De La isla de la infancia de KO Knausgard, p. 157-158
La velocidad y la ira iban
juntas. Mi madre conducía con prudencia, mostrando consideración, nunca le
importaba si el coche de delante iba muy despacio, ella seguía detrás con mucha
paciencia. Así era también en casa. No se enfadaba, siempre tenía tiempo para
ayudar, no se molestaba si algo se rompía, esas cosas pasan, le gustaba hablar
con nosotros, se interesaba por lo que decíamos, nos ofrecía a menudo cosas que
no eran estrictamente necesarias, como gofres, bollos, cacao, pan recién hecho en
casa, mientras que mi padre, por su parte, intentaba eliminar de nuestras vidas
todo aquello que no tuviera una relevancia directa para la situación: comíamos
porque era necesario, y el tiempo empleado en comer no tenía ningún valor en
sí; cuando veíamos la televisión, veíamos la televisión, no se podía hablar o hacer
otra cosa al mismo tiempo; cuando andábamos por el jardín, teníamos que ir
pisando las losas, en cambio por el césped, tan grande y apetecible, no se
debía ni andar, ni correr, ni rumbarse. El que ni Yngve ni yo celebráramos
nunca nuestro cumpleaños en casa con los amigos formaba parte de la misma
lógica, era innecesario, bastaba con una tarta con la familia después de comer.
El que no se nos permitiera llevar amigos a casa también se debía a lo mismo, pues
¿por qué íbamos a estar dentro desordenándolo rodo, cuando se podía estar
fuera? Nuestros amigos podrían contar en sus casas cómo era la nuestra, y eso también
formaba parte de esa lógica. En realidad, eso lo explicaba rodo. No teníamos
permiso para roc.ar ni una de las herramientas de mi padre, ya fueran
martillos, destornilladores, tenazas o sierras, palas quitanieves o cepillos,
tampoco se nos permitía cocinar, ni siquiera cortarnos una rebanada de pan, o encender
el televisor o la radío. Si se nos hubiera permitido, habríamos ocasionado un
desorden constante en la casa. Tal como estaba entonces, todo se encontraba en
orden, como debía ser, y sólo mi padre o mi madre podían usar las cosas de una
manera ordenada y adecuada. Lo mismo ocurría con su manera de conducir, él
quería llegar lo ames posible, con el mínimo de impedimentos, de un determinado punto a otro.
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