Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

INCIPIT 1.454. UNA RED VIVA / DAVID EAGLEMAN


1. EL TEJIDO VIVO Y ELÉCTRICO

Imagine lo siguiente: en lugar de enviar un vehículo de exploración de doscientos kilos a Marte, mandamos al planeta una sola esfera que cabe en el extremo de una aguja. La esfera, utilizando energía de las fuentes que la rodean, se divide en un ejército diversificado de esferas parecidas. Las esferas se unen entre sí y de ellas comienzan a brotar diversos accesorios: ruedas, lentes, sensores de temperatura y un completo sistema de dirección interno. Se quedaría atónito al ver cómo se va formando ese sistema.

Sin embargo, solo hay que ir a cualquier guardería para encontrarnos con algo parecido. Allí podrá observar a niños pequeños que lloran y que comenzaron siendo apenas un solo óvulo microscópico fertilizado; ahora, en cambio, se están desarrollando para convertirse en seres humanos enormes, repletos de detectores de fotones, apéndices multiarticulados, sensores de presión, bombas de sangre y una maquinaria para metabolizar la energía de todo cuanto les rodea.

Y ni siquiera es esta la mejor parte de los humanos: hay algo mucho más sorprendente. Nuestra maquinaria no está completamente preprogramada, sino que descifra el mundo interactuando con él. Nos enfrentamos a tareas diversas y sabemos cómo abordarlas.


INCIPIT 1.453. TRES NOVELAS DE EPOCA / ALAN PAULS

 


A una edad en que los niños se desesperan por hablar, él puede pasarse horas escuchando. Tiene cuatro años, o eso le han dicho. Ante el estupor de sus abuelos y su madre, reunidos en el living de Ortega y Gasset, el departamento de tres ambientes del que su padre, por lo que él recuerde sin ninguna explicación, desaparece unos ocho meses atrás llevándose su olor a tabaco, su reloj de bolsillo y su colección de camisas con monograma de la camisería Castríllón, y al que ahora vuelve casi todos los sábados por la mañana, sin duda no con la puntualidad que desearía su madre, para apretar el botón del portero eléctrico y pedir, no importa quién lo atienda, con ese tono crispado que él más tarde aprende a reconocer como el sello de fábrica del estado en que queda su relación con las mujeres después de tener hijos con ellas, ¡que baje de una vez!, él cruza la sala a toda carrera, vestido con el patético traje de Superman que acaban de regalarle, y con los brazos extendidos hacia adelante, en una burda simulación de vuelo, pato entablillado, momia o sonámbulo, atraviesa y hace pedazos el vidrio de la puerta-ventana que da al balcón. Un segundo después vuelve en sí como de un desmayo. Se descubre de pie entre macetas, apenas un poco acalorado y temblando. Se mira las manos y ve como dibujados dos o tres hilitos de sangre que le recorren las palmas.


NABOKOV


Monstruos, Claire Dederer, p. 160

Mi yo preadolescente convirtió a Humbert Humbert y Vladimir Nabokov en una misma persona. Es posible, incluso probable, que el escritor, que entendía bien la física de la lectura, buscara esa confusión. Lolita está narrada como unas (ficticias) memorias: Humbert le habla directamente al lector. Al utilizar esa primera persona -la voz del narrador confesional- Humbert se convierte en el autor del libro. Nabokov está jugando con la fórmula «Humbert Humbert, c'est moi».

Lo que sabemos de la biografía de un creador afecta al modo en que vemos su obra, pero en este caso lo que sabemos de la obra afecta al modo en que nos acercamos a la biografía del autor. ¿Cuál es el diagrama de Venn de los deseos de Humbert y los de Nabokov?

Desde su temprana obra en ruso El hechicero y hasta su novela póstuma, El original de Laura, Nabokov nos habla de hombres que tienen relaciones sexuales con chicas muy jóvenes o que intentan tener relaciones sexuales con chicas muy jóvenes o que intentan (pero sin ponerle mucho empeño) no tener relaciones sexuales con chicas muy jóvenes. Pero no hay ninguna  prueba de que Nabokov albergara en su corazón deseos pedófilos. Nabokov, sin duda, hubiera sentido un enorme desprecio por cualquier intento de averiguar lo que había en su corazón. La idea misma de que el escritor tuviera un corazón cuesta un poco de imaginar. Esta lectora se pregunta si no tenía quizá novelas en lugar de corazón. En cualquier caso, Nabokov opinaba que, más que el enfoque biográfico de la vida de un creador, lo que importaba era el rastro que dejaba en la página: «La mejor parte de una biografía de escritor no es el registro de sus aventuras, sino la historia de su estilo».


SARTRE


Un bárbaro en París, Vargas Llosa, p. 193

En la exposición de la Biblioteca Nacional aparece un aspecto de la biografía de Sartre que nunca se ha aclarado del todo. ¿Fue de veras un resistente contra el ocupante nazi? Perteneció a una de las muchas organizaciones de intelectuales de la Resistencia, sí, pero es obvio que esta pertenencia fue mucho más teórica que práctica, pues bajo la ocupación anduvo muy atareado: fue profesor, reemplazando incluso en un liceo a un educador expulsado de su puesto por ser judío -el episodio ha sido objeto de virulentas discusiones en los últimos meses-, y escribió y publicó todos sus libros y estrenó sus obras, aprobadas por la censura alemana. A diferencia de resistentes como Camus o Malraux, que se jugaron la vida en los años de la guerra, no parece que Sartre arriesgara demasiado con su militancia. ¿Tal vez inconscientemente quiso borrar ese incómodo pasado con las posturas cada vez más extremistas que adoptó luego de la liberación? No es imposible. Uno de los temas recurrentes de su filosofía fue el de la mala conciencia, que, según él, condiciona la vida burguesa, induciendo constantemente a hombres y mujeres de esta clase social a hacer trampas, a disfrazar su verdadera personalidad bajo máscaras mentirosas. En el mejor de sus ensayos, San Genet, comediante y mártir, ilustró con penetrante agudeza este sistema psicológico-moral por el cual, según él, el burgués se esconde de sí mismo, se niega y reniega todo el tiempo, huyendo de esa conciencia sucia que lo acusa. Tal vez sea cierto, en su caso. Tal vez, el temible despotricador de los demócratas, el anarcocomunista contumaz, el «mao» incandescente, era sólo un desesperado burgués multiplicando las poses para que nadie recordara la apatía y prudencia que mostró frente a los nazis cuando las papas quemaban y el compromiso no era una prestidigitación retórica sino una elección de vida o muerte.


INCIPIT 1.452. BAUMGARTNER / PAUL AUSTER



Baumgartner está sentado a su escritorio de la habitación de la planta alta, que, según los casos, denomina estudio, cogitorium o madriguera. Pluma en mano, va por la mitad de una frase del tercer capítulo de su monografía sobre los seudónimos de Kierkegaard cuando se da cuenta de que el libro donde viene la cita que le hace falta para acabarla está abajo, en el  salón, donde lo dejó anoche antes de acostarse. Mientras baja a buscar el libro, se acuerda también de que ha prometido llamar a su hermana esta mañana, a las diez, y como ya es casi la hora decide ir a la cocina y hacer la llamada antes de recoger el libro del salón. Al entrar en la cocina, sin embargo, un olor acre y penetrante lo detiene bruscamente.


