Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

INICPIT 1.128. ODISEA / HOMERO


CANTO 1

LOS DIOSES CELEBRAN CONSEJO

ATENEA VISITA ÍTACA

TELÉMACO DESAFÍA A LOS PRETENDIENTES

Háblame, ¡oh, Musa!, de ese ingenioso héroe que viajó de aquí para allá después de saquear la famosa ciudad de Troya. Visitó muchas ciudades y numerosas fueron las naciones cuyos usos y costumbres conoció; además, sufrió mucho en el mar mientras procuraba salvar la vida y conducir a sus hombres sanos y salvos de vuelta a casa; pero, por más que se esforzó, no pudo salvarlos, pues perecieron por su propia locura al comer las vacas de Helios, el Hijo de las Alturas, que impidió su regreso. Háblame también de todas estas cosas, ¡oh, hija de Zeus!, de quienquiera que las hayas sabido.

Todos los que habían escapado a la muerte en la batalla o por naufragio habían vuelto ya a su hogar menos Ulises, a quien, aunque estaba deseando regresar a su patria con su mujer, retenía la diosa Calipso, que lo tenía en una enorme cueva y planeaba casarse con él. Pese a que, pasados varios años, llegó el momento en el que los dioses decidieron que volviese a Ítaca, ni siquiera entonces terminaron sus dificultades; todos los dioses habían empezado a compadecerlo,


BEBA


El síndrome Woody Allen, Edu Galán, p. 254

Por nuestras características sociales y económicas -país europeo, católico, de mucha menor población, con un sistema público muy  diferente ... -, no parece que se pueda calcar la realidad norteamericana  con la española. Aunque hay signos de acercamiento, al menos en el ambiente académico, que es el que nos ocupa aquí. Según inforrna El Pais --con alegría de perrillo moviendo la cola-, la Facultad de Educación de la Complutense madrileña ha desarrollado Compludog, un servicio pionero en España, aunque «ya existen programas similares consolidados en universidades de prestigio como Harvard o Yale». Si está en Harvard o Yale, tiene que ser bueno. Consiste dicha experiencia terapéutica en una serie de sesiones con perros para reducir el estrés de los estudiantes: «Cada uno de los animales, añade (la especialista], tiene su propia personalidad, lo que resulta muy útil para adaptarse a cada persona: "Skot siempre ha sido un perro manta, de relajación; tú te tumbas conmigo y me acaricias. Lupi era una perra que estaba abandonada, y ha tenido una vida más complicada, lo que nos ayuda a trabajar con los alumnos que son así, a los que normalmente te cuesta acceder. Y para Pepo, un mestizo de labrador de nueve años que parece  un cachorro, todo es juego y diversión". Culmina este despropósito animista en la tercera sesión, donde, sigue contando la coordinadora, «hacemos una apertura emocional, en la que se les pide a los estudiantes que cuenten la mejor o la peor experiencia que ellos consideran que han vivido en su vida, de manera libre. No todos lo tienen que contar; lo hacen voluntariamente: nos hemos dado cuenta de que, al final, se apoyan los unos a los otros, porque se produce un ambiente seguro y de tanta confianza que da lugar a muchas reacciones emocionales”. Termina el artículo enfangado en «neurología», afirmando que las sesiones tratan de modificar la respuesta endocrina del estudiante.

Un centro universitario de Plasencia ha implantado un programa de abrazos, llamado BEBA (Bien Estar para Bien Aprender, no una exhortación a meterse un chupito), que busca relajar a los alumnos antes de los exámenes. Cuenta la noticia que son un «grupo de profesores conscientes del valor de la relajación y [que van] ataviados con camisetas en las que se puede leer "Regalo abrazos" y "Tengo abracitis, perdona si te contagio" -este último perfecto para la época del coronavirus. En cada una de las aulas de examen han colocado globos y mensajes positivos: "Tranquilx, respira", "Todo va bien" y "Tú puedes". Evidentemente, como en el anterior ejemplo, el objetivo se justifica con metafisica cerebral: activar el sistema parasimpático y disminuir la tensión nerviosa. El final del texto culmina casi como cierre de chiste: «Los alumnos, según comentarios que realizan en los pasillos, agradecen estas medidas y reconocen que" esto no se hace en ninguna parte''


ESPACIOS SEGUROS


El síndrome Woody Allen, Edu Galán, p. 242

La designación de «espacios seguros» en los campus

Los «espacios seguros” son lugares adonde los estudiantes -especialmente, los pertenecientes a minorías- pueden ir y «no ser perturbados" por nada que sea susceptible de ofenderlos ni, en consecuencia irreversible, traumatizarlos. En ellos se les ofrecen terapias de diversos tipos -entre ellas, ejercicios de relajación con pelotas o perros «terapéuticos"- para, desde esta perspectiva hiperprotectora, «afrontar la crisis de enfermedades mentales en los campus estadounidenses”, donde uno de cada tres nuevos estudiantes tiene problemas  mentales. Diagnosticar como enfermedad mental cualquier reacción negativa frente a la adversidad de la vida tiene como consecuencia una epidemia «fabricada” de enfermedades mentales inevitables, dadas las enormes complejidades psicológicas, contradicciones y frustraciones que afronta el sujeto en las sociedades occidentales. En lugar de conducir a los jóvenes para que entiendan y afronten las circunstancias, en ocasiones, tristes, azarosas o angustiosas que les toque vivir, desde la universidad se les proponen remedios placebo en forma de lugares «seguros" donde “no existe" la ansiedad, donde realizan juegos de niños con perros y, en resumen, donde se tranquiliza a los alumnos creándoles una falsa sensación infantil de armonía. Advertia el biólogo Richard Dawkins en su Twitter: “Una universidad no es un "espacio seguro". Si necesitas un espacio seguro, vete a casa, abraza a tu osito y chúpate el dedo hasta que estés preparado para la universidad". Esta afirmación se queda corta: además de lo señalado por Dawkins, los “espacios seguros" limitan --de forma terapéutica, dicen, ya que allí se prohiben las «palabras ofensivas,- la libertad de expresión, y dibujan el campus como una «selva insegura" que evitar o que convertir, todo él, en un gran espacio seguro.


TRIGGER WARNINGS


El síndrome Woody Allen, Edu Galán, p. 240

¡Tranquilos! ¡No os asustéis! Este sistema tiene métodos preventivos -risas-. Os presento a los trigger warnings (avisos de trauma): antes de dar clase los profesores deben avisar a sus alumnos sobre los contenidos ofensivos o impactantes incluidos en la materia que van a estudiar. En una clase de psicología, si hay que revisar un vídeo de una víctima de violación para analizar su caso, se debe advertir previamente de la posibilidad de que esas imágenes puedan producir un trauma a los asistentes o hacer que revivan uno pasado. Por tanto, a ellos se les traslada la responsabilidad de quedarse o no, de sentirse cómodos o no. Similar proceso ocurre con piezas de ficción violentas que toquen temas sensibles contra minorías o que estén firmadas por hombres o mujeres moralmente cuestionados -como Woody Allen-. Este sistema “terapéutico” de avisos fue ideado en un principio para no impresionar con imágenes violentas a víctimas de síndrome postraumático, pero hoy dia se aplica a toda la población sin trastornos psicológicos -por si acaso los, nos, jodemos de por vida, entiendo-. Y la generalización de “made in Cosmopolitan” ya es tal que no solo habría que poner en cuarentena a los trigger warnings como avisos para evitar desencadenar un trauma a los alumnos, sino que incluso habría que cuestionar fetiches de nuestro tiempo como el síndrome postraumático. Un trastorno que, en su indefinición, ya ha mutado a expresiones tan absurdas como el síndrome postraumático de esclavitud, conocido por las diversas manifestaciones psicológicas -ansiedad, estrés, alta de sueño- que sienten algunos afro americanos en Estados Unidos, causadas por el pasado -regresan las maneras del psicoanálisis- de sus antecesores como esclavos; o el síndrome posvacacional, un síndrome postraumático leve que sentimos todos los imbéciles que volvemos a trabajar después de un periodo vacacional largo.

