Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

MIERDA Y AGUA

De Ventajas de viajar en tren de A Orejudo, p.136


Los cándidos humanistas han creído siempre que podíamos acceder al alma humana a través del trato cálido y la amable conversación entre personas, pero la verdadera esencia del hombre está en la mierda, en esa materia despreciable que creemos bajar por una mbería anónima y sumergirse con un ruido líquido en las aguas fecales de las alcantarillas. Si alguien se tomara la molestia de recoger y analizar nuestras defecaciones, se sorprendería de la abundante información que contienen. Mucha protección de datos; mucho discutir sobre si nos controlan o no cuando pagamos con tarjeta de crédito, o cuando usamos Internet, pero luego no nos importa suministrar despreocupadamente y con alivio cuando nos creemos a salvo de cualquier mirada y nos sentamos en nuestra íntima taza del váter los aspectos más ocultos de nuestra personalidad, de nuestros gustos y nuestro temperamento, de nuestros ciclos y nuestras crisis. Así es como abrimos nuestro corazón a los demás; no somos nada más que un puñado de mierda. Un puñado de mierda y ochenta por ciento de agua.

Helga sintió que se mareaba con las palabras de Martín y con los gases, sin duda tóxicos, que emanaban de las toneladas de basura allí almacenadas. Su agobio contrastaba con la jovialidad y el bienestar que parecía sentir Martín descubriendo su propia mierda.

INCIPIT 269. EL ABANICO DE LADY WINDERMERE / OSACR WILDE

ACTO PRIMERO


Pequeño salón de la casa de LORD WINDERMERE, en Carlton House Terrace. Dos puertas, una al fondo y otra a la derecha. Mesa escritorio con libros y papeles. Sofá y una mesita a la izquierda. A la izquierda también, una ventana que da a la terraza. A la derecha, una mesa.

LADY WINDERMERE, junto a dicha mesa, arregla unas rosas en un jarrón azul.

[Entra PARKER.]

PARKER. ¿Recibe Su señoría esta tarde?

LADY W. Sí... ¿Quién ha venido?

PARKER. Lord Darlington, señora.

LADY W. [Tras breve vacilación.] Hágale pasar... Y estoy en casa para todo el mundo.

PARKER. Bien, señora.

[Sale PARKER.]

LADY W. Es mejor que le vea antes de esta noche. Me alegro de que haya venido.

[Entra PARKER.]

PARKER. Lord Darlington.

[Entra LORD DARLINGTON y sale PARKER.]

LORD D. ¿Cómo está usted, lady Windermere?

LADY W. Muy bien; ¿y usted? No, no puedo darle la mano.

JAMESIANA

De El amante de Italia, de henry James, p.33
GIOTTO
Este artista, adentrándose en el énfasis a cualquier precio, golpea con fuerza, valga la expresión, en el núcleo de su idea -gracias a lo cual su concentración no ha sido jamás superada. En otras palabras, tiene, en la medida de sus posibilidades, un genio de suprema expresividad; consigue que la sola sombra de un propósito intencionado o una actitud representada sea tan inconfundible que sus figuras nos conmueven a veces como criaturas que encontramos repentinamente, demasiado alarmantes, demasiado amenazadoras. Exiguo, primitivo, sin desarrollar y, sin embargo, inconmensurablemente fuerte; llega a hacernos creer que, de haber vivido unos cuantos años más tarde, Miguel Ángel podría haber encontrado un rival. Y no es que sea dado a posturas complicadas o esfuerzos sobrehumanos. Ese algo raro que nos perturba y nos obsesiona en a sombra su obra brota, más bien, de una especie de familiaridad feroz.

BENETIANA

De Correspondencia, de JB y CMG, p. 93-94
Cuando se mete uno en el terreno del amor ¿en qué medida se puede mantener una conducta liberal? Yo voy creyendo cada día con más convicción que el amor no es un sentimiento más, que un día nace en el pecho de un hombre y Otro día se puede apagar. Yo voy creyendo que se trata de una concentración de sentimientos, ya conocidos y viejos como él, que andaban más o menos separados y dispares, cada uno de los cuales tenía un objeto distinto donde aplicarse: el amor —parece un tanto pueril y obvio decirlo— se traduce en que un mismo y único objeto concentra sobre sí todos los sentimientos. Antes para su sentimiento de curiosidad tenía los libros, para el cariño la madre o el perro, para su afán de diversión sexual la maítresse, para su envidia el dinero y para su amenidad el paseo por el campo. Y ahora resulta que toda su curiosidad, su cariño, su envidia, su ambición y su capacidad de goce se concentran sobre una mujer que desenfoca a todos los objetos que antes absorbían esa gama tan variada. De donde resulta que la atención del hombre queda absorbida por esa mujer; antes también la tenía absorbida pero diversificada. Y aquí entra de nuevo el principio de Lavoisier.

INCIPIT 268. ESTIO / EDITH WHARTON

Una muchacha salió de la casa del abogado Royall, al final de la única calle de North Dormer, y se detuvo en el escalón de la puerta.

Era el comienzo de una tarde de junio. El cielo transparente como un manantial bañaba con un sol plateado los tejados de las casas, los prados y los bosques de alerces circundantes. Un viento suave se movía entre las redondeadas nubes blancas sobre los contrafuertes de las colinas, llevando sus sombras a través de los campos y de la carretera cubierta de hierba que adquiere el nombre de calle al pasar por North Dormer. El poblado se encuentra en territorio alto y abierto, y carece de la pródiga sombra de los más protegidos pueblos de Nueva Inglaterra. La arboleda de sauces llorones que rodea el estanque de los patos, y las píceas noruegas que se encuentran ante la verja de Hatchard proyectan casi las únicas sombras existentes en la acera que va desde la casa del abogado Royall al punto en que, al otro extremo del poblado, la carretera sube por encima de la iglesia y rodea la negra muralla de abetos americanos que encierra el cementerio.

DEPRESION

De Ventajas de viajar en tren, de Antonio Orejudo, p. 93

Depresión postesquizofrénica


Adinamia o astenia, depresión física y psíquica con debilitación muscular. La paciente presenta un trastorno depresivo aparecido tras un episodio esquizofrénico. Persisten los síntomas de la esquizofrenia catatónica, pero predominan los depresivos: desgana, apatía, abulia y sentimiento de irrealidad o extrañeza respecto al mundo externo o a sí mismo. Distanciamiento respecto al entorno. Disforia. La paciente presenta poca expresividad facial y lentificación de los movimientos espontáneos, disminución de la frecuencia del parpadeo, pocas inflexiones vocales y mirada huidiza. Síntomas de anhedonia, vacío emocional y flexibilidad cérea. Despersonalización.

INCIPIT 267. VENTAJAS DE VIAJAR EN TREN / ANTONIO OREJUDO

El casamiento engañoso


Imaginemos a una mujer que al volver a casa sorprende a su marido inspeccionando con un palito su propia mierda. Imaginemos que este hombre no regresa jamás de su ensimismamiento, y que ella tiene que internarlo en una clínica para enfermos mentales al norte del país. Nuestro libro comienza a la mañana siguiente, cuando esta mujer regresa en tren a su domicilio tras haber finalizado los trámites de ingreso, y el hombre que está sentado a su lado, un hombre joven, de nariz prominente, ojos saltones y alopecia prematura, que viste un traje azul marino y lleva sobre las rodillas una peculiar carpeta de color rojo, se dirige a ella con esta pregunta tan peregrina:

—Le apetece que le cuente mi vida?

Vaya pregunta. Al oírla, nuestra mujer, de aspecto más elegante y distinguido, mayor en edad, aunque menuda en estatura y, como suele decirse en estos casos, de semblante agradable y ojos vivarachos, se queda petrificada.

PENSAR, CLASIFICAR

De Ventajas de viajar en tren de Antonio Orejudo


Aparcó cerca de la biblioteca y halló sin dificultad el acceso a los anaqueles. La signatura DP estaba ubicada en el tercer piso, y allí se encaminó por una escalera interior. Las inmensas estanterías metálicas, repletas de volúmenes, dibujaban estrechos pasadizos desiertos y oscuros por los que de cuando en cuando Helga se tropezaba con algún estudiante. El sistema de catalogación por la CDU no tiene pérdida; en seguida localizó la serie 233 de la signatura DP, y sólo tuvo que seguir el orden alfabético para dar con DP 233.B7.C9. El volumen Cio, el que debía tomar en sus manos quien llegara primero, no estaba. Instintivamente se volvió, pero a su espalda no había nadie. Ni a su derecha. Ni a su izquierda. Se encontraba en medio de un largo pasillo, sola. De pronto se apoderó de ella una angustiosa sensación de opresión; libros delante, libros detrás, libros arriba, libros abajo, y necesitó salir, respirar aire puro. Logró contenerse, no obstante, y esperar. Era posible que Fat hubiera llegado antes que ella, hubiese cogido el volumen y estuviera dando una vuelta por la biblioteca, podía ser estudiante de Stony Brook. Era posible también que el libro hubiera sido tomado en préstamo por otra persona, en cuyo caso Fat llegaría a ese mismo punto a la hora acordada. Pasaban cinco minutos de las cinco de la tarde. Repentinamente Helga Pato tuvo la sensación de estar siendo observada.