INCIPIT 1.451. CABINET D'AMATEUR / VILA.MATAS


Cabinet d’amateur,

una novela oblicua

Enrique Vila-Matas

De los museos -que tantas veces atravieso corriendo como en Bande a part, de Godard- lo que más me interesó siempre fueron los retratos pintados. Hay en ellos una escenificación mínima, muy codificada, en la que al pintor le queda muy poco margen, y aún así, si hay un gran artista al otro lado, una y otra vez consigue que se produzca en el cuadro ese gran milagro de la presencia real. Es, sin ir más lejos lo que sucede, por ejemplo, con los espectrales retratos de Manet.

A veces, esa presencia real no se asoma al mundo desde una pintura, ni desde la vida corriente, y nos encontramos entonces con "apariciones fantasmales", de las que sabe mucho Dominique Gonzalez-Foerster, que en las dos últimas décadas ha trabajado con pasión en ellas, encarnándolas en los más diversos escenarios.DGF (Dominique Gonzalez-Foerster) ha sido Fitzcarraldo, Lola Montez, Edgar Allan Poe, Marlene Dietrich, Franz Kafka ... No descarto que su gusto por esas "súbitas" apariciones provenga de la instalación que en 2001 tituló Petite. En esa obra, una niña, en un cuarto acristalado, veía cómo aparecía y desaparecía en la pared una figura que invadía y transformaba el espacio. DGF cuenta que, cuando tenía la edad de la niña de Pe tite, pasaba mucho tiempo entre el espacio construido y el espacio pensado o imaginado. Le pregunté hace poco cómo veía Petite ahora y me dijo que en la actualidad esa obra no tenía únicamente el significado de un regreso a aquel estado infantil, Sino que era también la rememoración de aquella pionera primera "aparición'' suya, que había tenido lugar en Yokohama, en Japón, en un país con tantos fantasmas y tantos espacios cerrados, todos siempre muy inspiradores.


DE SASTRE


Un bárbaro en Paris, Mario Vargas LLosa, p.149

Decía que frente a un niño que se muere de hambre La náusea no sirve de nada, no vale nada. ¿Significaba esto que escribir novelas o poemas era algo inútil, o, peor, inmoral, mientras hubiera injusticias sociales? Al parecer sí, pues en el mismo reportaje aconsejaba a los escritores de los nuevos países africanos que renunciaran a escribir por el momento y se dedicaran más bien a la enseñanza y otras tareas más urgentes, a fin de construir un país donde más tarde fuera posible la literatura.

Recuerdo haber pensado, repensado, vuelto a pensar en ese reportaje, con la deprimente sensación de haber sido traicionado. Quien nos había enseñado que la literatura era algo tan importante que no se podía jugar con ella, que los libros eran actos que modificaban la vida, súbitamente nos decía que no era así, que, a fin de cuentas, no servía de gran cosa frente a los problemas serios; se trataba de un lujo que se podían permitir los países prósperos y justos, pero no los pobres e injustos, como el mío. Para esa época ya no había argumento capaz de librarme de la literatura, de modo que el reportaje sirvió más bien para librarme de Sartre: se rompió el hechizo, ese vínculo irracional que une al mandarín con sus secuaces. Me acuerdo muy bien de la consternación que significó darme cuenta de que el hombre más inteligente del mundo podía también -aunque fuese en un momento de desánimo- decir tonterías. Y, en cierta forma, era refrescante, después de tantos años de respetuoso acatamiento, polemizar mentalmente con él y desbaratarlo a preguntas. ¿A partir de qué coeficiente de proteínas per cápita en un país era ya ético escribir novelas? ¿Qué índices debían alcanzar la renta nacional, la escolaridad, la mortalidad, la salubridad, para que no fuera inmoral pintar un cuadro, componer una cantata o tallar una escultura? ¿Qué quehaceres humanos resisten la comparación con los niños muertos más airosamente que las novelas? ¿La astrología? ¿La arquitectura? ¿Vale más el palacio de Versalles que un niño muerto? ¿Cuántos niños muertos equivalen a la teoría de los quanta?


PAUL AUSTER


Baumgartner, Paul Auster, p. 144

Nada que hacer, piensa, nada en absoluto. La pérdida de memoria a corto plazo forma inevitablemente parte de hacerse viejo, y si no es olvidarse de subirse la cremallera, es ir a registrar la casa en busca de las gafas de lectura mientras las llevas en la mano, o bajar a realizar dos pequeñas tareas, coger un libro del salón y servirse un vaso de zumo en la cocina para luego volver a la planta de arriba con el zumo pero no con el libro, o si no con nada, porque una tercera cosa te ha distraído en la planta baja y has vuelto arriba con las manos vacías y habiendo olvidado para qué bajaste en un principio. No es que no le pasaran esas cosas cuando era joven, o que no olvidara el nombre de esa actriz, de aquel escritor o del secretario de Comercio, pero cuanto más viejo te haces, con mayor frecuencia te ocurren esas cosas, y si empiezan a suceder tan a menudo que ya apenas sabes dónde estás y no puedes realizar un seguimiento de tus últimos pasos, estás acabado, aún vivo, pero acabado. Antes lo llamaban senectud. Ahora, demencia senil, pero de un modo u otro, Baumgartner es consciente de que si al final acaba así, aún le queda bastante camino por recorrer.


FRANKIE BOYLE

 


Baumgartner, Paul Auster, p. 60

Frankie Boyle nunca llegó a las selvas de Vietnam. Cinco semanas después de alistarse sufrió un accidente durante un ejercicio de instrucción básica en Fort Dix cuando un lanzacohetes falló y le estalló en las manos. La explosión lo hizo pedazos, convirtiéndolo en una masa de fragmentos que salieron disparados y se esparcieron por el aire en todas direcciones antes de caer de nuevo a tierra. Cuando llegó la ambulancia en busca de los trozos dispersos, estuvieron más de dos horas sobre el terreno recogiendo restos de dedos de manos y pies, de brazos y piernas, junto con numerosas porciones de carne achicharrada y huesos rotos sin identificar, pero con el sol empezando a ponerse hacia el horizonte y la proximidad de la noche, dieron la  búsqueda por terminada. Pese a tales esfuerzos, el día que lo enterraron quedaba tan poco de Frankie Boyle que el contenido de su ataúd pesaba veintisiete kilos y medio.


PALESTINA E ISRAEL


Un bárbaro en París., Vargas Llosa, p. 148

Será difícil, para los que conozcan a Sartre sólo a través de sus libros, saber hasta qué punto las cosas que dijo, o dejó de decir, o se pensó que podía haber dicho, repercutían en miles de miles de personas y se tornaban, en ellas, formas de comportamiento, «elección » vital. Pienso en mi amigo Michael, que ayunó y salió semidesnudo al invierno de París hasta volverse tuberculoso para no ir a pelear en la «sucia guerra» de Argelia, y en mi buhardilla atiborrada de propaganda del FLN argelino que escondí allí porque «había que comprometerse».

Por Sartre nos tapamos los oídos para no escuchar, en su debido momento, la lección política de Camus, pero, en cambio, gracias a Sartre y a Les Temps Modernes nos abrimos camino a través de la complejidad del caso palestino-israelí que nos resultaba desgarrador. ¿Quién tenía la razón? ¿Era Israel, como sostenía buena parte de la izquierda, una simple hechura artificial del imperialismo? ¿Había que creer que las injusticias cometidas por Israel contra los palestinos eran moralmente idénticas a las cometidas por los nazis contra los judíos? Sartre nos salvó del esquematismo y la visión unilateral. Es uno de los problemas en que su posición fue siempre consistente, lúcida, valerosa, esclarecedora. Él entendió que podía haber dos posiciones igualmente justas y sin embargo contradictorias, que tanto palestinos como israelíes fundaban legítimamente su derecho a tener una patria y que, por lo tanto, había que defender la tesis -que parecía entonces imposible, pero que ahora, gracias a Egipto, ya no lo parece tanto- de que el problema sólo se resolvería cuando Israel consintiera en la creación de un Estado palestino y los palestinos, por su parte, reconocieran la existencia de Israel.


