recordaba con una mezcla de ironía, horror y piedad la “decrepitud de la inteligencia desmentida por los nervios» de unos  muchachos desnortados “que necesitaban deseducarse, a menos que prefiriesen morir exhaustos antes de dar batalla». Hablamos de un tiempo y un lugar en que La Calavera, el “semanario humorístico académico» más atrevido de la época, lo más parecido a un proto-Playboy o Penthouse que pasaran de mano en mano hasta acabar deshojado como las rosas de las poesías de amor más tristes, convocaba un “Gran Concurso» para adivinar, en una foto que recogía solo los bajos de falda, tobillos y zapatos de un conjunto de señoritas, a quién pertenecía cada uno y quién era la dueña de dos pies más elegantes de Belo Horizonte».


INCIPIT 1.110. LUZ DEL FUEGO / JAVIER MONTES

25-2-1952

Cinelandia. Incluso en el portentoso Río de Janeiro de 1952 algo así solo puede pasar en un barrio que se llama Cinelandia. Y solo cuando merece ese nombre más que nunca: cuando oscurece y va terminándose el Lunes de Carnaval. A medianoche del martes acabará oficialmente, por muchas trampas que hagan los díscolos, la fiesta que desvela a la ciudad desde hace semanas. Al principio sordamente, como un rumor de batuques y ensayos y marchinhas escuchado a lo lejos, tras las puertas de un garaje cerrado, enroscándose hasta los tobillos por los respiraderos de un bajo o reptando hacia la calle desde un ático iluminado en la noche. Luego llenando calles, abarrotando plazas, de la mañana a la tarde y la madrugada, de los morros a la Avenida Rio Branco, de la Floresta de la Tijuca a la orilla de las playas.

Acabará sin remedio, por mucho que se alargue la última alborada, por mucho que los últimos fiesteros se crucen de camino a casa, arrastrando los pies y la resaca de la última borrachera, con quienes salen de la misa del miércoles con la ceniza en la frente


INCIPIT 1.109. DIARIO DE WUHAN / FANG FANG

LOS VIRUS SON UN ENEMIGO COMÚN DE TODA LA HUMANIDAD

La primera vez que entré en mi cuenta de Weibo -la plataforma de blogs del portal Sina- para escribir una entrada de este diario, no podía imaginar que acabaría publicando otras cincuenta y nueve. Tampoco me imaginé que decenas de millones de lectores aguardarían un día tras otro hasta la medianoche para leer la siguiente entrega; muchos me decían que no podían conciliar el sueño si no la leían. Ni mucho menos preví que estas notas personales podrían reunirse en forma de libro para ser publicadas en el extranjero en un plazo tan corto.

Acababa de terminar la entrada número sesenta de este diario cuando el Gobierno declaró que Wuhan levantaría el confinamiento obligatorio el día 8 de abril. La cuarentena de Wuhan duró un total de setenta y seis días. El día de la reapertura de la ciudad, el 8 de abril, coincidió precisamente con el inicio de la preventa de la edición en inglés del Diario de Wuhan.


LOS GRIEGOS

Los griegos antiguos, Edith Hall, p. 31

Diez características de los griegos de la Antigüedad

La mayoría de los griegos antiguos compartieron, la mayor parte del tiempo, diez características particulares. De ellas, las primeras cuatro -afición a los viajes por mar, desconfianza hacia la autoridad, individualismo y curiosidad- están estrechamente interconectadas y son las más importantes. Más allá de esas cuatro características iniciales, también fueron un pueblo abierto a ideas nuevas; agudos y competitivos, admiraban la excelencia de las personas de talento; sabían expresarse con detalle y eran adictos al placer. Sin embargo, en estas diez cualidades universales tropezarnos con un problema de las actitudes modernas a la hora de escribir sobre el pasado. Algunos estudiosos prefieren minimizar el papel de la excelencia individual en la forja de la historia, poniendo el acento, en cambio, en las tendencias económicas, sociales o políticas que se manifestaron en todo un espectro de poblaciones o estratos sociales. Una versión así supone que la historia es lo bastante sencilla para comprenderla sin reconocer la inteligencia de tal o cual personaje y, también, la existencia de contextos amplios y preguntándose por el modo en que interactúan entre sí. Permítanme en este punto señalar en qué difiere mi versión. Si Aristóteles, por ejemplo, no hubiera nacido en una familia de médicos que gozaba del favor de los monarcas macedonios, cuyo poder se apoyaba en la nueva riqueza procedente de las minas de oro, el filósofo nunca podría haber disfrutado del ocio, los recursos, los viajes y la educación  que contribuyeron a su formación intelectual.


