Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

INCIPIT 983. EICHMANN EN JERUSALEN / HANNAH ARENDT


Beth Hamishpath, audiencia pública, estas palabras que el ujier gritó a todo pulmón, para anunciar la llegada de los tres magistrados, nos impulsaron a ponernos en pie de un salto, en el mismo instante en que los jueces, con Ia cabeza descubierta, ataviados con negras togas, penetraron por una puerta lateral en Ia sala y se sentaron tras la mesa situada en el alto estrado. La mesa es larga, a uno y otro extremo se sientan los taquígrafos oficiales, y, dentro de poco, quedará cubierta por innumerables libros y más de quinientos documentos. A un nivel inmediato inferior al del tribunal se encuentran los traductores, cuyos servicios se emplearán para permitir la directa .comunicación entre el acusado, o su defensor, y el tribunal. Además, el acusado y su defensor, que hablan el alemán, al igual que casi todos los presentes, seguirán las incidencias del juicio en lengua hebrea a través de la traducción simultánea por radio, que es excelente en francés, aceptable en inglés, y desastrosa, a veces incomprensible, en alemán.

INCIPIT 982. EL GRUPO / MARY McCARTHY


En junio de 1933, una semana después de su graduación en Vassar, Kay Leiland Strong, la primera en dar la vuelta a la mesa en la cena de compañeras de curso, contraía matrimonio con Haraid Petersen, graduado en Reed, promoción de 1927. La ceremonia se celebró en la iglesia episcopaliana de Saint George, de la que era rector Karl F. Reiland. Fuera, los árboles ya con toda su hoja cubrían Stuyvesant Square, y las invitadas, que iban llegando en taxi de dos en dos o de tres en tres, lo primero que oyeron fueron las voces de los niños que jugaban en el parque alrededor de la estatua de Peter Stuyvesant. Tras pagar al taxista y alisarse los guantes, las parejas y tríos de jóvenes, todas ellas compañeras de universidad de Kay, miraron a su alrededor con curiosidad, como si estuvieran en una ciudad extranjera. Habían empezado a descubrir Nueva York, quién podría imaginárselo, cuando algunas de ellas habían vivido allí toda su vida en esas tediosas casas georgianas de las inmediaciones de la calle Ochenta, llenas de espacio desaprovechado, o en los grandes pisos de Park Avenue, y les encantaban los rincones escondidos como éste, con el pequeño parque y el templo cuáquero de ladrillos rojos, molduras blancas y brillantes dorados, contiguo a la iglesia episcopaliana de color granate. Los domingos cruzaban con los jóvenes que las cortejaban el puente de Broolding y se asomaban a la soñolienta zona de Brookling Heigths; exploraban la residencial Murray Hill, las pintorescas MacDougal Alley y Patchin Place y las callecitas traseras de Washington Square, con sus antiguas caballerizas convertidas en talleres y estudios de artistas.

