Oiga, de quien ahora nos
ocuparemos, nació el año 1900, hija de una familia de nobles adinerados, libres
de preocupaciones. La pálida muchachita con su blanco traje de marinero. los
cabellos castaños peinados hacia un lado y unos ojos tan alegres que todo el
mundo se los besaba, fue considerada una belleza desde su infancia. La pureza de su perfil, la expresión de sus
labios cerrados, la sedosidad de las trenzas que le colgaban hasta la cintura.
todo resultaba en cantador. Su infancia transcurrió gozosa. segura y alegre. Como
desde antiguo era habitual en nuestro país. Un rayo de sol sobre la cubierta de
un volumen de la Bibliotheque Rosen la finca familiar, la clásica escarcha en
los jardines públicos de San Petersburgo ... Un repertorio de recuerdos, como
los citados constituía su única dote cuando salió de Rusia en la primavera de
1919. Todo sucedió en total consonancia con el estilo de la época. Su madre
murió de tifus, su hermano fue ejecutado frente al pelotón de fusilamiento.
Desde luego, todo fórmulas hechas. los escalofriantes chismorreos de rigor, pero
así sucedió, no existe otra manera de
decirlo, y de nada servirá apartar la nariz con desprecio.
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