De Prisión perpetua, de Piglia, p.53
No hay nada tan abyecto, dijo Lucía, como la convivencia de un hombre y una mujer. En teoría podemos comprender a una persona, pero en la práctica no la soportamos. El matrimonio es una institución criminal. Con los lazos matrimoniales siempre termina ahorcado alguno de los cónyuges. En eso reside el sentido de la fórmula «hasta que la muerte nos separe».
Su padre había fotografiado a su madre en todas las posturas posibles, de espaldas, al sesgo, con disfraces, en cueros, con vestidos alemanes o paraguayos. Era un artista óptico y estaba obsesionado. Se encerraban días enteros en los altos de la casa y abandonaban a la hija que se moría de tedio y subía descalza la escalera para espiarlos.
Hasta que al fin supongo que mi madre se hartó y quiso escapar, dijo Lucía.
El suicidio de la mujer terminó caratulado como muerte dudosa y el padre fue sobreseído; la causa quedó abierta
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