De La invención de la soledad de Paul Auster, p.175-176
Viena, 1919.
Todavía ningún significado, aunque sería imposible negar que
estamos bajo un hechizo. Freud describió la experiencia como «sobrenatural», o
unheimlich, lo contrario de heimlich, que significa “familiar”, “natural”,
«propio del hogar». Esto implica, por lo tanto, que somos expulsados de nuestra
coraza protectora, de nuestras percepciones habituales, como si de repente
estuviéramos fuera de nosotros mismos, a la deriva en un mundo que no
comprendemos. Estamos perdidos en ese mundo de forma inevitable y ni siquiera
podemos aspirar a encontrar nuestro camino dentro de él. Freud afirma que cada
etapa de nuestro desarrollo coexiste con todas las demás. Incluso cuando somos
adultos, guardamos un recuerdo inconsciente de nuestra forma de percibir el
mundo en la infancia que es algo más que un recuerdo, su estructura permanece
intacta. Freud relaciona esta experiencia de lo sobrenatural con un
resurgimiento de la visión egocéntrica y animista de la niñez. «Parecería que
todos nosotros hemos pasado por una fase de desarrollo individual equivalente a
la etapa animista del hombre primitivo y que esta etapa nos ha dejado ciertas
huellas que pueden ser reactivadas, y que todo lo que ahora nos parece
"sobrenatural" cumple con la función de poner en acción esos vestigios de actividad
mental animista y ayudarlos a manifestarse. » Concluye: «Una experiencia
sobrenatural tiene lugar o bien cuando los complejos infantiles reprimidos son
revividos por alguna impresión o cuando las creencias primitivas ya superadas
parecen confirmarse una vez más.»
Nada de esto, por supuesto, constituye una explicación; como
mucho sirve para describir el proceso y señalar el terreno donde éste tiene
lugar. Sin embargo, A. no tiene dificultades en aceptarlo como cierto. El
desarraigo, por lo tanto, como la nostalgia de otro hogar, un espacio del
espíritu mucho más primitivo. Del mismo modo que a veces uno no encuentra
la interpretación de un sueño hasta que
un amigo sugiere una interpretación simple, casi obvia. A. no puede probar que
los argumentos de Freud sean verdaderos o falsos, pero a él le parecen apropiados,
y está más que dispuesto a aceptarlos como ciertos. Todas las coincidencias que
parecen haberse multiplicado a su alrededor, por lo tanto, están conectadas de
alguna forma a los recuerdos de su infancia, como si al proponerse evocarla, el
mundo regresara a una fase más temprana de su existencia. Cuando él recuerda su
infancia, ésta se manifiesta en esas experiencias; recuerda su infancia y la
escribe convirtiéndola en presente. Tal vez sea eso lo que pretende expresar al
escribir: «el sinsentido es el principio fundamental». Tal vez sea eso lo que
pretende expresar con: «Quiere dar a entender lo que dice.» Quizá sea eso lo
que quiere dar a entender, o quizá no. Es imposible estar seguro de nada.
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