RAFAEL REIG

Amor intempestivo, Rafael Reig, p. 248

Mis padres -aunque mi madre no lo dijera con tantas palabras- esperaban más de mi carrera literaria: esa novela que estaba ahí, pero que yo no había logrado escribir. Esa O.M. Para ellos, ya siempre seré aquel que escribió tres novelas sin ninguna fortuna. Pero eso no tiene importancia. Lo que me habría gustado poder mostrarles no son mis obras completas, sino algo más valioso: que he logrado hacerme un alma, sacarla de ese pozo que no tiene polea ni pozal. No nacemos con ella, hacerse un alma es el propósito de toda vida que merezca ser vivida. Ser escritor, ingeniero, licenciada en Derecho, no es nada ni quiere decir que uno haya vivido. Llegar a ser bueno es la única aventura de la existencia, lo único para lo que vivimos.

Sin embargo, nadie es más digno de desprecio que el fariseo, el sepulcro blanqueado que edifica su bondad sobre la maldad ajena: Señor, yo no soy como aquellos que pecan, míralos, mientras yo rezo. Comprenderse solo sirve para quererse uno más a sí mismo. El que no se quiere a sí mismo, en cambio, ya no tiene más remedio que convertirse en otro, construir una persona mejor a la que poder querer, a partir de su propia maldad, no de la del os demás. Por eso nunca he querido comprenderme, solo necesito quererme; hacerme un alma para poder quererme un poco.

Lo que sí he logrado comprender es por qué no he podido escribir una obra maestra. No era cuestión de una glándula, se trataba de un alma. Ahora sé que ya nunca escribiré esa O.M. que ya nadie espera de mí, ni siquiera en mi casa. Y aunque no sin melancolía, puedo confesar que casi me alegro. Si mis padres resucitaran mañana, ¿qué podría enseñarles para merecer su aprobación? ¿una docena de novelas? ¿Los premios recibidos? ¿Las traducciones de mis libros a varios idiomas? ¿Mi condición de “figura central de las letras españolas”? ¿La victoriosa y triste presa de la felicidad?


VARGAS LLOSA

Diario de Wuham, Fang Fang, p. 286

Otra noticia impactante en el mundo literario es que hoy se ha dado orden de retirar todos los libros de Mario Vargas Llosa de los estantes de las librerías. ¿Es posible que sea verdad? Me cuesta mucho creerlo. Empecé a leer a Vargas Llosa cuando aún era una adolescente. En aquel entonces casi todos los escritores de mi generación lo estaban leyendo. Gustaba mucho por el tono de su escritura y por sus experimentos con la estructura y la forma. Aunque no creo haber leído más de tres libros suyos y éstos fueron sus novelas más populares. Cuando me enteré, pasé por el mismo ciclo emocional que muchos otros escritores: sorpresa, luego indignación y finalmente depresión. No sé qué más decir. Aparte de gruñir un poco, ¿qué más se puede decir? No importa lo que Vargas Llosa haya dicho, él no es político sino escritor.

Recuerdo haber leído hace unos días un artículo que definía lo que es un escritor con las siguientes palabras: “La misión más grande e importante de un escritor es combatir las falsedades, dar testimonio de la verdad de la historia y restaurar la dignidad de la humanidad». No estoy segura de quién las pronunció por primera vez. Vargas Llosa debe de rondar los ochenta. ¿Es realmente necesario? Ocultar, ocultar, ocultar, esas tres palabras forman parte de la historia de amor entre Tang Wan y Lu You que la mayoría de los chinos conocemos. Pero aquí me gustaría tomar prestadas tres palabras del gran poeta de la dinastía Song, Lu You: error, error, error.