¿A que los trigger warnings suenan perfectos para proteger a los jóvenes de futuros trastornos? Pues resultan en todo lo contrario. Según diversos estudios, ”incrementan la vulnerabilidad emocional percibida por la gente al trauma, fortalecen la idea de que los supervivientes de un trauma son vulnerables y crean ansiedad al material escrito que es señalado como dañino”. Es decir, hacen hiperconsciente al alumno y, por tanto, hipersensible a situaciones habituales de la vida real, a sus propios estudios y a ficciones que traten temas señalados como “sensibles”. La solución vuelve a desembocar, con tal de “proteger” al joven, en una reducción de la libertad de expresión, de la libertad de cátedra y, consecuentemente, al estar expuestos por un paternalismo omnipresente a menos contradicciones y retos –justo uno de los objetivos de la universidad-, a una reducción dramática de la capacidad crítica de los estudiantes.


DE LA UNIVERSIDAD


El síndrome Woody Allen, Edu Galán, p. 236

En la actualidad norteamericana, desde que el alumno llega a la universidad se establece una relación terapéutica donde el aprendizaje pasa a un segundo plano y se antepone la posibilidad de ser dañado, luego la seguridad y, por tanto, la hiperprotección. Funciona este sistema dentro de un continuo instalado ya en nuestra sociedad: una generación de padres helicóptero continúan con esa relación, esta vez a través de la universidad -que financian-, alargando la niñez y adolescencia de sus hijos y, en el proceso, convirtiéndola en ..

En España comienza a verse con normalidad que un universitario acuda a la revisión de un examen acompañado de sus padres o que estos duerman en el colegio mayor cuando su hijo está enfermo, hasta el punto de que la Agencia Española de Protección de Datos haya admitido que, mientras los progenitores financien la carrera de su hijo, puedan tener acceso a sus calificaciones y faltas de asistencia como ocurre en el instituto. De esto se deduce que si el banco, Cofidis o Google fuese el pagador del crédito, también debería tener ese mismo derecho. Démosles tiempo.

Como advierten algunos autores, en Estados Unidos ya se ha normalizado este formato en la universidad. Se establece que la psique del estudiante adulto es una especie de mercancía frágil destinada a romperse al minimo bache. Esto enlaza poderosamente con la psicologización de la sociedad actual, en la cual se propone como válida una contradicción que tiene peligrosísimas consecuencias para el discurrir cotidiano de la persona en el salvaje capitalismo occidental: algunos educadores aseguran que cuanto más se libere al sujeto de contrariedades, ofensas o azares, es decir, cuanto más se le separe de la vida, más preparado estará para afrontarla. Esta concepción conduce sin remedio a la medicalización de la sociedad -algo que ya vimos-, porque si algo define a la vida son las contrariedades, las ofensas y los azares, y si la persona sana no lo quiere aceptar siempre tendrá –a buen precio- tendida la mano de las farmacéuticas. Pero los que no queremos desnaturalizar la realidad ni, en consecuencia, patologizarla hemos perdido: algunos expertos comienzan a señalar que la adolescencia -esa época que queremos librar de contrariedades, ofensas y azares- dura hoy de los diez a los veinticuatro años y que las leyes deberían adaptarse a esta novedad.


INCIPIT 1.127. LOS CINCO Y YO / ANTONIO OREJUDO


Para explicar el influjo que las aventuras de Los Cinco han ejercido sobre mi generación hay que hacer referencia al precio que alcanzó el trigo en la posguerra española: así empecé mi presentación de Afier Five en la Blyton Foundation, remontándome a la catástrofe que había sufrido el sector agrario en los años cuarenta, recién terminada nuestra Guerra Civil. Entonces el Estado fijaba por ley las superficies de cultivo, compraba muy barata toda la producción de cereal y controlaba el consumo con cartillas de racionamiento. A consecuencia de ello, muchos agricultores ocultaban parte de su cosecha para venderla más cara en el mercado negro. Esta práctica, unida a los efectos de una prolongada sequía y a una deuda bélica que obligaba a exportar nuestros escasos cereales a Alemania en pago por la ayuda de Hitler a Franco en la Guerra Civil, provocó una escasez de productos básicos. Mientras la población pasaba hambre, los grandes propietarios agrícolas fueron acumulando el capital que les permitió financiar el sector industrial a partir de la década siguiente.


INCIPIT 1.126. TINTA ROJA / ISAAC ROSA


CINCUENTA INTENTOS POR CONTAR QUÉ NOS PASA (PRÓLOGO)

No soy escritor de cuentos, vaya por delante esta confesión, extraña para introducir un libro de cuentos. Si excluyo mis primeros textos de juventud (uno siempre empieza tanteando la distancia corta), diría que nunca he escrito un cuento por iniciativa propia. Nunca. No me sale escribir relatos. Acumulo notas y cuadernos para una docena de futuras novelas, pero no tengo ni un pósit con una idea para un próximo cuento. Y sin embargo, he escrito y publicado más de un centenar en los últimos ocho años, y voy a seguir haciéndolo.

A diferencia de mis novelas, todos los cuentos que he escrito y publicado han sido de encargo: alguien me pidió que escribiese cada uno de ellos. Y ahí va mi primer agradecimiento en este prólogo: a quienes en estos años me han encargado relatos, me han ofrecido las páginas de sus revistas, periódicos y libros para publicarlos. Como mi editora me avisa de que me está quedando un prólogo más bien disuasorio (quién querrá leer los cuentos de un autor que dice que no le sale escribirlos, que solo lo hace cuando se lo encargan, y por tanto siempre que le paguen)


RONAN FARROW


El síndrome Woody Allen, Edu Galán, p. 197

De una inteligencia inusual, los años de formación de Satchell/Ronan Farrow muestran a una persona muy avanzada intelectualmente para su edad biológica. En ese momento ya había abandonado su nombre de nacimíento, Satchel O'Sullivan, por el jugador de béisbol Satchel Paige y su abuela Maureen O'Sullivan, y lo había sustituido por Ronan. Además del deporte, Satchel Paige era muy conocido en Estados Unidos por disponer de un buen caladero de citas ingeniosas: «No vayas a la universidad· si no es para aprenden, soltó en una ocasión. Después de varias evaluaciones psicológicas, a Satchel/Ronan le adelantaron varios cursos y comenzó a estudiar en el centro para jóvenes talentos John Hopkins de Connecticut. Completó su educación en el Bard College, una institución privada de tendencia izquierdista y liberal-en el sentido estadounidense- fundada en 1860, donde se graduó en Filosofía con tan solo quince años, convirtiéndose en el alumno más joven en lograrlo. El Bard College, anuncia la revista norteamericana Inside Higher Ed, liderará una red de instituciones de enseñanza de izquierdas financiadas con mil millones de dólares en parte donado por el multimillonario Georges Soros en febrero de 2020 para promover «el pensamiento crítico, el cuestionamiento intelectual abierto y la investigación basada en hechos para reforzar las bases de una sociedad abierta en medio del rebrote autoritario”. Farrow terminó sus años de estudio doctorándose en Derecho por la Universidad de Y ale y con otro doctorado en Filosofía por la Universidad de Oxford.

Al igual que su madre, Satchell/Ronan ha dedicado parte de su vida al activismo y acompañó a Farrow en diversas ocasiones a la región de Darfur en Sudán, donde la actriz se ha destacado por la defensa de los refugiados tras el inicio de la guerra, que todavía continúa. Este compromiso le convirtió a lo largo de la primera década de este siglo en portavoz de la juventud de UNICEF, donde su madre es “embajadora de buena voluntad». En uno de esos viajes al país africano contrajo una infección en una pierna y pasó los cuatro años centrales de la década de los 2000 alternando silla de ruedas con muletas. Allen da voz como testigo a M oses en A propósito de nada para contar una versión bien diferente: “Después de que Ronan terminase Derecho, Mia le hizo pasar por cirugía estética para que sus piernas se alargasen y ganase unos pocos centimetros de altura. Le dije que no podia imaginar el empujar a alguien a una experiencia tan penosa por razones de estética. La respuesta de mi madre fue sencilla, "Necesitas ser alto para hacer carrera en politica". Fue, por supuesto, un largo Y doloroso proceso para Ronan al que le rompieron las piernas varias veces y se las reconstruyeron para alargarlas. Por supuesto, Mia y Ronan cuentan una historia diferente pero esto es lo que ocurrió”.


INCIPIT 1.125. PERDER EL MIEDO / SARA MESA


l. La almendra del miedo: una introducción

Piense en una almendra. En el tamaño y la forma de una almendra. En esas dimensiones tan pequeñas caben nuestros miedos más grandes. Mezclados, eso sí, con otras muchas emociones humanas como la satisfacción, la ira, la tristeza, el deseo, la frustración o la alegría. Una almendrita que está ahí, alojada en el cerebro reptiliano, el más profundo, animal e inaccesible. Una almendrita que se llama amígdala y que nos maneja como quiere. Usted va por la calle, está oscuro, una cosa negra y veloz cruza corriendo por delante, da un respingo. ¡Qué rápida, la amígdala, que ha actuado antes de que el resto del cerebro se posicione y le haga ver que eso que creyó una rata era, en realidad, un lindo gatito!

