Los trece volúmenes de A la
Recherche du Temps Perdu, de Marcel Proust, son el resultado de una síntesis inconstruible,
en la que la sumersión del místico, el arte del prosista, el brío del satírico,
el saber del erudito y la timidez del monómano componen una obra
autobiográfica. Se ha dicho, con razón, que todas las grandes obras de la
literatura fundan un género o lo deshacen, esto es que son casos especiales.
Entre ellos es éste uno de los más ínaprehensibles. Comenzando por la
construcción, que expone a la vez creación, trabajo de memorias y comentario, hasta
la sintaxis de sus frases sin riberas (Nilo del lenguaje que penetra, para
fructificadas, en las anchuras de la verdad), todo está fuera de las normas. El
primer conocimiento, que enriquece a quien considera este importante caso de la
creación literaria, es que representa el logro más grande de los últimos
decenios. Y las condiciones que están a su base son insanas en grado sumo. Una
dolencia rara, una riqueza poco común y una pre· disposición anormal.
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