FUNCIONARIOS CHINOS

Diario de Wuhan, Fang Fang, p. 347

Hoy me he dedicado a buscar documentos oficiales relacionados con la dimisión de funcionarios gubernamentales en China. He encontrado uno que se titulaba “Normas provisionales sobre la dimisión de funcionarios del Gobierno y cuadros del Partido”. No estoy segura de en qué año se publicó esta versión o si se ha revisado más tarde, pero de todos modos voy a citarla. El capítulo cuarto del documento se titula “La dimisión tras la asunción de responsabilidades» y el artículo decimocuarto establece: «Los funcionarios del Partido y del Gobierno que en el ejercicio de su cargo cometan errores que produzcan grandes pérdidas, tengan consecuencias catastróficas o provoquen accidentes graves, no seguirán prestando servicios en el actual cargo oficial y deberán presentar su dimisión y responsabilizarse de dichos errores».

El artículo decimoquinto es aún más específico: “ 1) En los casos en que por negligencia en el trabajo se produzca un incidente grave con perjuicios para los ciudadanos, o cuando cualquier suceso acaecido por conductas de grupo o cualquier acontecimiento imprevisto sea manejado de modo inapropiado, provocando consecuencias o efectos contrarios a su resolución, los principales dirigentes involucrados deberán asumir la responsabilidad y presentar su dimisión. 2) Por los errores graves en la toma de decisiones que produzcan pérdidas económicas a gran escala u otros impactos negativos, los dirigentes con mayor parte de culpa deberán asumir la responsabilidad y presentar su dimisión. 3) En los casos de negligencia grave en relación con la prevención de desastres y las operaciones de socorro, la prevención de epidemias y brotes infecciosos, etcétera, de las que resulten grandes pérdidas o efectos adversos, los principales dirigentes involucrados deberán asumir la responsabilidad y presentar su dimisión. 4) En casos de negligencia grave en materia de seguridad laboral, en accidentes frecuentes o múltiples, que produzcan una responsabilidad civil grave, el dirigente a cargo deberá asumir la responsabilidad y presentar su dimisión. 5) En los casos de negligencia grave en la gestión y supervisión de los mercados económicos, en la protección del medio ambiente, la gestión social, etcétera, que causen accidentes graves, de manera continuada o con efectos múltiples, que provoquen pérdidas a gran escala como resultado de decisiones directivas erradas, el funcionario a cargo deberá asumir la responsabilidad y presentar su dimisión.


INCIPIT 1.108. LIQUIDACION / LING MA

Tras el Final llegó el Principio. Al Principio éramos ocho, luego nueve -esa era yo-, un número que ya no haría más que disminuir. Nos encontrarnos los unos a los otros en el camino, tras abandonar Nueva York en busca de la seguridad de los pastos del interior. Los habíamos visto en las películas, aunque no sabíamos en cuáles exactamente. Eran muchas las cosas que no ocurrían del mismo modo que en la pantalla. 

Éramos expertos en marketing y abogados especializados en propiedad y profesionales de recursos humanos y consultores financieros personales. No sabíamos cómo se hacía nada, así que lo buscábamos todo en Google. Buscarnos “cómo sobrevivir en la naturaleza”, y Google nos devolvió imágenes de hiedras tóxicas, huellas de oso e insectos de cuyo veneno era mejor alejarse. No estaba mal, pero queríamos saber cómo ir a la ofensiva, en contra de todo. Buscarnos “cómo hacer fuego” y vimos en YouTube vídeos de hogueras encendidas mediante el choque del pedernal y el acero


