Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

INCESTO

Catedral, Richard Ford, p. 234-235
Se pegó más a mí. Olí su jabón, el Vicks, la pasta de dientes y el humo en el pelo. Apretó su cara irregular contra mi cuello; tenía las mejillas húmedas y frescas, y la nariz taponada.
-Estaba dormido -mentí.
-Pues vuelve a dormirte -dijo ella-. No voy a molestarte. Se oyó un tren en la noche. Yo tenía los brazos cruzados. Berner me cogió una mano.
-Voy a escaparme sola -me susurró, muy cerca del oído. Se aclaró la garganta y tragó saliva, y se sorbió de nuevo la nariz-.
Estoy loca -dijo-. Me tiene sin cuidado lo que hago.
Estuvo callada durante un rato. Yo estaba acostado a su lado, con la respiración acelerada. Y entonces, de repente, me besó con fuerza en el cuello, debajo de la oreja, y se pegó aún más contra mi cuerpo. No me importó que me besara. Me hizo sentirme a salvo. Su mano -áspera y huesuda- soltó la mía, y se movió.
-Quería hacerlo con Rudy esta noche -dijo-. Pero voy a hacerlo contigo.
-De acuerdo dije.
Yo también quería hacerlo. No me importaba.
-No dura mucho. Rudy y yo ya lo hemos hecho. En su coche. Tú deberías saber ya de esto, de todas formas.
-No sé de esto en absoluto -dije.
-Entonces, eres perfecto. Ni siquiera importará nada. Te olvidarás de ello.
-Muy bien -dije.
-Te lo digo de verdad -me susurró-. Ni siquiera es importante.
Y con esto es suficiente. No se puede repetir. Significó poco, lo que hicimos; sólo significó algo para nosotros, y sólo en aquel tiempo. Luego, en la noche, Berner se despertó y se incorporó en la cama, y me miró y me dijo (porque yo estaba despierto):
- No eres Rudy.
-No -dije-. Soy Dell.
-Bueno, bien -dijo ella-. Quería decirte adiós.
-Adiós -dije-. ¿Adónde vas?

Berner me sonrió -era mi hermana-, y luego volvió a dormirse entre mis brazos, por si tenía frío o le entraba miedo por algo.
(En la foto los hermanos Zeus y Hera por Ingres)

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