Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

LA PATRIA DEL ESCRITOR

Texto leído por Herralde en el homenaje  a Roberto Bolaño en la Feria del Libro chilena, 29 de octubre de 2003
» Un escritor chileno cuyo único pasaporte fue chileno, aunque Bolaño, siempre incómodo, siempre a contra pié, matizaba: «Muchas pueden ser las patrias pero uno solo e! pasaporte, y este pasaporte, evidentemente, es la calidad de la escritura.»

Roberto Bolaño, un perro romántico, un perro rabioso, un perro apaleado, que nunca renunció a su «deseo de quemar e! mundo», y también «un príncipe dulcísimo», según e! epitafio de su querido Nicanor Parra. Roberto Bolaño, que escribió a modo de epitafio propio: «El mundo está vivo y nada vivo tiene remedio y ésa es nuestra suerte.» Una frase desesperada, lúcida y sarcástica, la marca de fábrica de un escritor chileno llamado a perdurar, un orgullo de la literatura universal.

SOBRE EL ABURRIMIENTO SEGUN W BENJAMIN


O ...  pasaba recorriendo el puente de mando desde un extremo al otro, mirando distraído a lo lejos, comprendí también que quien no se aburre no sabe narrar. Pero e! aburrimiento ya no tiene cabida en nuestro mundo. Han caído en desuso aquellas actividades secretas e   íntimamente unidas a él. Esta y no otra es la razón de que desaparezca e! don de contar historias, porque mientras se escuchan, ya no se teje ni se hila, se rasca o se trenza. En una  palabra, pues, para que florezcan las historias tiene que darse e! orden, la subordinación y el trabajo. Narrar no es solo un arte, es además un mérito, y en Oriente hasta un oficio. Acaba en sabiduría, como a menudo e inversamente la sabiduría nos llega bajo la forma de! cuento. El narrador es, por tanto, alguien que sabe dar consejos, y para hacerlo hay que saber relatarlos. Nosotros nos quejamos y lamentamos de nuestros problemas, pero jamás los contamos. 

INCIPIT 325. UN FORASTERO EN LOLITALANDIA / GREGOR VON REZZORI




En 1958, mi editor alemán nos preguntó a otro escritor y a mí si podíamos echarle una mano con la traducción al alemán de Lolita de Vladimir Nabokov. Un equipo de venerables literatos,   tan numeroso que en una foto de grupo habría parecido el coro de los Cosacos del Don, ya había elaborado una primera versión y, sin embargo, nuestro pequeño equipo no estaba preparado en absoluto para las dificultades que aún acechaban tras el endemoniado arte de Nabokov. En un determinado momento se produjo una acalorada discusión sobre si Lolita podía interpretarse quizá como una grandiosa metáfora del amor sin esperanza

INCIPIT 324. UNA NOVELA RUSA / EMMANUEL CARRERE

El tren rueda, es de noche, hago el amor con Sophie en la litera y ella es ella. Los compañeros de mis sueños eróticos suelen ser difíciles de identificar, son varias   personas a la vez sin tener la cara de ninguna, pero aquella vez no, reconocí la voz de Sophie, sus palabras, sus piernas abiertas. En el compartimento del coche cama donde   hasta entonces estábamos solos entra otra pareja: el señor y la señora Fujimori. Ésta se nos une, sin remilgos. El entendimiento es inmediato y muy risueño. Sostenido por  Sophie en una postura acrobática, penetro a la Fujimori, que pronto experimenta un rapto de placer. En ese momento, el señor Fujimori nos comenta que el tren ya no     avanza. Está detenido en una estación, quizá desde hace un rato. Inmóvil en el andén iluminado con lámparas de sodio, un miliciano nos observa. Corremos las cortinas a   toda prisa y, convencidos de que el miliciano va a subir al vagón para pedirnos cuentas de nuestra conducta, nos apresuramos a ponerlo todo en orden y a vestirnos para estar dispuestos, cuando él abra la puerta del compartimento, a asegurarle con el mayor aplomo que no ha visto nada, que lo ha soñado. 

EL NOMBRE DEL PADRE

De El olvido que seremos, de Hector Abad Faciolince, p.100

Y lo que es más importante, si hay algo de felicidad en mi vida, si tengo alguna madurez, si casi siempre me comporto de una manera decente y más o menos normal, si no soy un antisocial y he soportado atentados y penas y todavía sigo siendo pacífico, creo que fue simplemente  porque mi papá me quiso tal como era, un atado amorfo de sentimientos buenos y malos, y me mostró el camino para sacar de esa mala índole humana que quizás todos compartimos, la mejor parte. Y aunque muchas veces no lo consiga, es por el recuerdo de él que casi siempre   intento ser menos malo de lo que mis naturales inclinaciones me indican.

