Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

PANDORA

Pandora, Henry James, p.99
Teniendo en cuenta que la gran baza a su favor era haber ascendido sin ayuda desde un plano social inferior, que lo había hecho todo por sí misma y con su personalidad como única palanca, cabría esperar que deseara olvidarse de los autores de su ser puramente material. Sin embargo, su actitud hacia ellos parecía cambiante: a veces los incluía en su estela, escondidos entre las burbujas y la espuma que revelaban su procedencia; otras veces, como había dicho Alfred Bonnycasde, les dejaba pasar completamente de largo; a veces los mantenía confinados, acudiendo a ellos al amparo de la noche y tomando todo tipo de precauciones; otras veces los mostraba al público consintiendo alguna que otra ojeada fugaz y en condiciones pactadas de antemano. Pero la principal característica de la chica hecha a sí misma era que, aunque en la intimidad se la presumía devota de su gente, jamás intentaba imponérsela a la sociedad, como tampoco dejaba de ser asombroso que por muy anodina que ella pudiese llegar a ser en ciertos sentidos, ni en sus peores aspectos resultaba más anodina que ellos. Sus padres se mostraban siempre solemnes y luctuosos y, por lo general, hacían gala de una mortal respetabilidad. Por su parte, Pandora no era necesariamente esnob, a menos que ser esnob significara aspirar a lo mejor. No era servil, no se rebajaba más de lo que ya lo estaba. Por el contrario, adoptaba una posición propia que obraba el efecto de atraer las cosas hacia su persona. Naturalmente, alguien así solo era posible en América, un país que carecía de amplios abanicos comparativos y competitivos. La historia natural de aquella criatura le fue revelada a nuestro sobrio extranjero con todo detalle mientras escuchaba sentado en la animada quietud, con el fragante aliento del oeste en las narices, hasta que acabó por convencerse de una realidad que ya venía sospechando: que en la gran República las conversaciones entrañaban una psicología más apasionada, por no decir más audaz, que en ningún otro lugar.
En la imagen Pandora de DG Rossetti

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