¿Quién querría prescindir de su preciada amígdala cerebral? Es un mecanismo perfecto de protección y defensa. Igual que avisa de la presencia de la rata (o gatito), puede avisar de peligros mayores. Nos permite estar muy alertas, todo por nuestro bien. Nos dice: "¡Corre, coge un cuchillo, tírate al suelo, escóndete!”. Hasta se comunica con la musculatura facial para que se nos ponga la típica cara de terror: ojos como platos, pupilas dilatadas, boca abierta, cejas hacia arriba. Pensemos, por ejemplo, en la expresión de Shelley Duvall en El resplandor mientras el filo del hacha de Jack Nicholson asoma por la puerta…


INCIPIT 1.124. UN INCENDIO INVISIBLE / SARA MESA


l. LA LLEGADA

A unos veinte kilómetros del centro de Vado, una vez enfilada la flamante autopista de Cárdenas, todavía podían verse los últimos barrios periféricos: casitas adosadas, urbanizaciones a medio construir, solares roturados y, más allá, los bloques terrosos de Bocamanga y de Pozolán. Mirado desde el coche, el paisaje carecía por completo de vida. Sólo de vez en cuando, entre las nubes deshilachadas, se distinguía una pareja de milanos volando con desgana a media altura. Un par de coches y un camión de pollos sin pollos cruzaron por uno de los carriles opuestos. Pudo oírse un graznido, pero no se supo de quién.

Las afueras de Vado, anunció el taxista mirando hacia delante, ni más ni menos como las de todas las demás ciudades del mundo. Hoy nadie lo diría, continuó, pero aquéllos habían sido barrios normales, incluso más limpios y modernos de lo habitual, con gente más feliz y tranquila que en el resto de los sitios.


INCIPIT 1.123. EL SINDROME WOODY ALLEN / EDU GALÁN


UNOS AÑOS ANTES

Octubre de 2007

Portada de la edición española de la revista estadounidense Esquire: una foto de Woody Allen en blanco y negro con el titular “La tercera vida de Woody Allem. El subtítulo: “0 cómo buscar en Europa un mecenas que pague, pero que no toque ... los guiones». Añaden: “¿Y por qué no lo adoptamos?».

Julio-agosto de 2007

Allen rueda Vicky Cristina Barcelona en diversos puntos de España: Barcelona, Avilés, Oviedo y hasta en mi pueblo, Tiñana. Protagonizada por Scarlett Johansson,Javier Bardem y Penélope Cruz, el rodaje de la película transcurrió con normalidad en el paseo de Gracia, la Pedrera y la iglesia de Santa María del Mar de Barcelona, en la catedral, el desaparecido restaurante La Gorrada del Obispo, la pastelería Camilo de Bias de Oviedo y en el quiosco de la música del parque Ferrera de Avilés.


LA GALANTERIA


El síndrome Woody Allen, Edu Galán, p. 204

Uno de los primeros pilares del Me Too, mencionado en el tuit de Alyssa Milano de 2017, es el acoso sexual en el lugar de trabajo. Nadie puede dudar de que esta situación existe ni de que se produce en el peor de los lugares: donde agresor y víctima, además, tienen una relación de poder desigual o muy desigual. Ahora viene lo complicado: Cada uno de los siguientes temas podría ocupar un libro por sí mismo. De hecho, los hay dedicados enteramente a cada uno de ellos. Como mis páginas son limitadas y vuestra paciencia, más, solo esbozaré algunas de las cosas que se dan por hechas en algunos feminismos y que no me parecen tan evidentes. ¿en el acoso pueden caber todo tipo de conductas en todo tipo de contextos? ¿No hay gradación entre el acoso Weinstein y un piropo por la calle? ¿Son intercambiables la agresión, el abuso, el acoso, la grosería y la galantería? Advierte la antropóloga Marta Lamas: “Un piropo es distinto de una grosería, y una grosería es distinta de un manoseo. Una agresión sexual no es una violación, y una violación individual no es lo mismo que una violación tumultuaria”. Asimismo, ¿en qué se parecen la cultura norteamericana, la chiua, la mexicana de Lamas o la española y sus diferentes formas de relacionarse? ¿No existen los matices? El profesor De Lora lo aborda:

Cuando no· hay vulnerabilidad ni dependencia, el acoso, si es entendido como la insinuación, flirteo o proposición (más o menos galante) para la relación sexual, no puede si no ser tolerado. Habrá, obviamente, limites dictados por ese sistema normativo que los teóricos del derecho denominan genéricamente “reglas del trato social, reglas que están determinadas culturalmente : lo que en algunas culturas es una forma inaceptable de invasión del  “perímetro corporal”, en otras es una más que agradecida muestra de afectuosa cercanía; el sostenimiento de la mirada que acostumbramos en España y otros países mediterráneos resulta una acongojante intimidación para muchos anglosajones. El saludo con dos besos en la mejilla es afrentoso en China, etcétera.


LA PLAGA AD HOMINEM


El síndrome Woody Allen, Edu Galán, p. 158

No hay mejor noticia para un machista que la palabra «machista” disparada indiscriminadamente. Si todos, sin medida, somos machitas, los verdaderos machistas se equiparan a un maleducado o a idiota y se disuelven entre la multitud infinita de machistas. Regresamos a la pelea por lo simbólico y a una mecánica sofista similar a las de las microagresiones, pero hablemos claro: alguien es machista por condiciones materiales que lo puedan caracterizar como tal, no porque tro diga que lo es. Un hombre que profiera  comentarios inadecuados puede ser o no machista; estaremos de acuerdo en que es un metepatas social. A un agricultor anciano de Huelva que defienda que las mujeres no deben ser futbolistas, no se le podría calificar como machista del siglo xxr, sino como una pobre reliquia de un machismo rancio que pronto desaparecerá, ya que nadie (estadisticamente) defiende su postura. En cambio, si este anciano no es ni agricultor ni de Huelva, sino que preside un banco con sede en Santander ya podríamos poner dudas a su condición de «viejunez” irrelevante por su situación de poder sobre mujeres. Por último, la etiqueta de «machista” se le queda corta a un maltratador que mata a su mujer porque considera que es de su propiedad. Eso sí, estará encantado que le metan en el saco del machismo generalizado. «Nos persiguen por ser hombres”, probablemente pensará.

Con estos ejemplos -muy groseros- trato de reivindicar los matices, que parecen desaparecidos en una época de etiquetado rápido y maniqueísmo. Eres o no eres machista, y para pasar de un estado a otro solo necesitas contar un chiste inadecuado en un contexto no controlado, escribir personajes machistas de ficción o tratar de explicar por qué Woody Allen ha pasado de ser inocente a culpable en diez años-.

En este ambiente en el que se tiende a dicotomizar la realidad en agresores y víctimas, opresores y oprimidos o buenos y malos, reina el argumento ad hominem. Siempre me he preguntado por qué se llama «argumento” cuando, en realidad, se trata de una falacia muy popular hoy dia: descartar un razonamiento basándose en las características de quien la emite.

Para opinar sobre algo, en nuestro tiempo debes pertenecer al sobre el que opinas. No se te ocurra escribir sobre mujer siendo hombre, no se te ocurra dar tu visión sobre la situación de negros africanos en España si no eres un negro africano en España, nombres a España si eres catalán, no nombres a Cataluña si eres y, por supuesto, ¿cómo te atreves a valorar el juego del Real siendo barcelonista? Esta plaga ad hominem descarta la calidad, o el análisis crítico del argumento y, sobre todo, descarta las materiales del sujeto en cuestión para centrarse en las características del emisor del argumento.