INCIPIT 266. CORRESPONDENCIA / JUAN BENET, CARMEN MARTIN GAITE

Madrid, 16 de julio de 1964

Querido Juan Benet:

Mucho tengo que retroceder en el tiempo para recordar dos horas tan buenas como las que pasé ayer en tu casa. Son de esas que almacenan beneficio y lo van desplegando después y a distancia. Por eso hoy me doy más cuenta que ayer de lo bien que me sentaron. No te lo puedes ni figurar.

Adiós.

No dejes de venir algún día para traerme los Ensayos de incertidumbre. Que estés bien, y gracias por todo.

Tu amiga

Carmiña

BENETIANA

De Coorepondencia / Carmen Martín Gaite, Juan Benet, p.51
Para mí el primer problema es el objeto del discurso. Todo lo vago que tú quieras: el carecer de un objeto concreto también es una disposición. También tiene su objeto. Sin duda no es más que un espejismo porque como es obligado decir algo al no proponerse un objeto cualquiera, se eligen todos. Se elige la multitud porque un individuo cualquiera no goza de suficiente atractivo, y eso se debe siempre a una inhibición, a una falta de voluntad, una falta de valor para confesarse a sí mismo el poco deseo que obra en nuestro interior de desarrollar el esfuerzo que necesita la comprensión cabal de un individuo. Kafka, Proust y Faulkner son tres escritores que siempre me han obsesionado. Por muy bien que los conozca siempre me dejan perplejo. Hay un rasgo común a los tres: los tres son capaces de abandonarlo todo —el héroe, la narración, la unidad dramática, las proporciones del todo— por indagar el sentido más cabal y último de una sola palabra. Por una sola conjunción, colocada en un contexto especial, son capaces de consumir páginas y páginas. Eso es en definitiva una postura cuya raíz hay que buscarla en la misma pasión que un día les llevó a escribir. Ésa es la prueba de su honestidad; porque una vez que adquirieron la maestría del estilo, se convencieron que lo importante era su función, más que el objeto del discurso, porque tan válido es una conjunción como un amor contrariado. Hasta pronto. 


Juan

INCIPIT 265. EL AMANTE DE ITALIA / HENRY JAMES

En los últimos y felices días de mayo uno puede decir, sin hacer injusticia a nadie, que el estado de ánimo de cualquier forestiero en Roma es de intensa impaciencia esperando el momento en que todos los demás forestieri hayan abandonado la ciudad. Se puede confesar este sentimiento sin ser juzgado de misántropo. La ciudad ha estado durante los meses de invierno tan completamente en manos de los bárbaros que el apasionado viajero encuentra cada vez más difícil mantener límpida su pasión. El viajero experimenta una atribulada sensación de impresiones pervertidas y adulteradas; el venerable rostro nos desconcierta con su yana impaciencia por verse reflejado en ojos ingleses, americanos, alemanes. No es simplemente el hecho de que uno nunca sea el primero o nunca sea el único en los lugares clásicos o históricos donde uno ha soñado con persuadir al tímido genius loci para que se manifieste con más confianza no es simplemente porque San Pedro, el Vaticano, el Palatino, resuenan siempre con la nota falsa de idiomas sin estilo; es la sensación opresiva de que la ciudad del alma se ha convertido por el momento en una monstruosa mezcla de balneario y tienda de souvenirs cuya vida más apasionada es la de los turistas que regatean sobre falsas tallas y bostezan en palacios y templos. Pero a uno le han hablado de un tiempo feliz cuando esos abusos empiezan a desaparecer, cuando Roma comienza a ser Roma de nuevo y uno puede disfrutar de ella con exclusividad.

11 DE SEPTIEMBRE

Watten.
Un legado
A finales de septiembre recibí, por la venta de los terrenos de Ólling, que después de la muerte de mi tutor se habían repartido por mitad entre mi primo y yo, una suma de dinero bastante importante, que yo mismo no quería utilizar pero que, enseguida, quise dedicar a un buen fin, y de hecho, movido por la lectura de varios escritos de Undt, matemático y jurista, que se ocupaban todos de la situación, en cualquier caso sin salida, de los reclusos recién puestos en libertad, mi decisión de ofrecer en una breve carta a ese hombre, que no sólo con sus escritos, sino también directamente con su intervención personal, se ponía a la disposición de esos parias entre los hombres, siempre y con la mayor abnegación, la suma que me había llegado inesperadamente fue algo lógico. El 11 de septiembre le comuniqué a Undt, que, totalmente entregado a su tarea, se había establecido desde hacía años en el pequeño, insignificante, pero extraordinariamente conveniente para sus fines Gars del Kamp, mi decisión de poner a su disposición millón y medio, y el 13 recibí la siguiente respuesta:

De Relatos de Thomas Bernhard

PRETERITO PERFECTO

JORNADAS LIBERTARIAS INTERNACIONALES 1977

De La generación de la democracia / JL Velásquez, J Memba, p.65
EL AUGE DEL ANARQUISMO
El anarquismo en España procedía de una larga tradición que recuperó sus fueros a mediados de los setenta. No tardó en acoger en su seno a los jóvenes cansados de ser carne de cañón en las filas de la IR, deseosos de liberarse de las ataduras que imponía el modelo leninista de partido y ansiosos porque se tomara un poco en serio el valor de la libertad individual, denostada en igual proporción en la mayoría de las organizaciones que se llamaban revolucionarias. En este sentido, destaca la absoluta incomprensión respecto a cuestiones como la sexualidad, la música, las drogas o simplemente los atuendos juveniles. A los ojos censores de los dirigentes revolucionarios, la libertad individual, o, lo más importante, su ejercicio, representaba un peligro y un ejemplo de contagio ideológico burgués. Escuchar punk-rock anglosajón, en lugar de folclore de las distintas nacionalidades, llevar vaqueros y pelo largo, así como fumar porros o ser homosexual, representaba, para estas organizaciones, el colmo del aburguesamiento y el liberalismo.
Después de la legalización de la CNT se ponen de manifiesto los enfrentamientos entre los dos modos de entender la práctica y la militancia anarquista. Por un lado, existe un sector próximo al anarcosindicalismo más tradicional, partidario de encauzar el movimiento desde los centros de trabajo. Por otro, se encuentra una concepción del anarquismo más abierta, que pretende aglutinar no sólo a los trabajadores, sino también a los estudiantes, a las feministas, a los homosexuales y al resto de los grupos marginales (psiquiatrizados en lucha y presos sociales, por ejemplo). El recelo de los viejos militantes y de los dirigentes sindicales hacia esos grupos era muy fuerte, olvidando que este anarquismo disperso era la mejor baza para una renovación del movimiento no sólo ideológica. Pero, a pesar de las muchas contradicciones que encerraba, el movimiento anarquista se convirtió en refugio de los jóvenes desencantados y todavía atraídos, de alguna manera, por las reivindicaciones radicales y por el discurso de la revolución. El espacio anarquista era un teatro de operaciones donde podía ocurrir lo mejor y lo peor, donde la ausencia de una disciplina rígida era el máximo regalo.
No cabe duda de que si hubo una ideología por la que se decantó mayoritariamente la Generación del 77, ésa fue el anarquismo. Para el poder, los ácratas no eran más que una panda de drogados, y la gente «normal» seguía creyendo que habían dejado de existir después de la guerra Sin embargo, la participación multitudinaria en las jornadas libertarias de aquel verano dio fe del resurgir anarquista que se estaba empezando a detectar desde el agarrotamiento de Puig Antich. La aspiración revolucionaria que conmoviera a Orwell cuarenta años antes se mantenía viva en la Cataluña de 1977 por el impulso de la juventud. En un ambiente sin horarios ni alguaciles, claramente festivo —puesto que la revolución es la auténtica fiesta de los oprimidos—, los jóyenes militantes de la CNT, la organizadora de las jornadas, o de Mujeres Libres, debatieron animada- — mente en el Salón Diana con García Rúa, Cipriano 67 Damiano, López Campillo y algunos otros destaca- dos anarquistas, como Dany Cohn-Bendit. Los miembros irreductibles de la Generacion del 68 se- guían siendo los mentores de sus «hermanos pequeños». Allí se habló de la lucha de los homosexuales, de expansionar la conciencia programada por el sistema de enseñanza obligatorio mediante el uso de alucinógenos, y de la diferencia latente entre ácratas y anarcosindicalistas. También se puso de manifiesto la capacidad del pensamiento ácrata para cuestionar la hegemonía marxista en la izquierda cultural, así como para presentar alternativas concretas al comunismo real en problemas como el que planteaba el Estado o la autogestión. Se habló, por supuesto, de asambleísmo, y se llegaron a apuntar las conexiones existentes entre la ecología, la libertad sexual y la transformación social revolucionaria de signo libertario.

INCIPIT 264. LA MANO INVISIBLE / ISAAC ROSA

Siempre, al llegar, tiene un impulso de saludar. No un saludo teatral, de pararse, juntar los pies y doblar medio cuerpo con una reverencia, aunque el lugar invite a eso o incluso a algo más circense, dar una carrerita de impulso y encadenar varias volteretas con un salto final. Se conformaría con levantar la mano y agitarla en varias direcciones, quizás sonreír, pero no lo hace, qué ridículo, Entra desde la puerta del fondo y recorre treinta metros hasta alcanzar la zona donde están colocados los materiales y herramientas. Aunque ya es su segunda semana, todavía se pone un poco nervioso al llegar. Camina sin niNCaturalidad, con paso ligero, mirando al suelo, las manos en los bolsillos, calculando sus gestos como si se viera desde fuera, qué efecto provocará su andar tímido, mete barriga, levanta un poco la barbilla, le habrán visto o todavía no. Incluso en sus primeros movimientos, al colocarse el casco o coger el cepillo, lo hace con cuidado, evitando hacer ruido, como si así ganase unos minutos de soledad antes de que le vean. Mientras barre los restos del día anterior, la arenilla y las lascas de ladrillo que quedaron por el suelo, mira con disimulo, arrugando los ojos por el deslumbramiento.

