Pretenciosidad, Dan Fox, p. 134.135
Ser pretencioso rara vez es
dañino para los demás. Acusar a alguien de serlo sí lo es. Puedes emplear la
palabra «pretencioso” como un arma con la que aporrear el trabajo creativo de otras
personas, pero si las reduces a cenizas de este modo la acusación te reventará
en la mano y de las heridas empezarán a manar todas tus inseguridades,
prejuicios e ideas preconcebidas. Y justamente por eso importa la
pretenciosidad. Es una nota en falso en los cantos de la objetividad y cuando
suena podemos oír lo que nuestra sociedad valora de la cultura, oír de qué forma
nos consideramos a nosotros mismos como personas. La pretenciosidad importa por
todo lo que nos enseña acerca del proceso creativo. Haz una prueba: intenta
acercar la pretensión a la luz. Dale la vuelta y observa dónde caen la luz y
las sombras.
De modo que pensaste que la
película que acababas de ver era pretenciosa y que también lo era la persona
que te acompañó. Y luego pensaste que la comida y el servicio del restaurante en
el que picasteis algo después del cine también eran pretenciosos.¿Pero qué era
lo que pretendían exactamente? A lo mejor la película estaba mal hecha -ocurre
a menudo-, pero se enfrentaba a ideas dificiles que pocos cineastas se han
atrevido a abordar en la gran pantalla. Quizá la disposición de la comida en el
plato que te sirvieron en el restaurante te resultó un poco confusa, pero
estaba rica. Si la ropa de tu acompañante te dio vergüenza ajena, les posible
que esa sensación se debiera más a tu ansiedad por lo que la gente pueda pensar
de ti que a la imagen que cultiva tu acompañante? Quien acusa de pretenciosidad
siempre presume malas intenciones. En efecto, el pretencioso, por regla
general, no es más que alguien que intenta
hacer que el mundo sea más interesante y que reacciona ante el mismo de la
manera que considera más oportuna. Lo más probable es que al ver a alguien
pretencioso en realidad te halles frente a una persona que actúa de buena fe.
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