DESCONFIANZA


El síndrome Woody Allen, Edu Galán, p. 130

La desconfianza del saber común y la negación del análisis crítico no bastan por sí solas para creer que las instituciones, las academias, las empresas o los expertos nos están engañando. Aunque también las instituciones, las academias, las empresas o los expertos han contribuido a ello engañándonos más de una vez. Por ejemplo, ¿es cierto que algunas empresas farmacéuticas se han comportado como depredadoras, controlando el precio de los medicamentos, sobornando a médicos y estafando a aseguradoras? Pues sí. ¿Es cierto que el sistema judicial ha funcionado en ocasiones como un órgano represor, corrupto, al servicio de las clases altas y con un machismo rampante? Pues sí. ¿Siempre? Pues no. ¿Y cómo lo distingo? Analizando críticamente caso a caso y sacando una conclusión que puede, por supuesto, ser contradictoria y negar tu premisa. Por ejemplo, según el índice de Estado de derecho, una clasificación anual realizada por expertos del World Justice Project basándose en variables como “ausencia de corrupción”,”derechos fundamentales» u “orden y seguridad», advierte que Dinamarca, Noruega y Finlandia poseen los estados de derecho más consistentes y Congo, Camboya y Venezuela, los que menos. ¿Cabe la desconfianza en estos datos? Seguro: desde una perspectiva individual, y con una camiseta de “La verdad está ahí fuera” puesta porque soy fan de Cuarto milenio, puedo alegar que no son exactos porque requerirían de mejores variables, porque provienen de una organización corrupta o porque yo he viajado a Congo y no están tan mal. ¿Valdrían como argumentos que negasen completamente un estudio serio? No. ¿Esta desconfianza sistémica, propuesta a toda velocidad y sin datos, podría calar en la población? Creo que estamos viviendo imbuidos de ella: de hecho, funda gran parte de los métodos que utilizamos para comunicarnos, y estos tiempos de coronavirus, plagados de bulos y millones de versiones de soluciones a una epidemia que se está desplegando en directo frente a nuestros ojos lo prueban. Estos medios de comunicación personal-redes sociales, web-se basan en el yo y en la atención al yo, y pocas cosas atraen mayor atención hacia uno mismo que señalar un posible fallo en un sistema, sin importar que este apunte esté basado en la conspiranoia, en la pseudociencia o en la creencia. Llama más la atención decir que la Tierra es plana que decir que es redonda, luego afirmar que es plana será más reforzado en un mundo -el actual- donde prima el ser atendido antes que el ser racional-que suele ser muy aburrido, solo hace falta ver la cara de un científico o un académico de la lengua-.


INCIPIT 1.122. EL ROCE DEL TIEMPO / MARTIN AMIS


El pecado natural de la lengua

En el proceso de composición de un poema lírico o un relato corto muy breve se puede alcanzar un punto en el que ya no quepa mejora alguna. Cualquier texto con una extensión mayor de un par de páginas -tal como nos recordará luego ]ohn Updike, citando a T. S. Eliot- sucumbirá pronto al “pecado natural de la lengua» y exigirá un trabajo de una concentración mucho mayor. Con “pecado natural de la lengua” supongo que Eliot se refiere a: a) su indocilidad (cómo se resiste de forma constante y sinuosa aun a las manos más diestras), y b) su promiscuidad: en casi todos sus manejos, la lengua pasa de mano en mano sin prejuicio alguno como una moneda, y hace acopio de gran cantidad de sedimentos de sudor y arenilla y cieno. A los poetas les resulta familiar la súbita conjetura de que han de dar término a las revisiones de sus versos (y cuanto antes mejor) y de que sus supuestas mejoras empiezan a causar un daño real. Incluso el novelista comparte este miedo: uno siempre teme, nervioso, perder la idea que le acaba de llegar en un momento de inspiración. Northrop Frye, “rey filósofo» literario a quien yo debo lealtad, dijo que quien engendra un poema o una novela es más una matrona que una madre: la meta es poner al niño en el mundo con el menor daño posible; si la criatura vive, gritará para liberarse de cordones umbilicales y sondas alimenticias del ego”


CULPABLES


El síndrome Woody Allen, Edu Galán, p. 130

Ponme trescientos gramos de culpables

Nuestro tiempo, huérfano de dioses a los que señalar, necesita más que nunca encontrar a un culpable dentro de la atmósfera terrestre que nos explique por qué ocurre el mal o la desgracia. ¿Quiénes son los culpables del cambio climático? ¿Quiénes son los culpables de que tenga cáncer intestinal? ¿Quiénes son los culpables de los tiroteos masivos en Estados Unidos? ¿Quiénes son los culpables de la discriminación del pueblo gitano? ¿Quiénes son los culpables de la violencia contra la mujer? Tras todo esto subyace la idea, infantil, individualista y emocional, es decir, propia de nuestra época, de que cuando se encuentre al culpable, o a los culpables, además de tranquilizarnos como si fuese una nana, el problema desaparecerá sin más intervención que el haberlo hallado. Entre los partidos populistas se ha entendido perfectamente este mecanismo: uno de sus éxitos radica en proponer soluciones sencillas y muy comprensibles –“muy de sentido común”- que culpen a una variable (los extranjeros, los homosexuales, los hombres, los medios de comunicación ... ) para conseguir el voto de la población.

Denme culpables que se adapten rápidamente a mi ideología: no reciclar el plástico, el abuso en la ingesta de carne roja, Donald Trump, el exceso de inmigración, la pulsión violadora de los hombres, el porno, la apropiación cultural... El listado podría ser interminable, pero siempre estaría compuesto por culpables que explican el 99 por ciento del problema. No existe la multicausalidad, no existe la contradicción y no existe el contexto, de ahí que las soluciones populistas sean prohibir el plástico, prohibir la carne roja, prohibir a Donald Trnmp, prohibir la inmigración, prohibir el pomo o prohibir a Rosalia.

¿Novedad? No: en la Antigüedad se hubiese culpado a Zeus del cambio climático, a Apolo de Rosalía o a Satanás del porno. Pero suponíamos que la época oscura e irracional estaba superada: ¡y lo está! De ahí lo grave de la situación. Tenernos medicina, física, biología, meteorología, derecho, criminología, fotografía, psicología, antropología, sociología ... Pero no valen, porque su estudio para llegar a conclusiones lleva un tiempo intolerable en nuestra época y, generalmente, depende de demasiados factores y alguna que otra contradicción ... Incluso a veces, a pesar del enorme conocimiento que manejarnos y de que disponernos, hoy más que nunca, no somos capaces de identificar a «los culpables": ¡no sabernos exactamente cómo se creó el universo! ¡No entendernos la física cuántica! ¡No podernos predecir si el año que viene va a haber huracanes! ¡Seguirnos sin comprender el éxíto de Raphael! Pero, no os alarméis, los populismos conectados a internet nos dan soluciones a todo.


INCIPIT 1.121. AVA EN LA NOCHE / MANUEL VICENT


Un joven aspirante a director de cine llega a Madrid dispuesto a realizar sus sueños de gloria cuando la sombra de un asesino vagaba por los salones de la alta burguesía del barrio de Salamanca. En los tablaos flamencos no eras nadie si no le habías encendido un cigarrillo a Ava  Gardner. Los soldados negros de la base de Torrejón volaban como aves del paraíso sobre los prostíbulos de color fresa de la calle de la Ballesta y en todas las barras de los bares siempre había alguien que sabía explicar cómo funcionaba el garrote vil y en ese momento todo el mundo callaba. En la radio sonaba la canción de Renato Carosone «Tu vuo fo !'americano».


INCIPIT 1.120. MONSTRUAS Y CENTAURAS / MARTA SANZ


Estas páginas nacen del desconcierto que provoca la saturación informativa. Estoy expuesta a tantas fuentes que ya no sé casi nada. Estas páginas son el resultado de leer unos pocos periódicos -muy pocos- durante los meses de febrero y marzo de 2018. Hay personas que reformulan sus prejuicios a través de las noticias; hay personas que los afianzan; hay personas que, con sus prejuicios, se defienden de noticias que cada vez lo son menos. Así que estas páginas se componen del jugo gástrico con el que he digerido el Me Too, la carta de las intelectuales francesas y la huelga feminista de 2018. Son reflexiones dispersas y posibles vías de trabajo. Balizas. Puntos que se señalan en el mapa del tesoro. Las marcas que deja una goma de borrar cuando se ha escrito mal, a lápiz, una letra. Correcciones y frases.