MATEMATICA Y LOCURA

De Prisión perpetua, de Piglia, p.135
EXPERIENCIA. Los jóvenes matemáticos, dijo Erika, como los poetas y los ajedrecistas y los músicos, hacen sus grandes obras y sus grandes descubrimientos antes de los veinte años, luego envejecen y son conservados en el museo o se destruyen como una llama que arde un instante y muere. Empezó a dar nombres: Einstein, Gódel, Keats, Capablanca, Mozart, Rimbaud son siempre niños un poco monstruosos y siniestros. Fenómenos de feria. Existe, dijo, una galería de freaks en el universo intelectual. Ellos poseen el genio de la forma y captan con un solo golpe de vista grandes estructuras y las fijan en un punto porque carecen de experiencia. Tienen una capacidad inhumana de concentración porque no tienen pasiones. Son geniales porque son infantiles, es decir, porque son inexpertos. A medida que viven pierden el poder de abstracción. Son vírgenes, son célibes, son animales raros, crecen en condiciones excepcionales, aislados del mundo por el muro de vidrio de la muerte emocional, como peces nadan en el acuario, flotan en un lenguaje abstracto, personal, los signos son el único aire que respiran.

Pronto los cultivarán como a animales raros, en el monasterio de los campus universitarios, alejados del contacto con la vida.
El genio depende de la inexperiencia, dijo Erika y luego encendió un cigarrillo y se rectificó, el genio es la inexperiencia.

NUEVAS IDEAS SOBRE LA HOMINIZACION



De Panóptico, de Menéndez Salmón, p. 105



«A fin de cuentas, ser hombre consiste en interpretar signos olvidados junto a restos de viejas pasiones, en desentrañar inscripciones que otras conciencias abocetaron tras su paso por la tierra, en ser un perito de penas y faltas, del padrón de mentiras, vergüenzas y anhelos que cada débil simio heredó de sus mayores antes de legarlo a la posteridad».

INCIPIT 263. EL ALUMNO / HENRY JAMES

El pobre joven dudaba ‘v no acababa de decidirse: le suponía un gran esfuerzo abordar el tema económico, hablar de dinero con una persona que sólo hablaba de sentimientos y, por así decirlo, de sentimientos elevados. Sin embargo, no quería despedirse, considerando cerrado su compromiso, sin que se echara una mirada más convencional en esa dirección, pues apenas permitía posibilidad alguna el modo en que planteaba el asunto la afable y corpulenta dama que se hallaba sentada ante él, manoseando unos estropeados guantes de ante con su enjoyada mano regordeta, estrujándolos y deslizándolos al mismo tiempo, y repitiendo una y otra vez toda clase de asuntos, excepto aquello que a él le hubiera gustado escuchar. Le hubiera gustado oír la cifra de su salario; pero justo en el mismo momento en que el joven, con nerviosismo, se disponía a hacer sonar esa nota, regresó el niño —a quien la señora Moreen había enviado fuera de la habitación a buscar su abanico. Volvió sin el abanico, limitándose a decir que no lo encontraba. Mientras soltaba esa cínica confesión, clavó con firmeza la mirada en el candidato a obtener el honor de ocuparse de su educación, Éste pensó, con cierta preocupación, que lo primero que tendría que enseñarle a su pupilo sería cómo debía dirigirse a su madre —especialmente que no debía darle una respuesta tan inapropiada como aquélla.

OSSESSIONE


De Prisión perpetua, de Piglia, p. 19
La idea fija.
Steve se interesa cuando sabe que mi padre es médico y que ha estado en la cárcel. Sólo el que ha estado en prisión puede hablar de enfermedades, dice. Quiere que mi padre sea su médico personal. Empiezan una conversación fantástica sobre el alcohol. Incidentalmente, dice mi padre, todo lo que se ha escrito sobre la bebida es absurdo. Hay que empezar otra vez por el principio. Beber es una actividad seria, desde siempre asociada con la filosofía. El que bebe, dice Steve, intenta disolver una obsesión. Hay que definir primero la magnitud de la obsesión. No hay nada más bello y perturbador que una idea fija. Inmóvil, detenida, un eje, un polo magnético, un campo de fuerzas psíquico que atrae y devora todo lo que encuentra. ¿Ha visto alguna vez una luz imantada? Se traga todos los insectos que se le acercan, los trata como si fueran de fierro. He visto volar interminablemente a una mariposa en el mismo lugar hasta morir de fatiga.

INCIPIT 262. EL LAMENTO DE PORTNOY / JOSEPH ROTH



Portnoy, Mal de [llamado así por Alexander Portnoy (1933- )]. Trastorno en que los impulsos altruistas y morales se experimentan con mucha intensidad, pero se hallan en perpetua guerra con el deseo sexual más extremado y, en ocasiones, perverso. Al respecto dice Spielvogel: «Abundan los actos de exhibicionismo, voyeurismo, fetichismo y autoerotismo, así como el coito oral; no obstante, y como consecuencia de la “moral” del paciente, ni la fantasía ni el acto resultan en una auténtica gratificación sexual, sino en otro tipo de sentimientos, que se imponen a todos los demás: la vergüenza y el temor al castigo, sobre todo en forma de castración» (Spíelvogel, 0., «El pene confuso», Internationale Zeitschrift für Psychoanalyse, vol. XXIV, p. 909). Spielvogel considera que estos síntomas pueden remontarse a los vínculos que hayan prevalecido en la relación madre-hijo.

SUICIDIO

De Panóptico, de Menéndez Salmón, p. 59-60


Diario de sesiones

4 de diciembre

Los internos, que habían afrontado con excelente ánimo los preparativos navideños, se encuentran esta mañana abatidos por culpa del suicidio de Egon K., paciente que ocupaba la celda inmediata a la de Winter. Este ha plasmado sobre la servilleta del desayuno un sucinto razonamiento a propósito de la decisión de su vecino. Lo transcribo a continuación, dado su evidente interés:
«Al arrancarse la vida, ese pobre diablo estaba afirmando, de forma indirecta, su apego a la existencia. El suicidio es la máxima expresión de la voluntad por perdurar. Cuando Egon K. se arranca su tiempo y su cuerpo testimonia, de modo irrefutable a mi entender, que hubiera deseado habitar otro tiempo y otro cuerpo. Cada suicida resuelve así las antinomias entre eternidad y temporalidad, espíritu y materia, necesidad y libertad. Un hombre no se quita la vida porque el mundo o el resto de seres humanos le repugnen sino por el dolor que experimenta al no poder encarnarse en otro pedazo de carroña distinto al que le ha tocado en suerte conservar. No dudo que bajo el rostro azulado y feo de Egon K., recorrido por el aterrador ósculo de la estricnina, resplandecía la esperanza por poseer una piel páIida y lustrosa, dueña de un futuro inmejorable».

INCIPIT 261. EL MAPA Y EL TERRITORIO / HOULLEBECQ

Jeff Koons acababa de levantarse de su asiento con los brazos hacia delante en un impulso de entusiasmo. Sentado enfrente de él, en un canapé de cuero blanco parcialmente recubierto de seda, un poco encogido sobre sí mismo, Damien Hirst parecía a punto de emitir una objeción; tenía la cara colorada, sombría. Los dos vestían traje negro -el de Koons, de rayas finas-, camisa blanca y corbata negra. Entre los dos hombres, en una mesa baja, descansaba un cesto de frutas confitadas al que ni uno ni otro prestaba la menor atención; Hirst bebía una Budweiser Light.

Detrás de ellos, un ventanal daba a un paisaje de edificios altos que formaban una maraña babilónica de polígonos gigantescos que se extendía hasta los confines del horizonte; la noche era luminosa, el aire absolutamente diáfano. Se podría decir que estaban en Qatar o en Dubai; la decoración de la habitación se inspiraba en realidad en una fotografía publicitaria, sacada de una publicación de lujo alemana, del Hotel Emirates de Abu Dabi,
La frente de Jeff Koons relucía ligeramente; Jed la sombreó con un cepillo y retrocedió tres pasos.

CHISTE

De La mano invisible de Isaac Rosa, p.179


Qué más te da quién esté detrás de esto, yo en la fábrica tampoco sabía bien quiénes eran los dueños ni quiénes estaban en los despachos de la sede central. Mira a los presentes, uno a uno, juega a adivinar si alguno de ellos tendrá en su casa una limpiadora que una o dos veces por semana les friegue los baños yios suelos y les planche la ropa. Léete bien el contrato antes de quejarte, que seguro que lo pone ahí pero no nos hemos dado cuenta. Varias veces ha trabajado por horas en casas que eran como la suya, de trabajadores que no debían de ganar mucho más que ella, dos sueldos y una hipoteca, finales de mes apretados, breves vacaciones y un capricho de vez en cuando, pero sin embargo la llamaban y le pagaban treinta euros en lugar de limpiarse ellos mismos la casa. A mí en el fondo me gusta esto, creo que estamos participando en algo importante, no sé qué pero algo importante, en todo caso estamos mejor de lo que estaríamos en cualquier empresa haciendo lo mismo, y tampoco están las cosas por ahí como para ponernos exquisitos. Casas de barrio humilde, pisos sin ascensor ni calefacción, electrodomésticos de marca blanca, muebles baratos, monos colgados en los tendederos, furgonetas de reparto aparcadas, y sin embargo tenían limpiadora, le recordaba a un cuento que le repetía su madre cuando era pequeña, érase una vez una familia muy pobre muy pobre, el padre era pobre, la madre era pobre, los hijos eran pobres, la criada era pobre; su madre se reía al contarlo y ella no le veía la gracia, y sin embargo ella también se lo ha contado a sus hijos, que tampoco entienden el chiste, y qué más, mamá, eso es todo, vaya cuento.