BAROJIANA

De Rojos y Blancos de Don Pío Pío, p. 18 
Ese escritor aparatoso que se llama Gómez de la Serna ha dicho, según me han asegurado, que yo pagaba la comida en el restaurante de la ciudad universitaria de París con vales o tickets, porque no tenía dinero para hacerlo como la mayoría. Es verdad, uno o dos meses estuve así. Hay que tener un espíritu mezquino de patrona de casa de huéspedes para creer que el encontrarse un hombre viejo en una situación pobre y de miseria, por un azar de la suerte, es algo que merece el desdén y la risa de la gente. A mí me parece más ridículo y más ramplón estar viviendo en un gran hotel de Madrid con todos los gastos pagados y hacer el reclamo de unos almacenes de camisas y de calzoncillos de la ciudad, para sacar unos cuartos más. Se ve que Gómez de la Serna tiene una mentalidad de patrona y que cataloga a la gente por sus ingresos y por sus sueldos. Abandonaremos esto, que no tiene importancia.

INCIPIT 323. STANDARS / GERMAN SIERRA

La moda, aseguran, se originó en algún remoto escondite escandinavo; de ahí la costumbre de refrigerar el comedor muy por debajo de la temperatura ambiente y ofrecer, en pleno mes de agosto, como en esos bares construidos con bloques helados donde se bebe vodka y se  degusta caviar, una chaqueta de piel a los clientes. El ritual recuerda a otras modalidades de gastronomía clandestina consistentes, por ejemplo, en consumir especies en vías de extinción. Refinamientos que aprovechan la excitación de lo encubierto, lo furtivo, lo esotérico, lo ilegal. Restaurantes tailandeses que cocinan tortugas marinas en su caparazón, ocultos como fumaderos de opio entre las chabolas de los barrios más inverosímiles de Bangkok, donde exquisitos turistas con los pies hundidos en el repugnante fango de la calle, John Lobb o Loubutin en mano, pantalones remangados o vestidos de noche recogidos por encima de las rodillas, caminan tras los guías locales. Tabernas secretas de contraseña, mirilla y matón instaladas en cada sótano, en cada trastienda, durante los cinematográficamente gloriosos años de la Prohibición. Cabañas de chamanes en medio de la selva donde los dioses aterrizan transitoriamente sobre la superficie de un cuenco

INCIPIT 322. EL PADRINO / MARIO PUZO

1
Amerigo Bonasera estaba sentado en la Sala 3 de lo Criminal de la Corte de Nueva York. Esperaba justicia. Quería que los hombres que tan cruelmente habían herido a su hija, y que, además, habían tratado de deshonrarla, pagaran sus culpas.
El juez, un hombre de formidable aspecto físico, se recogió las mangas de la toga, como si se dispusiera a castigar físicamente a los dos jóvenes que permanecían de pie delante del tribunal. Su expresión era fría y majestuosa. Sin embargo, Amerigo Bonasera tenía la sensación de que en todo aquello había algo de falso, aunque no podía precisar el qué.
-Actuaron ustedes como unos completos degenerados -dijo el juez, severamente.
Eso, eso, pensó Amerigo Bonasera. Animales. Animales. Los dos jóvenes, con el cabello bien  cortado y peinado, y el rostro claro y limpio, eran la viva imagen de la contrición. Al oír las palabras del juez, bajaron humildemente la cabeza.

-Actuaron ustedes como bestias salvajes –prosiguió el juez-; y menos mal que no agredieron sexualmente a aquella pobre chica, pues ello les hubiera costado una pena de veinte años.

INCIPIT 321. RETRATO DEL ARTISTA ADOLESCENTE / JAMES JOYCE

1
Allá en otros tiempos (y bien buenos tiempos que eran), había una vez una vaquita (¡mu!) que iba por un caminito,  esta vaquita que iba por un caminito se encontró un niñín muy guapín, al cual le llamaban el nene de la casa ...
Este era el cuento que le contaba su padre. Su padre le miraba a través de un cristal: tenía la cara peluda.
El era el nene de la casa. La vaquita venía por el caminito donde vivía BeUy Byrne: Betty Byrne vendía trenzas de azúcar al limón.
Ay, las flores de las rosas silvestres
 en el pradecilo verde.
Esta era la canción que cantaba. Era su canci6n.
Ay, las flores de las losas verdes.
Cuando uno moja la cama, aquello está calentito primero y después se va poniendo frío. Su madre colocaba el hule.¡Qué olor tan raro!
Su madre olía mejor que su padre y tocaba en el piano una jiga de marineros para que la bailase él. Bailaba:
Tralala lala,
Talala tIralalaina,
tralala lala,

tralala lala.

