EL BARBERO PRESIDENCIAL
En la edición de un periódico de
gobierno apareció hace algunos días el retrato del Excmo. Sr. Presidente de la
República, Mariano Ospina Pérez, en el acto inaugural del servicio telefónico
directo entre Bogotá y Medellín. El jefe del Ejecutivo, serio, preocupado,
parece en la gráfica rodeado por diez o quince aparatos telefónicos, que
parecen ser la causa de ese aire concentrado y atento del presidente. Creo que
ningún objeto da una impresión más clara de hombre atareado, de funcionario
entregado por entero a la solución de complicados problemas disímiles, como
este rebaño de teléfonos (y pido, entre paréntesis, un aplauso para la
metáfora, surrealistamente cursi) que decora la gráfica presidencial. Por el
aspecto de quien hace uso de ellos, parece que cada receptor comunicara con uno
distinto de los múltiples problemas de estado y que el señor presidente ;e
viera precisado a estar durante las doce horas del día tratando de encauzarlos
a larga distancia desde su remoto despacho de primer magistrado. Sin embargo, a
pesar de esta sensación de hombre incalculablemente ocupado, el señor Ospina
Pérez sigue siendo, aun en la fotografía de que me ocupo, un hombre correcto en
el vestir, cuidadosamente peinados los hilos de sus nevadas cumbres, suave y
liso su mentón afeitado, como un testimonio de la frecuencia con que el señor
presidente acude a la íntima y eficaz complicidad del barbero. Y en realidad,
es esta la pregunta que me he formulado al
contemplar la última fotografía del mandatario mejor
afeitado de América: ¿Quién es el
barbero de palacio?
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