SIONISMO


Eichmann en Jerusalén, Hannah Arendt, p. 175
En Amsterdam al igual que en Varsvia, en Berlín al igual que en Budapest, los representantes del pueblo judío formaban listas de individuos de su pueblo, con expresión de los bienes que poseían; obtenían dinero de los deportados a fin de pagar los gastos de su deportación y exterminio; llevaban un registro de las viviendas que quedaban libres; proporcionaban fuerzas de policía judía para que colaboraran en la detención de otros judíos y los embarcaran en los trenes que debían conducirles a la muerte; e incluso, como un último gesto de colaboración, entregaban las cuentas del activo de los judíos, en perfecto orden, para facilitar a los nazis su confiscación. Distribuían enseñas con la estrella amarilla y, en ocasiones, como ocurrió en Varsovia, «la venta de brazaletes con la estrella llegó a ser un negocio de seguros beneficios; había brazaletes de tela ordinaria y brazaletes de lujo, de material plástico, lavable». En los manifiestos que daban a la publicidad, inspirados pero no dictados por los nazis, todavía podemos percibir hasta qué punto gozaban estos judíos con el ejercicio del poder recientemente adquirido. La primera proclama del consejo de Budapest decía: «Al Consejo Judío central le ha sido concedido el total derecho de disposición sobre los bienes espirituales y materiales de todos los judíos de su jurisdicción». Y sabemos también cuáles eran los sentimientos que experimentaban los representantes judíos cuando se convertían en cómplices de las matanzas. Se creían capitanes «cuyos buques se hubieran hundido si ellos no hubiesen sido capaces de llevarlos a puerto seguro, gracias a lanzar por la borda la mayor parte de su preciosa carga», como salvadores que «con el sacrificio de cien hombres salvan a mil, con el sacrificio de mil a diez mil». Pero la verdad era mucho más terrible. Por ejemplo, en Hungría, el doctor Kastner salvó exactamente a 1.684 judíos gracias al sacrificio de 476.000 víctimas aproximadamente. A fin de no dejar al «ciego azar» la selección de los que debían morir y de los que debían salvarse, se necesitaba aplicar «principios verdaderamente santos», a modo de «fuerza que guíe la débil mano humana que escribe en un papel el nombre de un desconocido, y con ello decide su vida o su muerte». ¿Y quiénes eran las personas que estos «Santos principios» seleccionaban como merecedoras de seguir con vida? Eran aquellas que «habían trabajado toda la vida en pro del zibur” (la comunidad) -es decir, los funcionarios- y los «judíos más prominentes», como dice Kastner en su informe.

LA ILÍADA


El club de lectura de David Bowie, p. 70
El canon europeo empieza aquí. ¿Llegó Bowie a La Ilíada a través de las teorías sobre la mente bicameral de Julian Jaynes? ¿Fue por medio de Camille Paglia, que aborda la obra en Sexual personae y alaba el pictorialismo cinemática de Homero? ¿O simplemente sentía debilidad por la poesía épica griega?
La Ilíada, atribuida al poeta Homero, narra lo que sucedió al final de la guerra de Troya y durante el sitio griego de la ciudad de Troya. Es un sangriento y belicoso pase de lista de héroes míticos. Especial interés habría tenido para Bowie la relación -interpretada a veces como gay- entre el guerrero Aquiles y su mejor amigo Patroclo. La armadura mágica de Aquiles, de bronce y salpicada de estrellas, símbolo de su poder, lo distingue de los demás soldados. Cuando Aquiles se niega a combatir tras haber discutido con el rey Agamenón, Patroclo toma prestada la armadura de Aquiles y ambos bandos lo confunden con él. Y, por si fuera poco, la armadura le otorga poder a Patroclo; hasta tal punto que adopta las habilidades guerreras y las peculiaridades de Aquiles. Por desgracia, el dios Apolo interviene para ayudar a los troyanos. Deja sin sentido a Patroclo y lo despoja de su casco para desenmascararlo ante el héroe troyano Héctor, que lo mata y le roba la armadura para quedársela.
Esta historia encierra una enseñanza sobre el poder de la ropa, tan crucial en la proyección de la personalidad, y sobre cómo este poder no solo crece y mengua, sino que también se puede perder o ser transferido. El relato, además, esclarece algunos aspectos de la complicada relación que tenía Bowie con Iggy Pop y Lou Reed; artistas que le influyeron, a los que eclipsó y que más adelante recuperarían el poder perdido gracias a su intercesión y se convertirían en personajes de plena modernidad en la década de los ochenta y de los noventa, época en que a Bowie le costaba conectar con el público mayoritario que Let's Dance le había procurado.
La Ilíada y su hermana homérica La Odisea eran recitadas en banquetes, festivales y ceremonias por cantantes profesionales o «rapsodas» que acompañaban el relato con la música de la lira. Estos rapsodas analfabetos mezclaban y modificaban canciones ya existentes, «componiendo» nuevas versiones de la obra durante la misma representación, un modo de obrar que sin duda le habría parecido a Bowie la quintaesencia del beat.

