Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

MONDO DI MEZZO


La ciudad de los vivos, Nicola Lagiola, p. 181

Cuando llegué, veinte años atrás, no conocía a nadie. Tenía poco dinero y un trabajo ridículo y, sin embargo, a las pocas semanas la ciudad ya me había abrumado con su desordenada generosidad; era caótica, vital, tremendamente cínica, por lo tanto, incapaz de tomarse en serio su propia maldad. Si tenías un mínimo de ambición, te la echaban por tierra; si te atrevías a confesar que querías abrirte camino en la vida, o incluso triunfar, te daban una palmadita en la espalda y empezaban a burlarse de ti. ¿Dónde te creías que estabas? Roma existía desde hacía 2. 700 años, las había visto de todos los colores, contenía la irrepetible concentración de parálisis y artificio retórico de la política italiana, albergaba además el epicentro de la desilusión teocrática mundial. Por aquí, la gente no era tan ingenua como para pensar que la autoafirmación o, peor aún, la gloria, valieran algo en sí mismas. En Roma conocías a gente de todos los tipos, te mezclabas con otros cuerpos; si la cosa te iba bien, te metías algo de dinero en el bolsillo, te morías, y el ponentino barría hasta las cenizas de tu recuerdo.

 Todo permanecía suspendido entre la armonía y el desorden, la belleza y el abandono, la sociabilidad y la decadencia. Luego, sin embargo, todo empezó a deslizarse rápidamente hacia la parte nocturna. Hubo el escándalo del Mondo di Mezzo. La investigación involucraba a particulares y a cargos institucionales por delitos de todo tipo. Adjudicaciones manipuladas, corrupción, estafas, especulación en sectores como la vivienda social, la inmigración, la recogida de residuos; compra y venta de funcionarios públicos, extorsión, reciclaje ... algo gigantesco. El nombre de la operación lo habían tomado de una escucha telefónica de los carabinieri: «Es la teoría del Mondo di Mezzo, tío -decía uno de los interceptados-, los vivos están arriba y los muertos abajo. Nosotros estamos en el medio porque hay un mundo, un Mondo di Mezzo, donde todos se encuentran. Tú dices: "Coño, ¿cómo va a ser posible ... no sé, que mañana me encuentre cenando con Berlusconi?". En cambio, es posible. En el Mondo di Mezzo todos se encuentran con todos. Encuentras personas del supramundo porque tal vez tienen interés en que alguien del inframundo le haga algunos favores que nadie más puede hacerle».


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