DE LA LECTURA


Los últimos días de Roger Federer,  Geoff Dyer, p. 92

dejar la lectura de algunos libros. He renunciado más de una vez a El hombre sin atributos, Proust (un volumen de siete, dos veces), Los hermanos Karamazov (lo acabo de comprobar: entre las páginas 80 y 81 encontré la cuenta de un restaurante de Bolonia de 2012; pensaba que había avanzado más, en alguna fecha posterior), Los embajadores ( cada vez poseído por la convicción, a la vez borrosa e insistente, de que mis gafas de leer estaban cambiando de graduación a mitad de frase), y casi todo Faulkner. Me parece que leí Luz de agosto cuando tenía veinte años (las anotaciones lo demuestran), pero desistí de releerlo después de cincuenta páginas cuando tenía sesenta. El ruido y la furia fue un juego de niños: tres páginas bastaron para convencerme de que nunca lo lograría. Creo a la gente que dice que El ruido y la furia se vuelve genial cuando llegas a la segunda parte o, idealmente, cuando lo lees entero por segunda vez; lo que rara vez escuchas es cómo pasar de la primera parte por primera vez. Ojalá hubiera leído El hombre sin atributos y todo Dostoievski cuando tenía poco más de veinte años. Es extraño que resulte más fácil leer libros difíciles cuando uno sabía menos sobre libros y lectura. Y qué curioso el estatus de Dostoievski: uno de los más grandes, todo el mundo está de acuerdo, pero el mejor momento para leerlo parece ser cuando estás al final de la adolescencia, mientras tu gusto está en proceso de formación ... gracias a la experiencia de leer a escritores corno Dostoievski. (Hablarnos de crecer gracias a ciertos escritores y libros -El guardián entre el centeno o Trampa 22-, pero tal vez registren, corno las marcas de nuestra estatura en el marco de la puerta donde vivíamos de pequeños, cuánto nos han ayudado a crecer más allá de nosotros mismos). 


INCIPIT 1.450. EL DIA DE LA LIBERACION / GEORGE SAUNDERS


Es el tercer día del Ínterin.

Para nosotros, un Ínterin de lo más largo.

Y nos pasamos el día preguntándonos: ¿Cuándo volverá el señor U. a la Consola? ¿Están contentos los Untermeyer (el señor U., la señora U. y el hijo adulto Mike)? En caso de que sí, ¿por qué? Y en caso de que no, ¿por qué no? ¿Cuándo será la próxima vez que nos pedirán que Hablemos? ¿De qué y en qué tono?

Nos lo preguntamos con avidez. Aunque no en voz alta. Porque puede haber una Penalización. Te pueden Desamarrar ante las miradas inquietas de los demás y llevarte a una Zona de Penalización. ( Que aquí, en casa de los Untermeyer, es un cobertizo situado en el jardín.) La Penalización te la pasas sentado a oscuras entre palas. Puedes hablar. Pero no puedes Hablar. ¿Cómo ibas a poder? Para disfrutar de la euforia especial del Hablar, hay que estar Amarrado. Al Muro de Hablar.


INCIPIT 1.449. REPUBLICA LUMINOSA / ANDRES BARBA


Cuando me preguntan por los 32 niños que perdieron la vida en San Cristóbal mi respuesta varía según la edad de mi interlocutor. Si tiene la mía respondo que comprender no es más que recomponer lo que solo hemos visto fragmentariamente, si es más joven le pregunto si cree o no en los malos presagios. Casi siempre me contestan que no, como si creer en ellos supusiera tenerle poco aprecio a la libertad. Yo no hago más preguntas y les cuento entonces mi versión de los hechos, porque es lo único que tengo y porque sería inútil convencerlos de que no se trata tanto de que aprecien la libertad como de que no crean tan ingenuamente en la justicia. Si yo fuese un poco más enérgico o un poco menos cobarde, comenzaría mi historia siempre con la misma frase: Casi todo el mundo tiene lo que se merece y los malos presagios existen. Vaya que si existen.


JAMESIANA


Los últimos días de Roger Federer,  Geoff Dyer, p. 168

La relación entre renunciar y continuar existe en todas las permutaciones y excepciones concebibles. Así como El periodista deportivo se centra en un escritor que renunció después de un libro, Henry James, en su relato «Los años intermedios», publicado por primera vez en 1893 y recopilado dos años después en Terminaciones, trata de un escritor que, como sugiere el título, está acabado a mitad de su carrera. Dencombe ha recibido una copia de su libro «más reciente», quizá el último, Los años intermedios. Durante varios años ha sido consciente «del reflujo del tiempo, de la reducción de oportunidades; y ahora no sentía tanto que su última oportunidad se estaba acabando como que realmente ya no existía. Había hecho todo lo que tenía que hacer y, sin embargo, no había hecho lo que quería». Después de desenvolver el libro, comienza a leer y gradualmente se «apaciguó y se tranquilizó. Todo le volvió a la memoria, pero le volvió en medio del asombro, le volvió, sobre todo, con una belleza elevada y magnífica. Leía su propia prosa, giraba sus propias hojas y, mientras estaba allí sentado con el sol primaveral sobre la página, sentía una emoción peculiar e intensa. Su carrera había terminado, sin duda, pero había terminado, después de todo, con aquello». Este sentimiento de satisfacción y plenitud pronto da paso a algo más, «el atisbo de un posible indulto», la sensación de que tal vez aún no está del todo acabado. Y no solo eso. Quizá es solo ahora cuando ha llegado a la verdadera posesión de su talento. Lo que necesita es una extensión y así, mientras pasa las últimas páginas, suspira: «¡Ah, por tener otra oportunidad!».


Enrique Vila-Matas Bartleby


Los últimos días de Roger Federer, Geoff Dyer, p. 160

De joven, el narrador del libro de Enrique Vila-Matas Bartleby y compaía publicó una novela corta, pero durante los últimos veinticinco años no ha escrito nada. Eso cambia cuando comienza un «diario que también va a ser un libro de notas a pie de página comentando un texto invisible». Inspirándose en el escribiente de Melville, quien respondía a todas las peticiones con «Preferiría no hacerlo», se embarca en un estudio ensayístico de escritores como Rimbaud o Robert Walser que, por la razón que sea, dejaron de escribir. Y así, «después de veinticinco años de silencio», comienza a escribir de nuevo «sobre los diferentes secretos últimos de algunos de los más llamativos casos de creadores que renunciaron a la escritura». El anticanon resultante es amplio, sus implicaciones preocupantes, como la pregunta «por qué no escribo, inevitablemente desemboca en otra interrogación mucho más azorante: ¿por qué escribí?». A pesar de todo el juego del libro, el riesgo para el prolífico Vila-Matas es alto. «Escribí Bartleby y compañía porque sentía una fuerte pulsión negativa y quería abandonar la literatura -dijo en una entrevista-. Esto fue paradójico, porque al ocuparme de los que habían dejado de escribir, fui capaz de seguir escribiendo».