LO LI TA


El club de lectura de David Bowie, p. 54
Dolores Haze, “Lolita”, de doce años, fue el pasaporte de Vladimir Nabokov al reconocimiento y a la fama. Ella es la infeliz presa del héroe-narrador de Lolita, Humbert Humbert, un académico y poeta menor que vive de una herencia y acaba en Ramsdale, Nueva Inglaterra, hospedándose en casa de una rica viuda, Charlotte Haze. Se casa con Charlotte, pero a quien desea de verdad es a su hija, pues Humbert es un pedófilo obsesionado con niñas de entre nueve y catorce años a las que llama “nínfulas”. Tras la muerte de Charlotte -es atropellada al cruzar la carretera a toda prisa para enviar unas cartas que denuncian a Humbert, cuya verdadera naturaleza acaba de descubrir-, Humbert se lleva a Lolita en una odisea por moteles americanos, solo para que ella lo acabe abandonando por un dramaturgo, Ciare Qgilty ...
El lector descubre con aprensión que Humbert es un acompañante sensacional: irónico, pagado de sí mismo, despectivo, snob, narcisista. Su mirada desdeñosa de habitante del Viejo Continente sobre el consumo estadounidense es desternillante. El lenguaje magistral de Nabokov, repleto de hábiles juegos de palabras y alusiones, nos maravilla y nos aboca a la complicidad con el monstruo, con el violador en serie de niñas.
En 1959, con lo ganado por el éxito de Lolita, Nabokov se marchó de los Estados Unidos para regresar a Europa, y se mudó a una suite de la sexta planta del Hotel Palace de Montreux, en Suiza, no demasiado lejos de la casa de Bowie en Lausana; aunque cuando el cantante se mudó allí, Nabokov ya había muerto. Durante muchos años, la edición de Penguin de Lolita llevaba en la portada el cuadro “Niña con gato” (1937), obra de otro de los vecinos suizos de Bowie, el huidizo artista Balthus, a quien Bowie entrevistó en profundidad para la revista Modern Painters en 1994.
Nabokov tenía un porte magnífico, regio. “No creo que un artista deba preocuparse por su público», dijo en la revista The Listener de la BBC. “Su mejor público es la persona que ve en el espejo de afeitarse cada mañana». Tras, la debacle de los años ochenta y el fiasco de los álbumes Tonight o Never Let Me Down, Bowie llegó a compartir aquel punto de vista: “Mis grandes errores siempre se deben a que intento adivinar qué quiere el público o complacerle», admitió en 2003 en la revista The Word. “Mi obra es siempre más potente cuando soy muy egoísta con ella».

FREUDIANA


La inesperada verdad sobre los animales, Lucy Cooke, p. 348
En 1924 el Instituto Pasteur de París escribió al científico ruso para darle una buena noticia: sería «posible y deseable» que llevara a cabo sus experimentos en la colonia de chimpancés que acababan de establecer en África Occidental. El emblemático centro de investigación había creado algo del gusto de los lunáticos científicos rusos. De hecho, por entonces ya apoyaban a Serge Voronoff, que también estaba haciendo avances no menos extravagantes en la ciencia de los chimpancés, afirmando que había descubierto la fuente de la juventud injertando porciones de testículo de chimpancé en el escroto de un anciano. Se le había ocurrido aquella imaginativa “terapia de rejuvenecimiento” tras observar a los eunucos y someterse a sí mismo a algunos experimentos de naturaleza manifiestamente poco envidiable, entre los que se incluían inyectarse en sus propios testículos un cóctel de gónadas de conejillo de Indias y de perro trituradas
La fórmula -afortunadamente cara- de Voronoff para ampliar la vida humana hasta los ciento cuarenta años consistía en coser a mano trocitos de “glándula de mono” utilizando un finísimo hilo de seda. Aunque él insistía en que «el injerto no es en absoluto un remedio afrodisiaco, sino que actúa en todo el organismo estimulando su actividad», corría el rumor de que podía restaurar el debilitado impulso sexual del millonario que  pudiera pagarlo, además de su memoria y su visión. Fuera como fuese, aquello bastó para garantizar que la clínica de Voronoff nunca estuviera vacía. Cientos de hombres se inscribieron para someterse al tratamiento, entre ellos Sigmund Freud, quien, tras haberse revelado incapaz de encontrar los testículos de la anguila, era evidente que ahora no temía experimentar con los suyos propios.
Hasta el mismo Ivanov necesitaba la magia de las glándulas de mono de Voronoff. El Instituto Pasteur le había ofrecido instalaciones, pero no fondos, y ahora, peligrosamente falto de presupuesto, su proyecto del humancé se estaba viniendo abajo. De modo que en uno de sus viajes a África se detuvo en París para colaborar con Voronoff. Ambos saltaron a los titulares después de trasplantar el ovario de una mujer a una hembra de chimpancé llamada Nora e intentar inseminarla con esperma humano. Pero la hembra no concibió ningún humancé. Voronoff decidió atenerse a su lucrativa labor cotidiana de trucar testículos de millonarios, e Ivanov se fue a la Guinea Francesa con el único apoyo de su hijo, que era estudiante de medicina.