INCIPIT 1.119. LAS COSAS COMO SON / PAU LUQUE


MÁS ALLÁ DE LAS FAVOLETTE

Dos mil trece años después del instante en que el tiempo dejara de contarse en reversa, el azar me puso a vivir a pies del Vesubio. En Nápoles compartí piso una temporada con un decibélico director local de cine. Cario Luglio «como el mes”, decía al teléfono cuando le daba pereza deletrear su apellido, me hizo ver un día de septiembre una de sus películas: Cardilli addolorati (2003). Era un documental que exploraba el siniestro y a la vez extrañamente tierno mundo del tráfico y venta de pajaritos en las afueras de Nápoles. La película me gustó, así que me dejé guiar por él y un domingo que me invitó al cine acepté. Vimos La prima neve (2013), de Andrea Segre. Es una historia de bondad y amistad entre un inmigrante en Italia y un niño local. U na película afectada, por no decir empalagosa. Al salir del cine, Cario Luglio «como el mes”, sin que yo le solicitara su opinión pero con vehemente indiferencia -combinación de actitudes que constituye un oxímoron en todo el mundo salvo en Nápoles-, se refirió a lo que acabábamos de ver en ese vetusto cine del centro con las siguientes palabras: «M ah, una fovoletta.» O sea: “Bah, una fabulita, un cuentito de hadas.”


NABOKOVIANA


El roce del tiempo, Amis, p. 33

Hay una debilidad en Nabokov por el «patricianismo», como lo llamó Saul Bellow (Nabokov, el típico exiliado; Bellow, el típico emigrante). En las novelas netamente «rusas» de Nabokov (me refiero a las novelas escritas en ruso que no tradujo el propio Nabokov), los personajes masculinos, en particular, poseen cierta cualidad de autoexaltación: son más grandes y ruidosos que la vida. No andan, «marchan” o «dan zancadas»; no comen ni beben, “mastican» y «tragan»; no ríen, «braman”. Nada que ver con los seres furtivos, neurasténicos y vacilantes que pueblan la narrativa anglófona dominante: ellos son musculosos (y dotados) rompecorazones, que ganan rodas las peleas y consiguen a todas las chicas. El orgullo, para ellos, no es un pecado mortal sino una virtud cardinal. Por supuesto, no podemos prescindir de esta vena en Nabokov: nos brinda, en otros textos, su espléndidamente cómica arrogancia. En Lolita, la altanería quiere ser divertida: en otras obras, este rasgo no logra enmascarar ni la ironía misma.

En Ada el nabobismo se combina de forma desastrosa con una ninfolepsia2 profusa, monótonamente y sin fricción alguna satisfecha. La propia Ada, al principio, tiene doce años, y Van Veen, su primo (y medio hermano), catorce. Cuando Ada crece y llega a la adolescencia, también cuentan con su hermana, la pequeña Lucette, para avivar aún más sus «agotadores encuentros ». Por si fuera poco, hay una cuasifantasía en curso sobre la cadena internacional de burdeles elitistas donde es posible «manosear y mancillan” a chicas muy pequeñas, algunas incluso de once años. Y el padre de Van, de sesenta años (una cifra que parece casual pero se ajusta al tipo), tiene una amante que acaba de estrenar los dos dígitos: diez años. Este libro interminable está escrito con una prosa densa, erudita, aliterada, sofocante, llena de juegos de palabras, y cada personaje, sin excepción, «suena» al difunto Henry James.

Ada, al igual que Finnegans Wake, probablemente «funciona» y «da la talla”: el decodificador multilingüe, si dispone de tiempo suficiente y no tiene otra cosa que hacer, podría desenmarañar sus trabajosos sistemas y simetrías, sus solitarios e incómodos laberintos y sus viscosas nostalgias. De lo que adolecen ambas novelas, sin embargo, es de falta del más mínimo atisbo de tracción narrativa: se deslizan y resbalan, incapaces de ceñirse al camino. Y en Ada, además, hay algo completamente ajeno, una sensación de monstruosa licencia, de aristocrarismo ilimitado y quimérico. Moralmente, este es el mundo que anhela Humbert: un mundo donde “nada importa» y «todo está permitido».


JAMESIANA


La mujer temblorosa, Siri Hustvedt, p. 214

En Lo que Maisie sabía, Henry James identifica una nueva sensación que había comenzado a despertar en su protagonista infantil:

Las hieráticas muñecas empezaron a mover los brazos y las piernas desde los sombríos estantes, y formas y frases antiguas adquirieron un sentido que la aterrorizaba. Descubrió una sensación nueva: la del peligro; y al mismo tiempo un nuevo remedio para enfrentarlo: la conciencia de una vida interior o, en otras palabras, la posibilidad de guardar secretos.

Maisie descubre el lugar dentro de nosotros mismos al que podemos retirarnos, el lugar donde nos escondernos sin que otros nos vean, el refugio que buscamos cuando tenemos miedo y el oscuro santuario que hace posible las mentiras y también las fantasías, las ensoñaciones, los malos pensamientos y los intensos diálogos interiores. Ese lugar no es el yo primario biológico. Surge en algún momento impreciso de la infancia. Los otros animales no lo tienen; se necesita entender que existe una realidad dual, que el contenido emocional o verbal de un ser interior no tiene por qué mostrarse al exterior. En otras palabras, hay que ser consciente de lo que se esconde para poder esconderlo. Los niños pequeños suelen narrar sus pensamientos en voz alta. Cuando tenía tres años mi hija parloteaba sin parar mientras jugaba: “El cerdito se va a la cama solito. ¡Ay! ¡Se cae de la cama! Es mejor que lo vuelva a meter en la camita. No llores, cerdito”. Pero más adelante la narración cesó. Sophie era capaz de jugar en silencio durante horas, absorta, sin hablar. Su narrador se había vuelto interior. ¿Es entonces cuando se produce el cambio? ¿Es ese escenario interior, donde se desarrollan los pensamientos y los juegos, lo que muchos de nosotros identificamos como el yo? ¿Es nuestra versión propia del Cogito, ergo sum de Descartes?

En su Compendio de psicología, William James, hermano mayor de Henry James, desarrolla una noción muy amplia del yo, o de los yos, que empieza con el cuerpo de un individuo, un ego material, un yo, y después se desplaza hacia fuera para incluir a un yo más amplio, lo mío, que abarca la ropa de una persona, su familia, su casa y propiedades, sus éxitos y fracasos. Es de destacar que James sostiene que hay partes de nuestro cuerpo más íntimas que otras, que un montón de sentimientos personales (que él denomina «el yo de los yos”) se dan “entre lacabeza y la garganta” o del cuello para arriba y no del cuello para abajo. A la luz de este yo fluctuante, James establece una distinción entre la persona simpática y la antipática. Utilizando el estoicismo como ejemplo del carácter antipático, sostiene: “Las personas con estrechez de miras se atrincheran detrás de su yo, se repliegan de un terreno que no pueden asegurar por completo”. Por el contrario, las personas simpáticas “proceden de forma totalmente opuesta, a través de la expansión y la inclusión. Con frecuencia el perfil de su ser se torna incierto, pero lo suple con creces gracias a su carácter expansivo”


LA MUJER TEMBLOROSA


La mujer temblorosa, Siri Hustvedt, p. 202

La historia de la mujer temblorosa es la narración de un hecho repetido que, con el paso del tiempo, fue ganando múltiples significados al considerarlo desde diferentes perspectivas. Lo que al principio pareció una anomalía, adquirió una carga emocional y alarmante tras su reaparición. ¿Puede decirse que, con el paso del tiempo, mis respuestas eran psicológicas más que neurológicas? ¿Dónde se fijan los límites? Los científicos suelen hablar de niveles: el nivel neural y el nivel psicológico. Usan una metáfora espacial. Debajo están las neuronas. Un escalón más arriba, la psique. Subimos por una escalera, no muy diferente a la gran cadena del ser medieval. Lo visible existe en el primer peldaño y lo invisible, todo lo psíquico, en el segundo. Una neurona puede verse. Los pensamientos, no. ¿Son las neuronas más reales que los pensamientos? Los científicos hablan a menudo de las representaciones neurales. ¿Cómo representan las neuronas una cosa? Una representación es una imagen o un símbolo de otra cosa. ¿Cómo funciona eso? ¿Existe un estrato llamado cerebro y por encima otro llamado mente que están interconectados de alguna manera? Otros científicos y filósofos añaden un tercer nivel QUE comprende nuestra vida cultural, social y global (aquello que está fuera de nosotros). ¿No cabe la posibilidad de que esta metáfora visual sea problemática, que la idea misma de establecer niveles jerárquicos sea una noción ¿De verdad pueden distinguirse tan claramente el cerebro, la psique y lo cultural? ¿No nacemos en un mundo lleno de otras cosas y otros seres significativos? No tengo una respuesta para estas preguntas pero me planteo, al igual que Wall, si es posible aislar de su contexto una experiencia como el dolor.