VEJEZ


Los úlitmos días de Roger Federer,  Geoff Dyer, p. 160

Una cosa es verme desplazado hacia los márgenes del mercado sexual, pero sentir que he quedado permanentemente excluido es una perspectiva terrible. Lo único peor es haberte autoexpulsado de ese mercado con el argumento de que, dado que nadie en su sano juicio podría sentirse atraído por ti, lo mejor para todos los implicados es que dejes de tener cualquier contacto sexual con el mundo, cualquier identidad sexual. Pero incluso si se evita este escenario del peor de los casos, hay muchos otros escenarios que se deben evitar, algunos de los cuales son incluso peores. ¿No es mejor optar por la jubilación anticipada que arriesgarse a que se te aplique el temible epíteto de «asqueroso»? «Asqueroso» es como el tinte utilizado para evitar que la gente vote dos veces en las elecciones, o para hacer inservibles los billetes de banco robados. Solo con que te llamen asqueroso una vez, ya te comportas como un tipo asqueroso. Así que tienes que vigilarte. Pero aquí está el tema. Un interludio de autorreflexión (¿me porto como un asqueroso?) es suficiente para arrojar una sombra de asquerosidad sobre todo lo que haces y dices. Ahí estás por la mañana siendo encantador y divertido, ni siquiera flirteando, con la atractiva mujer de poco más de treinta años que despacha en la panadería, y por la tarde eres un asqueroso. ¿Por qué? Debido a esa ligera vacilación, a ese interrogante - «No me he portado como un asqueroso, ¿verdad? »- que sentiste de vuelta a casa, mientras agarrabas la baguette aún caliente. La preocupación por evitar una posible asquerosidad puede volverte asqueroso. ¿Como sucedió esto? Como todo lo demás, es algo que se acerca sigilosamente.


NIETZSCHE


Los últimos días de Roger Federer, Geodd Dyer, p 73

«La gran suerte de Nietzsche», según Cioran, fue «haber terminado como terminó: ¡en un estado de euforia!». Cioran, que terminó vaciado por la demencia, no se refiere al final de la vida real de Nietzsche, el 25 de agosto de 1900, después de más de una década siendo cuidado por su madre, primero, y luego conservado como una efigie indefensa por su hermana. Elisabeth asumió el control no solo del cuerpo de su hermano, sino, trágicamente, de su obra, supervisando la transformación de un escritor que había escrito que «el maldito antisemitismo» había sido «la razón de la ruptura radical entre mi hermana y yo» -y cuyas palabras finales, semicoherentes, incuían la afirmación de que estaba «haciendo fusilar a todos los antisemitas»- en alguien indeleblemente asociado con Hlitler y el nazismo. «Desafortunado en vida -escribe Richard Wolin en La seducción de la sinrazón-, Nietzsche fue, en muchos  sentidos, aún más desafortunado después de muerto».

Los visitantes de la Villa Silberblick, en Weimar, que se convirtió en el hogar del filósofo incapacitado, de su hermana y del archivo que ella controlaba, escuchaban aullidos provenientes de la habitación donde Nietzsche yacía, en el piso de arriba, chillidos que sonaban como expresiones de agonía psíquica pero que no contenían ningún significado más allá del hecho biológico de que estaba vivo y era capaz de producirlos,  sin ningún recuerdo atormentador ni residuo de extinguida intuición ni lucidez destruida. Peregrinos eminentes o especialmente devotos subían a verlo, incorporado o acostado con una túnica de lino blanco, que lo hacía parecer un gurú», pero también, para nosotros, parecía él mismo, ya que fue en esta etapa cuando Hans Olde esbozó sus icónicos retratos.


El Sur de Faulkner


Mecanismos internos, JM Coetzee, p. 217

El Sur de Faulkner es un Sur blanco acosado por presencias negras. Incluso Luz de agosto, la novela que más claramente habla sobre la raza y el racismo, no tiene a un hombre negro en su centro, sino en realidad a un hombre cuyo destino es enfrentarse a o ser enfrentado por la negrura con10 una interpelación, una acusación desde el exterior de sí mismo.

Como historiador del Sur moderno, el logro perdurable de Faulkner es la trilogía de Snopes (El villorrio, 1940; La ciudad, 1957; La mansí6n., 1959), donde sigue la conquista del poder político a cargo de una clase de pobres blancos en ascenso en una revolución tan silenciosa, implacable y amoral como una invasión de termitas. Su crónica del ascenso del empresario perteneciente a la clase baja, rural y reaccionaria de los sureños es al mismo tiempo mordaz, elegíaca y desesperanzada: mordaz porque detesta lo que ve tanto como se siente fascinado por ello; elegíaca porque ama ese viejo mundo que va carcomiéndose ante sus ojos; y desesperanzada por muchas razones, algunas de las cuales son que, primero, el Sur que él ama se construyó, como él sabe mejor que nadie, sobre los crímenes mellizos del desposeimiento y la esclavitud; segundo, que los Snopes no son más que otros avatares de los Falkner, ladrones y violadores de la tierra en su día; y, por lo tanto, tercero, él, William «Faulkner», no tiene ningún terreno en el que sostenerse como crítico y juez.

Ningún terreno hasta que recae en las verdades eternas. «El valor y el honor y el orgullo y la piedad y el amor por la justicia y por la libertad», es la letanía de virtudes recitada en Desciende, Moisés por McCaslin, que en gran medida es un portavoz del ser deseado e ideal de Faulkner, un hombre que, después de haber hecho un balance de su historia y del mundo disminuido y en rápida disminución que lo rodea, renuncia a su patrimonio, abjura de la paternidad (poniendo fin a la procesión de generaciones) y se convierte en un simple carpintero.


INCIPIT 1.448. LA INFLACION ALEMANA / JOSEP PLA


Más prusificados que nunca

Berlín, agosto.-Toda la vida de Alemania se sitúa hoy bajo este hecho: el Gobierno de Cuno, para mantener la resistencia en la cuenca del Ruhr, ha dado préstamos enormes a los industriales. Con este dinero, los industriales han pagado el  jornal a los obreros, y así han asegurado la resistencia pasiva. Estos préstamos se han hecho a largo plazo, a sesenta, a noventa días. No obstante, en el transcurso del plazo para devolver los préstamos, los industriales han hecho que bajara el marco. Ello quiere decir que cuando llega el momento de liquidar los préstamos, el Estado recibe una cantidad nula. Y esto es así no porque los empresarios no devuelvan rigurosamente la cantidad que les ha dejado el Estado, sino porque esa cantidad, en el transcurso del plazo concedido, ha perdido su valor de adquisición. La cantidad prestada tenía, hace noventa días, en el momento de firmar el préstamo, un valor de adquisición, digamos, por ejemplo, de mil, mientras que, en el momento de la liquidación, a duras penas tiene un valor de diez.

Este es el gran hallazgo de la industria alemana. Toda la vida de Alemania en la actualidad está influida por este hecho. Yo pago doscientos marcos al día por mi habitación. El trato lo hice el lunes pasado, es decir, cuando doscientos mil marcos valían dos pesetas. Al final de la semana, liquidaré mi cuenta. Pero al final de la semana se habrá producido un hecho extraordinario. El marco habrá bajado. El sábado, antes de hacer cuentas con el propietario de mi hotel, para tener doscientos mil marcos, habrá suficiente con una peseta. De forma que yo habré dormido una semana entera a mitad de precio.


INCIPIT 1.447. OCHO ENTREVISTAS INVENTADAS / VILA-MATAS


MARLON BRANDO

«Sé que puedo terminar asesinado como los Kennedy o Luther King»

Marlon Brando ha iniciado su nueva actividad de «apóstol de la paz». Echando por la ventana, momentáneamente, más de veinte años de fabulosa carrera, el actor ha decidido dedicarse en alma y cuerpo a la gran batalla contra la guerra, contra las injusticias sociales y las discriminaciones raciales que conmueven su país y el mundo entero. El gesto de Brando, obviamente, ha despertado vivo estupor en los ambientes artísticos internacionales. Muchos lo han atribuido a su carácter extravagante, a esa pizca de locura que, según algunos, se esconde desde siempre en su cerebro. La línea de conducta de Marlon, sin embargo, por lo menos hasta este momento, se muestra intachable y coherente, desde todos los puntos de vista.