BENETIANA

De Variaciones sobre un tema romántico, de JB, p. 73


—Aquello no habrá cambiado nada.
—Aquello no habrá cambiado nada —dijo el viejo, desde el fondo de su sillón— pero el recuerdo sí.
—Me tengo que ir ya, don León.
—El recuerdo sólo cambia —dijo Fermina, en actitud sentenciosa, cuando se disponía a recoger los restos de la merienda— cuando lo que fue no fue lo que tenía que haber sido. Cambia, cambia, demasiado.
—No digas tonterías, Fermina —respondió don León—. Lo que fue nunca fue lo que fue.
—Don León, me voy —anunció el joven.
—Fermina.
—Diga el señor.
—Algo de humo, por favor.

INCIPIT 260. EL VIAJE / SERGIO PITOL

INTRODUCCIÓN

Y un día, de repente, me hice la pregunta: ¿Por qué has omitido a Praga en tus escritos? ¿No te fastidia volver siempre a temas tan manidos: tu niñez en el ingenio de Potrero, el estupor de la llegada a Roma, la ceguera en Venecia? ¿Te agrada, acaso, sentirte capturado en ese círculo estrecho? ¿Por pura manía o por empobrecimiento de visiones, de lenguaje? ¿Te habrás vuelto una momia, un fiambre, sin siquiera haberte dado cuenta?
Un tratamiento de choque puede lograr resultados inmejorables. Estimula fibras que languidecían, rescata energías que estaban a punto de perderse. A veces es divertido provocarse. Claro, sin abusar; jamás me encarnizo en los reproches; alterno con cuidado la severidad con el ditirambo. En vez de ensañarme contra mis limitaciones he aprendido a contemplarlas con condescendencia y aun con cierta complicidad. De ese juego nace mi escritura; al menos así me lo parece.
Un cronista de lo real, un novelista, y si talentoso mejor, Dickens, por ejemplo, concibe la comedia humana no sólo como una mera feria de vanidades, sino que, a partir de ella, nos muestra un complejo mecanismo de relojería

MATRIMONIO

De Prisión perpetua, de Piglia, p.53
No hay nada tan abyecto, dijo Lucía, como la convivencia de un hombre y una mujer. En teoría podemos comprender a una persona, pero en la práctica no la soportamos. El matrimonio es una institución criminal. Con los lazos matrimoniales siempre termina ahorcado alguno de los cónyuges. En eso reside el sentido de la fórmula «hasta que la muerte nos separe».


Su padre había fotografiado a su madre en todas las posturas posibles, de espaldas, al sesgo, con disfraces, en cueros, con vestidos alemanes o paraguayos. Era un artista óptico y estaba obsesionado. Se encerraban días enteros en los altos de la casa y abandonaban a la hija que se moría de tedio y subía descalza la escalera para espiarlos.

Hasta que al fin supongo que mi madre se hartó y quiso escapar, dijo Lucía.

El suicidio de la mujer terminó caratulado como muerte dudosa y el padre fue sobreseído; la causa quedó abierta

CENIZAS A LAS CENIZAS

De El mapa y el territorio de Houllebecq, p. 282


Y cuanto más reflexionaba sobre ello tanto más le parecía impío, aunque no creyera en Dios, tanto más le parecía en cierto modo antropológicamente impío dispersar las cenizas de un ser humano sobre ios prados, los ríos o el mar, o incluso, como creía recordar que había hecho el fantoche de Alain Gillot-Pétré, considerado en su tiempo la persona que había rejuvenecido la presentación televisada del boletín meteorológico, en el ojo de un huracán. Un ser humano era una conciencia, una conciencia única, individual e irreemplazable, y merecía por ello un monumento, una estela, al menos una inscripción, en suma, algo que afirmara y trasladase a los siglos futuros el testimonio de su existencia, he aquí lo que pensaba Jasselin en el fondo de sí mismo.

INCIPIT 259 . PRISION PERPETUA / RICARDO PIGLIA


En otro país
1
Una vez mi padre me dio un consejo que nunca pude olvidar:
«También los paranoicos tienen enemigos!», me dijo, a los gritos, en el teléfono, tratando de hacerse entender desde la lejanía, en febrero o marzo de 1957. No era un consejo pero siempre lo usé así: una máxima privada que condensa la experiencia de una vida. Esa frase era el fin de un relato, el cristal donde se reflejaba la catástrofe. Mi padre había estado casi un año preso porque salió a defender a Perón en el 55 y de golpe la historia argentina le parecía un complot tramado para destruirlo.
Se crió en el campo, un médico de provincia que cuando tomaba y estaba alegre enfurecía a mi madre cantando «La pulpera de Santa Lucía» con una variante obscena que había aprendido en un prostíbulo de Irenque Lauquen. Se hizo peronista en el 45 y fue peronista toda la vida. Los acontecimientos se encadenaron para hacerlo abdicar pero él se mantuvo firme. Salió de la cárcel y se siguió reuniendo con los compañeros del movimiento (como los llamaba), que venían a casa a imaginar la vuelta de Perón.
Hay hombres sobrios y aplomados, a los que la desgracia los quiebra por adentro, sin que se vea. No saben quejarse, son ceremoniosos y gentiles, piensan que los demás actuarán con la misma mag-

CRISIS


De La mano invisible, de Isaac Rosa, p. 284El ingreso anual de cualquier sociedad es siempre exactamente igual al valor de cambio del producto anual total de su actividad, o más bien es precisamente lo mismo que ese valor de cambio. En la medida en que todo individuo procura en lo posible invertir su capital en la actividad nacional y orientar esa actividad para que su producción alcance el máximo valor, todo individuo necesariamente trabaja para hacer que el ingreso anual de la sociedad sea el máximo posible. Es verdad que por regla general él ni intenta promover el interés general ni sabe en qué medida lo está promoviendo. Al preferir dedicarse a la actividad nacional más que a la extranjera él sólo persigue su propia seguridad; y al orientar esa actividad de manera que produzca un valor máximo él sólo busca su propio beneficio, pero en este caso como en otros una mano invisible lo conduce a promover un objetivo que no entraba en sus propósitos. El que sea así no es necesariamente malo para la sociedad. Al perseguir su propio interés frecuentemente fomentará el de la sociedad mucho más eficazmente que si de hecho intentara fomentarlo.

POUND EN LA CARCEL


De El espía de Justo Navarro, p.140
Lo sacaron de la tumba de hierro el 18 de junio, un domingo, y, al cabo de tres días, poco a poco resucitó otra ve Lo trasladaron a una tienda grande y piramidal para oficiales delincuentes, en la zona de la enfermería Fue un ascenso: ahora era un criminal aristócrata Tenía tela metálica contra los mosquitos en las ventanas, y estaba rodeado de gráficos y mapas con manchas de café Un olivo se alzaba frente a la tienda Como un reflejo del agujero mental de Pound, la pirámide de lona se abría al cielo en el techo Se veían mariposas blancas en junio, y estrellas La tienda era un observatorio astronómico Besó la tierra después de dormir sobre cemento, bendita Itaha
Se impuso un régimen de ejercicio diario Del mango de una escoba hizo una raqueta de tenis, un taco de billar, un florete, un bate de béisboL Bateó piedras pisanas Fue en Metato mosquetero campeón deportivo, avejentado, viejo Pidió permiso para usar una máquina de escribir y consiguió una Remington Standard que por las noches no usaba nadie Habia empezado a escribir un canto en papel liigiénico Cada noche, después del toque de queda, la Remington Standard de la farmacia del DTC empezaba a fabricar versos de Pound, y Pound tecleaba impcruosamente y cantaba las palabras que iba tec1eando Las teclas golpeaban como mates en un partido de tenis, porque se aprende a escribir como se aprende a jugar al tenis, dijo un día. Dejó de teclear y oyó al grillo. Sé bienvenido, mi grillo, grillo mío, pero no cantes después del toque de queda, viola da gamba, Mozart, tecleó,
140

INCIPIT 258. EL VIAJERO MAS LENTO / ENRIQUE VILA-MATAS

ALEMANIA EN OTOÑO
1
En Hamburgo, la misma agradable temperatura que dejé esta mañana en Barcelona, y es que en toda Alemania luce un sol de justicia (me dicen que también implacable) desde hace más de dos semanas, algo completamente anormal en esta época del año.
Me traducen el titular de un periódico sensacionalista: «Los terribles estragos del sol.» Mientras observo el vuelo de un viejo y orgulloso junker por el cielo de Hamburgo, le pregunto a Orlando, el amigo y traductor, a qué clase de estragos se refieren, y me explica que en letras más discretas y en la misma página se informa de que ayer un joven de Bremen, cegado y trastornado por los rayos del sol de este cálido y anormal otoño alemán, se arrojó al vacío desde un séptimo piso. Lo más curioso de todo son las declaraciones tajantes de una vecina del joven: «No tenía ningún motivo para hacerlo.»
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NABOKOVIANA

