Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

INCIPIT 265. EL AMANTE DE ITALIA / HENRY JAMES

En los últimos y felices días de mayo uno puede decir, sin hacer injusticia a nadie, que el estado de ánimo de cualquier forestiero en Roma es de intensa impaciencia esperando el momento en que todos los demás forestieri hayan abandonado la ciudad. Se puede confesar este sentimiento sin ser juzgado de misántropo. La ciudad ha estado durante los meses de invierno tan completamente en manos de los bárbaros que el apasionado viajero encuentra cada vez más difícil mantener límpida su pasión. El viajero experimenta una atribulada sensación de impresiones pervertidas y adulteradas; el venerable rostro nos desconcierta con su yana impaciencia por verse reflejado en ojos ingleses, americanos, alemanes. No es simplemente el hecho de que uno nunca sea el primero o nunca sea el único en los lugares clásicos o históricos donde uno ha soñado con persuadir al tímido genius loci para que se manifieste con más confianza no es simplemente porque San Pedro, el Vaticano, el Palatino, resuenan siempre con la nota falsa de idiomas sin estilo; es la sensación opresiva de que la ciudad del alma se ha convertido por el momento en una monstruosa mezcla de balneario y tienda de souvenirs cuya vida más apasionada es la de los turistas que regatean sobre falsas tallas y bostezan en palacios y templos. Pero a uno le han hablado de un tiempo feliz cuando esos abusos empiezan a desaparecer, cuando Roma comienza a ser Roma de nuevo y uno puede disfrutar de ella con exclusividad.

1 comentario:

Salamandrágora dijo...

Me temo que hace mucho tiempo que ya no hay "un tiempo feliz" en Roma. Dichoso James si la pudo disfrutar con cierta exclusividad.

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