Presentación
Los personajes no pueden salir de
sus libros a no ser que alguien les convoque. Alguien me ha convocado y escapo cada
mañana de mi novela. Me siento en un bar con un café y te escribo. Llevo un abrigo de mangas largas de esos que cubren
las manos hasta donde empiezan los dedos y tengo ojos color de cáscara de nuez.
Si vinieras conmigo, amiga
persona, hablaríamos de trivialidades, eso que en inglés llaman conversación
pequeña y aquí podría llamarse charla o palique. Como no estás, a veces hago
preguntas grandes y, como no me frenas con una broma, me pongo a contestarlas.
«Vivir», escribió Joáo Guimaráes Rosa en su novela Gran Serton: Veredas, «es un
asunto muy peligroso». Y también: «Todo lo que hay es aviso». Las novelas son así.
Quienes escriben teorías sobre
las decisiones dicen que hay tres maneras de decidir. La primera, en
condiciones de certeza: cuando sabes -o crees que sabes, ah, menuda diferencia-
cuál será el resultado de cada una de las acciones posibles. La segunda, en
condiciones de riesgo: cuando desconoces qué pasará pero puedes hacer un
cálculo de probabilidades.
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