De El viajero más lento, de Enrique Vila-Matas. p 71-72

«En Zezu los profesores enseñan sentido común. Los estudiantes viven abatidos», leemos en un aforismo de Lichtenberg. En las antípodas de esos profesores, Nabokov persistirá toda su vida en la lucha contra el sentido común, contra la descorazonadora normalidad de ese personaje vulgar y dominante que nos atenaza al acompañarnos con su maldita sombra a lo largo de todo el corredor de la vida. Esa sombra —la reina de nuestro sentido común— es de la que huye Nabokov, que, en uno de sus cursos de literatura, dejará caer este consejo a sus alumnos: «Cualquiera cuya mente es lo bastante orgullosa como para no formarse en la disciplina lleva oculta, secreta, una bomba en el fondo del cerebro. Y sugiero, aunque sólo sea por diversión, que coja esa bomba particular y la deje caer con cautela sobre la ciudad moderna del sentido común.» Para Nabokov la explosión de esa bomba particular producirá un fulgor y muchas cosas curiosas aparecerán bajo esa luz brillante: «Nuestros sentidos más raros y excelsos suplantarán durante un instante a ese personaje vulgar y dominante que atenaza a Simbad por el cuello en el combate de lucha libre entre el yo adoptado y el yo interior.»
Un episodio en la vida de Nabokov ilustra ese terrible combate entre la explosión de nuestros sentidos más raros y excelsos y la irrupción del personaje vulgar que nos atenaza —esa Sombra Reina de nuestro sentido común— y que nos recuerda en todo momento que lo más sensato es comulgar con ruedas de molino, es decir, no complicarse la vida, no pensar. Nabokov, que se halla en la habitación de un palace de cinco torreones que en la guía ostenta el signo de un pájaro cantor rojo para indicar lujo y aislamiento, está tranquilamente pensando y elaborando las páginas viajeras de Pálido fuego —su futura novela y una de las cumbres de la literatura de este siglo— cuando de pronto algo desmiente lo del lujo y aislamiento del hotel. En pleno vuelo a gran altura de su intelecto, un revuelo extraordinario justo a la puerta de su cuarto le deja totalmente descolocado. Como el revuelo no puede ser más cercano, asoma la cabeza al tiempo que prepara una terrible maldición... que queda en nada cuando ve lo que está ocurriendo en el pasillo. Un norteamericano perfectamente imbécil anda tambaleándose con una botella de whisky, y su hijo, un muchacho de doce años, está tratando de refrenarlo, repitiendo: «Por favor, papá, por favor, ven a la cama».

BENETIANA


Cita de introducción a Variaciones obre un tema romántico, de Juan Benet
Enterramos a Cagigas el 25 de noviembre del 58...
Cagigas usaba el pelo largo; al cerrar la caja quedó fuera una guedeja de su cabello castaño claro, que me fue llamando la atención, porque el aire la mecía, durante el trayecto de la casa al cementerio. Allí no me pude contener y corté todo aquel flotante rizo.
José Zorrila, Recuerdos del tiempo viejo, «Allende el mar», XXIII

INCIPIT 257. FLORES / MARIO BELLATIN

ROSAS


La señora Henriette Wolf lleva treinta y cinco años trabajando junto al científico Olaf Zumfelde. Lo asiste diariamente en la consulta, así como en las investigaciones en las que ese hombre de ciencia suele involucrarse. Olaf Zumfelde goza de prestigio internacional. Tres décadas atrás descubrió que las malformaciones de cientos de recién nacidos, que comenzaron a presentarse de manera intempestiva, se debieron a un fármaco hecho a base de determinada sustancia. El laboratorio que lo produjo fue acusado ante un tribunal que

tró la atención del mundo entero. No sólo se puso en evidencia la inadecuada aplicación del fármaco, sino que se sembró la desconfianza frente a los avances de la ciencia en general. De un tiempo a esta parte se tiene la impresión de que los científicos cuentan con distintos métodos para ir asimilando, todos a la vez, los descubrimientos que van presentándose en su campo. Dan el efecto de re

INCIPIT 256. LA SOLEDAD DE LOS NUMEROS PRIMOS / PAOLO GIORDANO


1
Alice della Rocca odiaba la escuela de esquí. Odiaba tener que despertarse a las siete y media de la mañana incluso en Navidad, y que mientras desayunaba su padre la mirase meciendo nerviosamente la pierna por debajo de la mesa, como diciéndole que se diera prisa. Odiaba ponerse los leotardos de lana, que le picaban en los muslos, y las manoplas, que le impedían mover los dedos, y el casco, que le estrujaba la caray tenía un hierro que se le clavaba en la mandíbula, y aquellas botas, que siempre le iban pequeñas y la hacían andar como un gorila.
—Bueno, ¿qué? ¿Te bebes la leche o no? —volvió a apremiarla su padre.
Alice tragó tres dedos de leche hirviendo que le quemó sucesivamente la lengua, el esófago y el estómago.
—Bien. Y hoy demuestra quién eres, ¿vale? ¿Y quién soy?, pensó ella.
Acto seguido salieron a la calle, la niña enfundada en su traje de esquí verde lleno de banderitas y fosforescentes letreros de patrocinadores. A aquella hora había diez grados bajo cero y el sol era un disco algo más gris que la niebla que todo lo envolvía. Alice sentía la leche revolvérsele en el estómago y se hundía en la nieve con los esquíes a hombros, porque has de cargarlos tú mismo hasta que logres ser tan bueno que otro los cargue por ti.
15

SALO

De El espía, de Justo Navarro, p. 95-96

Apareció Mussolini entre los paracaidistas que lo rescataban y los carabineros que lo vigilaban. Lo filmaban dos cámaras. Pueden hacer de mí lo que quieran, dijo Mussolini, y entre los paracaidistas y los carabineros había una felicidad de fiesta de fin de la temporada de esquí, pero en septiembre, sin nieve. Mussolini vestía un elegante y acorazado abrigo negro con las solapas levantadas, cruzado, y un sombrero negro, quizá para disimular la semejanza entre la cabeza y la mole del hotel. Parecía exhausto, libre de un peso que aún lo cansaba, algo alegre, pero decepcionado lastimado y humillado. El día antes había pedido una pistola a la camarera del hotel, Lisetta, se llamaba, y, a falta de pistola, con una cuchilla de afeitar se había abierto la muñeca izquierda. Eso no lo contó la emocionante, vibrante, palpitante voz del locutor en el noticiario que Pound vio en el Cinema Grifone de Rapallo. El capitán de las SS Otto Skorzeny montó a Mussolini en un monomotor biplaza Fieseler Storch, rumbo a Pratica di Mare, donde esperaba un Heinkel para el trayecto Viena-Múnich. Cuando el piloto personal del general Student, el capitán Gerlach, vio que el SS Skorzeny quería subir con Mussolini al monomotor se resistió. El Fieseler Storch es un biplaza protestó. El gigantesco oficial de las SS no cabía en la avioneta. Pero subió, medio cuerpo fuera de la carlinga, como una robusta joroba con cabeza y gorra de las SS en la espalda de Mussolini. Los carabineros que habían vigilado al prisionero empujaron la avioneta para que despegara con el Duce en fuga. Mussolini se sujetaba el sombrero para que no se lo llevara el viento. Se dirigía a fundar en el despacho de Hitler la Repubblica Sociale Italiana, RSI.

JAMESIANA

En Babelia, del 13 de agosto, Borges habla de su cuento El duelo.


En el comienzo de El duelo ofrece precisamente una explicación ingeniosa acerca de su procedimiento literario y, sobre todo. Alrededor de su imposibilidad de escribir textos de argo aliento. “Henry James quizás no hubiera desdeñado la historia”, dice sobre el breve cuento que se dispone a escribir. “james le hubiera consagrado más de cien páginas de ironía y ternura, exornadas de diálogos complejos y escrupulosamente ambiguos. No es improbable su adición de algún rasgo melodramático” A continuación, Borges confiesa que “lo esencial no habría sido modificado” si James lo hubiera escrito. Pero también que él ahora se limitaría “ a un resumen del caso, ya que su lenta evolución y su ámbito mundano son ajenos a mis hábitos literarios”.

