Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

DE LOS ORIGENES DEL PERRO


Qwertyuiop, Sánchez Felosio, p. 479
El perro se hizo amigo del hombre de la siguiente manera. Siempre hubo dos clases principales de animales carniceros: carniceros de asalto y carniceros de emboscada; los segundos, a quienes posteriormente vino a dárseles el nombre de felinos, podían, merced a la eficacia prensara de sus zarpas, afrontar individualmente el agarre de la presa, a diferencia de los primeros, que, privados de tan útil instrumento, se veían constreñidos a asociarse en aquel lance decisivo de la caza y de la supervivencia y vinieron a hacerse de gregaria condición y consiguientemente más prolificos. De entre éstos, con el perro, los más famosos son el lobo y el coyote, la hiena y el chacal; pues con respecto al zorro hay que decir que intentó y consiguió con excelentes resultados pasarse a carnicero de emboscada, camino que, habida cuenta de la inferior circunstancia de sus uñas, fue tenido por harto meritorio y le valió ser puesto por dechado y figura de la astucia misma. El perro, pues, que, como algunos otros de su clase, llevaba una existencia desgraciada desde que el hombre, que se multiplicaba y esparcía sin proporción, le iba usurpando el territorio y diezmando la madre de la caza, tuvo al fin -cada vez más apretado por el hambre—que irse reduciendo a la condición de merodeador de campamentos, convirtiéndose en parásito de su propio expoliador y alimentándose de los despojos de aquella misma presa que con sus propios colmillos habría, tal vez, preferido degollar; y aunque tampoco falten quienes más a pereza se lo achaquen que a rigurosa constricción, el caso es que si bien, en efecto, por entonces al principio su papel se limitó al de mero huésped de segunda mesa que aguardaba pasivo a la salida del banquete -tal vez por no saber otra cosa todavía sino que la caza se había hecho en los bosques más rara y más huraña cada vez, y sólo allí podía encontrar, sin conocer tampoco por qué artes le llegaba, con qué aliviar sus hambres-, no es menos cierto que más adelante fue sacando el ovillo por el hilo y comenzó a fijar su atención en los alborotados retornos de los cazadores, aprendiendo a mirar hachas y lanzas como seguros heraldos de una próxima comida, con lo que, siguiendo ya cada vez con mayor interés cualquier aparición y movimiento de tan faustos indicios y señales, vino al fin, igualmente, a reparar en las aparatosas partidas de las expediciones venatorias y, estimando tal vez que si perdía de vista hachas y lanzas perdería de igual modo el buen augurio que su simple figura comportaba, fue a ponerse a la zaga del tropel de cazadores y los siguió hasta el encuentro con la caza, sin atreverse a otra cosa, de momento, que a conservarlo siempre al alcance de la vista y seguirlo día y noche por montes y cañadas. Hasta que, habiendo penetrado la causa y el efecto de aquellas aventuras, el interés, la impaciencia, la solidaridad de la intención, ya no le consintieron mantenerse a raya por más tiempo cual mero espectador, y osó irrumpir animosamente en la palestra; intromisión que bien poco tardó el hombre en dejar de estimar inoportuna, antes reconociendo, en cambio, hasta qué punto hábilmente aprovechada podría llegar a sede de grande utilidad -ya que, anunciada sin tregua en las más densas espesuras por el clamor de los ladridos y rastreada por el olor de sus pisadas hasta el más apartado perdedero, ninguna presa habría ya de zafarse de su persecución-, resolvió que no más pedradas, desde entonces, contra el merodeador cuando en hambrienta turba se apiñaba en derredor del campamento, sino que los despojos, antes siempre  arrojados, simplemente por deshacerse de ellos sin preocuparse de quien se los comiese o dejase de comer, le fuesen especialmente destinados e inclusive aumentados cada vez que la suerte o la abundancia así lo permitiesen.

No hay comentarios:

WIKIPEDIA

Todo el saber universal a tu alcance en mi enciclopedia mundial: Pinciopedia