PINGÜINO DE ADELAIDA


La inesperada verdad sobre los animales, Lucy Cooke, p. 330
El pingüino de Adelia es uno de los pocos animales del planeta que se entregan a la prostitución. Es el clásico pingüino de cómic que te llega a la altura de la rodilla. Es el ave que nidifica más al sur de todas las que lo hacen, y se agrupa en vastas y ruidosas colonias al principio del corto verano para anidar en los límites de la península Antártica. Hacia el final de la temporada, cuando el clima se hace más cálido, existe el peligro de que los sencillos nidos de piedra del pingüino se inunden, y los embriones se ahoguen en el interior de los huevos, debido al agua del deshielo. De modo que las hembras van a la caza de nuevos guijarros para reforzar su inversión parental. Es muy frecuente que los roben de otros nidos, y son habituales las refriegas. «Pueden ser sorprendentemente brutales, picoteándose' y golpeándose repetidas veces unos a otros con las aletas”, me explicaba Davis.
Algunas hembras astutas han aprendido a evitar ser atacadas por los propietarios de guijarros más posesivos centrando su atención en los nidos de machos sin descendencia que viven en las lindes de la colonia. Al no tener deberes parentales, estos solteros disponen de tiempo para entregarse a una extravagante búsqueda y acumulación de guijarros, y llegan a construir auténticos castillos de piedra. También están extremadamente desesperados por esparcir su semen. La taimada hembra acude a uno de esos machos con una profunda inclinación y mirándolo de reojo con coquetería, como si quisiera copular con él. El macho también se inclina, se hace a un lado para permitir que la hembra se tienda en su castillo de guijarros, y se dispone a procrear. El sexo es cosa rápida, y no es infrecuente que el inexperto macho no afine bien y yerre su objetivo. Una vez consumado el acto, la hembra regresa a su nido con un guijarro hurtado en el pico.
Davis observó que algunas hembras especialmente astutas robaban piedras a los machos sin siquiera ofrecerles sexo a cambio. Flirteaban tal como hemos explicado, pero se saltaban la parte del sexo y se limitaban a largarse a toda prisa con una piedra. En palabras de Davis, la hembra “coge el dinero y corre». En respuesta, nunca se veía a los machos enzarzarse en una refriega, aunque algunos de ellos hacían un desesperado intento de reclamar sus derechos conyugales cuando la hembra emprendía una precipitada huida con su botín. Y engañar a aquellos machos resultaba patéticamente fácil: una timadora muy eficaz fue grabada birlando sesenta y dos piedras en el plazo de una hora.
Davis me explicó que las hembras han aprendido que los machos «no es que sean exactamente tontos, sino que más bien están desesperados». Tienen grandes nidos de piedra y no mucho que perder. Si hay una posibilidad de que la hembra acepte mantener relaciones sexuales, les merece la pena asumir el riesgo. Puede que parezcan unos necios, pero, como admitía Davis, «desde una perspectiva evolutiva es una jugada muy inteligente”.