INCIPIT 255. SALE EL ESPECTRO / PHILIP ROTH


1
EL MOMENTO PRESENTE
No había estado en Nueva York desde hacía once años. Aparte de una estancia en Boston para que me extirparan la próstata cancerosa, apenas me había alejado de mi carretera rural de montaña en los Berkshires durante esos once años, y lo que es más, pocas veces había leído un periódico ni escuchado las noticias desde el 11 de septiembre, tres años atrás; sin ninguna sensación de pérdida (tan solo, al comienzo, una especie de sequía en mi interior), había dejado de habitar no solo el gran mundo, sino también el momento presente. Mucho tiempo atrás había aniquilado el impulso de estar en él y formar parte de él.
Pero ahora había conducido los más de doscientos kilómetros en dirección sur hasta Manhattan para ver a un urólogo del hospital Mount Sinai especializado en un procedimiento quirúrgico para ayudar a hombres como yo, incontinentes tras haber sido operados de la próstata. Mediante un catéter inserto en la uretra, inyectaba una forma gelatinosa de colágeno en el lugar en que el cuello de la vejiga se une a la uretra, y de este modo lograba una notable mejora en el cincuenta por ciento de sus pacientes. No eran unas grandes expectativas, sobre todo cuando «una notable mejora» solo significaba el alivio parcial de los síntomas, reduciendo la «incontinencia severa» a «incontinencia moderada», o la «moderada» a «ligera». De todos modos, como sus resultados eran mejores que

YO


De Sale el espectro, de Philip Roth, p. 33
La víspera de mi regreso a casa, fui a comer a un pequeño restaurante italiano que quedaba cerca del hotel. Los propietarios del lugar no habían cambiado desde la última vez que comí allí a comienzos de los años noventa, y me llevé una sorpresa cuando Tony, el más joven de la familia, me saludó por mi nombre antes de acompañarme a la mesa del rincón que siempre me había gustado porque era la más tranquila del local.
Te marchas mientras otros, lo cual no tiene nada de asombroso, se quedan atrás para seguir haciendo lo que siempre han hecho, y, cuando regresas, te sientes sorprendido y emocionado por un momento al ver que siguen ahí y, también, tranquilizado, porque hay alguien que se pasa toda la vida en el mismo pequeño lugar y no siente ningún deseo de irse.

SALO O LA FUNDACION DE LA REPUBLICA SOCIAL ITALIANA

De El espía, de Justo Navarro, p. 97
El capitán de las SS Otto Skorzeny montó a Mussolini en un monomotor biplaza Fieseler Storch, rumbo a Pratica di Mare, donde esperaba un Heinkel para el trayecto Viena-Múnich. Cuando el piloto personal del general Student, el capitán Gerlach, vio que el SS Skorzeny quería subir con Mussolini al monomotor se resistió. El Fieseler Storch es un biplaza protestó. El gigantesco oficial de las SS no cabía en la avioneta. Pero subió, medio cuerpo fuera de la carlinga, como una robusta joroba con cabeza y gorra de las SS en la espalda de Mussolini. Los carabineros que habían vigilado al prisionero empujaron la avioneta para que despegara con el Duce en fuga. Mussolini se sujetaba el sombrero para que no se lo llevara el viento. Se dirigía a fundar en el despacho de Hitler la Repubblica Sociale Italiana, RSI.

INCIPIT 254. ADINA / HENRY JAMES


PARTE 1
Habíamos estado hablando sobre Sam Scrope alrededor del fuego —conscientes, todos nosotros de la norma de mortuis. Nuestro anfitrión, sin embargo, había permanecido en silencio, un poco para mi sorpresa, pues sabía que había sido particularmente cercano a nuestro amigo. Pero una vez nuestro grupo se hubo disuelto y me quede a solas con él, avivó el fuego, me ofreció otro puro mientras aspiraba el suyo con aire reflexivo, y m explico la siguiente historia:
Hace dieciocho años Scrope y yo visitarnos Roma juntos. Era el comienzo de nuestra amistad y le había tomado cariño, tal y como suele suceder cuando un joven sensible y reflexivo conoce a otro dinámico, irreverente y sarcástico. Scrope sufría por aquel entonces del germen de las excentricidades —por no llamarlas de modo más severo—, lo que le convirtió posteriormente en un amigo de lo más insoportable,

VILA MATAS Y LACANCAN

De En un lugar solitario, de Vila-Matas, p.193
Todos sabemos que aquello que el voyeur busca y encuentra no es más que una sombra detrás de la cortina. Lo que busca no es, como se dice, el falo, sino precisamente su ausencia, y de ahíla preeminencia de ciertas formas como objeto de su búsqueda. Lo que mira es lo que no se puede ver. Pues bien, esa tarde estaba yo fantaseando cualquier magia de presencia en mi espejo cuando vi que, detrás del improbable reflejo y al fondo de la estancia, se había dibujado la sombra que proyectaba una mujer apoyada en la pared de la que colgaba un cuadro que se abrió tras la tela para verter su espacio interior hacia un paisaje marino, hacia la arboladura de un barco y hacia un ruinoso hotel. La mujer de cuerpo grande y hermoso, tenía la cabeza cubierta de rizos negros que caían en bucle junto a la sien; palidez lunar en la piel, mirada dulce y desgarrada

INCIPIT 253. DIARIO DE UN AMA DE CASA DESQUICIADA / SUE KAUFMAN

Viernes, 22 de septiembre
Son las nueve y cuarto de esta calurosa mañana de septiembre, más calurosa que cualquiera de los días de verano que hemos tenido. Todas las ventanas están abiertas y el hollín flota en el aire y se deposita por todas partes, como si fuese lluvia radioactiva. Más allá de la puerta de este dormitorio, que acabo de cerrar con llave, el apartamento está vacío y desagradablemente tranquilo. Las niñas han vuelto al colegio hoy, un viernes, para lo que llaman la jornada de reorientación. Acabo de llegar a casa, he ido a despedirlas al autobús del colegio y a pasear a Folly por Central Park West. Me ha llevado una eternidad, porque Folly odia las alcantarillas y a mí me da miedo entrar en el parque. Hoy había jurado que me forzaría a hacerlo, he llegado hasta la entrada y entonces he visto a un hombre en medio del camino, de pie, sonriendo a los árboles con cara de chiflado. Era un hombre muy viejo con el pelo blanco, seguramente no era más que un pobre padre jubilado, o un ornitólogo senil esperando ver, por casualidad, un pinzón púrpura..., pero no podía arriesgarme. Yo no. Ahora no.
Así que nos hemos dirigido a las sucias alcantarillas con páginas rotas del Daily News. En cuanto he llegado a casa, he cerrado esta puerta con llave... No me gusta este silencio. He abierto el cajón de en medio y sacado la libreta de debajo de un montón de combinaciones de nailon. Es una estupenda libreta, gruesa, de ciento treinta

PENSAR, CLASIFICAR

De Un hombre que duerme, de Georges Perec, p-106-107


Ciudad pútrida, ciudad innoble, repulsiva. Ciudad triste, luces tristes en las calles tristes, payasos tristes en las salas de fiestas tristes, colas tristes ante los cines tristes, muebles tristes en las tiendas tristes. Estaciones negras, cuarteles, hangares. Las brasseries siniestras que se suceden a lo largo de los Grandes Bulevares, los escaparates horribles. Ciudad ruidosa o desierta, lívida o histérica, ciudad despanzurrada saqueada mancillada, ciudad erizada de prohibiciones de barrotes, de alambradas, de cerraduras. La ciudad-osario: los mercados podridos, las villas miseria disfrazadas de grandes urbanizaciones, la zona centro de París, el horror insoportable de los bulevares llenos de polis, Haussmann, Magenta; Charonne.

Como un prisionero como un loco en su celda. Como una rata buscando la salida del laberinto. Recorres París en todos los sentidos. Como un hambriento, como un mensajero que lleva una carta sin dirección.

Aguardas, esperas. Los perros se te pegan, y también las camareras, los empleados de los cafés, las acomodadoras, las taquilleras de los cines, los vendedores de diarios, los cobradores de autobús, los inválidos que vigilan las salas desiertas de los museos. Puedes hablar sin temor, te responderán siempre con la misma voz. Ahora sus caras te resultan familiares. Te identifican,

te reconocen. No saben que esos simples saludos, esas meras sonrisas, esos gestos indiferentes de cabeza son lo que cada día te salva, a ti que, durante todo el día, los esperaste como si fuesen la recompensa de un hecho glorioso del que no podrías hablar, pero que ellos casi adivinarían.

INCIPIT 252. EL MISTERIO DE LA VELA DOBLADA / EDGAR WALLACE


Un descarrilamiento había detenido en Three Bridges al tren que sale de la estación Victoria a las cuatro y cuarto hacia Lewes. Aunque John Lexman tuvo la suerte de empalmar con el de Beston Tracey, porque venía retrasado, se había ido ya la camioneta que constituía la única comunicación entre la aldea y el mundo exterior,
—Si puede esperar media hora —le dijo el jefe de la estación—, telefonearé al pueblo y haré que Briggs venga a buscarle.
John Lexman contempló el húmedo paisaje y se encogió de hombros.
—Iré andando —contestó lacónicamente.
Dejó la maleta al cuidado del jefe de estación, se abotonó el impermeable, subiéndose el cuello hasta la barbilla, y se lanzó resueltamente a la lluvia para recorrer las dos millas que separaban la minúscula estación de ferrocarril de la aldea de Little Beston.

BENETIANA

De Un momento de descanso, de Antonio Orejudo, p.162.Como pueden ver, ha sido insonorizado con planchas Soundless de 5 grados que aunque se comen doce centímetros cuadrados de espacio permiten hablar en voz alta sin esa permanente cautela que caracteriza las conversaciones en los departamentos universitarios españoles. La mesa de trabajo, ¿ven?, es una superficie plegable, que sirve de estructura a un futón hábilmente camuflado en el interior del escritorio. Ya está convertido en cama. La mesa auxiliar oculta un microondas ultraligero, miren, y una pequeña nevera especialmente diseñada para que su tamaño no reduzca su capacidad. Vamos a ver qué hay dentro. Yogures desnatados, tónicas, fruta, salsa de soja y supositorios espermicida En la estantería, camuflada tras los lomos de los falsos libros, hay una pequeña despensa donde se apilan latas de conserva. El mueble tiene un falso fondo, donde encontramos dos juegos de mudas, dos pijamas y un busto de Juan Benet, que en realidad es una botella de whisky a la que se le desenrosca, como ven, la cabeza.