IMAGENES MENTALES


La mujer temblorosa, Siri Hudsvedt

Quizá el ejemplo más famoso sea el del conductista J. B. Watson, que rechazaba de plano las imágenes mentales y afirmaba que no existían. Watson defendió su postura en un debate público que tuvo lugar en el Club de Psicología de Washington D.C., donde declaró que «la psicología subjetiva nunca ha producido descubrimiento alguno, tan sólo especulación rnedieval».El año anterior a ese debate público, Freud publicó El yo y el ello, donde modificaba su anterior modelo de la mente. En él abandonaba sus primeras tres categorías (consciente, inconsciente y preconsciente) desarrolladas en La interpretación de los sueños, a favor de un nuevo enfoque basado en el funcionamiento de sus nuevas divisiones de la mente. El concepto freudiano del ego, o del yo (Ich) no era el del narrador interior o el de una conciencia perceptiva abarrotada de imágenes. Además incluía el desarrollo de una noción corporal del ser muy similar a un esquema corporal (que determina nuestra sensación de ser alguien separado de los demás) así corno de otros procesos inconscientes. El ello (das Es) era el lugar, siempre inconsciente y atemporal, donde radicaban las necesidades o los impulsos primarios. El superego o superyó (über-Ich) era similar a una conciencia personal que surgía a través de las identificaciones primarias y más importantes de una persona, aquellas que establece con sus padres. Así que en la época en que Freud estaba replanteándose su modelo mental, incluyendo en él grandes zonas inconscientes, Watson se dedicaba a negar que existieran siquiera las imágenes visuales que son una experiencia consciente y cotidiana la mayoría de la gente.

Las ideas crecen, pero a menudo lo hacen en zanjas estrechas y profundas. Watson era un defensor radical y polémico del conductismo, pero sus ideas han tenido efectos trascendentales en la ciencia y en la filosofía de la ciencia. Hay personas en el mundo que carecen de la capacidad de crear imágenes mentales (mi poeta traductor y quizá algunos filósofos), pero son una minoría y algunos son pacientes neurológicos. Mi pregunta es, si Watson y los colegas que le secundaban veían novelas o recordaban casas y paisajes, o incluso las palabras de un texto que habían leído en tal página, con sólo repasarlo todo mentalmente, ¿cómo podían cuestionar la existencia de las imágenes mentales? Además, ¿no sueña todo el mundo? ¿Los sueños no son imágenes mentales visuales? Los dogmas pueden cegar a las personas.


INCIPIT 1.118. RETRATOS DE INFANCIA / JM COETZEE


Recientemente, y tras permanecer más de sesenta años guardadas, han salido a la luz las primeras fotografías tomadas por J. M. Coetzee. Al emigrar a Australia en 2002, Coetzee conservó un piso en Ciudad del Cabo, y cuando vendió la propiedad en 2014 tuvo que deshacerse de muchos de los efectos personales almacenados en él.

La compañera de Coetzee, Dorothy Driver, que se había trasladado a Ciudad del Cabo para encargarse de los trámites, me preguntó si me interesaba una ampliadora fotográfica vieja y material diverso para un cuarto oscuro. En aquel momento yo había colaborado con Coetzee en la publicación de sus guiones cinematográficos (Two Screenplays, UCT Press). Llegó la ampliadora junto con una anticuada maleta de cartón con un equipo completo para un cuarto oscuro (cubetas de revelado, bandejas, filtros, jarras de medición, marcos y un surtido de productos químicos y papel fotográfico), así como unas cuantas fotografías y varios carretes  revelados. Estos eran rollos de negativos de 35 mm en blanco y negro, guardados dentro de las típicas latas de aluminio. A juzgar por las fechas de caducidad de las latas de Ilford y Afrox (ABRIL, 1957, SEPT., 1956, etcétera), eran de mediados de la década de 1950, cuando la familia Coetzee se mudó de Worcester a Ciudad del Cabo y John asistió al colegio marista Saint Joseph de Rondebosch.

Escribí inmediatamente a Coetzee un correo electrónico para hablarle de las fotografías, sugiriéndole que se trataba de documentación que era necesario conservar y que podía tener interés para los estudiosos.]. C. Kannemeyer no había utilizado este material en su biografía sobre Coetze, lo que indicaba que este podía haberlo pasado por alto cuando le permitió acceder a sus archivos personales. Coetzee me contestó dándome autorización para que me ocupara de ello, aunque también expresó sus dudas acerca del interés que podían tener las fotografías de aficionado de un chaval de dieciséis años.


INCIPIT 1.117. LOS CHICOS DE LA NICKEL / COLSON WHITEHEAD


Hasta muertos creaban problemas, los chicos.

El cementerio secreto estaba en el lado norte del campus de la Nickel, en media hectárea de terreno irregular llena de hierbajos entre la antigua caballeriza y el vertedero. Aquello eran pastos cuando la escuela tenía montada una vaquería y vendía leche a clientes de la localidad, una de las maneras con que el estado de Florida aliviaba la carga fiscal que supo rúa la manutención de los muchachos. Los urbanistas del parque empresarial habían reservado el terreno para hacer una zona de restaurante, con cuatro fuentes arquitectónicas y un quiosco de música para algún concierto ocasional. El hallazgo de los cadáveres fue una costosa complicación tanto para la empresa inmobiliaria que estaba esperando el visto bueno del estudio medioambiental, como para la fiscalía del estado, que acababa de cerrar una investigación sobre las presuntas agresiones. Ahora tenían que iniciar nuevas pesquisas,  establecer la identidad de los fallecidos y la forma en que murieron, y a saber cuándo aquel maldito lugar podría ser arrasado, despejado y limpiamente borrado de la historia. Lo único que todos tenían claro era que la cosa iba para largo.

Todos los chicos estaban al corriente de aquel lugar abyecto. Tuvo que ser una alumna de la Universidad del Sur de Florida quien lo sacara a la luz pública varias décadas después de que el primer chico fuese arrojado al hoyo dentro de un saco de patatas. Cuando le preguntaron cómo había descubierto las tumbas, la alumna, Jody, respondió que el terreno “se veía raro”. 


NEURONAS ESPEJO


La mujer temblorosa, Siri Hustvedt, p. 107

A estas alturas mucha gente ha oído hablar de las neuronas espejo descubiertas en 1995 en los monos macacos por Vittorio Gallese, Giacomo Rizzolatti, Leonardo Fogassi y Luciano Fadiga. Dichas neuronas, localizadas en la corteza premotora del animal, se activan cuando el mono hace algo como, por ejemplo, agarrar un plátano, pero también se activan cuando el mono observa a otro ejecutar la misma acción y él no hace nada. No es de sorprender que los científicos hayan detectado un sistema espejo en los seres humanos. No sabemos cuál es su significado exacto, pero el descubrimiento de unas neuronas espejo ha desatado la especulación de que puedan estar implicadas en todo, desde el lenguaje hasta la empatía. Rizzolatti estaba convencido de haber encontrado el sistema de codificación que subyace al lenguaje humano. Al menos, las neuronas espejo parecen ser parte del intercambio dialéctico inherente a las relaciones humanas, una raíz biológica para la reflexión entre el «yo” y el «tú”, una idea que se remonta por lo menos a Hegel y se refuerza con su interpretación de que la conciencia de nuestra propia identidad se origina en las relaciones entre el ser y el otro: «La conciencia de nuestra propia identidad existe en sí misma y, a partir de ahí, existe también para otro ser con conciencia de su propia identidad; es decir, sólo si se la percibe y es "reconocida'' .

La palabra yo aparece bastante tarde en el habla del niño. Como señala Merleau-Ponty: «El pronombre yo sólo adquiere todo su significado cuando el niño lo usa no como un símbolo individual para designarse como persona (un símbolo que se le ha dado de una vez y para siempre a él y sólo a él), sino cuando comprende que todas las personas que ve son un "yo” para sí mismas y un "tú” para los demás”. Antes de llegar al “yo”, la mayoría de los niños se refiere a sí mismo usando su nombre. Recuerdo que mi hija decía “Sophie zanahoria” en lugar de “Yo quiero una zanahoria”. Los gemelos de seis años de edad estudiados por Luria no tenían ninguna palabra para el “yo” en su lenguaje privado. Se referían a sí mismos en tercera persona. En algunas manifestaciones de la afasia el “yo” desaparece enseguida y en algunos casos de esquizofrenia el “yo” y el “tú” se confunden o carecen de sentido.