L'AMOUR

Amor intempestivo, Rafael Reig, p.116

Me acosté con la mayor cantidad posible de chicas, pero como en la biblioteca, me interesóalgo parecido al benedictino fray Benito Jerónimo: una parisina mayor, chiflada, culta y muy promiscua. Con Marie Matin aprendí que el sexo no tenía por qué ser un saludable pasatiempo juvenil ni tampoco un drama clandestino, lleno de sufrimiento y rimbombancia lúgubre. Para Marie el sexo era parte del patrimonio cultural francés y merecía dedicación y aprendizaje; y exigía imaginación, inteligencia y curiosidad. El objetivo era por supuesto el placer, pero ¿qué placer? ml de quien asiste a una ejecución pública o al lanzamiento de una cabra desde un campanario, como en España? ¿o el de quien hace gimnasia por las mañanas y forma parte del equipo de cheerleaders de la universidad, como en Estados Unidos? Lo que me enseñó Marie es que el placer aumenta con el esfuerzo. Uno puede conformarse con escuchar a una charanga interpretando Paquito el chocolatero, sin duda; pero valen la pena el tiempo y el trabajo empleado en poder disfrutar mucho más con Mozart. Los meses empleados en leer a Proust ponen a tu alcance un placer desconocido e inalcanzable para el lector de Pérez-Reverte. Pero hubo más cosas que me enseñó Marie: el placer da forma a la identidad. Descubrir qué es lo que te provoca placer, inventarlo juntos la mayoría de las veces, es construir una identidad propia. Por eso el sexo es quizá la gran contribución francesa a la cultura europea (de la cultura sexual japonesa o india, por entonces, yo no sabía gran cosa): descubrir una forma de placer que has creado a tu medida y ser capaz de compartirla con otra persona, crear una intimidad, es una de las aventuras más valiosas de una vida que merezca ser vivida.


LAS MUJERES DE LA MOVIDA

Amor intempestivo, Rafael Reig, p. 101

Casi de la nada, a partir de un puñado de barro, las provincianas, las pardalas, las isidras, las paletas construyeron una ciudad incandescente escondida en aquel poblachón manchego, un amanecer insomne y fulgurante, invisible para todos los demás. Venían a la capital con un sueño, un mapa dibujado a mano alzada en patios de recreo, en los lavabos de los bares -a los que iban de dos en dos para conspirar-, en la oscuridad del cine o en los bancos de los parques; y la ciudad no tuvo más remedio que ceder ante el empuje de su testaruda fantasía pueblerina, hasta convertirse en lo que ellas esperaban, lo que habían soñado, ese Madrid nocturno y febril en el que iban a ser pintoras, fotógrafas, poetas, cantantes o directoras de cine. Sus padres eran agricultores acomodados, tenderos ricos, médicos, directores de banco o veterinarios; personas principales en sus provincias, pero en Madrid no eran nadie. De los chicos de pueblo como ellas no podían esperar gran cosa, estudiaban Agrónomos o se hacían veterinarios para volver a hacerse cargo del negocio familiar, o necesitaban un título de médico o de abogado para colgarlo enmarcado en la pared del despacho o de la consulta. A las chicas solo se les pedía que volvieran con más mundo, mejores modales y el brillo de haber estado allí, y por lo tanto con valor añadido en el mercado matrimonial de sus provincias agropecuarias. Ellas nunca volvieron. O volvieron demasiado tarde, deshechas por la lluvia o por un viento desbocado; borradas por la niebla; muñecas de trapo descosidas, pero con el orgullo intacto; y también con el consuelo de haber inventado una ciudad. La fabricaron en un abrir y cerrar de ojos, como las chabolas de los sesenta, poniendo el tejado antes del amanecer para que no la derribaran las autoridades, y con los mismos materiales de construcción o de desecho: cascotes, ladrillos robados, ropa del Rastro arreglada en casa, escombros, películas de súper 8, cartones, fanzines en ciclostil, chapas de uralita, macetas de marihuana o bandas de rock que ensayaban en una nave industrial o en un garaje. Los que vivíamos en la capital éramos hijos de familia, con hora de llegada y dinero de bolsillo, niños pijos, chicas cursis, zampatortas que nunca estaban a la altura de su impaciente deseo provinciano, universitarios zurumbáticos que metíamos mano en los cines de sesión continua. Sus únicos aliados fueron los chavales de la periferia, los macarras de barriada y billares, los de Carabanchel o La Elipa, que daban botes con Rosendo, locos por incordiar, disparando pan de higo. Juntos, los pandilleros y las paletas, los quinquis y las churris, los jivis y las poligoneras, un domingo a mediodía, en un bar del Rastro que se llamaba La Babia, hasta el culo de sol y sombras, se disfrazaron de punkis ingleses -según aparecían en las revistas- y así inventaron lo que luego se convirtió en una marca registrada: la movida madrileña, de la que -nada más cubrir aguas- se apropiaron los chicos de buena familia, las almidonadas niñas pijas, los políticos, los periodistas y el respetable público.


