Empecé a escribir artículos en la prensa al poco tiempo de la publicación de mi segunda novela, También esto pasará. Tenía claro que a pesar de las presiones externas e internas tardaría unos años en ponerme a escribir de nuevo. Entre el primer libro y el segundo habían pasado siete, y no veía razón alguna para acelerar ese proceso largo, solitario, complicado y a ratos incluso feliz que supone la gestación de una novela.
Mi editor español, Jorge
Herralde, tal vez intuyendo mis nulas intenciones (y capacidades, ¡qué más
quisiera yo!) de convertirme en uno de esos autores que escriben un libro cada
dos o tres años, me aconsejó que aceptara la propuesta de colaborar con un
medio escrito, era un modo de seguir practicando la escritura, de mantener
cierto ritmo (iba a ser una colaboración semanal) y tal vez incluso de dar con
ideas para la siguiente novela. Como (casi) siempre, le hice caso.
No creo que haya libros menores. Me parece, por poner un ejemplo, que Las pequeñas virtudes, un escueto volumen de artículos de la extraordinaria Natalia Ginzburg, es, junto con Querido Miguel su mejor libro.
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