LA SUBJETIVIDAD


La mujer temblorosa, Siri Hustvedt, p. 102

La subjetividad no es la historia de un “yo” absoluto y equilibrado que va por la vida tomando una decisión consciente tras otra. Tampoco es una máquina cerebral incorpórea, preprogramada genéticamente para actuar según unas pautas preestablecidas y predecibles. Con el paso del tiempo ha ido perdiendo fuerza la comparación del cerebro con el disco duro de un ordenador al que se le actualiza el software de forma continua. Con el advenimiento de la tecnología el ordenador se ha convertido en un modelo cognitivo, pero a mí me parece extraño que los científicos y una buena parte de los filósofos hayan decidido que una máquina puede ser un modelo adecuado para la mente humana. Por algo muy sencillo: las máquinas carecen de emociones y los humanos no pueden tomar decisiones sin implicar en ellas valores afectivos. Perderían capacidad de juicio, en lugar de ganarla. En su libro El error de Descartes, Antonio Damasio nos proporciona pruebas neurológicas de algo que la gente sólo podía llegar a intuir: que la emoción es crucial para el buen razonamiento. Las personas con daños en el lóbulo frontal tienen las emociones embotadas y ello afecta a su capacidad de actuar en beneficio propio. Además, nuestra subjetividad no está cerrada sino abierta al mundo exterior. Es un hecho indiscutible pero que suele olvidarse, y los científicos, obsesionados con las funciones cerebrales, a veces tratan estos procesos como si tuvieran lugar en un órgano aislado que no formase parte del cuerpo, un ramillete de neuronas metido en una cuba que sólo se ocupan de lo suyo sin interferencia alguna. William James escribió: “Toda acción es una reacción al mundo exterior; y el estadio intermedio de la consideración, la contemplación o el pensamiento no es más que un lugar de tránsito, el fondo de un circuito cuyos dos extremos están conectados con el mundo exterior[ ... ] La corriente de la vida que nos entra por los ojos y las orejas sale por nuestras manos, pies y labios». El modelo de experiencia subjetiva que presenta James es dinámico e incluye el mundo que percibimos, con todo lo que ello implica: imágenes, sonidos, olores, sensaciones, emociones, otras personas, pensamiento y lenguaje. Todo eso está dentro de nosotros. Estamos habitados, ocupados, somos seres plurales y siempre vivimos en relación con ese mundo exterior que percibimos como seres corporales y no solamente como cerebros.


PAPAGENO

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Exhalación, Ted Chiang

No es ninguna coincidencia que “aspiración” signifique al mismo tiempo tener esperanza y el acto de respirar. Cuando hablamos, usamos el aliento de nuestros pulmones para darle a nuestros pensamientos una forma física. Los sonidos que emitimos son simultáneamente nuestras intenciones y nuestra fuerza vital.

Hablo, luego soy. Los aprendices vocálicos, como los papagayos y los humanos, somos tal vez los únicos que comprendemos del todo la verdad que hay en esto.

Dar forma a los sonidos con la boca tiene algo placentero. Es tan primario y visceral que, a lo largo de la historia, los humanos han considerado esta actividad una senda hacia lo divino. Los místicos pitagóricos creían que las vocales representaban la música de las esferas, y salmodiaban para extraer poder de ellas.

Los cristianos pentecostales creen que cuando hacen uso de lo que llaman “don de lenguas”  están hablando el idioma que emplean los ángeles en el cielo.

Los brahmanes creen que al recitar mantras refuerzan los ladrillos que construyen la realidad. Sólo una especie de aprendices vocálicos atribuiría tanta importancia al sonido en sus mitologías. Nosotros los papagayos sabemos valorarlo.

Según la mitología hindú, el universo fue creado con un sonido: “om”. Es una sílaba que  contiene en su interior todo lo que siempre fue y ha sido. Cuando el telescopio Arecibo se orienta hacia el espacio entre las estrellas, oye un leve canturreo.

A esto, los astrónomos lo llaman el fondo de microondas cósmico. Es la radiación residual del Big Bang, la explosión que creó el universo hace catorce mil millones de años.

Pero también podemos considerarla como una reverberación apenas audible de aquel “om” origínal. Esa sílaba era tan retumbante que el cielo nocturno seguirá vibrando mi entras dure el universo.

Cuando Arecibo no está escuchando otra cosa, escucha la voz de la creación.

Nosotros los papagayos portorriqueños tenemos nuestros propios mitos. Son más simples que la mitología humana, pero yo creo que a los humanos les agradarían. Ay, nuestros mitos se están perdiendo a medida que mi especie desaparece. Dudo que los humanos lleguen a descifrar nuestro idioma antes de que nos hayamos esfumado.

De modo que la extinción de mi especie no sólo supone la pérdida de un grupo de aves. Significa también la desaparición de nuestro idioma, nuestros rituales, nuestras tradiciones. Significa el silenciamiento de nuestra voz.


Solomon Shereshevski


Exhalación, Ted Chiang

La facilidad de búsqueda que proporciona Remem es de por sí asombrosa, pero eso no es más que una ínfima parte del potencial que Whetstone ve en el producto. Cuando Deirdre verificó las antiguas aseveraciones de su marido, estuvo planteando consultas explícitas a Remem. Pero Whetstone espera que, a medida que la gente se vaya acostumbrando a su producto, las consultas ocupen el lugar del acto cotidiano de recordar, y que Reme m pase a integrarse en sus procesos racionales. Una vez esto suceda, nos convertiremos en ciborgs cognitivos, incapaces a todos los efectos de recordar mal nada; el vídeo digital a prueba de errores almacenado en silicona adoptará el papel que en su día ocuparon nuestros falibles lóbulos temporales.

¿Cómo será disponer de una memoria perfecta? Se puede argumentar que el individuo con la mejor memoria documentada a lo largo de la historia fue Solomon Shereshevski, que vivió en Rusia durante la primera mitad del siglo xx. Los psicólogos que lo examinaron descubrieron que podía escuchar una serie de palabras o números una vez y recordarlos meses o incluso años después. Sin conocimientos de italiano, Shereshevski era capaz de citar las estrofas de la Divina Comedia que había leído quince años antes.

Pero tener una memoria perfecta no era ningún chollo, como podríamos pensar. Leer un pasaje de un texto evocaba tantas imágenes en la mente de Shereshevski que a menudo no podía concentrarse en lo que estaba diciendo en ese momento, y su consciencia de innumerables ejemplos específicos le dificultaba la comprensión de conceptos abstractos. A veces intentaba olvidar cosas deliberadamente. Escribía números que ya no quería recordar en pedazos de papel y los quemaba, una especie de tala y quema para despejar la maleza de su mente, aunque en vano.


INCIPIT 1.116. EXHALACION / TED CHIANG

 


EL COMERCIANTE Y LA PUERTA DEL ALQUIMISTA

Oh, poderoso califa y líder de los fieles, me humillo ante el esplendor de tu presencia; un hombre no puede esperar mayor bendición mientras camine por este mundo. La historia que tengo que contar es verdaderamente extraña, y si hubiese de tatuarse en su totalidad en el rabillo de nuestro ojo, el prodigio de su ejecución no excedería al de los acontecimientos relatados, puesto que es una advertencia para todo aquel susceptible de ser advertido y una lección para todo aquel susceptible de aprender de ella.

Me llamo Fuwaad ibnAbbas, y nací aquí en Bagdad, Ciudad de la Paz. Mi padre era comerciante de grano, pero durante la mayor parte de mi vida he trabajado como proveedor de tejidos de calidad, comerciando con seda de Damasco, lino de Egipto y bufandas de Marruecos brocadas en oro. El negocio era próspero, pero tenía yo un corazón inquieto, y ni la acumulación de lujos ni la donación de limosnas lo calmaba. Ahora me presento ante ti sin un solo dírham en el monedero, pero estoy en paz.

Alá es el principio de todas las cosas, pero, con el permiso de Su Majestad, comienzo mi historia por el día en que di un paseo por el distrito de los herreros. Necesitaba comprar un regalo para un hombre con el que tenía que hacer negocios, y me habían dicho que sabría apreciar una bandeja de plata. Después de trastear durante media hora, me di cuenta de que una de las tiendas más grandes del mercado había cambiado de propietario. Era un puesto bien situado que debía de haber sido costoso adquirir, así que entré a examinar su mercancía.


