Empieza por lo básico.
(Presumiblemente, el punto de partida menos pretencioso que quepa imaginar.) De
la suma latina de prae -'delante' o 'antes'- y tendere -que significa
'extender', 'desplegar'-, surge el término pretencioso. Imagínatelo como sosteniendo
algo delante de ti, como los actores que llevan una máscara en el teatro griego
antiguo.
O imagínate a ti mismo en un
campo de batalla medieval, cargando una armadura. En heráldica, el término “escudo
de pretensión” describe el blasón de una heredera que, a la muerte de su padre,
se incorpora a las armas de su marido. A falta de sucesores masculinos, el
marido de la heredera “pretendería”representar a la familia de su mujer.
Durante el combate, era necesario un escudo para proteger el cuerpo -sostenido
frente a ti, prae tendere, como la máscara del actor oculta su rostro-, pero el
escudo también exhibía un diseño que alardeaba de tu poder y autoridad
política. Tu pretensión era tu protección y también podía convertirte en un
objetivo. (El ejército ruso viene empleando desde el siglo XIV una estrategia
de engaño llamada mashirovha -'algo enmascarado'- para ocultar, negar o desviar
la atención de maniobras militares reales.)
En política, el aspirante a un
trono o a un título de nobleza similar es conocido con el término pretendiente.
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