H.


La inflación alemana, Josep Pla, p. 317

La característica de Hitler es el impermeable. Es un impermeable vulgar, con cinturón y solapas grandes, pero parece el patrón del que han salido los impermeables vulgares, con solapas grandes y cinturón. En la manga del impermeable, Hitler lleva una gran cruz teutónica. Esta cruz, hoy, en Alemania, es el signo anti judío. Los judíos usan los dos triángulos superpuestos e invertidos. Los anti judíos usan una cruz con unas prolongaciones hacia los cuatro lados que le dan la impresión de ser una cruz con patas.

-La situación política en Alemania --dice Hitler para empezar- es desde el punto de vista de la dignidad de nuestro partido, desde el punto de vista de la dignidad de la raza, verdaderamente intolerable. Nosotros estamos decididos a todo, menos a petrificarnos en este estado de vergüenza y de abyección. La guerra es preferible, infinitamente preferible, a la continuación de esta abyecta servidumbre. En todas partes del mundo han triunfado los hombres de orden, de puño de hierro, los patriotas, los verdaderos amigos de su país. Aquí estamos aún dominados por una serie de experimentadores siniestros, vendidos al extranjero, marxistas y judíos. Todo esto se debe expeler. Sobre todo, tenemos que resolver de una forma general, con una explosión en los cuatro puntos cardinales del Imperio, el problema judío. Este problema lo resolveremos con la expulsión en masa. Tenemos un precedente en lo que hizo España con los judíos. Nosotros, sin embargo, corregiremos la solución española. No les dejaremos a los judíos la opción de la conversión o la expulsión, como hizo España. No. Estamos a favor de la expulsión pura y simple. Para España, el problema judío era un problema religioso: para nosotros es un problema de raza. Aquí, en Baviera, ya se está expulsando a los judíos, que no son ciudadanos bávaros. Es un primer paso para la expulsión general.


NAZISMO


La inflación alemana, Josep Pla, p. 248

Ya os podéis imaginar el estado de ánimo de toda esta pobre gente, la indignación y el pánico se traducen a menudo en puro y simple saqueo. Y también ustedes podrán figurarse la confusión que reina en las tiendas. Los precios están a expensas del humor del vendedor. A veces por comprar una botella de vino del Rin te piden cuarenta céntimos y de un cuarto de kilo de margarina te cobran cinco pesetas. Todo está patas arriba porque la gente ha perdido la carta de navegación.

Lo mismo que pasa en las tiendas ocurre en las casas de cambio. La gente, aterrorizada, invade las casas de los cambistas. Esta es la batalla diaria de todos los extranjeros que vivimos en Berlín. Como en esta batalla nos va la comida y la cena, tenemos las ideas muy claras y hacemos todo lo necesario para llevarlas a cabo. No nos privamos de nada. No es raro tener que hacer cola una tarde entera para conseguir los marcos suficientes para ir a cenar, y aún es más usual acabar a puñetazos con gente de todas las razas. La solidaridad humana, ante un trozo de papel con una hilera de ceros, se rompe con una facilidad aterradora.

Las calles tienen un aspecto de anormalidad. La policía no deja llegar al centro de Berlín a las cuadrillas, y las criaturas hambrientas se cuelan, y es raro el día en que la policía no tenga que disolver, ante la Casa de la Ciudad de Berlín especialmente, a manifestantes que gritan:  «¡Tenemos hambre! ¡Tenemos hambre!». Y esto no es solo cosa de parados. A pesar de la censura en los periódicos, se sabe que los obreros que tienen empleo han hecho manifestaciones en el interior de sus fábricas. Las direcciones de las fábricas importantes están vigiladas militarmente. Camiones llenos de policías armados hasta los dientes patrullan constantemente las calles. Y, a veces, pasa un camión cargado de obreros pálidos y endemoniados, esposados, estos pobres obreros alemanes que llevan sombrero hongo y sobre todo de tela fina.


MONDADIENTES


La inflación alemana, Josep Pla, p. 207

Un vecino nuestro, entre plato y plato, tomó un mondadientes y empezó a hacer una operación muy común en Alemania. Para un inglés limpiarse los dientes con un palillo en público es algo injustificable. En Barcelona, en cambio, usar un palillo es algo normal y hay mucha gente que va por la calle con su palillo tras la oreja. Es triste el espectáculo que dan los restaurantes en Barcelona después de que la gente haya comido. Los clientes, con el correspondiente palillo en la boca, empiezan a hacer todo tipo de ruidos, sonidos de succión, principalmente de forma que a esa hora los restaurantes parecen jaulas de pájaros. En Alemania, se ha adoptado el sistema ecléctico: es lícito limpiarse los dientes, pero es obligatorio poner la mano izquierda sobre la boca de forma que esconda las manipulaciones de la derecha. El conjunto forma un grupo escultórico poco recomendable. Estábamos en estas, y el vecino de nuestra mesa pidió la cuenta. El camarero se la dio, el señor pagó y se fue, y otro camarero vino a recoger los platos. Hasta aquí todo era normal pero, de repente, en un momento determinado el camarero dejó los platos y salió corriendo como un loco hacia la calle. Hubo un movimiento de expectación en el restaurante. Al rato, entraron mi vecino de mesa y el camarero.

-Perdone -dijo el camarero-. Usted ha usado tres mondadientes. Valen un millón y medio de marcos ...

El otro, evidentemente turbado, pidió perdón. Se sacó un montón de papeles del bolsillo y pagó su deuda.


LA INFLACION ALEMANA


La inflación alemana, Josep Pla, p. 94

La vida caótica

Berlín, agosto.-El catastrófico descenso del marco empieza de verdad a dar a la vida de este lugar un aspecto caótico y fantástico. No hay ningún precio seguro. Sales por la mañana de tu casa con el dinero que aproximadamente crees que te será necesario para vivir un día y te das cuenta, por la noche, de que el millón o millón y medio que te habías reservado para pagar la cuenta del restaurante no te sirve para nada. El millón se ha evaporado. Uno cree que llevaba en el bolsillo cuatro duros y la cotización de la bolsa te dice que solo tienes diez pesetas. Si te da pereza ir a casa a buscar más dinero, tienes que conformarte con reducir la cena. Esto, naturalmente, no es nada agradable. Sin embargo, lo único que puede consolar a los que tienen dólares o pesetas es que mañana irán a la banca y les darán, por el mismo pequeño billete de veinticinco ----dólares o pesetas-, el doble de papelamen en marcos. Ustedes serán el doble de ricos, su fortuna habrá crecido como la levadura, pero también serán el doble de pobres.


INCIPIT 1.446. MECANISMOS INTERNOS / JM COETZEE


ITALO SVEVO

Un hombre-un hombre muy grande al lado del cual uno se siente muy pequeño- te invita a conocer a sus hijas con la idea de que escojas a una de ellas para desposarla. Son cuatro y todos sus nombres empiezan con A; tu nombre empieza con Z. Vas a verlas a su casa y tratas de iniciar una conversación amable, pero de tu boca no dejan de salir insultos. Te das cuenta de que estás haciendo chistes subidos de tono; esos chistes solo reciben como respuesta un silencio helado. En la oscuridad, susurras palabras seductoras a la A más bonita; cuando se prende la luz descubres que estabas cortejando a la A bizca. Te apoyas en tu paraguas con actitud despreocupada; el paraguas se parte en dos; todos se ríen.