OSOS PANDA


La inesperada verdad sobre los animales, Lucy Cooke, p. 296
Los pandas ocupan territorios bastante extensos de 4 a 6,5 kilómetros cuadrados, y detectan a sus parejas sexuales por el olfato, ya que estas van dejando periódicamente actualizaciones aromáticas de su estado -en las que anuncian su identidad, sexo, edad y fertilidad- en árboles especialmente designados (el equivalente en el mundo de los pandas a las aplicaciones de contactos como Tinder). Cuando una hembra entra en celo despierta el interés de los machos frotando sus glándulas anales en la base de uno de esos tableros de anuncios comunitarios. Su hedionda señal atrae a machos de todas partes, que a continuación pasan a competir por sus atenciones en una especie de Juegos Olímpicos urinarios, ya que las hembras de panda  prefieren a los machos que son capaces de dejar su atractiva señal olorosa más arriba en los troncos de los árboles. Los científicos han explicado que los machos adoptan toda una serie de posturas atléticas “agacharse”, “levantar la pata”, y, la más extraordinaria de todas, “hacer el pino”- a fin de proyectar su chorro de orina lo más alto posible.19 También se cree que utilizan su propio cuerpo como olorosos reclamos de atracción sexual poniéndose unas gotitas de orina -tipo aftershave- en las orejas, las cuales actúan como un par de esponjosas balizas que transmiten la disponibilidad del animal a través de la brisa de la montaña.
Los osos son conocidos por tener un sentido del olfato extremadamente desarrollado, de modo que la corta duración del periodo de fertilidad de las hembras de panda no es un impedimento para su reproducción en su hábitat natural. De hecho, incluso podría tratarse de una adaptación evolutiva para controlar el tamaño de la población, debido precisamente a la gran capacidad de procrear de los machos, que ayudaría a garantizar que la tasa de natalidad no supere nunca lo que los bosques de bambú pueden sustentar. Como media, una hembra salvaje parirá a una cría entre cada tres y cinco años, lo que no es una tasa reproductiva inusual; si se reprodujeran con mayor rapidez no tardarían en desbordar la capacidad de su hábitat.

CIGÜEÑAS

La inesperada verdad sobre los animales, Lucy Cooke, p. 230
Es famosa la asociación de las cigüeñas a la fertilidad. En muchos países europeos se creía que una pareja que tuviera un nido de cigüeñas cerca de su casa no tardaría en ser bendecida con un bebé. Aún hoy, en Alemania, suele colocarse una reproducción de madera de una cigüeña con un fardo en el pico en el exterior de las casas cuando acaba de nacer un niño, y cuando una mujer se queda embarazada se dice que “una cigüeña le ha picado en la pierna”. La popularidad de esta creencia puede generar alguna que otra confusión. Recientemente, la cadena de televisión estadounidense Fox News emitió una noticia sobre una pareja de alemanes que habían acudido a una clínica de fertilidad porque no lograban tener hijos. Allí les explicaron que para tener un bebé primero debían mantener relaciones sexuales: ellos creían que bastaba con la cigüeña.
La reputación de estas grandes aves blancas como portadoras de bebés tiene su origen en la cultura pagana. Las aves reaparecen cada primavera, y generalmente esta era una estación abundante en nacimientos. El solsticio de verano -el 21 de junio- era una festividad pagana tradicional que celebraba el matrimonio y la fertilidad. Muchas relaciones amorosas se iniciaban entonces, y nueve meses después llegaban los bebés resultantes, coincidiendo con el retorno de las cigüeñas. Con el tiempo, los dos eventos pasaron a estar interconectados, con el resultado de que la gente empezó a pensar que eran las cigüeñas las que traían a los bebés.

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