Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

POTLACH


Qwertyuiop, Sánchez Ferlosio, p 180
La mano visible
Cuando, hará más de treinta años, conocí la Teoría de la clase ociosa, de Thorstein Veblen, en la que, como es sabido, se señala y analiza la función socialmente ostentatoria del lujo, o sea lo que éste tiene, no ya de bien que se disfruta, sino de valor que se exhibe como signo de la propia capacidad, el propio mérito y el propio rango (o, por usar la escueta forma medieval, el propio «más valer”), me saltó la observación -y no sé si objeción- de que el dispendio suntuario por sí mismo no se daba tan sólo en los estratos más acomodados de la sociedad, sinO también en los absolutamente más indigentes. Aún más, para los propios habitantes de chabolas, al menos de aquel tiempo (años 1950-1960), los gastos ostentatorios de un bautizo, de una primera comunión o de una boda, incluso comportando sin duda un sacrificio económico proporcionalmente muy superior (y cualitativamente más sensible, por más ceñido al límite de la mera subsistencia) al que pudiese significar, siempre en valores relativos, el de los mucho más cuantiosos dispendios hechos en esas mismas ceremonias por las clases más acomodadas, eran, no obstante (quiero decir para aquellos chabolistas),más obligados que para éstas, más apretadamente inexcusables. Sin embargo, si se repara en que la estratificación socioeconómica de las comunidades de pertenencia apareja criterios de comparación y equiparación horizontal y en que, por tanto, «pertenecen” -ser aceptado entre «los propios”- exige equipararse, no extrañará que la presión de los cánones suntuarios del nivel correlativo llegue a ser máxima precisamente en el estrato ínfimo, allí donde el  equipararse, el «no ser menos”, equivale a “no ser menos que los últimos”, pues por debajo no queda, socialmente, más que el suelo: «no ser nadie», ser «un muerto de hambre».  Reveladora, respecto del sentido de la «pertenencia», es esta última expresión, que se oye, por cierto, exacta, entre -los italianos: morto di fome, por cuanto no alude tanto al realmente amenazado por la muerte física por inanición cuanto al que, reducido al más estrecho nivel de subsistencia y por tanto incapaz de sustentar cualquier signo social de condición humana, es un muerto civil, es decir, «nadie».

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