Suena a pesadilla, o si no a uno de esos sueños que, en manos de un talentoso intérprete de sueños vienés, Sigmund Freud, por ejemplo, revelarían toda clase de cosas embarazosas sobre ti. Pero no es un sueño. Es un día en la vida de Zeno Cosini, protagonista de La coscienza di Zeno, una novela de !talo Svevo (1861- 1928). Si Svevo es un novelista freudiano, ¿lo es en el sentido de que enseña cómo la vida de la gente común y corriente está llena de lapsus y parapraxias y símbolos, o en el sentido de que, usando La interpretación de los sueños y El chiste y su relaci6n con el inconsciente y Psicopatología de la vida cotidiana, se inventa un personaje cuya vida interior parece salida de un manual freudiano?


INCIPIT 1.445. LOS ULTIMOS DIAS DE ROGER FEDERER / GEOFF DYER


01.

«The End» es el último tema del primer álbum de los Doors, lanzado en enero de 1967 y grabado el agosto anterior, cuando la banda llevaba junta poco más de un año. Surgió de múltiples actuaciones en vivo en el Whisky a Go Go de Hollywood, aunque no ha sobrevivido ninguna grabación de esas versiones que evolucionaron hacia la canción. Desde el principio en el Go Go, por tanto, Jim Morrison se obsesionó con el final, y no solo con «The End». «When the Music's Over» termina con reiteradas garantías de que la música es tu única amiga «hasta el final». Es una apuesta segura, contemplar o proclamar el final así; el tiempo te demostrará que acertabas. «The End» fue la última canción que el cuarteto interpretó en vivo, en el Warehouse de Nueva Orleans, el 12 de diciembre de 1970. En marzo del año siguiente, Morrison, de veintisiete años, se mudó a París, donde fue encontrado muerto en la bañera de su apartamento el 3 de julio.


WILLIAM FAULKNER


Mecanismos internos, JM Coetzee, p. 207

«Ahora me doy cuenta por primera vez -le escribió William Faulkner a una amiga, recordando desde la posición ventajosa que le daba estar en plena cincuentena- de qué asombroso don he tenido: haber hecho, sin ninguna clase de educación formal, sin siquiera tener compañeros muy instruidos, mucho menos literarios, las cosas que hice. No sé de dónde salieron. No sé por qué Dios o los dioses o quien fuera me escogió a mí de recipiente.»

Esa incredulidad que con estas palabras asegura sentir Faulkner no es del todo sincera. Para la clase de escritor que quería ser, tenía toda la educación, incluso todo el conocimiento libresco, que necesitaba. En cuanto a la compañía, tenía más que ganar de vejetes parlanchines de manos nudosas y larga memoria que de littérateurs decadentes. De todas maneras, es normal un grado de asombro. ¿Quién habría imaginado que un muchacho de un pequeño pueblo de Mississippi sin ninguna distinción intelectual excepcional se convertiría no solo en un escritor famoso, célebre en su país y en el extranjero, sino también en la clase de escritor en la que se convirtió: uno de los innovadores más radicales de los anales de la ficción estadounidense, un escritor de quien aprenderían las vanguardias europeas y latinoamericanas?


WALTER BENJAMIN


Mecanismos internos, JM Coetzee, p. 58

A estas alturas, la historia es tan conocida que prácticamente no hace falta volver a contarla. El escenario es la frontera francoespañola; el año, 1940. Walter Benjamín, que estaba huyendo de la Francia ocupada, busca a la esposa de un tal Fittko, que ha conocido en un campo de concentración. Entiende, le dice a frau Fittko, que ella podrá pasarlos a él y a sus compañeros a la España neutral a través de los Pirineos. Cuando la mujer lo lleva a reconocer la mejor ruta, nota que él ha traído consigo una pesada cartera. “¿Es realmente necesaria?», le pregunta. «Contiene un manuscrito -responde él-. No puedo arriesgarme a perderlo. Debe salvarse. Es más importante que yo.»

Al día siguiente, mientras cruzan las 1nontañas, Benjamin se para a descansar cada pocos minutos a causa de su debilitado corazón. Cuando llegan a la frontera los detiene la policía española. Sus papeles no están en orden, les dicen; tienen que volver a Francia. Desesperado, Benjamín toma una sobredosis de morfina. La policía hace un inventario de las pertenencias del difunto. En ese inventario no se menciona ningún manuscrito. Solo podemos hacer conjeturas sobre qué había en la cartera y dónde fue a parar su contenido. Gershom Scholern, amigo de Benjamín, sugirió que la obra desaparecida era la última revisión del todavía inconcluso Passagen- Werk, conocido en inglés corno el Arcades Project [y en castellano como Libro de los Pasajes]. («Para los grandes escritores -escribió Benjamín-, las obras terminadas pesan menos que aquellos fragmentos en los que trabajan durante toda su vida.») Pero gracias a su heroico esfuerzo por salvar su manuscriro de los fuegos del fascismo y de transportarlo consigo a España, que él creía que era un lugar seguro, y más adelante, a Estados Unidos, Benjamín se convirtió en un icono del erudito de nuestros tiempos.

Por supuesto, la historia tiene un final feliz. Georges Bataille, amigo de Benjamín, había ocultado una copia del manuscrito de los Pasajes en la Bibliotheque Nationale. Recuperado después de la guerra, se publicó en 1982


ROBERT WALSER


Mecanismos internos, JM Coetzee, p. 33

Robert Walser nació en 1878 en el cantón de Berna, el séptimo de ocho hijos. Su padre, formado como encuadernador, tenía una tienda de artículos de papelería. A los catorce años, sacaron a Robert de la escuela y lo pusieron como aprendiz en un banco, donde desempeñaba tareas de oficina de manera ejemplar hasta que, sin previo aviso, poseído por el sueño de convertirse en actor, dejó el puesto y huyó a Stuttgart. Una vez allí, se presentó a una audición, que terminó siendo un fracaso humillante: lo rechazaron por demasiado acartonado, demasiado inexpresivo. Abandonadas sus ambiciones escénicas, resolvió convertirse -«si Dios quiere»- en poeta.3 Vagaba de empleo en empleo, escribiendo poemas, bocetos en prosa y pequeñas obras en verso (dramolets) para la prensa, con bastante éxito. Insel Verlag, editorial de Rilke y Hofrnannsthal, no tardó en publicar su primer libro.

En 1905, con el objetivo de hacer avanzar su carrera literaria, siguió a su hermano mayor, un exitoso ilustrador de libros y escenógrafo, a Berlín. Como medida prudente, también se inscribió en un instituto de formación de sirvientes y durante un corto período trabajó como mayordomo en una casa de campo, donde llevaba librea y respondía al nombre de «monsieur Robert ». Sin embargo, en poco tiempo, descubrió que podía mantenerse con las ganancias que le reportaba la escritura. Su obra comenzó a aparecer en prestigiosas revistas literarias y él era bien recibido en círculos artísticos serios. Pero no le resultaba fácil acomodarse al papel de intelectual metropolitano. Después de unas copas, tendía a mostrarse grosero y agresivamente provinciano. Poco a poco fue alejándose de la sociedad para vivir de manera solitaria y frugal, pasando la mayor parte del tiempo en pequeñas habitaciones.