INCIPIT 252. UN AMERICANO / HENRY ROTH


Yo estaba cortejando a una joven, si a aquella clase de atenciones bruscas, inseguras, equívocas que le prestaba se las podía llamar cortejar: en cualquier caso para mí lo era, pues nunca había hecho algo así antes.
La había conocido en Yaddo, la colonia de artistas, un sitio del que probablemente hayas oído hablar, donde se invitaba a escritores, pintores y músicos durante el verano, o parte de él, con la esperanza de que, aligerados de sus agobios y preocupaciones habituales, y con abundante tiempo libre a su disposición, crearían. Por desgracia la cosa no funcionaba de ese modo, como probablemente también hayas oído. La mayoría necesitábamos agobio y preocupaciones, pues una vez allí holgazaneábamos o perdíamos gran cantidad de tiempo en charlas frívolas y superfluas. Aquello era durante la época de la guerra civil española, en 1938 para ser exactos, y claro, de nuestra conversación formaba parte el hecho de que los leales a la República parecían a punto de lograr la victoria y sin embargo eran incapaces de conseguirla. También existía en aquella época una especie de preponderancia de inclinaciones marxistas entre los intelectuales jóvenes. Menciono esas cosas para recordar cuál me parecía que era el ambiente de esa época.
Entonces yo estaba dedicado a escribir una segunda novela, sobre cuya finalización había llegado a un acuerdo con mi editor. Ya había escrito una parte completa, y esa parte inicial había sido aceptada y celebrada. No necesitaba más que acabarla. Pero fue mal a partir de entonces; en realidad, había ido mal antes de que llegara a Yaddo;

LAS COSAS

De Un hombre que duerme, de Georges Perec, p.70-71Vagas por las calles, de noche, de día. Entras en los cines de barrio donde flota el olor incisivo del desinfectante, comes bocadillos en barras de bar, patatas fritas en cucurucho, recorres las verbenas, juegas al billar eléctrico, vas a los museos, a los mercados, a las estaciones, a las bibliotecas públicas, miras los escaparates de los anticuarios de la rue Jacob, de las cristalerías de la rue du Paradis, de las tiendas de muebles del faubourg Saint-Antojne.
A lo largo de las horas, los días, las semanas, las estaciones, te vas desprendiendo de todo, desvinculando de todo. Descubres, a veces casi con una especie de embriaguez, que eres libre, que nada te pesa, ni te gusta ni te disgusta. Encuentras, en esta vida sin desgaste y sin otro estremecimiento que esos instantes suspendidos que te procuran las cartas o ciertos ruidos, ciertos espectáculos que te proporcionas, un bienestar casi perfecto, fascinante, a veces henchido de emociones nuevas. Experimentas un reposo total, estás, en cada momento, resguardado, protegido. Vives en un paréntesis venturoso, en un vacío lleno de promesas del que no esperas nada, Eres invisible, límpido, transparente. Ya no existes: a la sucesión de las horas, a la sucesión de los días, al paso de las estaciones, al fluir del tiempo sobrevives, sin alegría ni tristeza, sin porvenir ni pasado, así, simple y obviamente, como una gota de agua que salpica en el grifo de un descansillo, como seis calcetines en remojo en un barreño de plástico rosa, como una mosca o como una ostra, como una vaca, como un caracol, como un niño o como un viejo, como una rata.

INCIPIT 251. LA HERENCIA DE ESZTER / SANDOR MARAI

No puedo saber qué más tiene Dios previsto para mí. Sin embargo, antes de morir, quisiera poner por escrito el relato del día en que Lajos vino a ver- me, por última vez, para despojarme de todos mis bienes. Voy postergando la escritura de estas notas desde hace tres años; pero, ahora, tengo la sensa ciÓfl de que una voz, de la cual no me puedo defender, me está apremiando para que escriba la historia de aquel día y de todo lo demás que sé sobre Lajos. Es mi deber, y ya no me queda mucho tiempo para cumplir con él. Las voces así son inequívocas. Por eso las obedezco, en el nombre de Dios.

Ya no soy joven, y mi salud está debilitada:pronto habré de morir. ¿Acaso tengo miedo a la muerte?... Aquel domingo en el que Lajos vino a verme por última vez, se me curó hasta el miedo de morir. El hecho de que sea capaz de esperar a la muerte con tranquilidad, quizá se deba a que el tiempo no me ha perdonado; quizá se deba a los

BENETIANA

De En un lugar solitario: narrativa 1973-1984, de Enrique Vila-Matas, p.17-18
Esas dos lecturas esenciales que me acompañaron duran te la redacción de En un lugar solitario fueron, por un lado el Juan Benet de Una meditación, libro clave en mi forma ción como narrador, aunque a lo largo de En un lugar solitario ni se note. Y por otro, la novela de un escritor argentino, hoy lamentablemente casi olvidado, llamado Néstor Sánchez, que había escrito un libro, Nosotros dos, de estilo cortazariano, impregnado de un voluntario sentido de la espontaneidad que se podría calificar de jazzístico.
De hecho, Claudio, el hijo de Néstor Sánchez, recordaba no hace mucho a su padre yendo a la página en blanco, «sin ningún plan de escritura», sólo con la idea de liberar allí las fuerzas puras de la improvisación; le recordaba tirado en el suelo y tecleando frenéticamente su Remington a fines de los sesenta, mientras sonaba a todo volumen un disco de John Coltrane o Sonny Rollins.
Así precisamente, «sin ningún plan de escritura», tecleando frenéticamente la Olivetti Lettera del economato melillense y buscando contar una historia acerca de la cual un hipotético lector no debería preguntarse de qué trataba sino a qué sonaba —como después me enteré que hacía también Néstor Sánchez—, sin olvidarme de manejar un método parecido al utilizado por Juan Benet para Una meditación —donde, además de escribir una de las primeras novelas españolas, si no la primera, en la que no hay un solo punto y aparte, creó un artilugio, mediante un rollo de papel continuo, que le impedía volver sobre lo escrito para seguir escribiendo—, fui trabajando, noche y día, en la escritura automática de mi novelita de colmado, buscando en todo momento un benetiano fluir torrencial en el que un hipotético lector no tuviera más remedio que sumergirse y tratar de dejarse llevar sólo por la música de la frase y perder casi el sentido de lo que pudiera estar diciéndose:
Elige tu mejor aspecto que la noche está nublada te dirás acodado al balcón que da al paseo, ponte tu corazón preferido y busca las palabras que han de llevarte al silencio...

POUND FRENTE A LA MUERTE DE JAMES JOYCE



De El espía, de Justo Navarro, p.48

Cuando James Joyce se murió en Zúrich el 13 de enero de 1941, Pound ya tenía su micrófono y lloró a Joyce el día 23 en una charla radiofónica desde Radio Roma: Joyce y Joyce, James y William, Ulises y Lord Haw-Haw, la fatalidad Joyce. Que su espíritu se encuentre con Rabelais, que las copas no estén nunca vacías, brindó Pound ante el micrófono en su primera emisión memorable. Una vez Joyce, James, había escrito una carta a un periódico, hacía mucho, en 1925. Pound me ayudó de todas las formas posibles frente a dificultades verdaderamente grandes durante siete años, antes de que lo conociera en persona, y desde entonces siempre ha estado dispuesto a darme consejo y aprecio, que yo estimo en gran medida por venir de una inteligencia de semejante discernimiento y brillantez, dijo James Joyce.

LA LLUVIA DE BORGES Y DE AGUSTIN

La lluvia




El tamaño de la gota oscila

entre 0,5 y 6,35 mm, Su velocidad de caída

entre 8 y 32 km/h.

A medida que se precipita

va ganando masa al chocar inelásticamente

con otras gotas,

no hay Desayuno con diamantes,

no hay Cólera de Dios,

no hay taxi drivers ni replicantes,



que sepan por qué la gota

nunca se hace infinitamente grande.

