Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

INCIPIT 255. SALE EL ESPECTRO / PHILIP ROTH


1
EL MOMENTO PRESENTE
No había estado en Nueva York desde hacía once años. Aparte de una estancia en Boston para que me extirparan la próstata cancerosa, apenas me había alejado de mi carretera rural de montaña en los Berkshires durante esos once años, y lo que es más, pocas veces había leído un periódico ni escuchado las noticias desde el 11 de septiembre, tres años atrás; sin ninguna sensación de pérdida (tan solo, al comienzo, una especie de sequía en mi interior), había dejado de habitar no solo el gran mundo, sino también el momento presente. Mucho tiempo atrás había aniquilado el impulso de estar en él y formar parte de él.
Pero ahora había conducido los más de doscientos kilómetros en dirección sur hasta Manhattan para ver a un urólogo del hospital Mount Sinai especializado en un procedimiento quirúrgico para ayudar a hombres como yo, incontinentes tras haber sido operados de la próstata. Mediante un catéter inserto en la uretra, inyectaba una forma gelatinosa de colágeno en el lugar en que el cuello de la vejiga se une a la uretra, y de este modo lograba una notable mejora en el cincuenta por ciento de sus pacientes. No eran unas grandes expectativas, sobre todo cuando «una notable mejora» solo significaba el alivio parcial de los síntomas, reduciendo la «incontinencia severa» a «incontinencia moderada», o la «moderada» a «ligera». De todos modos, como sus resultados eran mejores que

YO


De Sale el espectro, de Philip Roth, p. 33
La víspera de mi regreso a casa, fui a comer a un pequeño restaurante italiano que quedaba cerca del hotel. Los propietarios del lugar no habían cambiado desde la última vez que comí allí a comienzos de los años noventa, y me llevé una sorpresa cuando Tony, el más joven de la familia, me saludó por mi nombre antes de acompañarme a la mesa del rincón que siempre me había gustado porque era la más tranquila del local.
Te marchas mientras otros, lo cual no tiene nada de asombroso, se quedan atrás para seguir haciendo lo que siempre han hecho, y, cuando regresas, te sientes sorprendido y emocionado por un momento al ver que siguen ahí y, también, tranquilizado, porque hay alguien que se pasa toda la vida en el mismo pequeño lugar y no siente ningún deseo de irse.

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