BARBARA LENNIE


La llamada, Leila Guerriero, p. 336

El 25 de abril de 2022, el periodista Manuel Jabois entrevistó en el diario El País, de España, a Bárbara Lennie, que se preparaba para el estreno de la obra de teatro Los farsantes. Jabois comenzó preguntándole por sus orígenes. Ella dijo: «Mis padres se fueron de Argentina y me tuvieron en Madrid, y en cuanto pudieron nos fuimos de nuevo a Buenos Aires. Allí viví hasta 1990. Después nos volvimos definitivamente a España». «¿Por qué se fueron sus padres?», preguntó Jabois. «Exilio. Mi padre salió de Argentina a Brasil, y de ahí a España. Luego le siguió mi madre. Tenían grados diferentes de militancia, los dos estaban en contra de la dictadura militar y fueron perseguidos.» «La política», dijo Jabois. «Es parte de mi identidad. En mi familia lo han atravesado casi todo. Mi tía es una desaparecida. Mi otra tía tuvo que exiliarse en Brasil, vive allí. Mis abuelos han estado secuestrados en la ESMA, mi otra tía también fue torturada.» «Sus abuelos», dijo Jabois. «Eran montoneros. Los secuestraron para interrogarlos por mi tía, su hija, a la que desaparecieron.» «¿Tiene hermanos?» «Mi padre tuvo una hija con una mujer que también estuvo secuestrada en la ESMA. Joder, es un horror. En algún momento tengo que hacer algo con todo esto.»


INCIPIT 1.444. PASOLINI, MASACRE DE UN POETA / SIMONA ZECCHI


EL PORQUÉ DE UNA NUEVA INVESTIGACIÓN

Investigar la muerte de Pier Paolo Pasolini en los últimos veinticinco años ha adquirido un cariz inesperado y turbulento. No ha sido una excepción la tercera y última serie de pesquisas  preliminares iniciadas en marzo de 2010 por la Fiscalía de Roma que, aunque ha dedicado más tiempo del habitual al análisis de los hechos, no ha logrado esclarecer uno de los casos más turbios de la historia de Italia. Un caso que siempre se ha querido confinar dentro de las convenientes murallas del «misterio» y que corre el riesgo de permanecer en esta situación para siempre. Estos cinco años de investigación parecían presagiar una conclusión diferente, pero no ha sido así. En mayo de 2015, el caso fue archivado, y de este modo, se mantiene la frustración de aquellos que todavía sienten la necesidad de entender lo que realmente ocurrió esa madrugada entre el 1 y el 2 de noviembre de 1975 en el Idroscalo de Ostia.

Las premisas de las últimas investigaciones eran numerosas. A las pruebas científicas, que constituyeron el principal elemento novedoso, se sumaron una abundante serie de exhaustivas indagaciones, impensables hace cuarenta y siete años. Del análisis de la ropa de Pasolini y de Pino Pelosi ( el único condenado por la muerte del poeta) y de algunos objetos surgieron cinco nuevos perfiles genéticos que se sumaron a los de los dos históricos protagonistas: un enorme paso adelante en la búsqueda de la verdad. Con el paso del tiempo, sin embargo, esta novedad resultó tener un «recorrido limitado». No solo porque no se ha podido determinar la fecha de los rastros identificados en los hallazgos, sino también porque fue imposible enlazar los cinco perfiles encontrados con los de los sospechosos presentes en las bases de datos.


INCIPIT 1.443. LA LLAMADA / LEILA GUERRIERO


Empieza con un cántico en latín, en una terraza.

Hay viento la noche del 27 de noviembre de 2022 en Buenos Aires. La terraza corona un edificio de dos plantas que retiene una firme autoconciencia de su belleza con esa altanería refinada de las construcciones antiguas. Se llega a ella después de atravesar un corredor extenso cubierto de paneles de vidrio ensombrecidos por el hollín -un detalle que aporta humanidad, un defecto necesario- y subir una escalera, una ascensión virtuosa de mármol blanco. Inserta en el centro de la manzana, la terraza parece una balsa rústica rodeada por olas de edificios más altos. Todo luce atacado por una sequedad armónica, un ascetismo de diseño (lo que no es extraño puesto que dos de las personas que viven aquí son arquitectas): cañas indias, enredaderas, bancos largos, sillas plegables de lona, una banqueta con almohadones blancos. La mesa, de madera cruda, está debajo de una tela de media sombra que se agita con lo que fue primero brisa y ahora es un viento fresco que despeja el calor ingobernable del fin de la primavera austral. En la parrilla se cocinan a fuego lento morcillas, pollo, lomo. Cada tanto, uno de los dueños de casa, el fotógrafo Dani Yako, se acerca hasta allí para controlar la cocción. Está, como siempre, vestido de negro: chomba Lacoste, jeans. Hace algunos años tenía un bigote aparatoso. Ahora lleva barba corta, los mismos anteojos de marcos gruesos.


UN POCO DE PLACER


La llamada, Leila Guerriero, p. 245

-Porque me daba miedo, porque tenía pánico. Ya bastante estaba diciendo en esos putos juicios, hablando siete horas y media, como para además poner toda la carne al asador. «¿Y usted cómo no se resistió?» El juez de este último juicio me preguntaba: «¿Dónde la llevó la primera noche, la segunda, la tercera, la cuarta?». Le dije: «¡Mire, no las contaba!». Desde el momento del secuestro, no hay nada que pueda ser considerado que se hace por voluntad propia. Pero que en determinadas circunstancias tú hayas podido incluso tener placer sexual en esa situación, que era una violación, es perfectamente comprensible. En medio de esa noche oscura, donde estabas solo como un perro, que un tipo, aunque fuera un represor, te hiciera una caricia y te tratara humanamente, bueno, chica, no deja de ser una violación, pero por lo menos en ese mínimo momento evades. Un poco de placer. Una descarga. Pero todo eso es como un tabú. Como el tema del consentimiento. En el campo, el consentimiento no existe. Ni aunque hubieras follado con ese tipo mejor que con nadie en tu vida. Aun así es una violación. Todo eso que ocurre está condicionado por una situación de amenaza brutal. Pueden hacer contigo lo que quieren. Cortarte en pedacitos, secuestrar a tu hijo, a tu madre, a tu tía. ¿Fue una violación aunque hubiera placer? Por supuesto que sí. Yo creo que hay un sustrato terriblemente machista y no queda del todo claro que las mujeres no provocamos las violaciones.La justicia es troglodita, y la violada es la provocadora,la sucia.


SILVIA LABAYRU


La llamada, Leila Guerreiro, p. 170

-No lo fue pero lo era para mí. La situación era muy humillante. Entre mujeres siempre parece una cosa suave. Y no. Hay cosas que no te gustan y no te gustan. Además, yo tenía mucho miedo. Porque, como no me llevaba tapada, sabía dónde iba. Y esta violación por parte de su esposa no me atrevía a contarla. No solo eso, sino que me costó mucho entender que ella también era una violadora. Además, en esa época denunciar una violación era objeto de doble condena. En el mundo militante, que las secuestradas denunciáramos las violaciones venía a perjudicar la moral revolucionaria, la imagen de los montoneros. A Sara Solarz de Osatinsky, la esposa de uno de los máximos militantes montoneros, Marcos Osatinsky, que estaba en la que le habían matado a su marido y a sus dos hijos, un ahí adentro la violó durante meses y ella en uno de los juicios lo declaró. Se la querían comer porque había mancillado el nombre de Osatinsky. Entonces estos excompañeritos que militan tanto los derechos humanos prefieren que las violaciones queden impunes antes que este tema tan escabroso salga a la luz. Ellos mismos no las entienden como violaciones. Y nosotros tampoco teníamos tan claro que lo que ocurrió había sido una violación. Se empezaban a cruzar cosas: ¿hasta qué punto me he prostituido? Pero ahí dentro tú no decides nada. En un campo de concentración no hay  consentimiento posible. Te dicen: «Sí, te violaron, fue forzado, pero bueno, a lo mejor te gustó”. Y si me gustó, ¿qué? ¿Es menos violación? No. Es lo mismo. Además, en ese lugar tenías que hacer que no se te notara el miedo, el rechazo. Todo era: «Qué suerte, gracias por violarme, esto me va a hacer bien para mi recuperación».


