De La isla de la infancia de KO Knausgard, p. 249
-¡Hoy he metido un gol!
-¿Habéis jugado un partido?
-preguntó Yngve.
-No -contesté. -No hemos empezado
con eso todavía. Ha sido en el entrenamiento.
-Pero entonces no es nada .
Un par de lágrimas me rodaron por
las mejillas. Mi padre me echó esa mirada suya dura e irritada.
-¡Pero no puedes echarte a llorar
por ESO! -dijo-. ¡Tienes que aguantar UN POCO!
Entonces me eché a llorar de
verdad.
Lo de echarme a llorar con tanta
facilidad era un problema. Lloraba cada vez que alguien me regañaba o
reprendía, o cuando pensaba que lo harían. Solía ser mi padre, ante él me ponía
a llorar cada vez que levantaba la voz, aunque sabía que él lo detestaba. No
podía remediarlo. Cuando él levantaba la voz, yo me echaba a llorar. Con mi
madre no lloraba nunca.
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