LITERATURA ESPAÑOLA

Amor intempestivo, Rafel Reig, p. 43

Orejudo habló en aquella presentación de lo que seguimos hablando todavía. Explicó «la paradoja del éxito: en este país no hay más de diez mil personas a las que les guste leer; por lo tanto, si quieres que tu libro tenga éxito, y que venda más de diez mil ejemplares, necesitas escribir la clase de novela que les guste a quienes no les gusta leer. Ahora bien, ¿qué narices querrán leer aquellos a quienes no les gusta leer? La respuesta, dijo, podría estar en esas «hamburguesas vegetales” que entonces empezaban a ponerse de moda entre los vegetarianos a quienes no les gusta la verdura. ¿Alguien querría comerse un solomillo con aspecto de coliflor? Por supuesto que no. No hay «coliflores cárnicas” por la sencilla razón de que a la mayoría le gusta de verdad la carne; en cambio la hamburguesa vegetal cada vez tiene más público, porque a la mayoría no le gustan las verduras, pero se niega a admitirlo y desearía que le gustaran, como les sucede con la literatura. En esa categoría de «novela vegetal” enmarcó Orejudo el éxito de la llamada «nueva narrativa española”, nuestros predecesores: tenían apariencia de literatura, pero no eran más que tebeos dirigidos a quienes se aburren con la literatura. Tebeos novelados semejantes a las hamburguesas vegetales.


JACKIE

Vamps & Tramps, Camille Paglia, p 289

Al reflexionar hoy sobre el estoico dominio del yo y el entorno de Jackie en los momentos posteriores al asesinato, podemos lamentar la falta de respeto con que mi romántica generación de los sesenta trató el artificio de la etiqueta. Fue la tradición y la ceremonia (un grave formalismo de lamentos como en Las coéforas de Esquilo) lo que reorganizó las emociones destrozadas y desperdigadas de la nación después del impresionante asesinato de su lider. Mientras abandonábamos el sofocante conformismo de los cincuenta, nuestra indiferencia hacia los aspectos positivos de la convención acabó por embarrancamos en el sensiblero Gran Regodeamiento de la cultura victimista. «Exteriorízalo”, dijimos, de lo cual estamos pagando el precio ahora. La elegante dignidad de Jackie bajo la presión, su frío rechazo de las quejas o de la autocompasión, demuestran la redención que se puede encontrar en la represión, la sublimación y el silencio.

Como patrona, conocedora y conservadora de las artes, Jackie se distinguía de la mayoría de las mujeres de clase alta aficionadas a los caballos, con sus bravatas bélicas, su seriedad y su dinamismo (buenos ejemplos son la Princesa Ana o la querida del Príncipe Carlos, Camilla Parker-Bowles) que era, irónicamente, el estilo de los bulliciosos Kennedy de Hyannisport, cuya afición al fútbol provocó la rotura del tobillo de la nueva esposa de Jack. Al equilibrar lo contemplativo con lo activo, Jackie redescubrió el ideal griego en la equitación.