INCIPIT 250. PERICLES EL ATENIENSE / REX WARNER


CAPÍTULO 1
DE CLAZOMENE A SALAMINA
Se dice: «Cada hombre tiene su ciudad», pero yo tuve tres ciudades y por todas ellas siento lealtad y afecto, Ahora poseo el privilegio de disfrutar de la ciudadanía de Lampsaco y aquí espero pasar mis últimos años. Desde luego, en Atenas nunca gocé de la plena ciudadanía. Era éste un derecho que ios atenienses guardaban con mucho celo, y no menos el propio Pendes. Sin embargo, aún siento que Atenas fue mi ciudad, la ciudad de todos los jonios, la ciudad de todos los helenos. Y así deseaba Pendes que nos sintiéramos.
Pero nací en Clazomene, en la costa griega de Asia, frente al mar y junto a los largos promontorios, bajo un cielo cuyo aspecto cambia por momentos. Como sabéis, Clazomene es una de las doce ciudades jónicas, y mi padre, que poseía cierta fortuna, desempeñó a menudo cargos oficiales en nuestro templo, el Panionio, situado en el sur, frente a Samos. También participó en la gran rebelión jónica contra Persia, que tuvo lugar poco después de mi nacimiento. Es natural que no recuerde nada de esta revuelta, pero en mi infancia las nodrizas, los parientes y los amigos me referían historias de cómo el ejército jónico había emprendido una intrépida marcha tierra adentro para incendiar la capital persa de Sardes, y de cómo las noticias de este brillante éxito levantaron a las ciudades griegas desde el lejano sur de Asia Menor hasta los Dardanelos, las cuales lucharon por su libertad y por los grandes días vividos antes de la llegada de los persas. Aun antes del ataque a Sardes —en el mismo momento en que comenzó la rebelión—, Atenas, si bien por entonces libraba una guerra con la isla vecina
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BENETIANA

Prólogo a El hacedor (de Borges), Remake, de Agustín Fernández Mallo, p.9
A Jorge Luis Borges


Los rumores de la plaza quedan atrás y entro en la Biblioteca. De una manera casi física siento la gravitación de los libros, el ámbito sereno de un orden, el tiempo disecado y conservado mágicamente. A izquierda y a derecha, absortos en su lúcido sueño, se perfilan los rostros momentáneos de los lectores a la luz de lámparas estudiosas, como en la hipálage de Milton. Recuerdo haber recordado ya esa figura, en este lugar, y después aquellos pájaros de Benet que también definen por el contorno:
Es cierto, el viajero que saliendo de Región pretende llegar a su sierra siguiendo el antiguo camino real —porque el moderno dejó de serlo— se ve obligado a atravesar un pequeño y elevado desierto que parece interminable, y después aquel poema que suspende el sentido y maneja y supera el mismo artificio:
No quedaba nadie sobre la faz de la tierra y de repente, llamaron a la puerta.
Estas reflexiones me dejan en la puerta de su despacho. Entro; cambiamos unas cuantas cordiales y convencionales palabras, y le doy este libro. Si no me engaño, usted no me malquería, Borges, y le hubiera gustado que le gustara algún trabajo mío. Ello no ocurrió nunca, pero esta vez usted vuelve las páginas, y lee con aprobación algún verso, acaso porque en él ha reconocido su propia voz, acaso porque la práctica deficiente le importa menos que la sana teoría,

CARVERIANA


De principiantes, de Raymond Carver, p.270-271
-¿Qué sabemos cualquiera de nosotros del amor? —dijo Herb—. Y lo estoy diciendo completamente en serio, si me perdonáis la franqueza. Porque me da la impresión de que, en el amor, no somos más que unos completos principiantes. Decimos que nos amamos, y nos amamos, no lo dudo. Nos amamos y nos amamos con intensidad, todos nosotros. Yo amo a Terri y Terri me ama a mí, y vosotros también os amáis. Ya sabéis a qué clase de amor me estoy refiriendo ahora. Al amor sexual, a esa atracción que ejerce sobre ti la otra persona, tu pareja, y también a ese amor normal y corriente, de todos los días, el amor hacia el ser de la otra persona, el amor de estar con ella, las pequeñas cosas que hacen el amor cotidiano. El amor carnal, pues, y el amor... llamémoslo sentimental, el amoroso cuidado del otro en el día a día. Pero a veces me cuesta explicar el hecho de que también debí de amar a mi primera mujer. Pero la amé, sé que la amé. Así que imagino que antes de que podáis decirme nada, habré de decir que soy igual que Terri a ese respecto. Terri y Carl... —Pensó en ello unos segundos y luego prosiguió—: Pero en un tiempo creí que amaba a mi primera mujer más que a la vida misma, y tuvimos hijos juntos. Pero ahora la odio con todas mis fuerzas. De verdad. ¿Cómo se explica eso? ¿Qué fue de ese amor? ¿Simplemente se borró del gran tablón, como si nunca hubiera estado en él, como si nunca hubiera sucedido? Lo que fue de él es lo que yo querría saber. Me gustaría que alguien pudiera decírmelo. Luego está Carl. De acuerdo, volvemos a Carl. Amaba tanto a Terri que trató de matarla y acabó matándose a sí mismo. —Dejó de hablar, y sacudió la cabeza—. Vosotros dos lleváis juntos dieciocho meses, y os amáis, se os nota en todo, sencillamente resplandecéis de amor, pero también amasteis a otras personas antes de encontraros. Los dos habéis estado casados antes, como nosotros, Y probablemente amasteis a otra gente antes de eso. Terri y yo llevamos juntos cinco años, y casados cuatro. Y lo terrible, lo terrible (aunque también lo bueno), la gracia que nos salva, podríamos decir, es que si algo nos pasara a alguno de nosotros, y perdonadme que lo diga, si algo nos sucediera a alguno de nosotros mañana, creo que el otro, el otro miembro de la pareja, guardaría duelo durante un tiempo, claro, pero el superviviente seguirá con su vida y volverá a amar, encontrará a alguien muy pronto, y todo ese..., todo ese amor..., Dios, ¿cómo hacernos a la idea?, no acabará siendo sino un recuerdo, Y puede que ni siquiera un recuerdo.

BENETIANA

Del prólogo a En un lugar solitario: narrativa, 1973-1984, p.18-19
Así precisamente, «sin ningún plan de escritura», tecleando frenéticamente la Olivetti Lettera del economato melillense y buscando contar una historia acerca de la cual un hipotético lector no debería preguntarse de qué trataba sino a qué sonaba —como después me enteré que hacía también Néstor Sánchez—, sin olvidarme de manejar un método parecido al utilizado por Juan Benet para Una meditación —donde, además de escribir una de las primeras novelas españolas, si no la primera, en la que no hay un solo punto y aparte, creó un artilugio, mediante un rollo de papel continuo, que le impedía volver sobre lo escrito para seguir escribiendo—, fui trabajando, noche y día, en la escritura automática de mi novelita de colmado, buscando en todo momento un benetiano fluir torrencial en el que un hipotético lector no tuviera más remedio que sumergirse y tratar de dejarse llevar sólo por la música de la frase y perder casi el sentido de lo que pudiera estar diciéndose:
Elige tu mejor aspecto que la noche está nublada te dirás acodado al balcón que da al paseo, ponte tu corazón preferido y busca las palabras que han de llevarte al silencio...
Más allá de su música, de su sintonía eufórica y a la vez melancólica, esas palabras inaugurales de Mujer en el espejo contemplando el paisaje —título que hasta hace bien poco ha encubierto al verdadero, En un lugar solitario— parecen seguir diciendo, hoy en día, que en la literatura contemporánea se trata, a fin de cuentas, de saber elegir una buena cara para la noche nublada (para el pésimo tiempo que rige la vida actual de la poesía), no traicionar nunca nuestras convicciones y comprender que en nuestro principio, como decía Eliot, está el fin, y que, indagando y escribiendo, dos actividades parecidas, acabaremos siempre por caminar hacia el so silencio de nuestro hondo hogar esencial.
¿Pensaba en ese hogar hondo y solitario cuando escribí aquel primer libro? No podría jurarlo, sólo sé que actuaba por intuiciones que surgían de las influencias de Juan Benet (tenía la referencia constante de su rollo de papel continuo) y de Néstor Sánchez (que en sus libros parecía pasárselo muy bien con la victoria del estilo sobre la trama) y, si en alguna ocasión ampliaba el campo de mis influencias al cine, pensaba entonces en Iii a Lonely Place, la película de Nicholas Ray que en España se llamó En un lugar solitario y que tenía como protagonista a un bebedor compulsivo, a un cínico y agresivo guionista de Hollywood venido a menos, un tipo de extremo escepticismo incapaz de adaptarse a lo que le rodeaba, es decir, más o menos, la clase de tipo en el que temporalmente me convertí a mediados de la primera década de este siglo y que afortunadamente ya no soy, o al menos eso quiero creer.

PALINDROMIA


De El día de mañana, de Ignacio Martínez de Pisón, p.308-309
Mis padres no sólo no faltaban a ningún congreso sino que formaban parte del comité organizador, dice NoeI León. La Asociación estaba dividida en secciones territoriales, y mis padres se ocupaban de Cataluña y Aragón. El congreso más antiguo del que conservo recuerdos es uno que organizaron precisamente ellos en Sagás. En realidad, Sagás fue sólo la sede oficial del congreso. Allí tuvo lugar el acto de inauguración, pero el resto del congreso se desarrolló en Berga, porque Sagás era tan pequeño que ni siquiera tenía un hostal en el que pudieran hospedarse los veinticinco o treinta congresistas. Los congresos se celebraban siempre en fin de semana. Para las reuniones servía cualquier saloncito con tal de que hubiera una mesa, unas sillas de tijera, una pizarra grande y un trípode en el que colocar un panel con el escudo de la Asociación (que incluía la inevitable leyenda: «Sé verla al revés»). El sábado por la mañana había ponencias, coloquios y presentación de publicaciones. El acto central, el de la propuesta y autentificación de nuevos palindromos, ocupaba buena parte de la tarde. A lo largo de esas dos o tres horas, los congresistas iban, uno detrás de otro, sometiendo a la consideración del comité (comúnmente llamado la Mesa) los palíndromos creados durante la temporada. Se levantaba un señor y escribía en la pizarra unas cuantas frases del tipo: «Óigole ese elogio», «Amo la pacífica paloma”, “Yo dono rosas, oro no doy», etcétera. Entonces los miembros de la mesa consultaban listados y repertorios, y, una vez comprobada la originalidad de los palíndromos, certificaban oficialmente su autoría, lo que garantizaba su inclusión en la furura Gran Enciclopedia Palindrómica.

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