Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

PENSAR, CLASIFICAR

De Un hombre que duerme, de Georges Perec, p-106-107


Ciudad pútrida, ciudad innoble, repulsiva. Ciudad triste, luces tristes en las calles tristes, payasos tristes en las salas de fiestas tristes, colas tristes ante los cines tristes, muebles tristes en las tiendas tristes. Estaciones negras, cuarteles, hangares. Las brasseries siniestras que se suceden a lo largo de los Grandes Bulevares, los escaparates horribles. Ciudad ruidosa o desierta, lívida o histérica, ciudad despanzurrada saqueada mancillada, ciudad erizada de prohibiciones de barrotes, de alambradas, de cerraduras. La ciudad-osario: los mercados podridos, las villas miseria disfrazadas de grandes urbanizaciones, la zona centro de París, el horror insoportable de los bulevares llenos de polis, Haussmann, Magenta; Charonne.

Como un prisionero como un loco en su celda. Como una rata buscando la salida del laberinto. Recorres París en todos los sentidos. Como un hambriento, como un mensajero que lleva una carta sin dirección.

Aguardas, esperas. Los perros se te pegan, y también las camareras, los empleados de los cafés, las acomodadoras, las taquilleras de los cines, los vendedores de diarios, los cobradores de autobús, los inválidos que vigilan las salas desiertas de los museos. Puedes hablar sin temor, te responderán siempre con la misma voz. Ahora sus caras te resultan familiares. Te identifican,

te reconocen. No saben que esos simples saludos, esas meras sonrisas, esos gestos indiferentes de cabeza son lo que cada día te salva, a ti que, durante todo el día, los esperaste como si fuesen la recompensa de un hecho glorioso del que no podrías hablar, pero que ellos casi adivinarían.

1 comentario:

Atalaya dijo...

Hacía tiempo que no pasaba por aquí. Tal vez es que me he alejado mucho de la literatura, aunque, en honor a la verdad, nunca estuve cerca. La rondaba sin éxito, como una espectadora ajena a ese mundo ¿particular? dentro del mundo ¿general/vulgar?, pero pese a esa lejanía, entonces me seducía, ahora me deja indiferente.

A pesar de ello, todavía me impacta un texto como éste, que es una queja y una esperanza (toda queja va del bracito de la esperanza que nunca se cumple)

Las ciudades queridas y odiadas. Los gestos comunes que aburren, y que sin embargo se anhelan, en ese ropaje infinito que nos brinda lo cotidiano, tal vez el único espejismo de seguridad que nos brinda esta esfera enigmática.

Saludos.

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