Y el deporte le otorgó reflejos soberbios. Una de las absurdas afirmaciones del libro Una mujer llamada ]ackie (1989) de C. David Heymann, es que cuando se derrumbó sobre la parte de atrás de la limusina en Dalias, Jackie estaba huyendo aterrorizada por su vida. ¡Que Apolo nos guarde de los biógrafos ratones de biblioteca! Si Jackie hubiera buscado la seguridad, el gesto de agacharse sobre la silla de montar que tenía completamente asimilado la habría hecho alcanzar el suelo del coche de inmediato. Al abalanzarse sobre un fragmento volador del cráneo de su marido, Jackie se situó directamente en la línea de fuego, un acto de gran valentía física por el que nunca ha sido honrada.


BAILE

Vamps & Tramps, Camille Paglia, p. 123

¿Por qué tantos hombres quieren ver desvestirse a las mujeres? He escrito sobre los orígenes paganos del striptease, el desvelar ritualmente un cuerpo que siempre será misterioso debido a la oscuridad interna del vientre, del que todos procedemos. El exhibicionismo sexual desempeña un papel en la mayoría de los cultos de la naturaleza, como el hinduismo. Mi interés por este tema data de una Feria del Estado de Nueva York en Syracuse a finales de los cincuenta, cuando tenía unos diez años. Un charlatán presentó a una bailarina que interpretaba la danza del vientre, la cual llegó ondulándose desde una tienda y adoptó una pose al extremo de la plataforma. Quedé hipnotizada. Me aparté corriendo de mi sobresaltada familia y atravesé la densa multitud masculina para mirarla con asombro estupefacto. Mis padres me contaron la historia durante años, ya que la bailarina, acostumbrada a que las mujeres la ignorasen por completo, me devolvió la mirada con alarmada perplejidad. Estoy segura de que debí de parecerle una idiota, con la boca abierta y los ojos como platos.

El baile sexual, que los chicos guapos interpretan para los hombres gays, es una gran forma artística con antiguas raíces. Rechazo el estribillo feminista de la «mirada masculina», que supuestamente vuelve pasivo e inerte todo lo que toca. Como mantenía en mi primer libro, la objetificación sexual es característicamente humana e indistinguible del impulso artístico. No hay nada degradante en la exhibición de alguna parte del cuerpo humano. Son los que se sienten incómodos u ofendidos por el baile erótico los que tienen un problema: sus respuestas naturales han sido restringidas por la ideología, religiosa o feminista. La Iglesia cristiana de los primeros tiempos prohibió el baile debido a sus asociaciones paganas y su muy auténtica incitación a la lujuria.


BAROJA

Pío Baroja, Eduardo Mendoza, p. 132

A mí me pasa que, no ya desde un punto de vista intelectual, sino de uno material, he sido considerado de tan distinta manera que me ha sorprendido. Se me ha pintado como alto y bajo, como rubio y moreno, como esquelético y como hombre de una obesidad monstruosa. Si en una cuestión de aspecto físico y comprobable puede haber opiniones contrarias, ¡qué no habrá desde un punto de vista espiritual!

Así he sido yo para algunos anarquista, conservador, reaccionario, imperialista, racista, enemigo del pueblo, partidario de la aristocracia; bueno, malo, impío, piadoso ... Como literato, he sido imitador, plagiario de treinta o cuarenta escritores, algunos de los cuales no conocía siquiera. La mordedura a mí no me choca, aunque no hago mucho caso de ella. Está en el aire exasperado y cerrado de los pueblos meridionales. Me choca más la incomprensión.

A mí me ha interesado mucho la gente, sus reacciones, sus ideas, sus costumbres, pero sus opiniones no me han interesado tanto. De ahí que haya vivido un poco como extranjero curioso, y que los demás hayan tenido de mí una idea un poco estrafalaria y absurda.

Yo no sé si he hecho algo que valga la pena, pero en ciertas cosas me siento tranquilo. Creo que he luchado por la existencia con dignidad, sin aprovecharme de los demás, y sin emplear vilezas.

No he adulado nunca a nadie y menos al pueblo. Ahora mismo, ya viejo, en un momento en que todo lo que tenía se lo ha llevado la trampa, he conservado la serenidad. Y al ver que el barco en donde uno navega se hunde, va comprobando cómo va subiendo el nivel del agua en la sentina.