ARGENTINA 1976


La llamada, Leila Guerriero, p. 167

Causa por violación, 2021. Hechos probados: «No recordaba si a la tercera o cuarta vez la sacó del mismo modo de la ESMA y le dijo que la iba a llevar a su casa, donde le exigió que tuviera relaciones sexuales con él y con su esposa. Le dijo que su esposa sabía cuál era su condición y ella tenía que decir que era una prisionera que estaba siendo muy bien tratada, que esta, ba bajo lo que ellos llamaban proceso de recuperación [ ... ]. La llevó en coche a su domicilio que estaba situado en la calle Marcelo T. de Alvear 1960 [ ... ]. Cuando entró, la señora la saludó con normalidad [ ... ]. La mujer era alta, de pelo oscuro, corto, lacio, delgada, ojos marrones, y su hija, llamada María Virginia, estaba durmiendo en la cuna en su cuarto. Después de estar un rato hablando con la esposa, le dijo que se llamaba Amalia Bouilly. La llevaron a su habitación, la desnudaron y le pidieron que tuviera sexo con ellos [ ... ], la niña durmiendo en el cuarto de al lado. [ ... ] él la penetró, ella le pedía cosas, le pedía que la besara, que la tocara, que le practicara sexo oral, le chupaba los pechos que estaban muy dañados por la tortura [ ... ]. Luego le exigieron dormir con ellos en la cama matrimonial y durante la noche, en el momento en que la esposa estaba dormida, él volvió a penetrarla. A la mañana [ ... ] se vistió y él la sacó de allí en el coche y le exigió que no comentara con nadie a dónde la había llevado [ ... ] estas violaciones conjuntas [ ... ] ocurrieron más veces, como cinco o seis [ ... ]. Una de las veces en que su padre estaba en vuelo [ ... ]. González se presentó allí con su mujer y la violaron los dos, en la casa de su padre».


PASOLINI

Pasolini, muerte de un poeta, Simona Zecchi, p. 225

Jóvenes enloquecidos, ebrios o neuróticos deambulan por las calles de Catania con el pelo enredado o revuelto, sus siluetas deformadas por pantalones que solo les sientan bien a los americanos: deambulan con un aíre satisfecho y provocador, como si fueran los depositarios de un nuevo conocimiento. En realidad, se conforman con la imitación perfecta del modelo de otra cultura. Han perdido la moral y su arcaica ferocidad se manifiesta informe




LA ESMA


La llamada, Leila Guerriero, p. 19

El predio de la ESMA ocupa diecisiete hectáreas. Desde el 24 de marzo de 2004, y por decreto del entonces presidente Néstor Kirchner, ya no lleva el nombre de Escuela de Mecánica de la Armada y es el Espacio Memoria y Derechos Humanos. Muchos le dicen «la ex-ESMA». Todas las personas entrevistadas para este libro la siguen llamando como entonces: «Vamos a la ESMA», «Nos encontramos en la ESMA», «Me llamaron desde la ESMA». Funcionan allí, en diversos edificios, el Museo Sitio de Memoria ESMA, el Archivo Nacional de la Memoria, la Casa por la Identidad, el Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti, el Espacio Cultural Nuestros Hijos, el Museo Malvinas, la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación y el Equipo Argentino de Antropología Forense, entre otras cosas. Está casi al final de la avenida del Libertador -una vía amplia con construcciones elegantes en las que vive parte de cierta aristocracia criolla tradicional-, a pocas cuadras del límite entre la ciudad y la zona norte del conurbano bonaerense.


LORD PEPITO


Tres enigmas para la Organización, Eduardo Mendoza, p. 364

Desde hacía algo más de una década se había afincado en Palamós un aristócrata inglés, de apellido Jenkins, hombre de unos cincuenta años de edad, robusta constitución, talante expansivo y cuantiosa fortuna. Pagando a tocateja y sin regatear un euro había comprado una casa moderna, de dos plantas, con jardín, piscina y vista al mar en la urbanización del Club de Golf Can Masclet, algo alejada del núcleo urbano, así como un amarre en el puerto deportivo de Palamós, donde tenía atracado un bonito yate de setenta metros de eslora. Nadie entendía la razón de aquellas dos adquisiciones, porque su propietario no jugaba al golf y apenas salía a navegar, razón por la cual la embarcación no disponía de tripulación fija: su dueño la contrataba para cada singladura. En cambio, utilizaba con cierta frecuencia el yate para dar unas fiestas fastuosas en las que todos los invitados se emborrachaban y algunos se caían por la borda, siendo de inmediato rescatados por la policía de costas. De este modo, míster Jenkins adquirió notoriedad entre los habitantes de la localidad, donde se le conocía por el sobrenombre de Lord Pepito.

La existencia de Lord Pepito discurría por cauces tranquilos y previsibles la mayor parte del año; sólo de cuando en cuando un asunto requería su presencia en Londres o en otro punto del planeta; entonces Lord Pepito se ausentaba por periodos indeterminados, a veces de hasta tres meses, transcurridos los cuales, regresaba a su casa de Can Masclet y daba una fiesta en su yate. Nunca contaba nada sobre estos viajes repentinos, pero a veces insinuaba tener estrechos contactos con el MIS, con el MI6 e incluso con el MI7. Esta última afirmación arrojaba dudas sobre la veracidad de las anteriores.


INCIPIT 1.442. TRES ENIGMAS PARA LA ORGANIZACION / EDUARDO MENDOZA


Barcelona, primavera del año 2022.

En la calle Valencia, a escasos metros del Paseo de Gracia, refulgente de hoteles suntuosos y tiendas lujosas de grandes marcas internacionales, casi enfrente del pequeño pero simpático museo de antigüedades egipcias, donde no faltan momias, sarcófagos y tablillas, así como un número indeterminado de figuritas, se levanta un edificio estrecho, de estilo decimonónico, fachada de piedra gris con algunos relieves florales, balcones alargados con barandas de herraje y zaguán oscuro. No hay portero y es inútil pulsar el interfono. En las gruesas jambas de la puerta de entrada, una docena de placas de latón indican que el edificio, destinado en  sus orígenes a vivienda de familias acomodadas, está ocupado ahora por oficinas. Las placas que corresponden al segundo piso son cuatro.


INCIPIT 1.441. GORDO DE FERIA / ESTHER GARCIA LLOVET


Un borracho. Un borracho de Semana Santa. Un borracho de Semana Santa atraviesa la plaza Mayor de la capital de España, son las cinco de la tarde, parece que va hablando por el móvil pero la verdad es que no tiene móvil porque se lo han robado hace horas y no se ha dado ni cuenta. Habla solo. Se llama de usted.

-Qué cosa más rara me ha pasado -dice el borracho.

El borracho se ha puesto a mirar una obra de canalización. En realidad se ha quedado apoyado

en la valla amarilla que ponen en las obras para tener algo a lo que agarrarse, porque como se suelte sabe que se va al suelo, derecho a la zanja que hay en cualquier calle, las zanjas, las largas y hondas trincheras de Madrid, en guerra permanente contra todo lo contemporáneo.


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