Recuerdos durmientes, Patrick Modiano, p 58
A esa señora Hubersen a lo mejor
había querido hasta ahora borrarla de la memoria, al igual que a otras personas
con las que me crucé en aquellos tiempos, digamos que entre los diecisiete y
los veintidós años.
Pero, al cabo de medio siglo, las
pocas personas que fueron testigos de tus comienzos en la vida han acabado por
desaparecer; y, por lo demás, me pregunto si la mayoría de ellas podrían hallar
una relación entre esto en que te has convertido y la imagen borrosa de un joven
cuyo nombre ni siquiera podrían decir.
Mi recuerdo de la señora Hubersen
es también bastante borroso. Una mujer morena de unos treinta años y de rasgos
regulares y pelo corto. Nos llevaba a cenar cerca de su casa, a una de esas
calles perpendiculares a la avenida de Foch, en la acera de la izquierda de la
avenida cuando le damos la espalda al Arco de Triunfo. Y hete aquí que no
siento ya temor alguno cuando doy estos detalles topográficos. Me digo que se
trata de un pasado tan lejano que entra dentro de eso que la justicia llama
amnistía.
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