INCIPIT 1.115. LA MUJER TEMBLOROSA / SIRI


Cuando murió mi padre yo me encontraba en mi casa de Brooklyn, pero apenas unos días antes había estado con él, sentada junto a su cama en la residencia de ancianos de Northfield, en Minnesota. Estaba físicamente débil aunque mentalmente lúcido y estuvimos hablando e incluso riéndonos, si bien no recuerdo el contenido de nuestra última conversación. Lo que sí recuerdo con toda claridad es la habitación donde pasó los últimos días de su vida. Mis tres hermanas, mi madre y yo habíamos colgado algunos cuadros en las paredes y habíamos llevado una colcha color verde pálido para contrarrestar la austeridad de aquel lugar. Pusimos un jarrón con flores en el alféizar de la ventana. Mi padre tenía enfisema y sabíamos que no le  quedaba mucho tiempo de vida. Mi hermana Liv, que vive en Minnesota, fue la única hija que estuvo a su lado cuando murió. Había sufrido un segundo colapso Pulmonar y el médico opinó que no resistiría otra íntervención quirúrgica. Mientras papá aún estaba consciente, ya no podía hablar, mi madre nos llamó una por a las tres hijas que vivíamos en Nueva York para que le dijésemos algo por teléfono. Recuerdo perfectamente me detuve un instante a pensar qué debía decirle.


PAPAGAYOS


Exhalación, Ted Chiang, p. 229

EL GRAN SILENCIO

Los humanos se sirven de Arecibo para buscar vida inteligente extraterrestre. Su deseo de lograr un contacto es de tal magnitud que han creado una oreja capaz de oír lo que pasa en la otra punta del universo.

Pero mis compañeros papagayos y yo estamos aquí. ¿Por qué no les interesa escuchar nuestras voces?

Somos una especie no humana capaz de comunicarnos con ellos. ¿Acaso no somos exactamente lo que los humanos están buscando?

universo es tan vasto que sin duda tiene que haber surgido vida inteligente muchas veces. El universo es, además, tan antiguo que a una especie tecnológica podría haberle dado tiempo incluso a llenar la galaxia. Sin embargo, no hay señales de vida en ninguna parte salvo en la Tierra. Los humanos llaman a esto la paradoja de Fermi.

Una solución propuesta a la paradoja de Fermi es que las especies inteligentes tratan activamente de ocultar su presencia para evitar convertirse en el objetivo de invasores hostiles.

Como miembro de una especie que los humanos han conducido a la casi total extinción, puedo atestiguar que es una estrategia astuta.

Tiene sentido quedarse en silencio y evitar llamar la atención. La paradoja de Fermi se conoce a veces como el Gran Silencio. El universo debería ser una cacofonía de voces y, sin embargo, está desconcertantemente silencioso.

Algunos humanos teorizan que las especies inteligentes se extinguieron antes de lograr expandirse por el espacio exterior. Si están en lo cierto, entonces la calma del firmamento nocturno es el silencio de un cementerio.

Hace cientos de años, mi familia era tan abundante que el bosque Río Abajo retumbaba con nuestras voces. Ahora prácticamente hemos desaparecido. Pronto esta selva quedará tan silenciosa como el resto del universo.

Hubo una vez un papagayo gris africano llamado Alex. Era famoso por sus capacidades cognitivas. Famoso entre los humanos, me refiero.

Una investigadora humana llamada Irene Pepperberg se pasó treinta años estudiando a Alex. Descubrió que éste no sólo sabía palabras para nombrar formas y colores, sino que realmente comprendía los conceptos de forma y color. Muchos científicos fueron escépticos ante la posibilidad de que el ave captara conceptos abstractos. A los humanos les gusta pensar que son únicos. Pero al final Pepperberg los convenció de que Al ex no se limitaba a repetir palabras, sino que comprendía lo que estaba diciendo. De todos mis primos, Al ex fue el que estuvo más cerca de ser tomado en serio como interlocutor por parte de los humanos. Alex murió repentinamente, cuando era relativamente joven. La tarde antes de morir, Alex le dijo a Pepperberg, “Tú es buena. Te quiero”.

Si los humanos buscan un contacto con una inteligencia no humana, ¿qué más pueden pedir?


EL ESTADIO DEL ESPEJO


La mujer temblorosa, Siri Hustvedt, p. 62

Los bebés y la mayoría de los animales no se reconocen a sí mismos cuando se miran en el espejo. Mi perro Jack no muestra ningún interés en su reflejo y no tiene ni idea de que pueda pertenecerle. En algún estadio de su desarrollo los seres humanos, algunos primates, los elefantes y una especie de delfines son capaces de darse cuenta de que la imagen que están mirando no pertenece a otro sino a sí mismos. Es un privilegio de los seres más evolucionados. El psicoanalista Jacques Lacan denominó ese giro en la evolución humana «la fase del espejo”( stade de miroir ), para referirse al momento en que un niño observa su propia imagen y se ve desde fuera como un todo, como si se estuviera viendo a través de los ojos de otra persona. Pero la mayoría de las veces no nos vemos como un todo. Yo sólo veo algunas partes de mi cuerpo, mis manos y parte de mi brazo cuando estoy escribiendo en el ordenador, por ejemplo, o ninguna parte cuando paseo por la calle concentrada en lo que veo, oigo o huelo.  En su ensayo “La relación del niño con los demás”, Maurice Merleau-Ponty escribe: “La conciencia que tengo de mi propio cuerpo no es la conciencia de una masa aislada sino un esquema postural (schéma corporel)”. Es una sensación introceptiva, según el vocabulario del filósofo. A partir de Merleau-Ponty, Shaun Gallagher propone establecer una distinción entre esquema corporal e imagen corporal. El primero es “Un sistema de capacidades sensoriales y motoras»,un sistema inconsciente en su mayor parte. Cuando alargo el brazo para coger un vaso, no tengo que observar cómo mi brazo va hacia él ni calcular la distancia que hay entre mi mano y el vaso; lo hago sin pensarlo.

Sin embargo, mi imagen corporal es algo consciente, compuesto por las creencias e ideas que tengo sobre mi físico. Soy gorda o delgada, fea o bonita. Soy yo como objeto, una percepción de mi cuerpo desde fuera, y yo apuntaría algo que Gallagher no menciona, y es que una parte importante de esa construcción tiene lugar desde una perspectiva lingüística. También hay una cualidad profundamente emocional en el reconocimiento de uno mismo. Observarse a sí mismo produce una resonancia afectiva particular, y si no se da esa sensación de familiaridad, la imagen reflejada pierde todo significado.


LA HISTERIA


La mujer temblorosa, Siri Hustvedt, p. 18

Hoy en día, cada vez que se usa la palabra histeria en periódicos y revistas, se suele señalar que proviene del griego y que significa «Útero”. Puntualizar su origen, como una patología puramente femenina asociada a los órganos reproductivos, sirve para advertir a los lectores de que el término en sí refleja un antiguo prejuicio contra las mujeres, pero la historia va mucho más allá de la misoginia. Galeno creía que la histeria era una enfermedad que sufrían las mujeres solteras o viudas privadas de relaciones sexuales, pero no la consideraba una forma de locura puesto que no tenía por qué llevar aparejados problemas psicológicos. Los médicos de la antigüedad eran muy conscientes de que los ataques epilépticos y los histéricos se asemejaban y de que era fundamental distinguir entre unos y otros. Como puede verse, la confusión aún existe. El médico del siglo xv Antonius Guainerius sostenía que los efluvios procedentes del útero eran los responsables de la histeria y que ésta se diferenciaba de la epilepsia en que los histéricos recordaban todo lo sucedido durante sus ataques. El gran médico inglés del siglo xvn Thomas Willis absolvió al útero de ser el órgano culpable y situó el origen, tanto de la histeria como de la epilepsia, en el cerebro. Pero las ideas de Willis no eran las predominantes en su época. Había otros médicos que creían que se trataba de dos manifestaciones diferentes de la misma dolencia. El médico suizo Samuel Auguste David Tissot (1728-1797), hoy más recordado en los anales médicos por su famoso tratado sobre los peligros de la masturbación, sostenía que eran dos enfermedades distintas, aunque existieran algunas epilepsias originadas en el útero. Desde la Antigüedad hasta finales del siglo XIX la histeria fue considerada como una enfermedad convulsiva originada en alguna parte del cuerpo (el útero, el cerebro o alguna extremidad) y aquellos que la padecían no eran tenidos por locos. No hace falta decir que si cualquiera de los médicos que acabo de mencionar hubiese presenciado mi convulso discurso, me hubiera diagnosticado histeria. Mis funciones superiores  no se vieron interrumpidas; recuerdo todo lo sucedido durante mi ataque y, por supuesto, era una mujer con un útero potencialmente emisor de efluvios y capaz de trastornarse.


WIKIPEDIA

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