INCIPIT 320. ANGEL / ELIZABETH TAYLOR

1
-« ... en la vasta vacuidad del empíreo ... » -leyó la señorita Dawson-. ¿Puedes decirme lo que significa «empíreo»?
-Significa ... -contestó Angel. Se humedeció los labios con la lengua. Por la ventana de la clase miró al cielo, más allá de los árboles desnudos-. Significa «el más alto cielo».
-Sí, el cielo -dijo la señorita Dawson con recelo.
Tendió el cuaderno a Angel; estaba perpleja. La chica tenía una gran fama de embustera y la señorita Dawson, al recibir su extraña redacción «Una tempestad en el mar», la había   estudiado cuidadosamente y en actirud prevenida, pues temía haber leído aquello antes o faltado a su obligación de haberlo hecho. Había dedicado una inquieta velada a escudriñar en Pater y Ruskin y otros. Aunque desdeñaba tal prosa ornamental, tales crescendos y  aliteraciones, antes de afirmar que se trataba de un texto vulgarmente sobrecargado confiaba en descubrir quién lo había escrito. Lo consultó con la directora, quien también juzgó necesaria la cautela. Era, pensaba, un texto digno de admiración en una chica de quince años; si es que realmente era obra de una chica de quince años.
-¿Ha escrito alguna vez algo parecido?

-Nada. Una o dos líneas llenas de borrones.

INCIPIT 319. STEPHEN EL HEROE / JAMES JOYCE

 ... todo el que le hablaba mezclaba una incredulidad demasiado cortés con su expectación. Llevaba peinado bien hacia lo alto el crespo pelo parduzco, pero iba arreglado con poco orden. Una chica quizá habría podido llamarle goapo o no: tenía una cara de rasgos regulares, con una expresión casi suavizada, hasta ser belleza, por una boca pequeña y femenina. En una visión de conjunto de la cara, no destacaban los ojos: eran unas lucecitas azul claro que refrenaban toda iniciativa. Eran claros y sin miedo pero a pesar de eso su cara era hasta cierto punto la cara de  un corrompido.

El rector del College era una persona solitaria que ocupaba la presidencia en reuniones y     sesiones inaugurales de sociedades. Sus lugartenientes visibles eran un decano y un administrador. El administrador, pensaba Stephen, tenia aspecto de lo que era: Un hombre grueso y lucido, de cabellera gris. Cumplía sus deberes con gran unción y se le veía a menudo erguido en el vestíbulo vigilando el ir y venir de los estudiantes. Se empeñaba en la  puntualidad: algún minuto de retraso una vez o dos, eso no le importaba tanto; daba una palmada y hacía algún reproche bienhumorado. Pero lo que le ponía severo era que se perdieran unos poco
s minutos cada día : eso estropeaba el buen funcionamiento de las clases.

MATRIMONIO

De Vive como puedas, de Joaquín Bergés, p.60-61
Curiosa y contrariamente las broncas que tenía con Carmen eran un estrépito de palabras y palabrotas digno incluso de transcribirse por escrito y leerse luego con calma y espíritu analítico. Obras maestras del género. Pero Sandra aprendió a lidiar las disputas domésticas   cuando vivía con el padre de Valle (¿el fantasma de los canutos?) y en lugar de berrear  enérgicamente prefiere callar, lo cual es mucho más intimidatorio. Nada hay más inquietante para un cónyuge que tratar de imaginar lo que se esconde tras el silencio de su pareja.

Calculo que esta situación se prolongará por espacio de tres o cuatro días. Es más o menos el  tiempo que Sandra necesita para recuperar el don de la palabra y olvidar lo sucedido. Lo malo es que esta forma de actuar no favorece la reconciliación y sí el recuerdo, de manera que nuestros trapos sucios se van depositando en la cesta de la memoria en lugar de ser  convenientemente lavados y centrifugados en la lavadora de la convivencia. Con esta electrodoméstica metáfora en la cabeza he salido al porche del jardín y me he postrado de rodillas ante un macetero lleno de geranios. 

INCIPIT 318. SOSTIENE PEREIRA / ANTONIO TABUCCHI

1

Sostiene Pereira que le conoció un día de verano. Una magnífica jornada veraniega, soleada y aireada, y Lisboa resplandecía. Parece que Pereira se hallaba en la redacción, sin saber qué  hacer, el director estaba de vacaciones, él se encontraba en el aprieto de organizar la página cultural, porque el Lisboa contaba ya con una página cultural, y se la habían encomendado a él. y él, Pereira, reflexionaba sobre la muerte. En aquel hermoso día de verano, con aquella brisa atlántica que acariciaba las copas de los árboles y un sol resplandeciente, y con una ciudad que refulgía, que literalmente refulgía bajo su ventana, y un azul, un azul nunca visto, sostiene Pereira, de una nitidez que casi hería los ojos, él se puso a pensar en la muerte. ¡Por qué? Eso, a Pereira, le resulta imposible decirlo. Sería porque su padre, cuando él era pequeño, tenía una agencia de pompas fúnebres que se llamaba Pereira La Dolorosa, sería porque su mujer había muerto de tisis unos años antes.

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