París, Cité Universitaire, 1938

Del prólogo de Pío Baroja a la obra de Miguel Pérez Perrero, Vida de Baroja


INCIPIT 1.107. VAMPS & TRAMPS / CAMILLE PAGLIA

El título de este libro evoca una personalidad perdida en el feminismo contemporáneo. Las vampiresas son reinas de la noche, el reino primitivo que ha sido excluido y reprimido por las sedadas profesionales de clase media actuales en sus oficinas resplandecientes y ordenadas. La prostituta, la seductora y la fascinante estrella de cine ostentan el antiguo poder vampírico de la mujer sobre el hombre. Ese poder no es racional ni medible. Las reglas apolíneas que seguimos en el puesto de trabajo no controlan por completo los impulsos demoniacos de la noche dionisiaca. La igualdad sexual ante la ley -la primera gran meta del feminismo moderno- no puede trasladarse con la misma facilidad a nuestras vidas emocionales, donde gobierna la mujer. El arte y la pornografía, no la política, nos muestran la auténtica realidad del sexo.

Quiero un feminismo revampirizado. Recuperar a la vampiresa significa que la mujer debe ser una golfa. Mi generación de rebeldes de los sesenta quería destruir los códigos burgueses que se habían convertido en los tótem es autoritarios de los cincuenta. La chica «agradable» con su discurso suave y saneado y sus modales decorosos tenía que desaparecer. Treinta años más tarde, seguimos atrapados con ella, ahora bajo la forma de las portavoces oficiales y las herederas sagradas del feminismo establecido.


INCIPIT 1.105.RIO REVUELTO / JOAN DIDION

Lily oyó el disparo a la una menos diecisiete. Supo qué hora era con exactitud porque, en vez de mirar por la ventana la oscuridad donde el disparo todavía reverberaba, siguió abrochándose el cierre del reloj de pulsera de diamantes que Everett le había regalado hacía dos años, para su decimoséptimo aniversario; se quedó mirando la esfera un largo rato y luego, sentada en el borde de la cama, se puso a darle cuerda.

Cuando ya no pudo darle más cuerda, se puso de pie, todavía descalza de la ducha, cogió un frasco de ]oy de su mesa de tocador, se echó un buen chorro en la mano y se lo metió por debajo del cuello del vestido para extendérselo, como si fuera una especie de amuleto, por los pechos pequeños y desnudos: en las páginas despreocupadas de aquellas revistas en las que ]oyera proclamado periódicamente el Perfume más Caro del Mundo, no salía ninguna mujer que, estando sentada en su dormitorio, oyese disparos en su embarcadero.


INCIPIT. 1.106. CUANDO EDITAR ERA UNA FIESTA / JAIME SALINAS

El primer volumen de las memorias de Jaime Salinas, Travesías, terminaba con estas palabras:

Poco después, el taxi nos dejaba ante un sólido edificio de cemento gris con un gran rótulo que decía: INDUSTRIAS GRÁFICAS SEIX BARRAL, HNOS. Al adentrarnos en el portalón sentí el olor, casi familiar, de la tinta. A la derecha vi la puerta que tenía que cruzar. Esta vez no fue necesario agachar la cabeza. Poco podía imaginarme que, al cruzar el umbral de aquel edificio, que más tarde sería conocido como «la Casa Oscura», daba los primeros pasos de lo que sería mi larga trayectoria profesional en el mundo editorial. iY precisamente en España, país del que siempre había querido huir! Jaime Salinas acababa de llegar a España pocos meses antes sin un plan definido. Una carta a la familia resumía sus impresiones:

Queridos todos:

Qué difícil es el analizar mi reacción a todo esto, algo completamente inesperado; nada de lo que creía que iba a sentir he sentido. O sea que es totalmente diferente de la idea de España que nosotros nos hemos hecho en los EE.UU. o donde sea. No quiere decir esto que lo que he encontrado aquí me disgusta, ni muchísimo menos.


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