De La invención de la soledad de PAuster, p.185
Puesto que el mundo es
monstruoso, puesto que no parece ofrecer ninguna esperanza de futuro, A. mira a
su hijo y se da cuenta de que no debe abandonarse a la desesperación. Cuando está
al lado de su hijo, minuto a minuto, hora a hora, satisfaciendo sus
necesidades, entregándose a esta vida joven, siente que su desesperación se
desvanece. Y a pesar de que continúa desesperándose, no se abandona a la
desesperación . La idea de un niño sufriendo le resulta monstruosa, incluso más
monstruosa que la monstruosidad del mismo mundo; pues lo despoja de su único
consuelo, e imaginar un mundo sin consuelo es monstruoso.
No puede seguir más allá.
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